En el Perú, la vida no vale nada
Según el diccionario, “Indefensión” es la “situación o estado de la persona que está falta de la defensa, ayuda o protección que necesita”. Y esa es la palabra que describe plenamente, en toda su exacta dimensión, el absoluto desprecio que el Perú como país y como Estado tiene por el valor de la vida de ciertos peruanos y peruanas.
Este 28 de diciembre pasado, como un regalo envenenado de fin de año, el asesinato de Hitler Rojas, agricultor de 34 años, esposo de Amelia de 30 años y padre de 5 niños, dirigente opositor a los proyectos hidroeléctricos de la poderosa y cuestionada transnacional brasilera Odebrecht en el Río Marañón, nos ha rebajado a todos los peruanos a la categoría de población en insoportable estado de subdesarrollo moral.
Ya no se trata nada más de la endémica debilidad de las instituciones, que permitió que uno de los hechores materiales del homicidio huyera inicialmente con el apoyo de autoridades municipales favorables a la gran empresa a la que se oponía Hitler; que su autopsia fuera sin médico forense, con informes evidentemente adulterados, sin consideración del testimonio de testigos, y un juicio ultra acelerado que sancionó con máxima suavidad a uno de los culpables directos, a pesar de que empleó la alevosa cantidad de ocho balazos en la ejecución.
Ya no se trata solo de la creciente avalancha de muertos, reprimidos y perseguidos judicialmente por oponerse a los grandes negocios contaminantes que afectan sus vidas; ni de la claudicación de las máximas autoridades de gobierno a sus mandatos morales y legales de defender, sin excusas, la vida; ni de la terrible desigualdad y exclusión que subyace estructuralmente a todos estos crímenes; ni del extraviado derrotero de un desarrollo que persiste en convertir la riqueza de los territorios en la maldición de sus habitantes. Ni siquiera de discutir los argumentos a favor o en contra en cada uno de estos conflictos.
Se trata de algo más grave y más sistémico. La gran prensa, con su silencio, hace suyo este crimen, y cierra el círculo maligno de esta indefensión que niega todo valor a la vida en el Perú. Ni todos los indicadores económicos, majaderamente repetidos por medios obsecuentes, pueden encubrir este subdesarrollo moral, esta miseria de los valores, esta degradación humana, que carcome la entraña de un país postrado de rodillas al lucro y el poder económico.
Profundas fuerzas de regeneración han de florecer de esta desoladora indefensión clavada en el costado de todas las lejanías del Perú, las geográficas, las sociales y las morales. En las alturas andinas de Yagén, a donde solo se puede llegar caminando largas horas, en la martirizada Cajamarca, Hitler Rojas nos deja su imbatible semilla de dignidad.
Fuente: ALAI