Derechos históricos, ¿pasado o futuro?
"El presente no existe: cuando lo citamos, ya es pasado. El futuro no sabemos si existirá. Entonces, ¿solo nos queda el pasado? ¿Es nuestra única referencia?. En las políticas ambientales y de pesca, parece ser que sí. En las dos, en mayor o menor medida, se regula sobre la base de lo que se conoce como los derechos históricos de bienes comunes."
El presente no existe: cuando lo citamos, ya es pasado. El futuro no sabemos si existirá: que tenemos un segundo de vida por delante es simplemente una pura especulación. Entonces, ¿solo nos queda el pasado? ¿Es nuestra única referencia?
En las políticas ambientales y de pesca, parece ser que sí, pero no podemos estar de acuerdo. En las dos, en mayor o menor medida, se regula sobre la base de lo que se conoce como ‘los derechos históricos de bienes comunes’. ¿Quéeeee? No se espanten, lectores, que la cosa es más sencilla de lo que parece. Veamos.
En el caso de la lucha contra el cambio climático en el planeta, los científicos pueden establecer cuáles son los niveles recomendables globalmente para que no corramos un riesgo ante los graves impactos ambientales y sociales que se podrían generar, pero… ¿cómo se distribuye la cuota total entre los diferentes países? La solución siempre ha sido la misma: ‘los derechos históricos’. Funcionan de la siguiente manera, se miran las emisiones de cada país en un año determinado (en este caso los niveles del año 1990) y a partir de estos se negocian las emisiones futuras manteniendo -más o menos- la misma proporción entre los países, realizando únicamente pequeños ajustes producto de la capacidad de negociación de turno. Como consecuencia, quien más ha contaminado en el pasado asegura su estatus quo, y cuando toque apretarse el cinturón para disminuir las emisiones, dispone de la porción del pastel más grande para hacer los ajustes pertinentes.
En el caso de la política pesquera común, todos los países de la Unión Europea se pueden poner de acuerdo en que no se debe pescar más de una determinada cantidad de una determinada especie, pero… ¿cómo se distribuye la cuota total entre todos los países? Podemos repetir la respuesta: ‘los derechos históricos’. Se revisan las cuotas de pesca de cada país (en este caso las del año 1983) y a partir de esos niveles se negocian las capturas futuras manteniendo -más o menos- la misma proporción entre los países, de forma que únicamente se realizan pequeños ajustes, producto de la capacidad de negociación de turno. Como consecuencia, quien más ha contribuido a la sobrepesca en el pasado, mantiene su estatus quo, y… ya saben, cuando toque apretarse el cinturón para disminuir la sobrepesca, disponen de la porción del pastel más grande para hacer los ajustes pertinentes.
Mirar para atrás en este caso supone claramente mantener un sistema injusto, que no rompe con desequilibrios estructurales, que además regula recursos comunes por el procedimiento de premiar a los principales causantes de problemas que nos afectan a todos. En nuestra opinión, es imprescindible cambiar este principio de partida, puesto que no incentiva en absoluto el cambio necesario y se ha convertido en la práctica en una barrera que impide el establecimiento de sistemas efectivos para afrontar la problemática.
Por un lado, en el cambio climático los países en desarrollo deben adoptar una serie de compromisos en la reducción de sus emisiones, pero el nivel de compromiso no puede fundamentarse en los niveles de sus emisiones en el pasado, pues son mucho más pequeñas que las de los países industrializados y sus emisiones por cápita resultan también muy inferiores.
Por otra parte, la situación pesquera en la Unión Europea ha evolucionado tanto en los últimos años que la diferencia entre las flotas de cada país y los derechos de pesca fundamentados en criterios históricos crean distorsiones que han acabado por generar una gran cantidad de mecanismos ‘ficticios’ para saltarse estas limitaciones. Se impone, por tanto, una revisión del acceso a los recursos que debe favorecer a los modelos de pesca que tengan menor impacto ecológico e impactos sociales y laborales más favorables.
Debemos pensar en el futuro, hagamos que exista, posible para todos, sin pasados que sólo nos encadenan.
Fuente: Palabre-ando