Del hallazgo de fosas clandestinas: paisajes del horror que se acumulan
"El hallazgo de fosas clandestinas en México no sólo expone la crisis de violencia e impunidad que atraviesa el país, sino que también evidencia un patrón sistemático de deshumanización hacia las víctimas, y una intención perversa de instaurar el miedo como recurso de control y sometimiento sobre una región".
En la zona serrana del norte del estado de Chihuahua, en el ejido “El Willy” del municipio de Casas Grandes, ubicado a unos 42 km de la cabecera municipal, se hallaron varias fosas clandestinas durante los últimos meses, en las que hay al menos un centenar de cuerpos[1]. Según datos de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua, hasta el momento se han reconocido 56 cuerpos, aunque algunas notas periodísticas hablan incluso de 72 cuerpos [2]. Los cuerpos recuperados, en su mayoría en avanzado estado de descomposición y con indicios de violencia, indican que muchas de las víctimas podrían haber sido asesinadas hace varios años.
La prensa menciona que las investigaciones en “El Willy” comenzaron tras la detención de un integrante de grupo delictivo, lo que llevó a las autoridades a descubrir múltiples fosas clandestinas en el área [3]. Esta zona ha enfrentado, desde hace varios años, la presencia del grupo armado de La Línea —brazo operador del Cártel de Juárez–, que lleva varios años operando en esa región. Entre sus actividades se encuentran el control por el cruce ilegal de mercancías y personas entre los límites de los estados de Sonora, Chihuahua, y el estado de Arizona.
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), hasta inicios de 2025 se han contabilizado más de 121,000 personas desaparecidas en México. Más allá de estas cifras, me interesa reflexionar sobre las formas de violencia ejercidas contra las personas cuyos cuerpos fueron hallados en las fosas clandestinas. Como bien señala La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C. (CMDPDH), “La aparición de una o diversas fosas clandestinas representa en sí una práctica donde se materializan diversos delitos y/o violaciones hacia las personas que han sido inhumadas de manera clandestina, empezando claramente por el derecho a la vida” [4].
Varios de los restos humanos encontrados en el rancho El Willy mostraban partes de osamentas que dan cuenta de la saña con la que fueron asesinadas las personas. La mutilación de cuerpos ha sido una constante en las formas en que se han encontrado restos humanos en un número importante de fosas en regiones del estado de Chihuahua, y otras regiones del país [4]. Ante ello, la pregunta que viene a cuenta es, ¿qué intención o mensaje buscan mostrar aquellos que con tal crueldad asesinan a una persona para después mutilar su cuerpo y simplemente depositarlo en un paraje abandonado en medio de la sierra?
La filósofa italiana Adriana Cavarero introduce el término “horrorismo” [5] para describir una forma de violencia que trasciende las categorías tradicionales de “terror” y “guerra”. Propone dicha categoría a partir de analizar una serie de acontecimientos que como humanidad nos sacudieron, desde Auschwitz hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, para dar cuenta de la violencia atroz contra una persona. Horrorismo se centra en la vulnerabilidad absoluta de las víctimas inermes, aquellas que, desarmadas y desprotegidas, sufren una violencia que no solo busca su eliminación física, sino también la destrucción de su identidad singular.
Siguiendo a pensadoras como Hannah Arendt y Judith Butler, Cavarero subraya la vulnerabilidad intrínseca del cuerpo humano. La filósofa italiana enfatiza que muchas formas contemporáneas de violencia –torturas, masacres, genocidios–, lo que buscan en el fondo, es desfigurar al ser humano hasta el punto de borrar su identidad. En este sentido, el horrorismo no es sólo matar, sino deshumanizar, destrozar, reducir a lo inhumano.
En sintonía con Cavarero, Rossana Reguillo plantea la categoría de gramáticas del horror para ubicar una violencia expresiva en un contexto donde la brutalidad, ha alcanzado niveles tales que no solo buscan eliminar la vida de las víctimas, sino despojarlas de su humanidad, exhibiéndolas en estados de mutilación y desmembramiento [6]. Para Reguillo, esta violencia extrema no es simplemente un medio para ejercer control, sino el cuerpo mutilado, arrojado, cercenado cuyo propósito es sembrar el terror y reforzar el dominio de quienes la ejercen.
Como mencioné, Cavarero conceptualiza el horrorismo como una forma de violencia que no se contenta con matar, sino que busca destruir el cuerpo hasta el punto de anular la condición humana. Esta idea permite a Reguillo interpretar las prácticas del narcotráfico y la respuesta del Estado como parte de un mismo régimen simbólico en el que la exhibición del cuerpo ultrajado se convierte en un mensaje de poder absoluto. En este sentido, Reguillo señala que el lenguaje tradicional es insuficiente para explicar estas violencias, pues estas operan en un ámbito donde la vulnerabilidad del ser humano es explotada hasta sus últimas consecuencias.
