Argentina: la paradoja de la abundancia
"En un trabajo reciente Jürgen Schuldt y Alberto Acosta, sostienen que las experiencias históricas demuestran que los países que se han dedicado a la extracción y exportación de recursos naturales no han logrado desarrollarse. Quedan atrapados en una lógica perversa que llaman “la paradoja de la abundancia”, es decir, a pesar de estar en territorios con grandes riquezas terminan postrados en el subdesarrollo, la pobreza y la indigencia."
En un trabajo reciente, dos excelentes economistas, Jürgen Schuldt y Alberto Acosta, sostienen que las experiencias históricas demuestran que los países que se han dedicado a la extracción y exportación de recursos naturales no han logrado desarrollarse. Quedan atrapados en una lógica perversa que llaman “la paradoja de la abundancia”, es decir, a pesar de estar en territorios con grandes riquezas terminan postrados en el subdesarrollo, la pobreza y la indigencia. Desde las actividades extractivas se terminan distorsionando la estructura y asignación de recursos, se redistribuye negativamente el ingreso nacional y se generan mentalidades rentísticas que deriva en una débil institucionalidad atravesada por la corrupción. Donde esto no ha ocurrido (Noruega o Suecia) es porque la economía y democracia llevaban años de consolidación cuando decidieron explotar sus recursos.
No cabe dudas de que nuestro país se formó como nación capitalista con el modelo agroexportador que, justamente, contiene algunos rasgos del modelo extractivo: grandes rentas agrarias dadas la alta fertilidad de suelos; o la acumulación del poder político de los actores económicos emergentes no muy adeptos a las democracias No obstante, existen diferencias muy notables entre las actividades extractivas, casi de enclave colonial, con las agriculturas de procesos y alimentos que se formaron en nuestro país a los largo del siglo XX.
Las lógicas de apropiación de los territorios son disímiles; en la agricultura la tierra es el lugar de colonización muy diferente es la apropiación del territorio para actividades extractivas que son empresas extranjeras que desconocen las características de las poblaciones circundantes y se apropian de una parte importante del territorio que incluye cerros, caminos, agua, flora, glaciares, etc. La lógica agrícola es de sostenibilidad en el tiempo; con buenos manejos y cuidados de los recursos, la producción agraria resultan no sólo una de las más antiguas del mundo sino que puede reproducirse infinitamente. La lógica extractiva es insostenible en el tiempo porque la destrucción del recurso le es inherente: se basa en extraer, agotar y retirarse a otras regiones donde aún no se ha iniciado el proceso.
Si bien el modelo del “agronegocio sojero” fue perdiendo muchos de los rasgos de la agricultura de procesos, nuestro país muestra todavía una gran diversidad de cultivos de alimentos por regiones. Y justamente, esas agriculturas de las distintas zonas del país, las cordilleranas, las del noroeste, las patagónicas son las que están en grave peligro de extinción. Y no se trata de mercados, innovaciones tecnológicas, o capacitaciones. Se trata de que justamente en las regiones donde el agua escasea, una de las fuentes más importante de agua dulce, los glaciares, están en peligro de ser extinguidos. Esto explica las últimas declaraciones de productores de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca alertando sobre esta situación.
En estas semanas se discute en la Cámara de Senadores la Ley de Presupuestos Mínimos para la Protección de los Glaciares y el Ambiente Periglacial, que ya obtuvo media sanción en Diputados a partir de los acuerdos logrados entre el Diputado Bonasso y el Senador Filmus compatibilizando dos proyectos en juego. Es apoyada por una gama de organizaciones civiles sólo comparable a las leyes del matrimonio igualitario o de democratización de medios.
Es sabido que las actividades extractivas, la minería a cielo abierto en expansión en nuestro país, requiere de grandes magnitudes de agua (La Alumbrera ha obtenido el permiso provincial de usar 1.200 litros por segundo, 100 millones de litros por día para su actividad) que saca de donde sea. El agua es crucial para las agriculturas y el consumo humano en estas regiones semiáridas con predicción de serlo aún más en el futuro por el recalentamiento mundial. Los glaciares son la reserva de agua más importante del mundo, quienes alimentan vertientes, canales de riego y aporta al consumo humano. Por eso los agricultores de la región han reaccionado frente a la expansión de la minería que no sólo ocupa los acuíferos sino que están utilizando los glaciares. La ley pretende protegerlos, así como la zona periglaciar y de este modo, indirectamente, protegerá a las poblaciones de no pasar por situaciones de “stress hídrico” (o agravarlo) en pocos años y a los sistemas agrícolas regionales. Las agroindustrias regionales están llenas de posibilidades de industrializarse aún más, de generar trabajo (de mejor calidad que en la minería), de fortalecer la soberanía alimentaria, de obtener lugares importantes en la economía mundial como lo demuestran los vinos de La Rioja o San Juan.
A nuestro juicio no es casual que un senador que es sociólogo, Daniel Filmus, haya comprendido esta encrucijada. Estamos a tiempo aún de superar la segunda trampa de la geopolítica internacional de meternos en la “paradoja de la abundancia”; elijamos un modelo que use los recursos naturales en procesos sustentables como son los sistemas agrícolas que, sin esta ley, están en graves peligros. Y por qué no, promover distritos de prioridad agroindustrial en vez de minería. Se estaría, además, en la línea del Plan Estratégico Agroalimentario.
Norma Giarraca. Socióloga. Instituto Gino Germani. Universidad de Buenos Aires
Miguel Teubal. Economista. Instituto Gino Germani. Universidad de Buenos Aires