Entre invernadas y veranadas, avanza la Escuela Campesina de Agroecología en el sur de Mendoza
En Malargüe, donde 5000 familias puesteras viven de la cría de ganado con la práctica ancestral de la trashumancia, la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) inauguró la tercera sede de su escuela campesina para cumplir con el derecho a la educación a través de una pedagogía adaptada al territorio. “Un proyecto educativo con el potencial de reivindicar al puestero como sujeto”, valoran.
Malargüe, el más sureño departamento de la provincia de Mendoza, es como “un pedazo de la Patagonia en el sur de Cuyo”, afirma Oscar Soto, nacido en ese suelo y educador popular de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST)-Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). Su geografía y clima, explica, lo hacen muy distinto al resto de los departamentos de Mendoza y también a su proyecto agrícola-ganadero, que debe adaptarse a los fuertes vientos en el secano más extenso de la provincia, donde de 42 mil hectáreas de superficie total del departamento sólo 7 mil son irrigadas. En esta tierra de crianceros, que recorren largos kilómetros para alimentar su ganado, la organización campesina abrió una nueva sede de su Escuela Campesina de Agroecología (ECA), en la que la que es la pedagogía la que se adapta al territorio y sus costumbres.
“Estas condiciones geográficas han moldeado la actividad campesina e indígena de la zona, donde aproximadamente cinco mil familias viven y trabajan en puestos de crianza de animales como chivo (cría de la cabra), oveja, vaca, cerdo, conejos gigantes, gallinas ponedoras, pollos y caballos”, comenta Natalia Arroyo, integrante de la UST-MNCI-ST desde hace 12 años, productora caprina en Cavado el Payén —a 200 kilómetros de la ciudad cabecera del departamento— y estudiante en la ECA.
La “identidad puestera” es la que define a las y los trabajadores de la zona, una identidad arraigada en modos de trabajo y de relación con la naturaleza prexistentes y resistentes a la Conquista. De hecho, Malal-hue es el nombre ancestral de este departamento mendocino que en mapudungun —lengua del Pueblo Mapuche— significa “tierra de corrales”.
Una de las particularidades de la labor criancera es la trashumancia, el arreo por días, por largos kilómetros de un territorio de invernada a la zona de las veranadas, a las partes altas de las montañas. La veranada, explica Natalia, es el momento del año en el que se lleva a los animales a que alimenten de las pasturas naturales, es el tiempo de engorde. Cuando llegan los meses fríos, los crianceros bajan de la montaña a sus puestos de invernada, cuando los animales quedan en los corrales. Cómo hacer que esos tiempos dialoguen con los de la planificación educativa es una de las tareas.
Malargüe, territorio en disputa
Malargüe encabeza la producción caprina de Mendoza. La UST-MNCI-ST reúne a las familias productoras de Malargüe, Lavalle, Luján de Cuyo y San Rafael en la cooperativa Tierra Campesina, pero denuncian que productoras y productores campesinos no son contemplados en las políticas de desarrollo provincial. Símbolo de esto es la convocante Fiesta Nacional del Chivo, celebrada cada enero mientras las y los puesteros se encuentran en la altura de la montaña, pastoreando. “Se les rinde homenaje en su ausencia”, ironiza Oscar.
Las prioridades del gobierno provincial están enfocadas en el turismo, la minería y el fracking, mientras la organización campesina exige participación en el ordenamiento territorial del municipio y reclama la aplicación de la Ley Provincial de Arraigo, que garantiza varios derechos a las familias puesteras.
Un ejemplo de las prioridades del gobierno provincial es la sesión de más de 12 mil hectáreas a la empresa privada El Azufre S. A. para la construcción de un exclusivo centro de esquí la zona conocida como Campo Potrero de la Cordillera. Ese territorio con aguas termales, nacientes de ríos y arroyos, humedales y glaciares es habitado ancestralmente por tres comunidades mapuche y es zona de veranada de 20 familias puesteras. El territorio entregado a la mencionada sociedad anónima equivale al 29 por ciento del total de las tierras malargüinas.
Mientras se ceden terrenos a empresas privadas, gran parte de las y los pequeños productores siguen expuestos a la amenaza constante de perder sus medios de vida y de producción. “Hay muchos puesteros que alquilan la tierra y vienen terratenientes de otros lados que dicen que son dueños. Por eso una de las principales luchas es por las tierras, para que no nos desalojen”, explica Natalia.
