Colombia: TLC: otro episodio bochornoso
Cuando en días pasados llegó la respuesta de EEUU a las peticiones y ofertas colombianas en materia agraria, la misma semana en que se aprobó el Cafta, esta respuesta fue calificada por la SAC como “equivalente a nada” y la prensa dijo que “era como para llorar”. La semana siguiente Uribe Vélez fue a entrevistarse con Bush en su rancho en Crawford
De esta breve cita a la que Uribe llevó toda su plana mayor lo único que salió en claro fue la reafirmación por parte de Bush de que Uribe es su principal aliado en Sudamérica y que apoyaría en el Parlamento las iniciativas que respaldaran la lucha contra el terrorismo en Colombia. Bush no habló del TLC y la única referencia pública que se hizo al mismo fue por parte de Uribe, afirmando que esperaba que el tratado se firmara pronto. Según los enfoques de los negociadores colombianos en el TLC, ésta era la “artillería pesada”; constituía el acto supremo de cabildeo para conseguir flexibilidad del equipo de negociación estadounidense y aseguraría que esta potencia tuviera en cuenta las particularidades colombianas.
Los resultados de estas gestiones se vieron en la ronda agrícola que culminó esta semana en Washington. Muy al contrario de lo que el gobierno colombiano esperaba, el equipo norteamericano llegó con la misma posición inflexible de anteriores rondas. No se vio la comprensión anunciada.
Aunque el ministro Botero, guardándole la espalda a los gringos, como siempre, había calificado de “conservadoras” las propuestas de EEUU, al finalizar la ronda tuvo que reconocer amargamente que existía la posibilidad de que no se firmara el TLC.
Entre los gremios del agro se ha venido incubando una inconformidad, que tuvo un resultado dramático cuando al final de la ronda agrícola descubrieron que el gobierno les había puesto conejo y que había entregado una tercera oferta agrícola haciendo gratuitamente nuevas concesiones, sin que los estadounidenses cedieran en lo más mínimo.
El negociador colombiano, Hernando José Gómez, cogido con las manos en la masa, acusó a la SAC de revelar información confidencial y aseguró que no había pasado nada pues las ofertas podían retirarse en caso de que los norteamericanos no respondieran satisfactoriamente a los pedidos colombianos, por cierto bastante limitados.
La SAC había asistido a la ronda a regañadientes, confiando en la promesa gubernamental de que no se harían nuevas concesiones y en que los estadounidenses serían generosos. Incluso el presidente de la SAC había afirmado que en dos o tres rondas los asuntos podían resolverse; Fenavi, importante gremio de la SAC, dijo que la forma de avanzar era que EEUU se “moviera”, y dentro de los gremios agrarios el ambiente era que si no se producían estos movimientos Colombia debía pararse de la mesa. Llegó la hora: los EEUU no se movieron y la opinión está pendiente de que los gremios sostengan su palabra y exijan que el gobierno se levante de la mesa de una vez por todas. Los mismos gremios reconocen que la actitud del gobierno es débil por la inminencia de que el ATPDEA culmine, su dependencia de la política de seguridad de Bush y el hecho de que Colombia fue la que pidió el acuerdo.
Las ofertas de Colombia, que ya superaban los 200 millones de dólares en nuevos negocios para los EEUU, se vieron incrementadas con las de abrir de inmediato y totalmente las importaciones de trigo y cebada y aplicar una salvaguardia temporal a los aceites y grasas, entre otras cosas. Ya están abandonadas definitivamente las franjas de precios y las famosas líneas rojas que establecían límites no franqueables por los negociadores fueron traspasadas, como lo demuestra el hecho de que en lugar de impedir la entrada de cuartos traseros de pollo se aceptó el ingreso de 1.000 toneladas de éstos.
La cadena de palma y aceite, no sólo no está de acuerdo con la nueva oferta, sino señaló que había que retirar la primera oferta colombiana del 6 de mayo (55.000 toneladas de torta de soya) pues EEUU sólo quiere la desgravación inmediata de todos los productos foráneos que compiten con los suyos; según los palmeros, EEUU importó 40.000 toneladas anuales de estos productos entre 1999 y 2003, pero Colombia importa 383.000 anuales.
Colombia pidió un aumento de la cuota de azúcar por encima de las 117 mil toneladas que EEUU le dio a Centroamérica, llegando a 170 mil toneladas. Pero en la prensa circuló ampliamente la idea de que en el trámite de aprobación del Cafta ya se determinó cuál es la cuota que se puede asignar a la región andina e incluso que se puede excluir el azúcar, lo cual representará una gran frustración ante unas exportaciones totales de 1,4 millones de toneladas.
En su estilo ramplón, la eminencia gris del gobierno en este tema, Rudolf Hommes, afirmó que llegó la hora de la verdad, que no es realista esperar un tratamiento preferencial de EEUU, que la guerra contra el narcotráfico es de interés de Colombia no sólo de EEUU, que la negociación va a ser muy dura y que se debe firmar antes de fin de año, sacrificando los intereses maximalistas de algunos gremios y dando soluciones puntuales a los pollos y a tres o cuatro sectores para que la inversión no se vaya a Centroamérica y Perú.
Es evidente que de la reunión de Bush y Uribe lo único que salió en claro es que Estados Unidos pide la rendición incondicional a cambio de apoyos puntuales a la política de seguridad democrática. Los acontecimientos posteriores muestran que EEUU mantiene sus posiciones iniciales. La única alternativa del gobierno es sacrificar el agro y la nación, y aceptar las exigencias norteamericanas y engañar aún más a sus aliados en todo el proceso. La única alternativa de la nación es exigir que el TLC no se firme, que se levanten de la mesa, que no se siga engañando a la opinión pública sobre la posibilidad de un TLC “justo”.
Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca
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Bogotá, agosto 12 de 2005.