Chile: la forestería comunitaria como modelo alternativo
El modelo forestal chileno es conocido en Latinoamérica por el uso de alta tecnología en el cultivo del pino y el eucalipto a gran escala, el rápido crecimiento de las exportaciones y los subsidios estatales a las plantaciones. Poco se dice de los impactos sociales y ambientales de estas plantaciones de rápido crecimiento.
El desafío de encontrar alternativas a dicho modelo con mayores niveles de sustentabilidad desde los puntos de vista económico, ambiental y social con un mayor nivel de pertinencia cultural nos lleva a mirar hacia otras formas de manejo del bosque que practican comunidades campesinas e indígenas.
Desde tiempos prehispánicos, las comunidades indígenas utilizaron sus bosques para la satisfacción de una amplia gama de necesidades. Múltiples productos eran cosechados y recolectados, incluyendo frutos, hongos, tallos, plantas medicinales, leña, madera y forraje. Los bosques también eran parte de un paisaje cultural donde reglas tradicionales regulaban el acceso a los recursos del bosque, dejando zonas excluidas y evitando los problemas de lo que se ha llamado "la tragedia de los espacios comunes".
Luego del proceso de colonización de los territorios indígenas, solo una pequeña parte de los bosques nativos quedó bajo el control de las comunidades y la deforestación se extendió fuertemente por el centro y sur de Chile. A pesar de lo anterior, aún existen extensas zonas de bosques habitados por comunidades indígenas y campesinas que han heredado parte de esta tradición de uso múltiple del bosque. En forma silenciosa, con muy poco apoyo externo, la forestería comunitaria continúa practicándose y ha contribuido a la persitencia de las comunidades y de sus bosque nativos.
En el uso múltiple del bosque y en las reglas comunitarias de control y acceso a este recurso se encuentran algunas claves de la sustentabilidad de la forestería comunitaria. Para obtener diversos productos y servicios de los bosques se requiere mantener la biodiversidad y la salud de los ecosistemas. Si existen reglas que ordenan el acceso a diversas zonas y productos del bosque, la conservación y la equidad en la distribución de los beneficios son más fáciles de alcanzar.
La continuidad de esta forma de uso del bosque no está garantizada, particularmente en el contexto actual en el que existen fuertes presiones externas sobre los bosques. Las ciudades del sur de Chile demandan crecientemente leña para uso doméstico e industrial, las plantaciones forestales se extienden rodeando a las comunidades y sustituyendo bosques nativos aledaños y se establecen grandes proyectos de explotación de los bosques nativos para tableros o astillas.
Por otra parte, las propias comunidades indígenas y campesinas han sufrido fuertes transformaciones. La obtención de ingresos y empleo a partir de los bosques es una demanda más fuerte que en el pasado. La reglas tradicionales de uso del bosque comienzan a debilitarse en las nuevas generaciones.
La complejidad del tema es aún mayor si se considera las demandas de la sociedad nacional y global para que las comunidades sigan conservando sus bosques por su creciente valor como fuente de servicios ambientales tales como paisaje, biodiversidad, producción de agua y almacenamiento de carbono.
Como respuesta a esta situación, en los últimos 5 años han surgido diversas iniciativas de apoyo a la forestería comunitaria en Chile provenientes de agencias de cooperación internacional asociadas a organizaciones nacionales gubernamentales y no gubernamentales. Se pretende levantar un modelo de desarrollo forestal distinto, que contribuya a la conservación de los bosques y al mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades.
Se trata de un movimiento muy incipiente en comparación al modelo predominante, que requiere mucha sistematización de experiencias, investigación participativa, difusión y promoción. Si este esfuerzo inicial es exitoso, se demostrará la urgente necesidad de apoyo para la forestería comunitaria tanto por parte del Estado como de los ciudadanos. Las universidades deberán incluirla en sus programa docentes y de investigación y los consumidores comenzarán a preferir los productos y servicios de bosques manejados por comunidades en forma sustentable.
La situación chilena no aparece como una excepción entre los países con bosques del hemisferio sur. Al igual que el modelo forestal industrial construye redes internacionales que hacen posible su existencia, la forestería comunitaria debe avanzar en la formación de redes que contribuyan efectivamente a generar un movimiento que tenga impactos en el terreno, se incorpore a las agendas públicas y privadas, se internalice en las universidades y centros de investigación y se instale en la conciencia ciudadana.
Por: Rodrigo Catalán. correo electrónico: lc.arret@rnalatac