Biotecnología y bioseguridad
Las nuevas tecnologías a menudo tienen gran potencial y prometen mucho, pero también deben ser evaluadas adecuadamente para asegurar que son seguras, al igual que ambientalmente y socialmente sustentables. La ingeniería genética y los organismos genéticamente modificados son ejemplos en los que, a pesar de promesas y expectativas de beneficios, perduran las preocupaciones sobre riesgos potenciales a la salud humana y el ambiente. Además, hay muchas cuestiones socioeconómicas que deben ser consideradas, particularmente en países en vías de desarrollo.
Los alimentos genéticamente modificados (conocidos también como transgénicos o GM) están en nuestras mesas desde mediados de la década de los 90. ¿Son seguros para consumir? ¿Qué impactos ambientales tienen los cultivos GM? Las respuestas a estas preguntas están en controversia. ¿Cómo se pueden averiguar entonces? ¿Qué herramientas metodológicas existen que puedan atender de manera confiable las interrogantes planteadas por los productos de la ingeniería genética? Tales métodos, procedimientos y líneas de investigación han estado en desarrollo en las últimas dos décadas y se categorizan colectivamente bajo el término de bioseguridad.
El pasado mes de julio un grupo de 40 servidores públicos, activistas y académicos oriundos de numerosos países, incluyendo Rwanda, Irán, Cuba, China, Mozambique, Guyana, Nepal, Palau, Jordania, Indonesia, Chile, Honduras, Sudán, Puerto Rico y muchos otros, nos reunimos en el Instituto de Ecología Genética (GenØk) en la Universidad de Tromsø, en el extremo norte de Noruega para un curso internacional de dos semanas sobre bioseguridad.
Entre la facultad y presentadores estuvieron varios de los expertos más reconocidos de nivel internacional en biología, biotecnología moderna y bioseguridad, que vinieron de Estados Unidos, Nueva Zelanda, Italia, Hungría, Malasia, Austria y Suiza, entre otras localidades. La lingua franca del curso fue inglés, pero en los ratos libres se oyó mucha conversación en noruego, español y portugués, y también un poco de chino, árabe y francés.
El curso, que se ofrece todos los veranos, fue concebido con el propósito de adiestrar ciudadanos de variados sectores, como sociedad civil, la comunidad científica y el servicio público, para abordar de manera inteligente e instruida el tema de la bioseguridad y hacer una aportación significativa al debate global sobre la biotecnología. Las becas para el curso generalmente están reservadas para solicitantes de países de bajos ingresos debido a que las limitaciones económicas de estas naciones las ponen en una gran desventaja frente a las grandes potencias que dominan el campo de la biotecnología y porque la mayoría de estos países entran al debate de la biotecnología no como productores sino como importadores de productos GM.
¿Son seguros?
Hasta el día de hoy no se ha demostrado que los alimentos transgénicos sean seguros. La agencia federal estadounidense FDA, que se supone fiscalice los alimentos y medicamentos, no realiza sus propios estudios sobre productos GM. Los estudios de los que se vale la agencia son realizados por las propias compañías que los producen, y usualmente están clasificados como información confidencial (Si son tan seguros, ¿por qué la confidencialidad?).
La FDA “depende casi totalmente de la notificación voluntaria de las compañías de biotecnología de que realizaron su propia evaluación de seguridad de los cultivos GM que quieren comercializar”, advierten los científicos húngaros Arpad Pusztai y Susan Bardocz, quienes son parte de la facultad de GenØk. “La FDA no tiene laboratorio propio y nunca, de hecho, garantiza la inocuidad de cultivos y alimentos GM. Sólo acepta las aseguranzas de las compañías de biotecnología de que su producto es seguro.”
El informe Safety Testing and Regulation of Genetically Engineered Foods, de William Freese y David Schubert (Biotechnology and Genetic Engineering Reviews, 2004) concluye que el proceso de evaluación de alimentos transgénicos en Estados Unidos no es efectivo, ya que se fundamenta en investigaciones mal hechas y premisas equivocadas. Según Wolfanberger y Phifer (Science, 2000), las preguntas más pertinentes sobre la seguridad ambiental de los cultivos GM no han sido hechas aún, y Snow et. al (Ecological Applications, 2005) sacaron una larga lista de importantes preguntas que las autoridades reglamentadoras deberían hacer antes de liberar cultivos transgénicos al ambiente. Muy pocas de estas interrogantes han sido atendidas en los datos que someten las compañías a la FDA.
