¡Hagamos milpa agroecológica!
Familias campesinas de Coyuca de Benítez, Guerrero, optan por la producción agroecológica de alimentos.
En las diferentes comunidades de México, la milpa mesoamericana se manipula de acuerdo al entorno agroecológico de cada región. Su diversidad poliforme es un agroecosistema polifuncional en donde el maíz es el cultivo principal y cohabita simbióticamente con una diversidad de cultivos como el frijol, calabaza, chile, jitomate, quelites, entre otros cultivos locales. Por lo que, hacer milpa constituye hasta nuestros días un elemento primordial para garantizar alimentos básicos, con sus usos y aplicaciones no sólo caseras. No obstante, nuestro país se convirtió en uno de los principales compradores de maíz, pese a las decenas de razas y ciento de variedades de maíz nativo que tienen su origen aquí. La milpa pasó al uso exclusivo de maíz y con una lógica productivista; es decir, incrementar sólo la producción de maíz híbrido, dejando a la deriva las semillas nativas y otros cultivos que dan vida al sistema milenario. Además, la implementación de estrategias agroalimentarias gubernamentales no responde a las necesidades de alimentación y abatimiento de la pobreza de los grupos a los que los programas van dirigidos.
Regmaíz: germinación colorida
Ante estas problemáticas, campesinos de Coyuca de Benítez decidieron en 2009 gestar la Red de Campesinos Guardianes del Maíz Nativo (Regmaíz) para proteger, conservar y mejorar sus maíces nativos cultivados bajo el sistema milpa, agregando practicas agroecológicas como innovación local. Durante su caminar, entre el 2013-2020, se encontraron los siguientes resultados: el incremento de rendimientos de 2 a 3.8 toneladas por hectárea; la cosecha de otros productos complementarios, la disminución del uso de herbicidas y fertilizantes químicos, obtención de semilla criolla mejorada en la propia parcela. De esta manera, cultivos acompañantes como sandia, pepino y melón tienen promedios arriba de 1,200 kilos por hectárea, mientras que jitomate, chile o tomate, se siembra en sublotes al lado o entreverado del maíz, alcanzando una producción de 550 kilos en su conjunto. El escalonamiento es una ventaja de la milpa, durante el desarrollo del maíz, se pueden sembrar cultivos de ciclo corto y largo; porte bajo y alto, como lo hacen diversas familias de la Costa Grande.
Por lo tanto, la fortaleza de la milpa no está en la alta productividad de un solo cultivo por separado, sino en la integralidad que le da su entretejido vínculo armonioso, que fortalece y representa un ahorro en especie y valor económico para las familias. En este caso peculiar, el modelo agroecológico se acentúa en una lógica no capitalista, que aspira a ser rentable, pero cuyo fin no es lograr la rentabilidad, sino que sea económicamente viable. Se trata de preservar la tierra, agua y monte, proporcionar a la naturaleza lo que se ha derrochado en las últimas décadas, y hacerlo con buenas prácticas, que ayuden a mejorar el entorno de una forma integral.
Milpa Agroecológica: una estrategia campesina
Esta forma de hacer la milpa los campesinos de Regmaiz le llaman milpa agroecológica, que consiste en el uso de variedades locales, tolerantes a la sequía y adaptadas a cada zona, con uso de abonos orgánicos y verdes, biofertilizantes, manejo agroecológico de plagas y enfermedades, diversificación, asociación y rotación de cultivos, conservación de suelos, selección de semillas nativas y una serie de técnicas que la hacen posible.
Los campesinos describen la agricultura ecológica o agroecológica, como: “una agricultura que no atenta contra el medio ambiente, contra la vida misma, que no contamina y que utiliza prácticas sostenibles en lugar de agrotóxicos”. Para ellos significa asegurar su medio de subsistencia buscando resiliencia local, frente al modelo global agroindustrial. La milpa agroecológica es parte de un proceso generacional y hereditario que se centra en la economía campesina familiar y una agricultura tradicional que se produce sobre todo para el autoconsumo con empleo de mano de obra familiar, y complementada con la contratación de otros jornaleros para sacar los trabajos, situación que ha generado discrepancias internas al proceso, porque requiere mucha mano de obra durante los primeros años para lograr la recuperación de los suelos y mejorar la producción. De cara a estas tensiones internas y externas, lo que busca la milpa agroecológica son nuevas formas de hacer agricultura independiente del petróleo. Sus principios tienen sus bases en la diversidad, la sinergia y el reciclaje, así como en aquellos procesos sociales basados en la participación y organización comunitaria.
Por esa razón, la milpa agroecológica no sólo permite la producción de variados alimentos, sino también proporciona otras acciones conjuntas que requieren organización de la familia para lograr la biofabricación de sus propios insumos que usarán en la parcela durante la siembra del temporal, hasta la cosecha y venta regional en mercados locales, espacios ganados por ellos mismos.
En este sistema, la agroecología busca recuperar el conocimiento tradicional utilizando algunos elementos científicos. Se enfoca en generar un diálogo de saberes, para lo cual, los dos tipos de conocimientos son importantes –tradicional y científico–. Esta combinación de conocimientos se forja en intercambios y reflexiones sobre el contexto actual: semillas, autosuficiencia, seguridad y soberanía alimentaria. Este nuevo conocimiento se nutre de fuentes ilimitadas: el saber popular o conocimiento local y el conocimiento que portan actores no locales. Los conocimientos diferentes que se intersectan e interactúan entre sí, entendidas como construcciones sociales de la realidad diferente, pero no por ello irreconciliables.
En resumidas cuentas, estas dinámicas son valiosas, pues diversifican de manera holística las actividades productivas, pasan de ser resguardo o defensa familiar a una estrategia colmada de alternativas al desarrollo impulsadas desde ámbitos locales. La recuperación de la autosuficiencia alimentaria en Guerrero y en México debe iniciarse a partir de las experiencias que contribuyan a mejorar la situación socioambiental y socioecológica, pero también la viabilidad socioeconómica, abriendo oportunidades equitativas y justas, basadas en principios de economía social y solidaria. Pues, el fin productivo de la familia no es lograr las máximas ganancias, sino ramificar sus mundos de vida, desde la misma cotidianidad campesina.
Fuente: La Jornada del Campo