Argentina: Otro territorio en disputa: Malvinas Argentinas, Córdoba
En su página de Internet, la empresa Monsanto anuncia con orgullo un nuevo emprendimiento en el país, una inversión de 1500 millones de pesos en una “ubicación estratégica” en la provincia de Córdoba. La empresa resalta el empeño de las autoridades de la provincia para impulsar inversiones en infraestructura que ya se visualizan en la construcción de la ruta que lleva a la planta (si es que lo logran). Se proponen allí producción y acondicionamiento de semillas de maíz, con una capacidad de 3,5 millones de bolsas para la siembra. Por supuesto, se trata de una fábrica de semillas de maíz transgénico, tan resistido en toda América latina, matriz de este cultivo, que se mostraba con orgullo por su gran diversidad natural.
Por esta razón y por los muchos sentidos que asume la empresa Monsanto en esta provincia, la Asamblea de Vecinos Lucha por la Vida de la localidad de Malvinas Argentinas se opone a la construcción de esta planta. Recordemos que en Córdoba, unas madres valerosas se animaron a denunciar el aumento de cáncer en su localidad, Ituzaingó Anexo, y a buscar información médica, científica y epidemiológica para demostrar que dicho aumento se debía a las frecuentes fumigaciones de glifosato que el barrio recibía por estar rodeado de productores sojeros. Llevaron a juicio a dos de ellos y a un agrofumigador y lo ganaron. Los culpables fueron condenados a una pena que podían mutar por trabajo comunitario, pero como nos cuenta una de esas madres, “en ningún hospital querían recibirlos porque sabían que eran los responsables de las leucemias de los niños internados”. Esas madres, premiadas internacionalmente por sus luchas, acompañan a los vecinos del nuevo territorio que Monsanto pretende ocupar.
A diferencia del corte de Famatina a las mineras, Monsanto abrió muchas puertas de acceso a la construcción de la planta y por esta razón se necesitan varios grupos para impedir la entrada de materiales e insumos para la construcción del predio. En estas últimas semanas, la empresa retiró personal de construcción y maquinarias realizando un impasse para respetar las elecciones legislativas y dejó a más de cien obreros de la construcción sin sus salarios, como forma de enfrentar la Asamblea con los trabajadores. No obstante, los pobladores siguen allí, ahora instalados en la puerta principal, en una gran carpa que anteriormente se usó en Famatina: todo un símbolo de articulación de estas resistencias a estas empresas que expanden las actividades extractivas en el país.
Paradójicamente, la empresa hace alarde de un Código de Etica donde dicen ofrecer “pautas sobre temas tales como: respeto mutuo; medio ambiente; salud y seguridad; la correcta gestión de los productos; dudas sobre metodologías de investigación; el uso de los recursos de la empresa, y la comunicación precisa sobre nuestros asuntos financieros y productos”. Si esto demostrara una verdadera voluntad empresarial, lo primero que debería respetar es el principio precautorio; existen abundantes pruebas científicas de los daños que hace tanto la transgenia en semillas como los agroquímicos necesarios, que incluye en los “paquetes tecnológicos” de la producción, pero si –según ellos– aún quedan dudas, lo correcto, lo ético, es esperar a que consigan otras pruebas de una ciencia independiente y autónoma a los intereses de la corporación, que refuten contundentemente a las primeras, negativas. Mientras tanto, no debería existir la producción por más rentable que le sea a la empresa y conveniente por los ingresos fiscales que genera al Estado.
Algunos hablan de “resistencias ambientales”. Nosotros, que vimos nacer estos fenómenos sociales y seguimos sus derroteros, las calificamos como “resistencias múltiples” (económicas, políticas, culturales, etc.) que incluyen desde lo epistémico (otra forma de generar conocimientos agrarios, sobre la biodiversidad, la naturaleza, etc.) hasta resistencias culturales en los modos de alimentarnos, vivir, cuidar la salud de los hijos, pasando por un rechazo a un modo de creer e imponer ciertas pautas económicas que extraen y devastan los recursos y los territorios. Estas industrializaciones de Monsanto, como las de las mineras y las petroleras, no reducen la reprimarización de la Argentina. Necesitamos expandir otro tipo de procesos industriales y volver a una agricultura de procesos y alimentos.
Por último, es necesario recordar que la resistencia de la población de Malvinas Argentinas, su acampe, ha sido reprimida por la fuerza del orden y hasta ha habido golpes y daños a los hombres y mujeres. Pero además, uno de los símbolos de esta lucha contra Monsanto, Sofía Gatica, ha sido amenazada de muerte a plena luz del día en un viaje a su casa, de Alta Gracia a Córdoba, y como si todo esto fuera poco, sufrió una golpiza a los pocos días. Esto nos debe mantener alerta, pues es inadmisible que siga ocurriendo en el país.
* Socióloga. Titular de Sociología Rural. Instituto de Investigaciones Gino Germani.
** Economista. Profesor consulto de UBA e investigador superior de Conicet (jubilado).
Fuente: Página 12