Colombia: Agrosocioecología en la altillanura
Familias asentadas por el Estado hace años en la altillanura demuestran hoy que con su esfuerzo pueden competir en el mercado interno de alimentos. Reproducir este modelo en el millón y medio de hectáreas aptas para la agricultura en Vichada podría convertir en productores autónomos de alimentos a más de 50.000 familias que hoy no tienen tierra.
Esa sí es una Nueva Economía, no mencionada infortunadamente en el Foro Mundial por el Ministro de Hacienda, es la que surge del esfuerzo personal, familiar y colectivo en el uso sostenible del patrimonio ecológico, no de la acumulación de tecnología y de capital en agroindustrias organizadas para transformar radicalmente ese patrimonio ecológico.
Estos casos de aumento no industrial de la productividad rural, que rompen varios mitos, han sido monitoreados y documentados cuidadosamente en grupos liderados por el profesor Jaime Forero, director del Doctorado en Estudios Ambientales de la Universidad Javeriana. Se trata de modelos intensos en trabajo autónomo de personas, familias y otros colectivos que han desarrollado y probado técnicas agroecológicas para cultivar decenas de especies en espacios de un poco menos de 30 hectáreas.
Sería interesante que el Gobierno, en su loable esfuerzo de crear una economía que no dependa del petróleo y que se aparte prudentemente de la minería, tenga en cuenta este caso que, sospecho, es sólo una muestra de otros procesos en varios lugares de Colombia.
Es muy posible que la paz y apoyos significativos del Estado y de las universidades hagan posible una multiplicación de estos casos en la altillanura y en otras partes de las once millones de hectáreas que el IGAC ha clasificado como con mayor potencial agropecuario. Reproducir este modelo en el millón y medio de hectáreas aptas para la agricultura en Vichada podría convertir en productores autónomos de alimentos a más de 50.000 familias que hoy no tienen tierra.
Si eso fuera factible, no sería necesario que los inversionistas privados arriesgaran sus fondos en operaciones rurales de alto riesgo y esos dineros podrían invertirse en los sectores que se acercan más a la experiencia privada en Colombia, a sus formas de producción, a sus maneras de ver la realidad, como el manufacturero, el turístico, la construcción de infraestructura y los de servicios financieros y comerciales.
Las dificultades encontradas para que el Estado tenga en cuenta las posibilidades de la economía socioecológica conducen a recomendar al Gobierno un mayor interés en las actividades económicas personales y familiares que en Colombia generalmente se clasifican como “informales” simplemente porque no se inician desde el capital acumulado sino desde el trabajo autónomo, el factor más abundante en Colombia.
Fuente: El Espectador