Fumigaciones: Preguntas y Reflexiones en el Día de la Memoria
Tal vez el 24 de marzo, Día de la Memoria sea un buen día para reflexionar sobre algunas cuestiones. En lo personal, no me hacía falta de este anuncio que llega mal, muy tibio y bastante tarde. Y, digo no me hacía falta, porque antes de escuchar lo que decían estas intocables organizaciones internacionales -muchas veces cuestionadas por su connivencia con oficinas del poder económico, que poco tienen que ver con el cuidado de la salud- hace años que escucho las voces de los vecinos fumigados, de los maestros y de los alumnos fumigados, de los médicos de pueblos fumigados, de trabajadores que vienen denunciando sin ser escuchados cómo los agrotóxicos –no solo el glifosato- los está enfermando y matando.
¿Y ahora qué?
Ahora que la benemérita OMS al menos hizo mención, seguiremos diciéndole desde los equipos de salud a familiares y enfermos: “no, eso no tiene nada que ver…no está comprobado…son múltiples los factores que pueden causar la enfermedad…son estudios sin sustento científico… los que sostienen esto solo hacen política…etc…etc…?
Después de este anuncio, algún profesional tendrá rostro aún, para decirle a un padre que fue durante años fumigador y ante la consulta por su hija polimalformada algo parecido a esto: “usted debería haber usado protección”, que es más o menos como utilizar el lamentable ¿por algo será…?? Y ni siquiera deslizar la posibilidad de la duda, ante semejantes venenos manipulados.
Y, me pregunto una vez más ¿qué responsabilidad le cabe, por ejemplo a un cómodo Felipe Solá, responsable de dar vía libre en el año 1996 a los cultivos transgénicos que invadieron el país y esparcieron veneno por agua, aire y tierra?
Y al servil ministro de Ciencia y Técnica, Lino Barañao que libremente sostiene que el glifosato es tan inofensivo como “agua con sal”? alguien podrá hacer que se tome un vaso, sin lugar a discusión?
Y, a la presidente que “en nombre de todos los argentinos y argentinas” hace alegremente contratos con una empresa asesina como Monsanto y realiza maravillosos anuncios para la producción de mayor cantidad de glifosato para seguir envenenando a pueblos enteros ¿qué responsabilidad le cabe?
Y, sobre discutir solo en términos económicos y de porcentaje de retenciones, pero no de salud? ¿Qué responsabilidad tienen? ¿Y de hacer más hospitales, para atender los mismos enfermos que el monstruo que ellos mismos alimentan, va dejando…¿Que responsabilidad les cabe?
En qué momento –y disculpen la expresión- nos cagamos en el pensamiento crítico, en la duda que nos hace avanzar y comenzamos a bajar la cabeza y a decir todo que si, en un gesto que tanto se parece a la complicidad?
Que desconocimiento semejante -tan parecido a la ignorancia- nos privó de razonar a los equipos de salud que si el país está siendo sometido a algo tan parecido a un experimento perverso a cielo abierto, como lo es esparcir de manera periódica durante años y sobre una misma población, millones y millones de litros de venenos, ya utilizados algunos como armas químicas, la salud de esos habitantes (adultos y niños) no se vería afectada? En qué cabeza cabe semejante respuesta?
Y, a los que sostienen –con tal de no dejar de ganar guita- que las cosas pasan por las “malas prácticas” o que, alejar las distancias de las fumigaciones de los pueblos sería una buena solución? a treinta y nueve años del Proceso Militar les pregunto: ¿aceptarían que, a modo de “consensuar” en ese momento, alguien nos hubiera planteado: ¿saben qué?…a los militantes que tiramos desde los aviones, proponemos tirarlos desde menor distancia, porque desde tan alto se mueren enseguida?…
¿A alguien le queda duda cual es la respuesta?
Y, por qué entonces creen que realmente, alejando “un poquito los venenos” solucionamos el problema? o solo lo pateamos para más adelante, para que no se note tanto?
