Comida basura desde la cuna
El Parlamento Europeo ha frenado esta semana un proyecto de ley de la Comisión Europea (CE) que hubiera permitido aumentar la cantidad de azúcar en los alimentos para bebés, superando así las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Concretamente, la propuesta de la CE pretendía elevar el contenido de azúcares añadidos de los alimentos infantiles dirigidos a bebés de menos de 6 meses hasta un 30% del contenido total de energía que aporta el producto respecto a la cantidad total que necesitamos. Es decir, el producto de Hero Baby Mi primera galleta (180 gramos), indicado para bebés de 4 a 5 meses, podría contener 60 gramos de azúcar, equivalente a ocho sobres de azúcar.
Dicha cantidad de azúcares es seis veces superior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud y, además, se dirige en dirección opuesta a todas las recomendaciones independientes sobre las características nutritivas de los alimentos para menores de 6 meses, incluidas las de la propia OMS sobre alimentación infantil.
Asimismo, la Comisión pretendía que este tipo de alimentos hiperazucarados se pudieran comercializar como productos recomendados a partir de los 4 meses de vida, algo que nuevamente se saltaba todas las recomendaciones de salud internacionales.
Durante la votación, el Parlamento señaló la clarísima deficiencia en el etiquetado de los alimentos hiperazucarados, ya que se debería mencionar de manera clara que no están indicados para menores de 6 meses, cosa que, en la actualidad, no ocurre.
Según estos datos, cabía esperar un resultado unánime contrario a la propuesta de la Comisión, pero la votación fue muy reñida. Finalmente, la «propuesta hiperazucarada» para la población infantil se bloqueó con 393 votos a favor y 305 en contra (básicamente, los del Partido Popular Europeo).
El lobby no entiende de edades:
¿Qué se esconde detrás de la propuesta de la Comisión? Ni más ni menos que el potente y poderoso lobby de la industria de alimentos infantiles y su incesante batalla por reducir las edades de venta de sus productos y mitigar las recomendaciones nutricionales sobre ellos.
Respecto al tema del etiquetado, vale la pena recordar la resolución de 1994 de la Asamblea Mundial de la Salud en la que se especifica que la edad recomendada para iniciar el consumo de alimentos procesados es a partir de los 6 meses. Desde entonces, la industria de alimentos infantiles ha luchado contra dicha recomendación con uñas y dientes y ha centrado su publicidad en los alimentos que van de los 4 a los 6 meses de edad, ya que representan el segmento de mayor crecimiento potencial en ventas en los últimos años (crecimientos sostenidos del 7-8% al año).
El objetivo de las empresas es simple: utilizar los productos blandos hiperazucarados como gancho inicial para que su consumo comience cuanto antes, especialmente a partir de los 3-4 meses de vida. Para la industria, esperar hasta los 6 meses supondría llegar tarde, ya que se habría empezado a incorporar el consumo más saludable de productos no procesados.
Por lo tanto, la propuesta de la Comisión pretendía, sencillamente, abrir la ventana comercial a las empresas de alimentación infantil a costa de nuestra salud y la de nuestros hijos e hijas. En el Estado español, la alimentación infantil está dominada por dos únicas empresas: Hero y Nestlé, con más de un 50% de cuota de mercado y, ambas, con un gran interés en que la propuesta de la Comisión viera la luz. El debate en la Eurocámara sobre el incremento de azúcar en los alimentos para bebés no está zanjado y la propuesta ha sido devuelta a la Comisión para que se reescriba. Estaremos atentas.
Obesidad y sobrepeso:
La obesidad y el sobrepeso son el principal problema sanitario en el Estado español, y también en Europa. Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), representa un gasto sanitario aproximado de 5.000 millones de euros anuales. La epidemia de las enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad está atacando de manera intensa a la población infantil —el Estado español es uno de los líderes mundiales— y diversas organizaciones en toda Europa llevan años luchando para que haya políticas que restrinjan el consumo y la publicidad de este tipo de alimentos hiperazucarados.