Escuela Campesina de Agroecología, una pedagogía trashumante
En ese contexto geográfico, productivo y sociopolítico, el Centro de Educación, Formación e Investigación Campesina (CEFIC) Tierra de la UST-MNCI-ST inauguró en abril una sede de la Escuela Campesina de Agroecología (ECA), experiencia educativa con un recorrido de 11 años desde su nacimiento en Lavalle, departamento donde surgió la UST en plena crisis socioeconómica de 2001 para abrir camino con la agroecología.
La ECA se extendió también al departamento de Luján de Cuyo y está reconocida por el Estado provincial bajo la modalidad de CENS (Centro Educativo de Nivel Secundario) de Gestión Social. A pesar de esto, en los últimos dos años, la UST tuvo que defender la continuidad de la escuela ante los embates del gobierno provincial —bajo la gestión del radical Rodolfo Suárez— por desmantelarla.
Si bien el impulso de la ECA en Malargüe se vinculó a la necesidad de varios integrantes de la organización que no han finalizado los estudios, el espacio educativo está abierto a toda la población local, donde la deserción escolar secundaria es una problemática. De acuerdo con datos de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de la provincia, en 2020, el 46,8 por ciento de la población malargüina mayor de 15 años no había terminado la escuela secundaria, porcentaje desciende al 21,4 en la capital mendocina.
“Queremos una educación no convencional que sirva a la vida cotidiana de los campesinos”, dice Gimena Espinoza, integrante de la UST en Malargüe.
El proyecto educativo de la ECA se basa en el sistema de alternancia, que contempla dos grandes momentos: un "Tiempo Escuela" y un "Tiempo Comunidad". Hay semanas que transcurren en el aula y otras en el territorio. Gimena ejemplifica cómo piensan una materia específica: “Queremos que en Lengua aprendan a expresarse a través de su historia, sus vivencias”.
El "Tiempo Comunidad" es el que las y los estudiantes desarrollan en sus puestos o fincas. Es el momento práctico del aprendizaje, donde relacionan lo visto en el "Tiempo Escuela" con su realidad. La propuesta no plantea una simple transmisión de conocimientos, sino que se alienta la producción de nuevos saberes y la solución de problemas concretos.
Todo vuelve a la escuela que, además, es entendida por la UST como un “espacio de encuentro social donde los estudiantes puedan compartir sus experiencias, sobre todo lo que ocurre en sus labores campesinas, como también las problemáticas sociales que ellos enfrentan en los territorios. Eso los motiva a asistir a clases”, sostiene Gimena. "Es la unión de la teoría y la práctica, la Educación Popular es la perspectiva que sostiene el proyecto", explica Oscar.
La alternancia busca dar respuesta a las necesidades educativas concretas de las y los puesteros y a la dinámica trashumante de su trabajo en el campo, que en mucho casos les ha dificultado acceder o permanecer en escuelas tradicionales como los CENS “comunes” (de gestión estatal), con su modalidad de cursada fija durante los cinco días de la semana. Pero desde la organización coindicen en que la diferencia no radica sólo en la flexibilidad que plantea la ECA, sino en la propuesta político-pedagógica en su conjunto.
"La escuela campesina puede ayudar a que las y los jóvenes no sigan abandonando el campo"
Natalia Arroyo, desde su mirada como estudiante, cuenta que su interés y el de otras personas por esta escuela parte ya desde su nombre: “La palabra 'Campesina' diferencia a la escuelas del resto de los centros educativos. Recuerdo que una señora grande me dijo: ‘Cuando me dijeron campesina ahí nomás quise hacer la escuela porque yo quiero que se hable del campesino, que se sepa el trabajo que hace el campesino. Entonces si es una escuela así, yo sí la voy a hacer’”.
Desde el rol de educador, Oscar agrega que “un proyecto educativo surgido desde una organización popular tiene esa potencialidad de reivindicar al puestero como un sujeto, rescatando y valorando prácticas agroecológicas como el cuidado de la tierra, intrínseco al sistema de invernada-veranada". Para Natalia, además, "la ECA puede ayudar a que las y los jóvenes no sigan abandonando el campo".
En la década de 1970, cuando en el país se crearon los primeros CENS en convenio con organizaciones sindicales, la única experiencia en el ámbito rural fue la de las y los obreros del tabaco en la provincia de Salta, según registra documentación de la entonces Dirección Nacional de Educación de Adultos (DINEA).
La ECA/CENS de gestión social de la UST (con su sede principal y dos anexos) es la primera experiencia de en una organización de trabajadoras y trabajadores rurales en Mendoza y se mantiene en pie por la lucha de la organización ante los intentos vaciamiento del gobierno provincial, a pesar de que permite hacer efectivo el derechos de campesinos y campesinas a la educación.
Fuente: Agencia Tierra Viva