Argentina: las promesas incumplidas de la ingeniería genética
Los transgénicos han nacido únicamente para terminar de completar el ciclo que abrió la revolución verde: una agricultura industrial absolutamente controlada por corporaciones haciendo negocios a costa de la alimentación de todos nosotros
Cuando el jueves pasado concurrí a la Expoagro a escuchar a dos de los gurúes de las transgénicos debo confesar que, aun siendo un activo enemigo de la ingeniería genética, tenía algunas expectativas de escuchar sus conferencias como una manera de conocer los pasos que la industria y los investigadores piensan dar en el futuro. Mucho más cuando uno de los expositores era Robert Fraley, uno de los vicepresidentes de Monsanto y parte del equipo que desarrolló la soja “Roundup Ready” y expuso nada menos que bajo el título “Desarrollo biotecnológico futuro”.
De ninguna manera me esperaba encontrar con una reunión que se parecía mucho más a una convención evangélica. Toda la exposición sobre los nuevos productos de Monsanto para la próxima década dejó las cosas bien claras: la industria biotecnológica (de la que Monsanto controla el 90%) se concentrará en los próximos años en desarrollar soja, maíz y algodón con nuevas características de resistencia a herbicidas y a insectos y supuestos mayores rendimientos. O sea, más de lo mismo: las mismas modificaciones genéticas que ha introducido hasta el presente y que no ofrecen a los consumidores absolutamente ninguna ventaja nutricional. ¿Dónde quedaron las promesas que una década atrás hacían las empresas biotecnológicas de resolver el hambre en el mundo y proteger el medio ambiente?
Parece que solamente una soja con genes de pescado rica en Omega 3 será el gran aporte a la nutrición planetaria de Monsanto para los próximos 10 años. Los pobres del mundo agradecidos, sobre todo aquellos trabajadores rurales que han sido desplazados del campo ante el modelo de agricultura sin agricultores que impuso esta segunda revolución verde.
Las cosas las puso mucho más claras el siguiente expositor, nada menos que Héctor Huergo, que además de llevar adelante el suplemento rural del gran diario argentino, ahora preside la “Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno” y que aclaró las cosas: “Amigos, sólo se trata de hacer negocios. Porque pobres van a seguir existiendo y de ellos se tendrán que ocupar las ONG” (sic). Y ahora los grandes negocios vendrán de la mano de los bicombustibles. Una vez más detrás de las promesas de resolver los problemas del cambio climático se esconde el único objetivo de sacar una gran tajada de los futuros negocios.
El marco de la Expoagro no hacía otra cosa que confirmar lo que dentro del auditorio se escuchaba. Las miles de 4x4 estacionadas en la entrada y los millones de dólares en maquinaria agrícola pesada nada tenían que ver con la alimentación de los hambrientos del planeta.
Por supuesto que en el camino de vuelta la monotonía de los 250 km recorridos frente al desierto verde de soja dejaba claro cuál ha sido el impacto que este modelo ha tenido en nuestra tierra: tierras arrasadas en las que al mejor estilo minero se les está extrayendo hasta el último de sus nutrientes.
¿Cuánto tiene que ver esto con la ciencia? Absolutamente todo. Porque en realidad los transgénicos han nacido únicamente para terminar de completar el ciclo que abrió la revolución verde: una agricultura industrial absolutamente controlada por corporaciones haciendo negocios a costa de la alimentación de todos nosotros.
Aunque esto les disguste a los muchos investigadores fascinados con la ingeniería genética y la biología molecular que hoy trabajan soñando con hacer un aporte a la alimentación, es tiempo de replantearse un camino que hasta ahora sólo ha conducido a una pérdida de la diversidad agrícola que no tiene antecedentes en la historia de la humanidad. Como planteábamos hace unos años en un documento de Grain: “El fijar su atención en la genética ha impedido a muchos científicos y diseñadores de políticas ver otros enfoques y tecnologías para trabajar en los problemas de productividad en el campo. Esta ‘fijación genética’ ha dominado el modo de ver el desarrollo agrícola desde la Revolución Verde y ahora está siendo fortalecida por la promoción exagerada alrededor de la ingeniería genética. Estamos cegados por los genes”.
Fraley cerró su charla con dos nuevos aportes clarificadores: Monsanto reemplazará las semillas actualmente en el mercado con los nuevos productos que vaya lanzando y al mismo tiempo exigió al gobierno argentino que lo antes posible establezca reglas claras para que Monsanto pueda cobrar las regalías por su transgénicos. Las cosas claras: lo principal es el control del mercado y sostener sus ganancias.
Business is business. La alimentación de los miles de millones que habitan el planeta Tierra dependerá de poder desprendernos de estas mentiras y avanzar en la construcción de un nuevo paradigma científico que entre en diálogo con los campesinos que durante miles de años desarrollaron la biodiversidad agrícola que permite que hoy nos alimentemos a pesar de las grandes corporaciones. Ese camino tiene ya un nombre: soberanía alimentaria. Pero ésa es otra historia.
Fuente: Página 12