Aldo Flores y Enzo Brizuela, presos por defender el agua y los cerros en Catamarca
Andalgalá es el epicentro de la avanzada minera y, también, de la vulneración de derechos. Aldo Flores, de 73 años, y Enzo Brizuela, de 33, fueron detenidos por oponerse al proyecto minero MARA. Un docente jubilado y un lutier —padre de una beba—, dos historias de militancia, organización colectiva y cuidado de la vida. Ambos integran la Asamblea El Algarrobo.
Desde Andalgalá
Fuerza y convicción. Eso es lo que se desprende de las palabras de Aldo Flores y Enzo Brizuela cuando hablan de la lucha de Andalgalá, que lleva más de dos décadas activas en contra de la megaminería. Pero los dos ponen mucho más que la palabra, ponen el cuerpo. Y eso les costó ya dos veces la libertad en poco más de un año. En estos momentos, los dos están detenidos, separados por 237 kilómetros de distancia, pero unidos por una causa común: la defensa del agua y de un pueblo, que es lo mismo, porque sin agua no hay pueblo. Y viceversa: porque sin un pueblo que la defienda, tampoco hay agua.
Aldo y Enzo son ramas de “El Árbol”, como llamamos en Andalgalá a la Asamblea socioambiental El Algarrobo, que desde hace casi trece años desarrolla distintas acciones para evidenciar la falta de licencia social para la megaminería en el territorio.
Ambos participan activamente y son rostros visibles del colectivo. Desde el lunes 30 de mayo se encuentran detenidos en una causa que los investiga por supuestas amenazas. Según comunicó la Asamblea, esta causa tiene su origen en una denuncia interpuesta por una persona “relacionada con la empresa minera” y sustanciada en testimonios de personas allegadas al denunciante.
Represión y cárcel para asambleístas
En abril de 2021, durante 14 días, también fueron privados de su libertad en el marco de la causa iniciada por el incendio de las oficinas del proyecto minero MARA (Minera Agua Rica Alumbrera), que operan Yamana Gold ( en proceso de adquisición por Gold Fields), Glencore y Newmont. También esa causa se basó en testimonios de personas vinculadas con la actividad extractiva.
Actualmente, Aldo y Enzo continúan detenidos y se encuentran hospitalizados. Aldo debió ser trasladado de urgencia a la capital catamarqueña debido a un inicio de infarto que sufrió cuando prestaba declaración indagatoria. Días atrás se le colocaron dos stent y permanece en observación. En tanto Enzo, quien había iniciado una huelga de hambre seca en protesta por el hostigamiento judicial, debió ser internado en el hospital local al cuarto día de su detención, debido a un cuadro de deshidratación y presión alta, que se sumó a una angina que ya padecía.
Aldo y Enzo son apenas dos del casi centenar de personas que, desde el inicio del conflicto desencadenado por la instalación del proyecto megaminero, han sido judicializadas porque “nos convertimos en la amenaza para sus negocios, una amenaza para los privilegios que les da el poder”, explica la Asamblea El Algarrobo.
Pero detrás de cada persona judicializada hay vidas e historias, ninguna es un número más. Aldo y Enzo, dos “guerreros incansables”, en palabras de sus compañeras y compañeros de la Asamblea.
El Aldo: “Un tipo inquieto”
Dicen los calendarios que Aldo Flores tiene 73 años, pero su actitud demuestra que es mucho más joven. Hasta antes de la pandemia, un club de fútbol de la capital catamarqueña le pagaba el pasaje para tenerlo en su equipo y es habitual encontrarlo arriba de su bicicleta por calles y caminos de Andalgalá.
Isadora, su hija, lo describe como “un tipo inquieto” y juega con esa palabra: “Porque tiene muchas inquietudes y porque no se queda quieto, anda por todos lados”. Quizás esa conjunción de sentidos lo haya impulsado, en diciembre de 2009, a iniciar, con otros vecinos, un bloqueo en el punto donde hoy se encuentra la “sede” de la Asamblea El Algarrobo, en el camino al yacimiento.
Además, lo define como “un contemplador” y agrega: “Aprendió a ver más allá de las cosas, y así es como descubre injusticias adonde muchas personas no ven, sobre todo donde el Estado no ve”.
Aldo se recibió de sociólogo en Buenos Aires y se jubiló como docente en Andalgalá, luego de dar clases también en pueblos cercanos. Son muchas las mujeres y hombres que lo tuvieron como profesor y recuerdan cómo les hablaba de la necesidad de ejercer el derecho a la palabra. Ejercicio que él asume en las asambleas, en la calle, en la plaza, cuando toma el megáfono, cada sábado, para acompañar con su voz y su canto las ya históricas caminatas.
En su bicicleta, Aldo recorre frecuentemente la distancia que separa el centro comercial del departamento del distrito Chaquiago, “el centro del universo”, como insiste en llamarlo. Allí tiene su casa, siempre abierta para recibir amigos, pero también desconocidos que llegan al pueblo interesados en conocer de cerca esta lucha que, a fuerza de balas, injusticias y sangre, ha saltado el cerco mediático que construye la pauta que pagan empresas y gobiernos.
En esa misma casa recibió a las niñas, niños y jóvenes que querían aprender a tocar la guitarra. Es que fue idea “del Viejo” –como le dicen cariñosamente sus compañeros de lucha– organizar un taller gratuito y abierto a la comunidad. Para eso armó una campaña de donación de guitarras y consiguió más de 40 instrumentos que llegaron desde todo el país. Y cuando estuvo todo listo, se sumó como aprendiz a las clases que dictaba Martín Cecenarro, docente y músico, y también su amigo. Aunque el taller se suspendió por la pandemia, la idea es retomar las clases pronto, cuando Aldo vuelva a casa.
