Falta el pueblo en la integración sudamericana
Planeada para servir de plataforma de exportación de mercados, principalmente hacia Asia, el IIRSA mantendrá a América del Sur como proveedor internacional de insumos naturales con bajo valor agregado localmente lo que mantiene la histórica concentración de riquezas en la región
Los entusiasmados del discurso en defensa de la integración económica de América del Sur, pronunciados por el gobierno brasileño no pusieron en consideración un hecho que debería ser elemental en cualquier política pública: el pueblo, a partir del cual debería emanar todo poder y solo en su nombre debiera ser ejercido, regla general, ni siquiera mencionada cuando nuestros representantes hablan de las relaciones externas brasileñas, en especial de nuestras relaciones con nuestros vecinos en el continente.
Hasta aquí, los planos de integrar a la región se han limitado a promover inversiones de empresas brasileras y la construcción de puentes, hidroeléctricas, carreteras y otras obras típicas del Brasil Grande, aprovechando una aparente liquidez de recursos en el mercado internacional de financiamiento de grandes obras donde se incluye el fabuloso presupuesto de R$60 billones del BNDES, superior incluso al del Banco Mundial-, siendo las necesidades reales las de esparcir el desarrollo para confundir las ganancias.
El pueblo, que es bueno, falta en esa estrategia.
El instrumento integracional más importante utilizado por Lula invernaba en las gavetas oficiales desde el gobierno de Fernando Enrique Cardoso. Es el IIRSA, la Iniciativa para la Integración Infraestructural de la región Sudamericana, un conjunto de grandes obras ante las cuales las empresas abren los ojos y les escuece las manos.
Y el pueblo siempre olvidado no sabe porque los gobiernos poco dialogan con sus sociedades, a pesar de ser ellos quienes históricamente han sufrido los impactos socio-ambientales de los mega-emprendimientos.
Planeada para servir de plataforma de exportación de mercados, principalmente hacia Asia, el IIRSA mantendrá a América del Sur como proveedor internacional de insumos naturales con bajo valor agregado localmente lo que mantiene la histórica concentración de riquezas en la región.
Esta señal se confirmó después de que China y la India pidieran ser socios del BID, el Banco Interamericano de Desarrollo, que coordina la implementación de IIRSA. Responsables por más del 40% de la población mundial, estos dos gigantes devoradores de recursos naturales acumularían pues dos tipos de poder. Participaran del proceso de selección de proyectos a ser financiados por el BID, y a su vez al final del proceso, aún podrían usar su poder de grandes compradores para negociar mejores precios en la compra de productos de exportación por América del Sur.
La propuesta de integración también pretende dar un peso político mayor a América del Sur, en un contexto internacional de reglas impuestos por el imperio estadounidense. Sin embargo, se equivoca fundamentalmente porque el pueblo pues, el pueblo!, dirían nuestros planeadores económicos continúan fuera del cuento, estando claro que es la voluntad popular lo que históricamente inhibe cualquier intención expansionista.
El discurso sobre la necesidad de grandes obras de infraestructura para generar desarrollo y integración es bien aceptado que al final el pueblo míralos ahí, al final! Necesitado de empleos y también gobiernos siempre ávidos por recursos fiscales en volúmenes crecientes.
Además del pueblo, en esta historia falta igualmente cultura democrática para debatir el desarrollo con el que las sociedades sueñan. Inclusive para estimular una integración que no visione únicamente a los mercados, sino más bien que coloque en el centro de las preocupaciones el intercambio de experiencias de pueblos en el campo de las artes, la educación, la salud, la seguridad, y la protección ambiental.
Venezuela y Cuba nos muestran de forma simple y firme como es posible integrar socialmente a los países. Caracas vende petróleo con un descuento del 25% a la Habana, quien a su vez envía para Venezuela millares de médicos de familia para atender a los pobres.
Esta es la hora de que las demás naciones sudamericanas entiendan este recado: o se planta la integración con el pueblo, o se recoge los frutos del caos social, como en Bolivia.
El autor es periodista y Investigador de Ibase - Instituto Brasilero de Análisis Sociales y Económicos.