Costa Rica y la represa en el río San Juan
"La construcción de una represa de 400 metros de cresta en la región del río cercana al Lago, con la que se espera detener totalmente su flujo hacia el Caribe, tendría indescriptibles consecuencias e impactos ambientales predecibles."
El río San Juan, de 189 km de longitud, y su cuenca, incluye diversos ecosistemas que van del bosque tropical seco hasta el bosque tropical húmedo, que forman parte de un corredor biológico natural que permite la interacción entre especies originarias de la región Neoártica del norte y Neotrópica del sur del continente. Ecosistemas que son asiento de numerosas áreas protegidas hábitat de numerosas especies de aves (garzas, cigüeñas, espátulas rosadas, ibis blancos, patos aguja, piches…) así como cormoranes neotropicales, especialmente evaluados por tratarse de la colonia más grande de Costa Rica y poblaciones permanentes del clarinero nicaragüense, ave endémica de la cuenca del Lago de Nicaragua.
Asimismo, en las áreas boscosas y humedales, son frecuentes los avistamientos de especies en peligro de extinción como pumas, dantas, jaguares, manigordos, monos congo, cariblancos, colorados, tolomucos, perezosos y nutrias. Destacándose también las tortugas terrestres, los caimanes y decenas de especies de peces, incluido el pez gaspar, al que se le considera fósil viviente.
Aunque muestra grandes fluctuaciones en su caudal, tanto a lo largo de su recorrido como en las diferentes épocas del año, en promedio se estima que en su nacimiento, cuando el lago pasa a ser río, es de 475 metros cúbicos por segundo. Caudal que aumenta considerablemente a 1.308 m3/segundo con el aporte del río Sarapiquí y que en conjunto con el Lago de Nicaragua, la cuenca transfronteriza constituye la mayor reserva de agua dulce del istmo centroamericano y una de las más grandes de continente.
Hemos querido anotar los anteriores datos (¡solo unos cuantos!) para ayudarnos a describir la magnitud de la amenaza ambiental de indescriptibles consecuencias que tendría la construcción de una represa de 400 metros de cresta en la región del río cercana al Lago, con la que se espera detener totalmente su flujo hacia el Caribe, con los consecuentes impactos ambientales predecibles. Tapón de concreto que provocaría el que el río pasaría a ser quizá una quebrada o riachuelo de menor importancia a lo largo de decenas de kilómetros, desde la represa hasta la desembocadura del río Sarapiquí, condenando a su desaparición, a todo su largo, aquella flora y fauna incapaz de soportar un cambio ambiental tan brutal como el que se propone causar.
Situación que nos hace reiterar nuevamente el por qué se habrá de plantear la destrucción como desarrollo, como ha sido la historia usual de ambos países en muchos periodos de su corta historia republicana. Ante las necesidades energéticas nicaragüenses, que tienen carácter de urgencia, sus gobernantes parecieren estarse decidiendo por obviar la gran riqueza de su maravilloso río con tal de general un poco más de 250 MW de electricidad que tampoco solucionaría su crisis energética. Decisión que se apoya en expresiones del presidente Daniel Ortega quien ya en setiembre del 2006 había declarado que “…no crea mayores complicaciones medioambientales ni de ningún tipo” y el acuerdo suscrito entre el gobierno y la empresa privada brasileña Andrade y Gutiérrez, en febrero del 2009, para que ésta iniciara los estudios conducentes a hacer realidad el proyecto de $600 millones.
Como el asunto es muy conocido por nuestras autoridades desde hace meses y porque indiscutiblemente nos compete como Estado ejecutar acciones que eviten que tal desastroso proyecto se haga realidad, nuevamente llamamos la atención al canciller “verde” y a demás autoridades gubernamentales para que nos describan las acciones que han venido ejecutando como reacción a esa agresión. Como la naturaleza no conoce de tratados de límites, ni la fauna y flora transfronterizas portan pasaportes de nacionalidad, ticos y nicas hemos de unir esfuerzos por convencer a los empresarios interesados en este mal negocio, de las consecuencias que tendría pasar a la vertiente del Pacífico a través del istmo de Rivas, las aguas que recibe el río San Juan del Lago de Nicaragua.
Convencerlos de que el Proyecto Hidroeléctrico Brito conlleva, además de la violación fragrante de convenios internacionales reconocidos por ambos Estados, un grave irrespeto a los recursos naturales y los habitantes que se tiene el deber de resguardar, brindándoles educación, salud, alimentación y una calidad de vida que les retribuya los derechos humanos que no conocen.
Freddy Pacheco
moc.liamg@noelaperf
12 de octubre del 2010