De cómo los Sin Tierra ganan la tierra

Idioma Español
País Brasil

André, Paula, Gaucho y María viven en el asentamiento Don Tomás Balduino, en las afueras de Sao Paulo, en tierras que antes eran explotadas por una compañía forestal y hoy son ocupadas por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)

Gloria Muñoz Ramírez. Sao Paulo, Brasil. Aquí, 63 familias que antes vivían en las calles de Sao Paulo, en favelas o en albergues, la mayoría migrantes de las regiones pobres del nordeste brasileño, no sólo cuentan con un pedazo de tierra para sembrar, ahora recuperaron algo que ya nadie puede arrebatarles: la dignidad.

El Tomás Balduino es uno de los aproximadamente 5 mil asentamientos organizados por el MST en 23 estados de este país de dimensiones continentales. En tierras antes ociosas o explotadas por los grandes latifundistas, hoy más de 400 mil familias cuentan con al menos una hectárea para sembrar, gracias a una lucha que desde hace 23 años iniciaron aparceros, arrendatarios, medieros, asalariados rurales y ocupantes, en su mayoría campesinos pobres y sin tierra.

Después de más de veinte años de lucha, el MST es uno de los más emblemáticos y combativos movimientos contra el neoliberalismo de América Latina y el mundo. No se trata de una lucha sólo por la conquista de la tierra. Como lo plantearon desde su tercer congreso en 1995, "no habrá reforma agraria en Brasil si no se logra cambiar el modelo económico neoliberal". Advierten que "únicamente se podrá avanzar en este terreno si toda la sociedad comienza a ver la lucha por la tierra como una causa legítima y necesaria. La reforma agraria no debe ser asumida como bandera sólo por los campesinos sin tierra, sino por todos los sectores sociales".

No son pocos los desafíos y contradicciones que enfrenta un movimiento de las dimensiones del MST, siendo algunos de los principales su relación con el Estado y el apoyo en dos ocasiones al actual presidente Lula da Silva, quien no ha cumplido su compromiso de implementar una verdadera reforma agraria. "Nuestra historia no puede verse como un suceso o enmarcarse en el apoyo del movimiento a un candidato, sino como un proceso, algo que no está terminado, que se va construyendo y va aprendiendo", explican sus militantes.

Lo cierto es que en su quinto congreso, celebrado en Brasilia en junio pasado, los Sin Tierra redoblaron su compromiso de "seguir ayudando en la organización del pueblo, para que luche por sus derechos y contra la desigualdad y las injusticias sociales". Con una fuerte crítica a las políticas agrarias de Lula, el MST resolvió continuar su lucha contra el latifundio; luchar contra las privatizaciones del patrimonio público y por la restatización de las empresas públicas; no descansar hasta que los latifundios sean expropiados, y continuar la lucha contra la tala y la quema de los bosques nativos que son expansión del latifundio; combatir el uso de los agrotóxicos y el monocultivo en gran escala de soya, caña de azúcar y eucalipto.

El MST da continuidad a las luchas campesinas protagonizadas por indios y negros a fines de la Colonia entre 1800 y principios del siglo XX, cuando surgen las primeras luchas campesinas, siendo la de Canudos, con Antônio Conselheiro a la cabeza, una de las más sobresalientes.

En documentos históricos del propio MST se relata que en los años treinta y cuarenta "ocurrieron conflictos violentos en diversas regiones, protagonizados por ocupantes de terrenos abandonados que fueron defendidos con las armas en la mano. Entre 1950 y 1964, el movimiento campesino se organizó como clase, surgiendo así las Ligas Campesinas y la Unión de los Labradores y Trabajadores Agrícolas del Brasil, entre otros que fueron aplastados por la dictadura militar a partir de 1964.

En 1979-1980, en el contexto de la democratización, surgieron las primeras ocupaciones de tierras encabezadas por centenas de campesinos. El Brasil de entonces vivía una "apertura política" posrégimen militar, en la que el capitalismo impuso la concentración de la tierra, la expulsión de los pobres del área rural y la "modernización" de la agricultura, marco en que emergieron diversas luchas que se articularon en lo que en 1984 tomó el nombre de Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra.

Otro factor importante en la concepción del movimiento fue el trabajo realizado en los setenta por la Comisión Pastoral de la Tierra, inspirada en la Teología de la Liberación. Una época donde sacerdotes y laicos recorrieron los campos predicando la necesidad de que los campesinos se organizaran para luchar. Hoy, 23 años después, el MST se autodefine como "una articulación de campesinos que luchan por la tierra y por la reforma agraria en Brasil. Es un movimiento de masas autónomo, al interior del movimientosindical, sin vinculaciones político-partidarias o religiosas".

La ocupación de tierras para conseguir su expropiación y reparto es uno de los métodos de lucha del MST, al que se suman las grandes marchas, las concentraciones regionales, la huelga de hambre, los campamentos provisionales en las ciudades o en las orillas de las haciendas y la ocupación de oficinas públicas.

El método de la ocupación varía de acuerdo a la región y las condiciones existentes, pero en general éstos son los pasos que se siguen: el MST organiza a grupos de familias sin tierra, les habla del trabajo del movimiento, de su derecho a la tierra, de la injusticia y la explotación. Aquí inicia lo que se conoce como "pedagogía del movimiento", el trabajo más importante en el que un hombre o una mujer se vuelven parte de una lucha y van adquiriendo una identidad: la de un Sin Tierra.

Después del primer periodo de formación se puede pasar a una ocupación de tierras. Así, mientras se instala el campamento provisional con apenas lo indispensable (mantas, lonas, algunas láminas, palos, llantas y lo que se tenga a la mano), se inician negociaciones con el gobierno para conseguir la expropiación del predio en cuestión.

En el campamento, mientras tanto, inicia una vida de lucha en que las familias se politizan y trabajan en colectivo. La amenaza de desalojo es constante, se organizan turnos de vigilancia, comidas en conjunto, mientras continúa la formación política de las familias, pues para el MST "todos los espacios y acciones de un movimiento debes ser actividades de formación". Y ésta es precisamente una de sus aportaciones más importantes.

Una vez legalizadas las tierras, el campamento pasa a una segunda fase. Se organizan ya como "asentamiento" por sectores (educación, salud, comunicación, producción, trabajo colectivo, cultura, etcétera), siendo la educación y la formación a las que se dedica mayor tiempo y recursos.

Una vez conquistada y legalizada la posesión de la tierra y establecidos los asentamientos o comunidades agrícolas, el desafío es continuar siendo un Sin Tierra, fomentar el espíritu de lucha, hacer conciencia de que esto apenas empieza y que la conquista de la tierra es el primer eslabón.

Saben que no basta con obtener la tierra; se deben crear las condiciones que hagan posible trabajarla: máquinas, semillas, créditos, conocimientos técnicos, canales de comercialización, etcétera. Pero no sólo. También saben que "hay que luchar contra todo el sistema capitalista neoliberal", pues de lo contrario "nos quedamos en las mismas". Un Sin Tierra lucha por la tierra, la reforma agraria y una sociedad más justa.

Fuente: Suplemento Ojarasca 123 - Julio 2007

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