A juicio en NY, la violencia hacia los migrantes desde CA hasta EU
El Tribunal Permanente de los Pueblos da voz a la diáspora mexicana y centroamericana. “El cruce fue por los drenajes, la migra nos agarró y me doy cuenta que soy vista como criminal, siendo una niña de 8 años”.
Yo odio al gobierno de México, nunca se ha preocupado por nosotros
El Tribunal Permanente de los Pueblos concluyó ayer en la ciudad de Nueva York las sesiones sobre migración, que abonaron a la solidaridad entre los indocumentadosFoto La Jornada
El Tribunal Permanente de los Pueblos rompió silencios y sembró semillas de solidaridad entre la diáspora mexicana y centroamericana al concluir sus sesiones sobre migración en Nueva York.
Después de tres días de actividades y una sesión de testimonios, el obispo Raúl Vera y el cura Alejandro Solalinde, entre otros seis dictaminadores destacados en este proceso, concluyeron que se vino a dar voz a los migrantes que han padecido la violencia tanto en sus países de origen como en este destino, desde Centroamérica, México y Estados Unidos, y concluyeron que esa violencia brota de una sola cuestión en toda la región: un sistema de políticas neoliberales.
Entre los declarantes, Christian (La Jornada no revela apellidos para proteger a los declarantes indocumentados), de 25 años de edad, contó en la sesión del tribunal que nació en Atlixco, y que llegó a Estados Unidos a la edad de 8 años acompañado de su su madre, por la falta de trabajo en México. “El cruce fue por los drenajes de Nogales con un pollero… y estaba asustada, ya habíamos sido asaltadas por un coyote, y al cruzar la migra nos agarró y nos regresó, y me doy cuenta que soy vista como criminal, siendo una niña de 8 años”.
En 2009 su madre se tuvo que regresar y me quedo sola, lejos de mi madre, y empieza un camino muy difícil. Al acabar la preparatoria continuó buscando oportunidades para avanzar. Sin visión de un futuro, si dejas de soñar, te deprimes, y lo que pido es el derecho a una educación, a soñar.
Ahora, beneficiada por la deportación diferida para los que llegaron siendo menores antes de 2007 Christian dice: de alguna manera, estoy cumpliendo algunos de mis sueños, pero por dentro me estoy muriendo, porque en este país, aunque te ofrezca todo lo material, te mata el espíritu. Con voz entrecortada por las lágrimas, señala: no he visto a mi familia en 17 años. Agrega que al encontrarse con otros jóvenes como ella, los que sienten mi dolor, ya no me siento tan sola y tengo fe en que mi generación y los que nos apoyan lograremos un futuro más humano. Dijo que en este país, descubrí muchos mundos y que existe una lucha social, que al encontrarse con mis hermanos de cualquier país, entendí que esta es una lucha colectiva.
Concluyó ante los dictaminadores: les hablo con el corazón, no tengo vocabulario político.
Varias mujeres garífunas de Honduras ofrecieron sus historias sobre por qué huyeron de su país por las condiciones de violencia y políticas gubernamentales para desplazar a sus pueblos para que las empresas impulsen el desarrollo turístico de explotación de recursos naturales. Al ser detenidas aquí con sus hijos, las autoridades les colocaron grilletes electrónicos para rastrearlas mientras esperan procesos judiciales. Es traumatizante, esto me da pena, ya que sólo se lo ponen a los delincuentes, contó una mujer. Mi hija me preguntó: ¿por qué te hacen eso? Le dije: amorcito, no sé. Tengo tantas preguntas, pero no hay respuestas.
