Venezuela: La Comuna y el extractivismo: dos proyectos políticos divergentes
"Es fundamental no sólo ampliar cuantitativamente los debates sobre La Comuna en Venezuela y América Latina, sino también cualitativamente, en los términos de poder pensar este proyecto desde otras epistemologías, más allá del ideal desarrollista y de la trampa del extractivismo como base material para la transición."
Mayo de 2013
Aportes al debate sobre la construcción de Las Comunas en Venezuela
Por Emiliano Teran Mantovani
“La reconstrucción de la esfera reproductiva, material y política es la característica definitoria del modo socialista de control metabólico social. No puede dejarse para un lejano futuro la creación de las mediaciones necesarias para alcanzarla. En esto muestran, la articulación defensiva y la centralización sectorial del movimiento en el siglo veinte, su auténtico anacronismo y su inviabilidad histórica”.
István Mészáros
“Que abran los pétalos mil flores y que florezcan mil comunas”
Oscar Guédez, Comuna Francisco Tamayo
La Revolución Bolivariana se encuentra en un punto de inflexión, en una bifurcación, la cual se va a definir en la dinámica de reajustes y reacomodos del esquema de poder en Venezuela luego del fallecimiento del presidente Hugo Chávez. En dicha dinámica, el papel del chavismo de base, Poder Constituyente que encarna una fuerza contrahegemónica, es medular, debido a que representa la masa crítica de un proyecto popular autogobernante y anticapitalista, con un enorme potencial emancipador y ecológico, que genera un contrapeso a las tendencias más conservadoras y reaccionarias que operan en este esquema de poder nacional.
El proyecto político de la “Comuna”, que también se ha llamado el “Estado Comunal” ―término no carente de problemas―, es un reflejo de toda esta dinámica, en el sentido en que contiene una serie de propuestas para la construcción de una soberanía popular-territorial sostenible, pero que no está libre de las tensiones propias de un esquema de poder dominado jerárquica y centralizadamente por el Petro-Estado venezolano, y su particular cosmovisión desarrollista.
El importante debate sobre las Comunas, como el proyecto de un nuevo modelo de sociedad post-rentista y post-capitalista, ha sido muy permeado por la epistemología eurocéntrica y neocolonial que encierra el ideal del «desarrollo», la cual está profundamente anclada en nuestros mitos fundacionales como nación, constituyendo así nuestros patrones de conocimiento. Es fundamental no sólo ampliar cuantitativamente los debates sobre La Comuna en Venezuela y América Latina, sino también cualitativamente, en los términos de poder pensar este proyecto desde otras epistemologías, más allá del ideal desarrollista y de la trampa del extractivismo como base material para la transición.
Hemos propuesto algunos puntos fundamentales para la discusión, tratando de resaltar las limitaciones que se plantean en la construcción de un modelo social comunalizado, a partir de los patrones del capitalismo rentístico y su particular esquema de poder jerarquizado por el Petro-Estado. La idea es tratar de visibilizar dichos límites, e intentar abrir nuevos caminos para la concreción de este proyecto revolucionario.
a) Petro-Estado y Comuna: lo exógeno y lo endógeno
Antes que denominar al Estado venezolano sólo como “Estado burgués”, es importante reconocer su carácter sui géneris en la dinámica del capitalismo mundial. Se trata principalmente de un Petro-Estado desarrollista y dependiente que va tomando forma y definición entre las décadas de los 30 y 40 del siglo XX, y que tiene su razón de ser en un elemento de carácter exógeno como lo es el petróleo para el mercado mundial capitalista.
Esto significa que el llamado “desarrollo endógeno”, que supondría el empoderamiento popular-territorial en vías hacia la constitución de Las Comunas, como núcleos principales de un nuevo modelo social construido a partir de las particularidades bioculturales de los territorios, estaría siendo impulsado y administrado por el Petro-Estado, el cual ha funcionado históricamente, y continúa funcionando, como una interfaz entre el capital y la naturaleza, entre el territorio y los sujetos ―como una especie de alcabala de la economía-mundo capitalista―, y como el gran gestor de la senda del«progreso» de las naciones, todo esto determinado por un esquema de poder profundamente centralizado y además articulado a la lógica transnacionalizada de la globalización.
