Conjugar un nuevo verbo
Ecuador, por fin y por muchos esfuerzos sumados y conjugados, yasuniza. En el delta del Níger; en la laguna del Tigre, en Guatemala, en el Madidi, en la Amazonia de Bolivia; en las selvas de Perú; en los páramos de Colombia… quiere –su sociedad civil– yasunizar. La civilización, nuestra y de ahora, debería lo más pronto posible yasunizar.
Mientras en el Golfo de México casi 5 millones de barriles de crudo, según los científicos, han salido a la superficie de forma incontrolada, en el mayor derrame no intencional de petróleo de la historia, en Ecuador, el pasado 2 de agosto se firmó un fideicomiso entre el gobierno ecuatoriano y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), como primer paso, fundamental, para dejar bajo tierra –sin posibilidad de escapes, de contaminación de ríos y cielos, de esclavizajes empresariales, sin oleoductos fragmentando territorios, sin chimeneas apuntando al corazón, etcétera– 850 millones de barriles de petróleo.
El fideicomiso permite poner en marcha la llamada Iniciativa Yasuní, de dejar sin explotar uno de los yacimientos petroleros más importantes del mundo, enclavado en un parque natural –el Yasuní– con un valor ecológico incalculable. Para ello, algunos cálculos sí que se han hecho. Básicamente, Ecuador renuncia a su petróleo si por parte de la comunidad internacional se contribuye con la mitad del valor monetario que supondría la extracción (3 mil 500 millones de dólares en 10 años) a modo de compensación por los ahorros en los costes ecológicos (globales) que tendríamos derivados de la quema de todo ese crudo (sólo en anhídrido carbónico el planeta se ahorra 410 millones de toneladas). Debemos añadir que esa cantidad económica, que esperemos se alcance, se justificaría también como primer pago para saldar la deuda ecológica que el norte rico tiene sobre países explotados ambientalmente como Ecuador. Por ejemplo, grandes corporaciones se enriquecen con la exportación de langostinos de Ecuador a toda Europa, a costa de destruir muchas hectáreas de manglares.
La Iniciativa Yasuní tiene el enorme valor de ser la primera propuesta de estas características, alimentada por tantos años de resistencia de las comunidades amazónicas frente a las agresiones de las petroleras y por el empuje de los movimientos ecologistas ecuatorianos. Personas como el ex canciller Fánder Falconí, el ex ministro y presidente de la Asamblea Constituyente Alberto Acosta o Esperanza Martínez, cofundadora de Acción Ecológica y de Oilwatch, junto con apoyos internacionales, como el del profesor catalán Joan Martínez Alier, han sabido empujar en los momentos clave, para que ahora, tras la firma del fideicomiso, toda la sociedad vele porque el proceso siga adelante como se diseñó. No explotar el petróleo del Yasuní sólo tiene unas víctimas, las corporaciones del petróleo, y tienen muy mal perder.
Cuando yasunizar aparezca en los diccionarios, hará referencia etimológica al pueblo huaorani que habita la región, ya que como ellos y ellas dicen, viven en las sociedades de la abundancia, pues producen lo mínimo suficiente para satisfacer sus necesidades.
Yasunizar, expresión que marca un avance evolutivo de toda una sociedad en pos de su sostenibilidad.
Yasunizar se aplica a aquellas acciones valientes construidas desde pensamientos libres, que no se dejan contaminar.
Yasunizar, ofrecer un cambio de paradigma real y posible.
Gustavo Ducha, Autor del libro Lo que hay que tragar
Fuente: La Jornada