Mauro, originario de Guerrero, de 44 años de edad, cuenta que tiene 27 años en Estados Unidos. Trabajó desde los 10 años en la Central de Abasto en la ciudad de México, y a los 13 migró aquí, todo porque su familia depende de él. Tengo mucho coraje con el gobierno de mi país porque nunca se ha preocupado por nosotros, afirmó. Habló de los trabajos esclavizantes con patrones de todo tipo, sobre todo en restaurantes, y cómo yo me eduqué solito, en las calles. Dijo a los dictaminadores que la próxima vez que entren a comer en cualquiera de los restaurantes aquí, recuerden que detrás de las puertas de las cocinas hay mucho sufrimiento, no sólo por lo abusos, sino porque los que trabajan ahí tienen una tristeza muy grande por estar tan lejos de sus familias. Con lágrimas dice: “van a decir que soy chillón, me rompe el alma… pero así es la vida, y nos toca hacer esto por nuestras familias… todo lo que tenemos que aguantar por lo que sucede en mi país.
En mi estado de Guerrero están tan mal las cosas, cada día hay tragedias, y cuenta que hace un par de semanas mataron a su sobrino más querido. Yo odio al gobierno de México, y cuando veo al Presidente en la televisión la quiero romper de tanta ira. Dice que desea regresar a México “a luchar, para organizarnos, para pelear por una causa justa para que nuestro pueblo pueda vivir en paz… tenemos que quitar a los malos para poner algo bueno”.
Los hermanos Marco y Yajaira, dos jóvenes mixtecos, contaron cómo salieron siendo niños del hambre y la miseria de su pueblo con sus padres, y cómo empezaron a encontrarse con otros jóvenes, sumándose al movimiento de los dreamers, al ver que la lucha por la justicia sociales de todos los 11 millones de indocumentados. Hablaron de la importancia de defender su identidad indígena, de la resistencia cultural, y la importancia de que las acciones sean igual que la conciencia.
Un grupo de trabajadoras domésticas de México y Ecuador, que han logrado juntarse en una cooperativa después de trabajar de jornaleras en Brooklyn, cuentan sus historias, de sus trabajos en fábricas, del abuso de patrones, sobre todo por ser casi todas madres solteras y vulnerables como indocumentadas, pero a pesar de todo “somos muy fuertes y sabemos trabajar… A veces no se necesita marido”.
Una de ellas, de Michoacán, habla de cómo durante dos años “trabajé de rodillas, limpiando pisos… No me da pena”, dijo llorando, porque lo tenía que hacer para darle de comer a mi hijo. Todas expresaron furia y dolor por no tener la posibilidad de ir a visitar a las familias que dejaron atrás, incluso sus hijos, al no tener papeles. Pero al crear la cooperativa con el apoyo de un proyecto de derechos laborales, han descubierto la necesidad de la organización social para defenderse.
El padre Alfredo Zepeda ofreció el panorama trasnacional de las comunidades indígenas en Veracruz y Nueva York, de los vínculos y posibilidades de trabajos conjuntos a través no sólo del apoyo financiero, sino del intercambio y festejo de la cultura compartida rompiendo fronteras.
Entre los dictaminadores de la sesión sobre migración en Nueva York estuvieron, además de Vera y Solalinde, Juan Almendares, ex rector de la Universidad de Honduras, ex candidato presidencial y defensor de derechos humanos; Diana Taylor, directora del Instituto Hemisférico de Performance y Política de la Universidad de Nueva York; Susan Karlson, reverenda de la Iglesia Universalista Unitaria y copresidenta del Movimiento Nuevo Santuario de Nueva York; Luis Barrios, profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York; Amy Gottlieb, de un proyecto cuáquero de apoyo a migrantes; Thia Reggio, reverenda presbiteriana, y Colette Perold, editora administrativa de NACLA.
Después de otra ronda de sesiones en Seattle, el tribunal emitirá un dictamen sobre violencia y migración en el contexto de las audiencias de la sección México del tribunal. El programa en Nueva York fue organizado por Cinthya Santos Briones y Juan Carlos Ruiz, con la coordinación de Andrés Barreda, de la sección México.
Por David Brooks
Fuente: La Jornada