Según Pusztai y Bardocz, los datos científicos públicamente disponibles sobre transgénicos son tan escasos que es imposible establecer y reproducir conclusiones que se amparen en evidencia obtenida mediante experimentos. “Tampoco ayuda mucho el que los datos obtenidos por empresas de biotecnología rara vez son publicados y por lo tanto éstos no están disponibles para la mayoría de los científicos. En los pocos casos en que los resultados de las propias evaluaciones de riesgo de las compañías se han hecho públicos y han revelado diferencias estadísticamente significativas entre el cultivo/alimento GM y el no GM, la industria de biotecnología ha negado que estas diferencias sean biológicamente significativas.”
Para más información sobre los peligros de los productos GM les remito a mi artículo “¿Son Seguros los Transgénicos?” (1)
El Protocolo de Cartagena
El movimiento transfronterizo de organismos y productos GM es reglamentado por el Protocolo de Bioseguridad, también conocido como el Protocolo de Cartagena. “Por primera vez en el derecho internacional hay un reconocimiento implícito de que los organismos genéticamente modificados (OGM) son inherentemente distintos de los organismos de origen natural, y traen riesgos y peligros especiales, y por lo tanto necesitan tener un instrumento legal con fuerza de ley”, dice Lim Li Lin, experta en bioseguridad de la Red del Tercer Mundo y profesora de GenØk. “El Protocolo reconoce que los OGM pueden tener impactos sobre la biodiversidad, la salud humana y de índole socioeconómica, y que estos impactos deben ser objeto de evaluaciones de riesgo o tomados en consideración a la hora de tomar decisiones sobre OGMs.”
El Protocolo, que ya ha sido firmado por sobre 140 países, fue ratificado en el 2000 tras años de negociaciones contenciosas y entró en vigor en septiembre de 2003. La ratificación de este tratado se logró mediante los esfuerzos conjuntos de delegaciones de países en vías de desarrollo que formaron el Grupo de Igual Parecer (Like Minded Group). En el bando opuesto a la reglamentación de los transgénicos estaba el llamado Grupo de Miami. Este grupo, pequeño pero poderoso, estuvo bajo el liderato de la delegación de Estados Unidos e incluyó otros países exportadores de transgénicos como Canadá, Australia, Argentina, Chile y Uruguay.
Para un país ser parte firmante del Protocolo, debe firmar también la Convención de Biodiversidad de las Naciones Unidas, acuerdo internacional para la protección y uso sustentable de la diversidad biológica firmado ya por 191 países. Estados Unidos se ha negado a firmar el Protocolo y la Convención, pero otros países productores de transgénicos han firmado ambos, incluyendo Brasil, China, India y Suráfrica.
Los delegados de los países firmantes del Protocolo se reúnen aproximadamente cada año y medio o dos años para una sesión de negociaciones de varios días de duración, conocida como la Reunión de las Partes (MOP, por sus siglas en inglés). La MOP siempre toma lugar justo después de la reunión bianual de la Convención de Biodiversidad, conocida como la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés). Por eso a estos encuentros se les conoce como las COP-MOP. Ha habido cuatro encuentros COP-MOP, en Malasia en 2004, en Canadá en 2005, en Brasil en 2006 y en Alemania en 2008. La próxima COP-MOP será en Japón en 2010.
La visión holística
El Protocolo se fundamenta en el Principio Precautorio, concepto científico formulado para ayudar en la toma de decisiones referentes a la salud humana y la protección ambiental frente a factores de riesgo e incertidumbre. Este principio sostiene que frente a los riesgos presentados por actividades humanas (como la introducción de nuevas tecnologías) la falta de certeza científica no deberá ser usada como excusa para no tomar acciones preventivas para proteger la salud humana y el ambiente. Además, le pone el peso de la duda a la parte proponente; queriendo decir que los sectores que protestan y cuestionan no tienen que demostrar con certeza total que la actividad en cuestión hace daño. Por otro lado, la parte proponente debe demostrar de manera satisfactoria que su actividad no hace daño.
