Fumigada, amedrentada y desolada: el calvario que vive una mujer campesina
Mientras que la discusión sobre la toma de tierras se agudiza, el límite legal impuesto por un sistema que oficia de abogado defensor de los privilegios, sigue mostrando su rostro deshumanizante. La ilegalidad parece ser una vestimenta que solo pueden ostentar aquellos que deben resistir a duras penas el brazo opresivo del poderoso.
Venenos para el pueblo, negocios para unos pocos, el ritmo frenético de un modelo de producción que detesta la biodiversidad, y se encarga de refrendarlo de manera explícita. Cuando el oprimido grita, encuentra el silencio más aterrador del otro lado de una historia escrita sin empatía y con un individualismo exacerbado.
Mientras los medios de comunicación no dejan de azuzar el fantasma del covid-19, los otros espectros que se desprenden de prácticas mortales como las aspersiones con agrotóxicos, siguen sobrevolando los días de los pueblos fumigados. Relatos mínimos, al menos a eso lo han resumido tanto el Estado como la justicia.
¿Quién protege los derechos de Lidia y su madre?
Resulta tan reiterativo como frustrante, replicar una y otra vez el artículo 41 de la Constitución Nacional, el mismo sostiene con absoluta claridad que «Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.
En fin, en más de una oportunidad hemos podido escuchar que en nuestro país no faltan leyes ni derechos, lo que resulta un verdadero imposible, es que estos se apliquen de manera transversal. Es por ello que una actividad contaminante como son las prácticas agrícolas con agroquímicos, pudieron seguir adelante pese a un contexto pandémico que nos remarcó la necesidad de cuidar nuestra salud.
El Sexto Distrito de Gualeguay volvió a ser noticia, Lidia Moreira, vecina del lugar y mujer campesina, aparecería nuevamente en escena gracias a una fumigación ilegal llevada adelante en un campo lindero del cual es arrendatario el actual intendente de Victoria, Domingo Maiocco. La ordenza de lugar solo contempla un zona de exclusión de 50 metros, una distancia irrisoria, más aún teniendo en cuenta que la deriva de los químicos del agro es incontrolable. Volvieron a fumigar a Lidia, una vez más, y lamentablemente tenemos la certeza que no será la última.
A Lidia y a su longeva madre, quién padece de parkinson, las notificaron de una fumigación que no respetó los plazos legales establecidos, ya que la legislación vigente es muy clara. La Subsecretaría de Asuntos Agrarios establece que las aspersiones que puedan ocasionar daños a terceros deberán ser comunicadas con 48 horas de anticipación, destacando que a Lidia la fumigaron 12 días después.
La receta agronómica deja ver que los preparados para la fumigación contenían Biciclopirona, 5 Metolacloro, Glifosato, Picloram, Alcohol Lineal Etoxilado y Fenol Genol Etoxilado. Es preciso destacar que la fecha de prescripción data del 28 de agosto de 2020, es decir que a Lidia la fumigaron con el aval de la policía que certificó que se lleve adelante esa aspersión con una receta agronómica vencida.
Cuando luchar contra los venenos del agro y la abulia policial resulta una verdadera quimera. Consultada por Conclusión sobre cuáles fueron los pasos a seguir luego de que se comprobara que la receta se encontraba vencida, Lidia Moreira indicó: “Me acerqué a la comisaría del lugar para solicitar la receta agronómica renovada, ya que la que me habían acercado estaba vencida, lamentablemente el Jefe Garcilazo no accedió a mi pedido, se negó argumentando que yo lo molestaba con mis continuas denuncias”.
El pasado 8 de septiembre el fuerte viento azotó el Sexto Distrito, algo que impulsó a Lidia a ponerle freno al intento de fumigación en los terrenos linderos a su hogar. “Ese día no le permití a la Ingeniera agrónoma encargada del campo, Sabrina Inés Imbert, a fumigar porque el viento era muy fuerte y los venenos iban a venir directamente para mi casa. Pero fue al otro día a las 19.30 hs que la máquina comenzó con las aspersiones, si bien el hombre encargado de fumigar me había avisado con anterioridad, la misma se dió mucho tiempo después soreprendiéndome, ya que consideré que no se iba a ejecutar. En lo particular me encontraba caminando y padecí las mismas a muy corta distancia, intenté correr pero no pude escapar a los venenos que rápidamente me alcanzaron”, sostuvo.
La salud de Lidia se viene deteriorando de manera sostenida, la misma noche de la fumigación su cuerpo volvió a evidenciar los efectos brotándose a través de un incómodo sarpullido. “Antes y después de cada fumigación tenemos que permanecer encerradas junto a mi madre por un largo tiempo, los olores son muy fuertes y el impacto en mi cuerpo comienza a ser cada día más fuerte. La impotencia que una siente es muy grande, ya que no tenemos otra forma de demostrar el daño sistemática a la salud que venimos padeciendo”.
Por último, y con la intención de ser interpretada en agotamiento y dolor, la vecina de la localidad entrerriana enfatizó, “quiero hacer público el maltrato que sufrí por parte del jefe de la comisaría encargado de avalar las fumigaciones, parecería ser que le molesta atender los justos reclamos de aquellas y aquellos que estamos denunciando los atentados contra la salud, haciendo uso de los derechos que nos asisten como ciudadanas de bien. Exijo que el Ministerio con competencia en el asunto, o la justicia, tomen cartas en el asunto y soliciten las explicaciones del caso”.
Fuente: Conclusión