Brasil: la experiencia de los Sin Tierra
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) cumplió 20 años de lucha por la reforma agraria, 20 años construyendo igualdad y justicia social en Brasil. Esta es una parte de su historia
El Asentamiento: Los desafíos de la Organización
Tierra, mucha tierra de un rojo intenso. El verde invade y se extiende. Es el trabajo de muchos hombres y mujeres ahora ya asentados que a través de la lucha, de años de resistencia han logrado su sueño más preciado: un pedazo de tierra. La tierra es para muchos de ellos la vida, la posibilidad de brindarle a sus hijos salud, educación, un techo, dignidad, como nos comentó uno de ellos.
Los asentamientos son, entonces, para los asentados una conquista, el logro de un objetivo y la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida a partir de la producción y la organización comunitaria en vínculo con una cultura agropecuaria heredada. Pero la conquista de la tierra, ¿es el fin de la lucha? Atrás quedaron las lonas negras, las barracas de los campamentos. Nuevas necesidades, nuevas demandas, nuevas luchas hacen a la realidad de los asentamientos. El Movimiento Sin Tierra encuentra aquí sus mayores controversias y desafíos. Se abre una etapa que implica dar un paso adelante, abrir nuevos caminos en su lucha pero fortaleciendo aquellos objetivos iniciales que hablan de la necesidad de transformar la realidad, ya no en función de intereses particulares sino en forma conjunta, inclusiva y para todos.En los asentamientos los desafíos se encuentran atravesados por la búsqueda de otro tipo de relaciones; por la necesidad de construcción de una sociedad más igualitaria. El Movimiento continúa la construcción tratando de no partir de recetas preestablecidas, lo cual la complejiza. La lucha se plantea en forma de proceso, reconociendo las diferencias que existen al interior del Movimiento y la dificultad que implica la pelea contra lastres culturales arraigados vinculados al individualismo, la competencia y el afán de lucro. Cada asentamiento es una realidad diferente dentro del Movimiento. La historia de sus miembros, su paso por el campamento, la geografía del lugar, son aspectos que hacen a la singularidad de cada asentamiento. El momento de asentarse requiere una organización interna a partir de la participación y la discusión en torno a los principios sobre los cuales descansará su relación con la tierra y el colectivo, y en esta definición también está en juego la construcción de los propios sujetos en tanto integrantes del Movimiento.
En Rio Grande do Sul, en la fazenda Annoni -como ellos la denominan recordando la hacienda de la familia que concentraba en sus manos 12.000 hectáreas de tierra- trabajan y conviven 470 familias. Las mismas se agrupan en diferentes áreas o asentamientos en función del proceso de expropiación y el momento de asignación de las tierras. En los asentamientos las familias se alimentan con su propia producción. Arroz, papa, maíz, porotos, lechuga, tomate, zanahoria, leche, carne que producen en forma familiar o cooperativa. El MST encuentra en la forma cooperativa de organización un camino para lograr aunar los esfuerzos de todos en busca de una conciencia solidaria. Lejos de ser un fin en sí mismo, la organización cooperativa representa una herramienta de lucha y de resistencia en la tierra.
En la fazenda Annoni hay una cooperativa de crédito para los productores del Movimiento y una cooperativa regional de comercialización que vende la producción de los asentados en el mercado local o internacional. En uno de los asentamientos conocimos la experiencia de COOPTAR, una cooperativa de producción que nuclea a 14 familias que comparten los medios de producción y trabajan en forma comunitaria para la producción de carne, leche, granos y huertas de autoconsumo. Este tipo de cooperativas (Cooperativas de Producción Agropecuaria) representa para el Movimiento un avance sustancial, por implicar un mayor grado de racionalización de la producción, mayor relación del individuo con el colectivo y por ende mayor compromiso.Sin embargo, la mayor parte de los asentamientos del Movimiento basa su economía en formas familiares de organización de la vida y la producción. Cada familia trabaja su parcela en forma independiente y luego, en la mayor parte de los casos, vende su producción a cooperativas de comercialización. Esto plantea un debate al interior del MST acerca del vínculo individuo-colectivo, de los modos de relación intersubjetiva y la construcción de un camino que permita superar desde las bases aquellos condicionamientos histórico-sociales, evitando caer en dogmatismos autoritarios.
Los asentamientos no son ajenos al debate mundial acerca de los transgénicos. En el MST, la problemática gira en torno al hecho del monocultivo, y sus consecuencias económicas y culturales. El cultivo de soja transgénica resulta actualmente en Río Grande do Sul, en una rentabilidad tres veces mayor a la que otorga el tradicional, a la vez que disminuye considerablemente la demanda de recursos humanos para el trabajo.Por este motivo, gran parte de los asentados optó por este modo de producción, generando un fuerte debate. La rentabilidad del cultivo de transgénicos está ligada a la dependecia que genera a la multinacional Monsanto, que produce las semillas y monopoliza su comercialización. El monocultivo, además, destruye la diversidad biológica, resultando en una merma de los saberes tradicionales del campo, de su cultura.En Fazenda Annoni, donde casi un 90% de los asentados cultiva transgénicos, el Movimiento toma posición a favor de la cultura agroecológica. Esto se materializa en la gran circulación de la información y del debate. A la vez se experimenta, a través de la FUNDEP , una serie de alternativas a este tipo de cultivo dado por el modo de producción capitalista. En este sentido, consideramos importante recalcar, a favor del MST, su capacidad de asimilar y trabajar sobre los problemas concretos, reconociendo -y no simplemente negando- las dificultades para poder transformar la realidad.
