Argentina: el negocio de la forestación ¿somos neoliberales o no somos?
El sector forestal argentino está llorando. Se le ha venido a pique el pingüe negocio de la plantación a gran escala de monocultivos de especies exóticas de rápido crecimiento con destino a la industrialización de celulosa.
En copia fiel al programa forestal aplicado en todo el mundo --para lo que cuentan con el apoyo político y los dineros de los organismos multilaterales que tienen atados a los países-- Argentina se comprometió por ley (no. 25.080, de 1998) a subvencionar ese tipo de plantaciones. En un principio comenzó con gran pujanza y las proyecciones para ese año eran de plantar 140.000 hectáreas para luego pasar a 200.000 hectáreas por año.
Pero la profunda crisis económica que atraviesa la nación argentina ha llevado a que el Estado cese el pago de los reintegros prometidos (que es uno de los favores al sector: otros son la estabilidad fiscal por 30 años --que significa que en ese plazo no sufrirá ningún incremento tributario-- y la devolución anticipada del IVA). La deuda con los inversores acogidos al régimen de promoción ronda actualmente los 25,5 millones de pesos argentinos y corresponde a plantaciones realizadas entre 1996 y 1999.
"Con el incentivo del reintegro estatal fue posible la rápida expansión de la superficie forestada y proyectar un escenario para recibir nuevas inversiones", dice Juan Escobar, gerente de la empresa extranjera Bosques del Plata.
Por lo menos esto ha servido para dejar al descubierto la verdad de este negocio: que sin un fuerte apoyo estatal, no marcha. ¿En qué quedamos? Las transnacionales son los principales actores del proceso de globalización neoliberal que exige la apertura total de los mercados y la supresión de cualquier obstáculo comercial, acosando a los países que osan apoyar el más mínimo intento de desarrollo local. Pero cuando de sus negocios se trata, sí que aceptan los subsidios. Así cualquiera.