Argentina: ¿y al final, el partido del campo, dónde está?
"Durante el conflicto de campo-gobierno nacional de 2008, mucho se especuló la posibilidad de que los gremios rurales armaran su propio partido político; intelectuales lo planteaban como el armado de una nueva derecha partidaria. A casi un año de aquellas especulaciones, y frente a las listas que se presentan el 28 de junio, vale la pena reflexionar sobre el campo en el escenario electoral".
Durante el conflicto de campo-gobierno nacional de 2008, mucho se especuló con la posibilidad de que los gremios rurales armaran su propio partido político; intelectuales cercanos al gobierno lo planteaban como el armado de una nueva derecha partidaria. A casi un año de aquellas especulaciones, y frente a las listas que se presentan el 28 de junio, vale la pena reflexionar sobre el campo en el escenario electoral.
No hace falta demostrar que no hubo “partido del campo” y como siempre los ruralistas se quedaron con modos indirectos de influir en el poder político. En realidad, durante el paro agrario de 2008 no hubo ningún indicio que condujera a pensar que ese partido se formaría; es decir no había tradición histórica ni presente que mostrara esa resolución. Los sectores poderosos del campo supieron influir de modos muy diversos en el poder político durante gran parte del siglo XX; por un lado atacaron y desestabilizaron despiadadamente a los gobiernos de períodos democráticos que proponían una política económica que diera lugar a una estructura productiva heterogénea y redistributiva. Los procesos de industrialización se financiaban vía impuestos a la renta agraria (no a la ganancia sino la sobreganancia generada por la fertilidad de la tierra), y entonces los sectores agrarios de Sociedad Rural Argentina (SRA) y Confederaciones Rurales Argentina (CRA) respondían de modo corporativo y acudían a cualquier recurso para evitar esa situación. Es más, cuando se sentían muy amenazados en esa dirección apoyaban golpes militares de Estado. Mientras tanto los pequeños y medianos agricultores de la Federación Agraria Argentina (FAA) generalmente corrían la misma suerte que sus aliados industriales de la Confederación General Económica. En líneas generales el siglo XX marcó esas conductas ondulantes de los agraristas poderosos en coexistencias significativas con etapas de gobiernos militares y democráticos.
Esos ciclos de alternancias finalizan con la imposición violenta en su momento fundacional y trágica en el desarrollo posterior en democracia, del denominado modelo neoliberal. Proceso económico hegemonizado por las grandes corporaciones económicas que tienen en el siglo XXI, los recursos naturales como centro de extracción de riqueza y que requirió de un armado previo del andamiaje legal e institucional. El “agronegocio” (reemplazando la producción de alimentos) fue el primero en instalar su lógica subordinando a sus propios intereses a los productores y grupos agrarios nacionales a través de dispositivos generados mediante políticas públicas, es decir con el apoyo del Estado.
Las corporaciones económicas de cualquier origen nacional son las que tienen en el escenario de hoy la capacidad de desestabilizar a un gobierno democrático que intente una política autónoma y redistributiva; no necesitan un partido político porque apuestan a todos a través de los aportes de campaña y, además, tienen sus socios políticos preferidos dentro de sus negocios.
Un resultado sorprendente de estos cambios del país ha sido el achicamiento de brechas entre la Federación Agraria Argentina y las otras entidades de gran poder como la SRA y CRA. No obstante ese acercamiento en relación con los intereses económicos, se mantiene todavía una prudente separación en el registro cultural, en lo que en términos clásicos podríamos denominar “culturas de clase”. De este modo, algunos nostálgicos miembros de la SRA creen que pueden decir públicamente, lo que les viene a la mente. Es lo que se pudo ver y escuchar en el comentado programa Hora clave cuando Hugo Biolcati y Mariano Grondona hicieron alardes de pasadas impunidades con insinuaciones autoritarias en referencias a la fecha de finalización del gobierno. Pero estos sujetos perdidos en la noche del domingo, sonaron, para decirlo compasivamente, ridículos y sin las consecuencias de antaño.
Finalmente, ¿por qué tantas dificultades para comprender estos cambios registrados en el país y tanta insistencia en la idea de procesos “destituyentes” en los que conspirarían los gremios rurales, ahora imaginados en contubernios con todos los partidos del arco opositor? A mi juicio es el modo de intentar producir una realidad que sea funcional a determinados posicionamientos políticos frente al “kirchnerismo”. La fuerte e irrefutable imagen de la Presidenta con corporaciones mineras y gobernadores provinciales aliados así como el veto a la Ley de Glaciares, la posición del ministro de Ciencia frente a las denuncias sobre el agroquímico de la Monsanto, etc., no resultan compatibles con la caracterización de “gobierno progresista” que circula por estos grupos de la cultura. Entonces se construye un “opositor” despiadado en los cuerpos de estos sectores agrarios que supieron serlo en el pasado pero que ahora, aunque quisieran, no tienen capacidad ni condiciones objetivas para repetirlo.
El retroceso electoral del gobierno será mínimo pues el aparato del justicialismo es una poderosa máquina de recoger votos positivamente emitidos (esa vieja y desgastada política) y por ahora, está en manos del Gobierno. Afuera hacen colas los que quieren simplemente reemplazarlo y algunos otros que aún creen sinceramente en el poder de cambio del perimido sistema de representación. El campo de la Mesa de Enlace circula por todos lados para negociar sus ganancias sin partido propio.
Norma Giarracca.
Profesora Titular de Sociología Rural. Instituto Gino Germani. UBA
Fuente: Crítica de la Argentina