Argentina: El derecho colectivo a ser territorio en rebeldía
Reflexiones sobre el 24° encuentro de la Unión de Asambleas Ciudadanas en Córdoba: Algo nuevo está naciendo. Sí, en medio de las luchas ganadas y las derrotas, de la lista gigante de crímenes socioambientales que narramos y sufrimos cada vez que nos reencontramos en la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), hoy -apenas concluido el 24° Encuentro- ronda en el aire la idea de que algo nuevo está naciendo.
Vivenciar la convivencia y los debates que se dan en cada edición de la UAC en el espacio mismo de un conflicto abierto fue una experiencia nueva, vibrante.
Del 2 al 5 de abril integrantes de asambleas socioambientales de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, además de Barcelona y España, nos reunimos en el bloqueo que hace más de un año sostiene el grupo de Autoconvocados del Acampe No a Monsanto y la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida contra la instalación de la planta procesadora de semillas transgénicas que dicha multinacional pretende abrir en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas.
A horas de haber concluido el encuentro es difícil encontrar las palabras exactas para describir de qué está hecho ese sentir nuevo, vibrante. Quizás sea el haber caminado durante cuatro días una de las tierras ganadas al capitalismo, vivenciar la autonomía como proyecto político colectivo real y sostenido en el tiempo, encarnado en un NO rotundo al avance de una firma transnacional que es a la vez el rostro de un modelo de “saqueo y contaminación” (como decimos desde hace mucho en la Unión de Asambleas) que mata silenciosamente. Mata nuestros cuerpos con sus venenos y mata nuestro derecho humano a la soberanía con sus prácticas coloniales en cada pedazo de tierra que nos roba.
El bloqueo a Monsanto es un ejemplo claro de cómo organizados podemos pasar de ser zonas de sacrificio para el extractivismo a Territorios en Rebeldía, capaces de crear un escenario diferente. En esta disputa que se sostiene en el tiempo a la vez que se construye y recrea, puede experimentarse una libertad particular; libertad alimentada por ese espíritu de autonomía y anarquía que construye casas y otros espacio de uso a partir del recicle de desechos, con la huerta que crece en uno de los extremos de la tierra ganadas y las guardias nocturnas que noche a noche se ponen en marcha para protegernos: a nosotros como personas y como territorios liberados. Esa libertad es también resultado de la red que hace posible el bloqueo, desde el grupo de personas que vive hace un año y medio en el acampe y las otras muchas que, diseminadas, hacen posible ese sostenimiento de muy diversas maneras: aportes materiales, comunicación y difusión y por sobre todo, cercanía emocional. A esta altura soy una convencida de que ninguna lucha se mantiene en el tiempo sin esto último.
Y hay que foguearse en el terror de que a las doce de la noche te avisen que detuvieron a dos compañeros y al instante una marcha silenciosa surque el campo, iluminados por las tenues lucecitas de varios celulares activando la red de rescate. “Llamá y exigí que los suelten, que sepan que somos muchos y estamos alerta”. En 15 minutos ese mensaje recorrió el país; como una flecha de vida, en lo que duró la caminata desde el bloqueo hasta la comisaría de Malvinas Argentinas, donde dos compañeros fueron detenidos por el delito de defenderse de los agravios de la mujer del intendente en la vía pública. Lo sabemos, ahí siempre caemos nosotros. Es difícil imaginar a la primera dama malvinense detenida en la madrugada por los insultos que descarga a diario.
Y hay que sentirse en la piel de cualquiera de las mujeres del barrio Ituzaingó Anexo, que una mañana salió a la calle a hablar con otra y otra y otra de una intuición compartida: cada vez hay más vecinos con cáncer, los agrotóxicos nos están matando.
Trece mujeres y doce años de lucha frenaron por ahora las fumigaciones con glifosato, uno de los productos comercializados por Monsanto -bajo el nombre de Roundup Ready- que el investigador Andrés Carrasco sometió a pruebas hasta demostrar que sí, que las Madres de Ituzaingó tenían razón, suicidando en ese acto sus posibilidades de ascenso como científico del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET), firme en el compromiso con la verdad y el deber ético de poner a la ciencia pública al servicio de los pueblos. “Yo no entiendo de agrotóxicos, pero mi cuerpo sí lo sabe” había dicho una de ellas en medio de este largo camino hacia la justicia, donde los casos de enfermedad, malformaciones y muertes no cesan. Y Andrés Carrasco, fallecido en 2014, estuvo bien presente en la memoria de todas las organizaciones y personas que hicimos la 24° UAC en tierra rebelde.
Y fuimos varios quienes, en medio de las despedidas, compartimos esa sensación nueva que nos recorría el cuerpo diciéndonos que ahí se está construyendo algo distinto. Más allá de que los métodos puedan parecer o no los mejores; sabemos que sería injusto y debilitante juzgar lo que está haciendo esfuerzos tremendos por nacer en medio de un contexto hostil.
Si la UAC ha sabido crecer en estos casi 10 años de existencia, se debe a la capacidad de construir sobre la base de consensos específicos que alientan a su vez la diferencia de acciones y posturas que cada asamblea lleva adelante en sus territorios en lucha. La Unión de Asambleas es, justamente, la confluencia de esa riqueza diversa, con todas las complejidades y desafíos (individuales y colectivos) que nos exige pensar y hacer sobre la base de una horizontalidad y un consenso que construimos en este presente continuo. La autocrítica hacia adentro y hacia afuera es, además, una práctica constituyente del hacer político asambleario. Contamos con esa fuerza para seguir mirándonos y apoyando las distintas disputas que otros compañeros y compañeras llevan adelante a todo lo largo y ancho del territorio latinoamericano.
Reencontrarse con todas estas certezas, quiero compartir a quienes estuvieron y no, dejan el espíritu lleno; en un estado de libertad por estas horas inabarcable, indescriptible, que alimenta a las insistentes utopías que nos reúnen en cada UAC.
Y cada despedida es un desgarro paradójico: duele a la vez que fortalece. Y una se vuelve al territorio donde vive con esa energía que sólo dan las luchas compartidas; revuelta por ese intercambio de ideas que -por suerte- trastoca las propias y les dan colores nuevos y el cuerpo se siente rodeado de abrazos aunque ya medie la distancia y los ojos todavía estén llenos de lágrimas por salir, admiradas de las luchas de los compañeros y compañeras.
Prima la alegría de que, otra vez, el encuentro nos afirma que tenemos la Red bien extendida para contenernos cuando, donde y de quienes haga falta: de la primera dama del intendente, del policía que nos grita “sucios, vayan a trabajar” escondido detrás de un plástico, de Monsanto comprando voluntades políticas, de las mineras, del fracking, los desmontes, las pasteras y demás prácticas extractivas contaminándonos el suelo, es decir, el futuro de nuestras vidas.
Y que ahí seguimos, haciendo ronda para defender nuestro derecho a decir NO, a construir nuevos mundos, con los aciertos y desaciertos que hacen parte de la dinámica de toda construcción auténticamente comunitaria.
Y que de los territorios que recuperamos no nos vamos a ir más. Aunque nos saquen, no limpian el suelo de la semilla que enraizamos con el desprejuicio de la rebeldía.
Un agradecimiento sin límites a los compañeros y compañeros Autoconvocadxs del Bloqueo a Monsanto y la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida que hicieron parte de la organización del último encuentro. Y a la UAC toda, a nuestras dignidades y fuerzas.
Fuente: Tinta Verde