Galeano entre las nadies
"No se fue, me dije una vez más, mientras escuchaba las voces campesinas repitiendo su nombre. No se fue el compañero, nos dijimos al oído. Y así fue que supimos que anda perdido entre las nadies, escribiendo nuevas historias de presentes de lucha, y arando el futuro nuestro."
Estaba sentada en la Asamblea de las Mujeres de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), entre luchadoras campesinas que afirman que sin feminismo no hay socialismo, sintiendo emocionada sus consignas, sus colores, sus debates intensos, sus experiencias, su memoria, su rebeldía, su coraje, cuando mi amiga Silvia Ribeiro, uruguaya dizque mexica me contó al oído que había partido Eduardo Galeano.
No reaccioné inmediatamente. Sentí un dolor antiguo en algún rincón de los recuerdos, mezclado con cierta incredulidad. Es que crecí con Galeano. Es que aprendí historia en Las Venas Abiertas… aprendí pedagogía en La escuela del mundo al revés. Aprendí el calendario que organiza la memoria del continente en sus páginas. Aprendí también con Galeano el abrazo y los abrazos.
El compañero de todos los momentos, al que acudimos cada vez que necesitamos decir algo bello o algo cierto, no puede dejarnos solas. Todavía hay mucho por hacer. No compa, no puede irse.
A mi alrededor sonaban las consignas entusiastas de las mujeres campesinas. Gritaban con fuerza las mujeres aymaras de Perú y Bolivia, y las mayas de Guatemala, envueltas en sus vestidos coloridos. Las mujeres sin tierra de Brasil decían que globalicemos la lucha y la esperanza.
En ese espacio ganado para la lucha feminista, en esa conciencia hecha de tierra y de semillas, vi aparecer el rostro de Eduardo Galeano. Proyectado en el fondo del escenario, de pronto se volvió silencio entre las mujeres que lo lagrimeaban. No puede ser que haya partido, pensábamos quienes supimos con él, por él, qué es el horizonte y qué el camino. No puede ser...
La voz de Galeano comenzó a hablar de la mujer sin miedo. Las mujeres de la CLOC estaban allí, sin miedo, escuchando arrobadas al maestro, y repitiendo que no tienen miedo de ser felices. Necesitaron despedirlo con palabras sentipensadas. Por eso fue que con palabras de Galeano despidieron a Galeano.
Un coro de mujeres de rostro quemado por el sol, y manos agrietadas en el trabajo duro, abrazó a Galeano como para devolverlo al mundo. Las sembradoras de semillas lo repartieron en la tierra más fértil del continente, la de nuestros corazones. Y acá queda, entre nosotras. Amigo de las causas justas. Enemigo de los oportunistas de todos los tiempos. Revolucionario revolucionando revoluciones. No se fue, me dije una vez más, mientras escuchaba las voces campesinas repitiendo su nombre. No se fue el compañero, nos dijimos al oído. Y así fue que supimos que anda perdido entre las nadies, escribiendo nuevas historias de presentes de lucha, y arando el futuro nuestro.
Claudia Korol – 13 de abril - 2015