El gobierno de Estados Unidos y amplios sectores empresariales rechazan el principio precautorio por éste alegadamente imponer demasiada precaución y por lo tanto trabas innecesarias e injustificables a la actividad científica y al desarrollo económico. Como contraparte, ellos proponen el concepto de equivalencia sustancial, el cual compone la política oficial de la FDA en torno a alimentos transgénicos. En pocas palabras, lo que postula este concepto es que si un alimento tiene las mismas (o similares) cualidades composicionales y nutricionales que su contraparte no transgénico, entonces no implica ningún riesgo novedoso y por lo tanto puede ser comercializado sin pruebas adicionales.
Los partidarios del principio precautorio sostienen que tal postura es absurda y que no tiene defensa científica, y apuntan al caso del mal de las vacas locas. Utilizando el concepto de equivalencia sustancial esta enfermedad es indetectable, ya que una res que sufre de ésta tiene los mismos componentes bioquímicos (como aminoácidos y ácidos nucléicos) que una res sana. Sin embargo, a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría que comer carne de una de estas vacas da lo mismo que comer carne de la otra.
Según Kuiper et al (Nature, 1999) la aplicación de la equivalencia sustancial no constituye una evaluación de riesgo válida. Y Millstone et al (Nature, 1999) sostienen que la similitud química entre alimentos GM y sus contrapartes no GM no constituye evidencia de que sean seguros para consumo. Según Bardocz y Pusztai, la equivalencia sustancial, aunque puede ser útil como punto de partida para investigaciones sobre bioseguridad, de por sí no establece para nada si un alimento transgénico es seguro o no.
El principio precautorio se basa en una concepción holística de la naturaleza. El holismo es una visión interdisciplinaria que concibe todo sistema natural como un todo integrado (an integrated whole) que no puede ser entendido si se estudian sus componentes por separado. Dicho de otro modo, el todo no es lo mismo que el conjunto de sus partes.
“El concepto holístico es abordado mediante la inclusión de todas las áreas de riesgo potencial (salud de humanos, animales o del ecosistema; socioculturales; culturales; éticos, etc.) en un mismo marco conceptual”, explican los científicos de GenØk Lim Li Ching y Terje Traavik. “Además, integra los asuntos legales, regulatorios y de política, al igual que la participación del público, ofreciendo así un fundamento sólido sobre el cual se pueden evaluar la ingeniería genética y los organismos transgénicos”.
La visión holística se perfila como alternativa al reduccionismo, que es el concepto que ha guiado la ingeniería genética desde su concepción. En la visión reduccionista se postula que todo sistema puede ser conocido y entendido mediante el estudio de sus partes. ¿Es el holismo necesariamente mejor que el reduccionismo, o viceversa? Según D. Quist, K. Nielsen y T. Traavik, los métodos y modelos holísticos no reemplazarán los reduccionistas sino que los complementarán. “Si eres holístico todo el tiempo, probablemente harás poco progreso. Si eres reduccionista todo el tiempo, te puedes equivocar de verdad (you can really go wrong)”, planteó Peter J. Schei, director del Instituto Fridtjof Nansen de Noruega, en su presentación en GenØk. Según Schei, es necesario balancear ambas perspectivas.
Fue una experiencia fortalecedora e inspirante el poder compartir por dos semanas con profesionales comprometidos de todas partes del mundo para discutir con buenos fundamentos un tema tan importante como el de la bioseguridad. Quedó establecido en el curso que los cuestionamientos sobre productos GM no constituyen oposición a toda la biotecnología, como alegan algunos. Es simplemente un reclamo a la industria y las autoridades gubernamentales de que demuestren que saben lo que están haciendo y que no expongan la salud del público a riesgos innecesarios. Estamos esperanzados en que este curso resulte en eventos de seguimiento a nivel regional, por ejemplo en el Caribe. (2)
- Ruiz Marrero es autor de Balada Transgénica y director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico. moc.liamg@olemracziur Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla.
- Ruiz Marrero es autor de Balada Transgénica y director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico. moc.liamg@olemracziur Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla.
Nota
(1) http://alainet.org/active/26178
Fuente: http://claridadpuertorico.com/content/view/402903/32/
Fuente: ALAI AMLATINA