Cuidado, llega una revolución
"La agroecología, sabe de virtudes muy poco apreciadas por el paladar capitalista: reduce el consumo de agroquímicos, conserva y difunde material genético y depende del saber campesino. Nada con lo que enriquecer bolsillos."
Desde muchos lugares del planeta están llegando informaciones coincidentes en una misma dirección: parece que se están moviendo piezas para generar un cambio muy drástico en el modelo agrícola actual. Si eso prospera muchas cosas se alterarán, se desorganizarán, pudiendo ser el principio de una revolución en este terreno, mucho más trascendental que aquella llamada ‘revolución verde’. Así que todas aquellas personas que estemos preocupadas por el planeta y su supervivencia -que es la nuestra-, tendremos que estar atentas. Se ruega levanten las antenas y circulen la información que puedan recibir. Más que nunca hemos de saber qué se trama.
Las primeras noticias a las que yo he tenido acceso hablan de una agricultura que produce más comida por hectárea que la agricultura industrial, que tanto nos está alimentado. ¿Será posible aumentar esos índices? Si así fuera, tendríamos un asombroso efecto: podría significar mayor autosuficiencia y mejores ingresos para las familias, pueblos y países que practiquen esta renovada agricultura, lo que llevaría a la ruina o la casi desaparición de las corporaciones de la alimentación. Las pocas y grandes empresas que se han mantenido en los primeros puestos de venta (y control) de las semillas, genética animal, fertilizantes, pesticidas… no podrán competir contra un agricultura que –dicen- es funcional con semillas autóctonas y tradicionales, recuperando y revalorizando razas autóctonas más fuertes y rústicas, que no utiliza química para sus labores y, ¡magia potagia! no depende del petróleo.
Se ha filtrado también que detrás de esta agricultura están las y los pequeños campesinos. Que son ellas y ellos los impulsores, pero como bichos raros que son, no tienen problema alguno en compartir, enseñar y ceder su saber. Es decir, puede ser [y será], el fin de una hegemonía que tiene sedes y poltronas en las universidades, en las escuelas técnicas o en los institutos de investigación.
Algunas prestigiosas organizaciones especializadas en analizar los impactos de la agricultura, pesca, ganadería…en fin, todo el sistema alimentario actual, -de escondidas o disimulando- han analizado esta forma de producir y distribuir alimentos, llegando a dos conclusiones, de nuevo, colosales. Por un lado han corroborado que «mientras el modelo alimentario global actual es responsable de más de la mitad de emisiones de CO2 que asfixian la atmósfera», ésta otra se maneja con métodos y procesos capaces de almacenar más CO2 del que emiten. Vamos, una agricultura, que abre las ventanas y enfría el planeta además de ser mucho más adaptable a los venideros cambios climáticos.
Y por otro, han podido estudiar que al igual que la agricultura industrial o convencional con sus excesos químicos, hormonales y artimañas varías, tiene efectos preocupantes sobre la salud de quienes trabajan con ella y de quienes nos alimentamos de ella, esta agricultura revolucionaría sólo es rica en calidad, frescura y salubridad.
¿Será por todo esto que quieren ocultarla, desprestigiarla y boicotearla? La agroecología, que así se la conoce, sabe de virtudes muy poco apreciadas por el paladar capitalista: reduce el consumo de agroquímicos, conserva y difunde material genético y depende del saber campesino. Nada con lo que enriquecer bolsillos.
Ya lo saben, que corra la voz, y estemos preparados. Nos incumbe.
Gustavo Duch Guillot
PALABRE-ANDO