El horrorismo, según Reguillo, permite entender la expansión del miedo y la erosión de los marcos de referencia en los que hemos tratado de ubicar y abordar las violencias en México. La proliferación de narcofosas, la exhibición de cuerpos mutilados y los mensajes explícitos que acompañan estas acciones, no solo buscan eliminar físicamente a sus víctimas, sino también enviar un mensaje de sometimiento y control sobre la sociedad. Lo que da cuenta del hallazgo de las fosas clandestinas como las de El Willy es la expresión de una presencia criminal que a partir de esta violencia ha implementado su lógica de miedo y sometimiento a la población, en complicidad con el Estado mexicano.
El hallazgo de fosas clandestinas en México no sólo expone la crisis de violencia e impunidad que atraviesa el país, sino que también evidencia un patrón sistemático de deshumanización hacia las víctimas, y una intención perversa de instaurar el miedo como recurso de control y sometimiento sobre una región. Los cuerpos hallados en estos lugares muestran signos de mutilación y ultraje, evidenciando prácticas de terror que no solo buscan la eliminación física de las víctimas, sino también la anulación de su identidad
Ante dicho paisaje, es urgente una reflexión que trascienda las cifras y estadísticas, para abordar la dimensión humana de estas atrocidades y sus efectos en el tejido social. La existencia de miles de fosas clandestinas en el país, no solo habla de una crisis de derechos humanos, sino de una profunda herida en la memoria colectiva y en la necesidad de recuperar escenarios de paz. Reconocer, nombrar y visibilizar estas prácticas es el primer paso para desafiar la normalización del horror y exigir respuestas que pongan en el centro la dignidad y justicia para las víctimas y sus familias.
Referencias:
[1] Existe un debate importante en la academia con respecto a qué es una fosa clandestina (Lorusso, 2020) . En términos generales, si tomamos la definición que ha sostenido la Secretaría de Gobernación en su “Reporte de Fosas clandestinas 2019”, se entiende por ella como “lugares en los cuales se inhumaron cuerpos o restos humanos, sin seña alguna que denote su existencia, sin el conocimiento de las autoridades o con el propósito de ocultar el paradero de una o más personas” (SEGOB, 2019)
Lorusso, Frabizio (2021) Una discusión sobre el concepto de fosa clandestina y el contexto mexicano. El caso de Guanajuato. En Revista Historia y grafía. Número 56. Universidad Iberoamericana. https://www.revistahistoriaygrafia.com.mx/index.php/HyG/article/view/354
Secretaría de Gobernación. Reporte: Fosas clandestinas Diciembre 2018 – 13 de Mayo 2019. http://www.alejandroencinas.mx/wp-content/uploads/2019/05/Fosas_13mayo19-ok.pdf
[2] Redacción Animal Político. “Suman 72 cuerpos hallados en fosas clandestinas en el noroeste de Chihuahua desde diciembre; 56 fueron en el predio El Willy”. Plataforma Digital Animal Político, nota publicada el 28 de enero del 2025. https://animalpolitico.com/estados/cuerpos-fosas-willy-casas-grandes-chihuahua?s=08#google_vignette
[3] Andrés Martínez. “El Willy, el paraje de exterminio de La Línea donde hallaron 63 cuerpos en 44 fosas clandestinas en Chihuahua”. En portal Infoabe, nota publicada el 06 de febrero del 2025. https://www.infobae.com/mexico/2025/02/07/el-willy-el-paraje-de-exterminio-de-la-linea-donde-hallaron-63-cuerpos-en-44-fosas-clandestinas-en-chihuahua/
[4] Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C. (2022) Violencia y terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México. Universidad Iberoamericana. México. https://ibero.mx/files/2019/violencia-y-terror.pdf
[5] en su libro Horrorismo, Nombrando la violencia contemporánea, editado en 2009 por la Editorial Anthropos, Barcelona.
[6] Reguillo, Rossana (2012) De las caligrafías y gramáticas del horror. En Revista Desacatos, Número 40. Pp 33-46. https://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/254
Salvador Salazar Gutiérrez es profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Doctor en Estudios Científico-Sociales por el ITESO. En el 2017 fue perito ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para el caso Alvarado Espinoza vs México.
El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas (Ver más: http://www.giasf.org)
Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos
Fuente: Desinformémonos