No sé mucho de términos legales, pero ¿en cuál de todos los términos ya instituidos internacionalmente como “crímenes de lesa humanidad o genocidio” entra este de envenenar de manera aguda, o crónica y en pequeñísimas dosis, periódicas, con un objetivo económico final que lleva consigo también el desmonte, el desplazamiento de pueblos originarios, -dueños ancestrales de esas tierras- y la contaminación sin vuelta atrás del medio ambiente?
Será que hay que instituir un nuevo delito? Porque, que hay que ir detrás de un nuevo NUNCA MÁS, no tengo dudas…solo que las víctimas ahora, son anónimas, una masacre invisibilizada y sin necesidad de una dictadura militar para llevarla a cabo.
¿Habrá que esperar muchas más muertes para que, por ejemplo en el hospital de mayor complejidad pediátrico del país, como es el Hospital Garrahan donde trabajo, comiencen a tomar en cuenta a las fumigaciones como causa de enfermedades, y no solo oncológicas? ¿Y para que los estudios de búsqueda de agrotóxicos en los pacientes puedan comenzar a realizarse gratuitamente en el Hospital?
La Historia no los absolverá.
Como, a pesar de todo mi viejo –Emilio- me dejó como legado el no permitirme ser totalmente pesimista; sigo creyendo a regañadientes claro, que en un futuro no muy lejano y producto sobre todo del resultado de las luchas de los afectados –a los que siempre se deja tan solos desde las instituciones de salud- de los desplazados, de los profesionales comprometidos con la medicina basada en lo “evidente” y no con el poder o los laboratorios, la historia finalmente va a cambiar.
Será entonces el momento en que podremos mirar a los ojos a personas como Inez de Misiones (mamá de M, paciente oncológico) que randapeó* durante años; a Manuela de Jubileo, Entre Ríos (mamá de J.paciente oncológico, fallecido) a Miriam de Misiones (que yira desde hace años con su hijo que va perdiendo fuerza muscular y aún está sin diagnóstico, tía además de un niño con tumor cerebral que aún la pelea); a Patricia de San Salvador Entre Ríos (mamá de L. paciente oncológica fallecida); a Gladys de Lavalle Corrientes (mamá de N. fallecido en las tomateras y tía de C. también afectada y en seguimiento aún), a Eugenia de Lavalle Corrientes (mamá de C. también fallecido en las tomateras); A Diana, de Urdinarraín , Entre Ríos (mamá de A. pacientito oncológico fallecido), y a tantos otros, que tenían toda la razón al sospechar que posiblemente los venenos estaban enfermando a sus hijos y que ante la duda y por el Principio Precautorio que debería ampararnos, esos agrotóxicos YA NO SE USARÁN MÁS PORQUE ESTARÁ TERMINANTEMENTE PROHIBIDO UTILIZARLOS.
Para terminar, a los responsables políticos de semejante crimen, les desearía dos horitas (solo ciento veinte minutos, no soy tan jodida) de sentir en carne propia, el sufrimiento que perciben los pacientes al recibir una mala noticia, o por el destierro al estar lejos de sus pagos o de sus hermanos; o el dolor inmenso que sienten al quedar sin cabello o sin una pierna, o el dolor de los miles de pinchazos que significa –solo- intentar curarse…
Les deseo solo ciento veinte minutos “la incertidumbre del después”, les convido a probar el tremendo dolor de una cama vacía, de una silla vacía, de un juguete sin dueño, el dolor del silencio de una habitación, el saber que ya nada será como antes después de la muerte de un ser querido y, lo que es peor aún por supuesto, el saber que fue por algo que “posiblemente” como tan arriesgadamente dice la OMS, podría haberse evitado.
Y, si a pesar de todo, siguen insistiendo en la idea de producir enfermedad y muerte a cambio de dinero, no tengo dudas que, a ellos la Historia nos los absolverá, porque como dice el maestro Osvaldo Bayer, tarde o temprano, la ética siempre triunfa, finalmente deberán rendir cuentas y no habrá psicólogo capaz de aliviar sus culpas.
* Randapear: fumigar con Roundup (glifosato marca comercial de Monsanto)
“A la memoria de todos los desplazados, enfermos y muertos, en muchos casos anónimos, que en nombre del dinero, van quedando en el camino”. Mechi / 24-3-2015
Fuente: Ecos Córdoba