Aldo también es “un gran coleccionista de anécdotas y de poesías, y además es un excelente trovador y músico”, describe su hija; y quienes lo conocemos sabemos que no miente. Comparte estos hallazgos y talentos con sus amigos, en mesas donde no faltan sus brindis “por la vida” y versos prestados y propios de los que se vale para expresar su visión del mundo.
Como muchas personas que lo tuvieron como docente o lo disfrutan como amigo, Isadora afirma que de su papá también aprendió a luchar. “El me enseñó, desde siempre, que soy dueña de la tierra, no más dueña que mis vecines o que la gente que está alrededor; que es nuestra y que ella nos pertenece y nosotres le pertenecemos, y por eso tenemos que amarla, cuidarla, y como es la fuente de todo lo que nos nutre, defenderla con todas las herramientas que tengamos a la mano”, expresa Isadora, quien desde el litoral que habita, pelea también hoy por una Ley de Humedales, que el lobby empresarial y los Gobiernos siguen negando.
El sábado 4 de junio, Aldo dejó el hospital, donde siempre estuvo con "guardia" policial. El fiscal Martín Camps —responsable de las detenciones—, aún no informó por escrito si sigue preso o puede volver a su domicilio.
Enzo Brizuela, el fabricante de sonidos
Cuarenta años menos tiene Enzo, que cumplió los 33 un sábado y lo festejó en la “Caminata por el agua 596”, expresando en la calle, de manera colectiva y pacífica, la falta de licencia social para la megaminería. De hecho, para Enzo, las caminatas son una cita obligada que comparte con su compañera Carolina Fuentes y su pequeña beba, que hoy tiene siete meses de vida.
“Es un hombre valiente, con ideales y un corazón enorme”, expresa Carolina, tratando de poner palabras que describan “a la hermosa persona que está a mi lado, más allá de la relación que nos une”. Es que además de una vida en pareja y una hija, Enzo y Carolina comparten “la lucha”, palabra que intenta resumir más de 20 años de acciones colectivas de resistencia.
Enzo estudió geología y, aunque no llegó a recibirse, los años de formación le brindaron los conocimientos que hoy le permiten luchar con fundamentos contra el proyecto MARA. Y pese a que no sigue cursando la carrera, Enzo no deja de estudiar: está constantemente buscando información y analizándola, para después compartirla en todos los espacios sociales que frecuenta.
Sabiendo que el conocimiento es una herramienta fundamental de estas luchas, Enzo se convirtió en comunicador social: toma el micrófono en la radio El Algarrobo –la radio comunitaria fundada por la asamblea–, colabora en el registro fotográfico y fílmico para difusión y organiza o participa de charlas y talleres abiertos a la comunidad.
Para Enzo se puede convivir de forma amigable con el entorno, aprovechando lo que la naturaleza brinda, sin necesidad de destruirla. Y pone en práctica su idea a través de su trabajo como lutier y artesano. Carolina cuenta que él aprendió a trabajar con planta conocida como "pita (agave americano)", sin matarla, aprovechando la parte que se seca después de dar una flor, cada diez años. “El usa esa parte seca y la planta sigue viviendo. Y vuelve a salir otra flor, dentro de diez años, que se vuelve a secar”, explica. Y vuelve a brotar, de otro modo, en un nuevo instrumento musical.
De sus manos nacen yembés, tamboras, diversos tipos de tambores africanos, cajas chayeras y bagualeras, chajchas o chas-chas (un instrumento ancestral de los pueblos originarios que habitaron la región) y otros instrumentos de percusión que él bautiza con el nombre de su emprendimiento: Jarillal. Justamente, uno de los premios que sorteará en días la Asamblea –en la enésima rifa que organiza para solventar gastos por judicializaciones de defensores del agua– es uno de esos instrumentos que Enzo fabricó con semillas, un porongo (un tipo de calabaza) y mucha paciencia, y donó sin saber que su propia situación procesal se agravaría.
Con la misma filosofía, Enzo y Caro también elaboran productos regionales a base de plantas nativas y frutos de estación, como arropes y dulces. “Tratamos de aprovechar los recursos de la naturaleza para vender, para regalar, para la familia”, explica Caro.
Además de fabricar instrumentos de percusión, Enzo también les saca sonidos. La magia del candombe brota a cada golpe sobre el cuero templado del tambor que acompaña sus pasos, cada sábado, en las caminatas por el agua.
A Carolina le cuesta no emocionarse cuando habla de su compañero. Como muchas y muchos, ella siente que es una injusticia que Enzo esté detenido por defender un bien común y un derecho humano. Pero Enzo tiene convicciones tan fuertes que lo llevaron a arriesgar su propia salud y aseguró en sus redes sociales que no se detendrá “hasta que me liberen no sólo a mí, sino también a mi cerro, a nuestro cerro”.
Acuerdo de Escazú, una legislación incumplida
Aldo y Enzo llevaban diez días detenidos cuando, el 22 de abril de 2021 (el Día de la Tierra), entró en vigencia el Acuerdo de Escazú que, entre otros puntos, busca proteger a las y los defensores ambientales. Ahora, se repite una detención ya demasiado prolongada. El Poder Judicial, con principal responsabilidad de jueces y fiscales, no ponen en práctica este acuerdo internacional. Una vez más, la sanción de leyes no implica el cumplimiento de derechos. Aldo Flores y Enzo Brizuela son la prueba viva de esa injusticia.
Fuente: Agencia Tierra Viva