“Con el capitalismo, el agua siempre va a ser una mercancía”
La especialista Elsa Bruzzone dialogó con APM sobre la lucha para socializar un recurso vital para los pueblos. Legislación, políticas públicas y exploración subterránea son algunas de las claves para avanzar hacia esa meta.
Cada minuto, 3 niños menores de cinco años mueren en el mundo por falta de acceso al agua potable y servicios de saneamiento, según un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud. Para cuando el lector termine de leer esta nota, unos 15 estarán dejando este mundo enfermos por la sed o por la contaminación.
Con este oscuro panorama como telón de fondo, científicos, intelectuales y organizaciones sociales de diverso tipo se reunieron en la ciudad Neuquén, Argentina, bajo el lema: “El agua como derecho humano”.
Convocado por la Defensoría del Pueblo de la ciudad, el encuentro contó con gran participación y destapó algunos rincones velados de la problemática, como la presión de las empresas transnacionales por convertir en mercancía el vital recurso y la tendencia de parte de algunos foros auspiciados por organismos financieros internacionales de esconder que, detrás del problema del agua, existe una desigualdad social producto de un modelo económico excluyente.
A poco dias de cumplirse el Dia Internacional del Agua, APM dialogó con Elsa Bruzzone, especialista en la materia y autora de numerosos libros. La profesora, que además se destaca en el campo de la geopolítica y la biodiversidad, aseguró que “con el capitalismo, el agua siempre va a ser una mercancía”, y criticó la falta de exploración de los reservorios subterráneos.
El agua es un elemento cotidiano inserto en la vida de las personas en todo el mundo. ¿Cómo se la piensa desde el lugar de la lucha?
El agua es fundamental para la vida, es un derecho inalienable que tiene que ser objeto de políticas públicas y representa un bien social. Es patrimonio de todos los pueblos y los países tanto en el caso de los reservorios como los cursos superficiales.
A nivel interno de Naciones Unidas (ONU) hay una fuerte presión de las trasnacionales ligadas al sector del agua y de los países centrales para no considerarla un derecho humano sino una mercancía, con la intensión de avanzar en las privatizaciones. La ONU nos habla de la problemática de agua, de la falta de acceso, pero de repente la solución que plantea es que hay que privatizarla o darla en concesión. Y uno se encuentra con estas contradicciones en los mismos documentos que ellos emiten. Entonces, esto demuestra que la lucha es muy fuerte. Cada vez que en los foros se plantea que el agua es un derecho humano, esto nunca se acepta. Las organizaciones sociales no tienen cabida en los encuentros organizados por los países centrales, los organismos financieros internacionales y las transnacionales. En el último foro en Turquía, por ejemplo, hubo una gran represión contra estos movimientos.
Desde estos organismos se sigue con la idea de que el agua es una mercancía a la que se accede si se tiene dinero. Quien no tiene dinero toma agua contaminada o se muere de sed.
¿Qué significa para la sociedad que el agua sea un derecho humano?
Que todo ser humano tiene que tener derecho al agua potable, es decir, agua limpia, agua buena, agua dulce, en cantidades necesarias para que pueda beber, bañarse, y desarrollar su vida normalmente.
El agua está íntimamente ligada con la salud de la persona.
Esto implica también que todos los estados que suscribieron a pactos internacionales deben hacerse cargo de que sus habitantes tengan acceso al agua.
Desde luego. Este descalabro que vivimos se impuso en los `90 con el sistema neoliberal globalizado. Porque a fines de los ‘80 nadie se cuestionaba si el agua era una mercancía o un derecho humano. Estaba sobreentendido que era un derecho humano.
Cuando la lógica de mercado, el capitalismo salvaje se impone, la concepción del agua como derecho humano cae, violando toda convención, toda legislación existente.
Lo que nosotros tenemos que hacer es reflotar toda la legislación internacional que existe, que cuida la soberanía de los pueblos sobre su tierra, su agua, sus bosques, sus minerales, sus hidrocarburos. A eso hay que complementarlo con una nueva legislación para los países que no la tienen.
A nivel internacional existe la Resolución 1.803 de la ONU y la Carta Mundial de la Naturaleza. Hay que adaptar las leyes locales a esas resoluciones.
¿La problemática del agua se profundizada con la extranjerización de tierras?
Esto está íntimamente ligado al tema. Las tierras fértiles están siendo compradas, no sólo por multinacionales sino por países. Cuando hablamos de guerra por el agua, también hablamos de alimentos y energía que son temas estratégicos. Está todo asociado.
La batalla central es por los recursos hídricos subterráneos, por los acuíferos. Esto está reconocido a nivel internacional por todas las organizaciones. La ONU dice no saber en realidad cuál es la capacidad de reservorios subterráneos que tiene el planeta porque más allá de los avances científicos no se puede constatar. Nadie explora esos reservorios.
Argentina, por ejemplo, no sabe qué cantidad de agua subterránea tiene, con algunas excepciones que sabemos que existen como los reservorios en la Cordillera o el Acuífero Guaraní. Pero no se conoce si existen otras reservas.
Después está el tema de la infraestructura. Yo camino por las provincias argentinas de Chaco, Formosa o partes de Santa Fe y sé que debajo mio está el reservorio del río Bermejo y el Acuífero Guaraní. Pero los campos están secos, los animales muertos y la gente comprando botellas de agua a 3 dólares. El pobre, en tanto, toma agua contaminada de pozo, o agua de lluvia rociada de Glifosato.
Eso es lo que se vive. En lugar de gastar dinero en plantas potabilizadoras, habría que invertir en exploración subterránea, para tener agua como corresponde.
La solución entonces es excavar…
Claramente hay que excavar. En Brasil, por ejemplo, esto se utiliza. San Pablo se abastece con agua del reservorio. Los estados del Nordeste reciben agua por tubería, como si fuera gas o petróleo.
En Argentina hay una terrible sequía en las provincias, y debajo de la tierra hay miles de litros de agua. Hay que hacer un plan de desarrollo integral.
En los últimos tiempos la agenda medioambiental se metió en la discusión los de foros internacionales. Algunos sectores de la derecha, incluso, tomaron parte de esta agenda. Sin embargo, en general se esconde que detrás del problema ambiental hay en realidad toda una situación de desigualdad social estructural…
En el planeta hay una minoría que vive muy bien y una mayoría que vive muy mal. ¿Cómo es posible que un estadounidense tenga 400 litros de agua por día y un europeo 200 cuando hay 1.100 millones de seres humanos que sólo sobreviven con 5 litros al día?
Este tema se mete en los foros, pero somos las organizaciones sociales y populares y los investigadores, los que nos enfrentamos con los gobierno, con los organismos financieros y con las transnacionales.
¿Es posible que el agua sea un derecho humano sin un cambio en la matriz productiva del capitalismo?
Con el capitalismo, el agua nunca va a ser un derecho, va a ser siempre una mercancía. A partir de los `90 esto se hizo tan bárbaro, tan salvaje, que no acepta que sea un derecho humano. Tenemos que crear la globalización de la solidaridad. Es posible, pero la lucha es titánica.