El Instituto Pedagógico, ITERRA
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra podría considerar que su tarea termina allí donde comienza el asentamiento. Podría dejar de moverse y limitar su lucha a las "condiciones materiales de existencia". Pero el MST es más que eso, es dinámico, tiene proyección y perspectiva de futuro. Un futuro que se construye desde el presente y desde la pedagogía. Un luchador sin conciencia de su lucha, sin una capacidad de lectura social y política que de cuenta de las historias de emancipación social que continúan y de las metas colectivas que persigue, no es un luchador. El MST apuesta a que cada uno de los campesinos y campesinas "Sin Tierra" conozca su lugar en el mundo y en la historia. Pero también aspira a generar sus propias condiciones de crecimiento y consolidación tomando a la educación como estrategia indispensable para construir un proyecto político de país sustentado en la justicia social y la democracia participativa.Sin embargo, esta formación política necesita combinarse con la realización efectiva del derecho a la educación. Así, el ITERRA -Instituto de Capacitación e Investigación de la Reforma Agraria- es una de las instituciones educativas que se propone el cumplimiento de estas metas. El Instituto comenzó ofreciendo cursos y seminarios para jóvenes y adultos Sin Tierra. Posteriormente, como resultado de las necesidades del proceso histórico de la lucha por la Reforma Agraria, estructuró una escuela de nivel medio y profesional (el Instituto de Educación Josué de Castro) que combina los objetivos de educación general, escolarización y formación de jóvenes militantes para la actuación en el MST. Esta se expresa en cuatro trayectos de estudio: 1) nivel medio, con orientación en Técnico en Administración de Cooperativas (TAC); 2) Curso de Magisterio; 3) Curso de Pedagogía y 4) Curso de Comunicación. Hoy asisten en su mayoría jóvenes de todo Brasil que pertenecen a diferentes movimientos sociales, tanto campesinos como urbanos, nucleados en Vía Campesina. Compartimos durante una semana el día a día del "ser estudiante" en el ITERRA: vivimos qué y cómo se aprende y se enseña, en este espacio que expresa en cada acto cotidiano el futuro del MST.Muchos de los contenidos forman parte del currículo oficial estatal. Pero lo distintivo de la propuesta pedagógica, que hace a la formación política y técnica para el crecimiento del MST, se cristaliza en dos aspectos: la formación de colectivos de estudiantes y la alternancia teoría-práctica.Cada curso se constituye en un colectivo que debate -en espacios formalmente destinados para tal fin- los temas propios del proyecto de estudios y la organización y gestión del instituto. Conformados en grupos de 10 estudiantes, eligen un coordinador y una coordinadora rotativos. Se dan los temas de discusión, evalúan las tareas del día, evalúan a sus docentes, organizan la rotación de sus actividades y practican lo que ellos llaman la "crítica y la autocrítica". El poder está distribuido. Los estudiantes se organizan, proponen y deciden junto con los educadores, quienes también conforman sus colectivos de trabajo y se autoevalúan. Las responsabilidades y los roles son diferentes, pero vimos en acción -una vez más- el principio pedagógico que rige al MST: promover la participación, el protagonismo, la iniciativa y la toma de decisiones desde la "base", aquí, los estudiantes. ¿Qué propuesta puede ser más formativa que la propia organización?El reconocimiento del otro en la diversidad de experiencias y de puntos de vista, es una práctica cotidiana para los Sin Tierra. Y este es el segundo aspecto que le da identidad a la propuesta pedagógica: el trayecto formativo se constituye desde la alternancia "teoría-práctica". Una alternancia que se vehiculiza en la organización del tiempo: los cuatro años que tiene de duración el curso se realizan alternando entre dos y tres meses en el ITERRA, y otra tanta cantidad de tiempo en el lugar de residencia, de trabajo y de militancia. Esos cambios son los que abonan el conocimiento teórico-práctico, exploran sus campos de articulación, sus aplicaciones posibles y definen los problemas de incumbencia. En síntesis, en el ITERRA se vive una educación popular que se inscribe en la construcción de identidad de los movimientos campesinos y urbanos con el firme y constante propósito de continuar y profundizar la lucha por la realización efectiva de los derechos sociales. Una educación que pone en acto la pedagogía de la esperanza, aquél legado (¡cuántas veces olvidado!) del maestro Paulo Freire.
Todo esto ocurrió hace dos meses. Lo vivido, a esta altura, parece sumamente lejano, en la medida en que nuestra realidad citadina difumina los recuerdos, tornándolos casi irreales. Comenzamos a tomar distancia. Pero algo en todos nosotros cambió. Y reflexionamos sobre hasta qué punto las relaciones sociales existentes donde vivimos influyen en nuestra capacidad crítica, y en última instancia, en la misma reflexión que queremos realizar. El MST se nos presentó como un espacio donde poder vivir, como un Movimiento para la lucha cotidiana, y nos mostró una verdad, cuestionable sin lugar a dudas, pero válida por el simple hecho de ser material: a través de la lucha, se puede ganar un plato de comida, y ser digno. A diferencia de la izquierda tradicional que prona un proyecto que "viene después", donde la realización del deseo es un futuro lejano, el MST conjuga la teoría con los deseos materiales. Es acción política que muestra y practica ese otro mundo posible desde el vínculo con los otros, desde el respeto y la dignidad.
¡Ven! ¡Luchemos! ¡De puño erguido!
Nuestra fuerza nos lleva a organizar,
Nuestra patria libre y fuerte
¡Construida por el poder popular!
Fuente: Mercado Negro
Fuente: Portal del Pluralismo