Cultivo de maíz transgénico dejaría sin vida microbiológica al campo mexicano
De autorizarse el cultivo comercial de maíz trasngénico que promueven trasnacionales como Monsanto, el paisaje del campo mexicano será un monocultivo, esterilizado, sin vida microbiológica y sin campesinos, advierte Ignacio Chapela, ecólogo mexicano que en 2001 descubrió la contaminación del grano tradicional con organismos genéticamente modificados.
De visita en Oaxaca, el investigador de la Universidad de Berkeley, en California, apunta en entrevista con La Jornada que el descubrimiento que hizo hace 12 años en la sierra Norte de esta entidad, ayudó a detener la entrada del maíz transgénico al país y considera que varias veces las autoridades han estado con la pluma en la mano para dar esas autorizaciones, pero saben que con ello irían en contra de la mayoría de la población.
Señala que las empresas apenas han logrado desarrollar dos productos en cuatro variedades de plantas y tienen presencia en unos cuantos países, y aunque quieren entrar a naciones como México, centro de origen del maíz. El transgénico es un grano al que en laboratorio se inserta un gen de una especie ajena.
–¿Por qué la urgencia de que se les autoricen los cultivos comerciales de maíz en el país?
–La desesperación por conseguir estos permisos la explica la situación histórica de la industria. La producción de maíz de México es menor comparada con la de Estados Unidos y otros países. ¿Por qué están empecinados en entrar aquí? Para mantener la versión de que los transgénicos tienen aceptación, porque son productos útiles y productivos, lo cual hace crecer su presencia.
Apenas hay dos productos transgénicos liberados: Round Up y BT en algodón, maíz, soya y canola. De ahí no se han movido. Se han quedado atorados en éstos, que no funcionan más que para hacer a los productores adictos al Round Up. Están sólo en unos cuantos países: Canadá, Estados Unidos, Argentina y Brasil, pero no pueden entrar a otro. En India hay resistencia. Los rusos prohibieron el ingreso de cualquier producto de Monsanto. China se retiró. La Unión Europea está cerrando la entrada a transgénicos. Entonces están desesperados por decir que hay países que los aceptan. Es una demostración de la bancarrota de la industria.
–¿Cuáles han sido los riesgos?
–Lo que temíamos al principio: la generación de supermalezas. En Estados Unidos, más de 50 por ciento de los productores de algodón, soya y maíz están frente a esta situación. Pronto sus campos ya no podrán ser cultivados debido a las supermalezas, resistentes al Round Up.
Monsanto y Dupont pidieron permisos para introducir cultivos resistentes al 2.4-D, herbicida prohibido por tóxico, usado en el agente naranja que se utilizó en Vietnam. En sus botellas de Round Up mezclan desde hace 13 años herbicidas de generaciones anteriores que utilizan porque no pueden controlar las malezas.
–¿Qué podría pasar en México con la autorización del cultivo comercial de maíz?
–Lo que ha pasado en Estados Unidos: dejar el paisaje mexicano sin gente, con un monocultivo no sólo biológico, sino ecológico; los campos agrícolas de ese país se ven desiertos. El suelo está esterilizado, la microbiología de éste se acabó; no hay ninguna otra planta.
Las mariposas monarca, por ejemplo, se redujeron el año anterior 50 por ciento respecto del previo. La razón es que ya no existen las plantas que comen durante su viaje de Canadá hacia México, porque éstas crecían en cultivos de maíz, que ya desaparecieron. En el campo de Estados Unidos hay una o dos personas que manejan máquinas, en un campo esterilizado de una sola especie. Ésta sería la consecuencia de la autorización.
–Las patentes de transgénicos están por vencer, ¿qué pasa con esto?
–Las industrias hacen cualquier cambio y lo presentan como nuevo. Tenemos que entender que es una industria de Estado. La biotecnología en la gestión de George W. Bush fue el punto número dos del plan global del Departamento de Estado en sus relaciones internacionales; en primer lugar estaba pelear contra Al Qaeda. En este momento, la Corte de Estados Unidos está por decidir patentes sobre la vida. Tomaron tres quejas importantes contra un granjero que plantó semillas sin comprar la patente de Monsanto. La corte podría reafirmar el derecho de ésta a tener propiedad sobre la vida. Esto sellaría a nivel constitucional que Monsanto no puede ser tocado.
–¿La investigación en este rubro ha sido cooptada?
–Totalmente. Incluso inventan cosas. Aquí en México, los investigadores Mario Soberón y Alejandra Bravo, del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México, inventaron cosas. Con photoshop hicieron fotografías en las que supuestamente hay evidencias de su investigación. Ese es el grado de desesperación y bancarrota de la industria.
Nunca se preocupó por producir algo que diera una ventaja a los consumidores, se concentró en un producto que les trajera beneficios inmediatos. En forma profunda, la manipulación transgénica se basa en un concepto que no funciona en biología, y eso es lo que regresa a causarles problemas una y otra vez.
Tratan de resolver los problemas en la lógica de que pueden mover partes de un lado a otro. Que se pueden poner alas a un cerdo, sacando el gen de las alas a una gallina. Esto no funciona en biología y no quieren aceptarlo, concluyó.
Fuente: La Jornada