Es fundamental entonces, pensar qué papel puede jugar realmente este proceso de empoderamiento de lo endógeno bajo el esquema de «desarrollo» exógeno que caracteriza la histórica estructura del Petro-Estado venezolano, más allá de los planteamientos programáticos estatales que teorizan hacia esta dirección. ¿Qué factores constitutivos han llevado a que en cambio, en la actualidad el modelo rentista se haya profundizado ―cerca del 95% de las exportaciones provienen del petróleo según el BCV[2]― y que la economía social sea aún tan minúscula en términos relativos respecto al tamaño de nuestra economía?
Incluso con los grandes avances en la Revolución Bolivariana, las propias limitaciones de este modelo desarrollista del capitalismo rentístico, apuntan a unas muy problemáticas tensiones entre lo exógeno y lo endógeno, entre lo nacional-estatal y lo popular-territorial, que en épocas pasadas estaban determinadas por la lógica extractivista más oligárquica impulsada por el Petro-Estado de la mano de los Estados Unidos, hasta llegar a la actual lógica extractivista estatalizada y burocratizada, de la mano principalmente de China. No en vano, el esquema de poder que reproduce la estructura del Petro-Estado nos llevó, del desplazamiento de la vieja oligarquía venezolana en el mando del mismo, a la formación de una nueva burguesía corporativa en el seno de la Revolución Bolivariana. Esto no responde a una casualidad.
¿Podría el mismo Petro-Estado ir gestionando su propia disolución, desapareciendo por medio de su iniciativa administrativa, transfiriendo fondos “de arriba hacia abajo” para ir delegando las actividades productivas y el ejercicio del poder a las organizaciones comunitarias, hasta democratizar y comunalizar la organización de la sociedad venezolana? Comprender las limitaciones estructurales de nuestro esquema de poder nos invita a pensar en la activación de alternativas de transición no extractivistas más allá del patrón del «desarrollo».
b) ¿Es posible la “Siembra Petrolera” para el “Estado Comunal”?
La forma en la cual el Petro-Estado parece prometernos nuevamente el camino hacia la “modernidad”, el «desarrollo» y la “independencia”, nos remite a la vieja idea de “sembrar el petróleo”. Desde los años 30 del siglo pasado, hasta la actualidad de la Revolución Bolivariana ―con un paréntesis en el período de crisis y reestructuraciones neoliberales 1983-1998―, esta idea enarbola la posibilidad de salir del modelo parasitario rentista a partir de la propia captación de la renta, para enrumbarnos hacia una “Venezuela productiva”.
Pero, ¿por qué no hemos podido “sembrar el petróleo”? La respuesta ha sido constantemente adjudicada por nuestros representantes políticos como un problema de índole administrativo y gerencial ―era prácticamente una promesa en todos los discursos de toma de posesión presidencial el afirmar que “¡ahora sí administraremos bien los ingresos petroleros!”. No obstante, esta matriz de opinión ha ocultado dos elementos importantes: uno, los propios límites estructurales de nuestra economía nacional, y dos, que además la futura “Venezuela productiva” se ha inscrito en una lógica profundamente desarrollista, es decir, que no abandona el patrón de ordenamiento social basado en la idea de «desarrollo».
El Petro-Estado venezolano es, tal y como lo diría Asdrubal Baptista, una especie de terrateniente, el cual percibe una renta que no produce. Con esa renta, recrea la modernidad y alimenta la ilusión del «desarrollo» y la “independencia”. La idea de “sembrar el petróleo” se basa en el mito por el cual el dinero de la renta, los petrodólares, pueden resolverlo todo. El problema es que la inyección de estos grandes excedentes petroleros se insertan en nuestra estructura económica doméstica, causando numerosas distorsiones que impiden, bloquean y/o desestimulan el dejar atrás el propio modelo rentista.
Al respecto, existen varios factores a tener en cuenta. Los enormes excedentes introducidos como circulante en el cuerpo de la nación son totalmente desproporcionados respecto a nuestra estructura económica interna, lo que produce una “indigestión” rentística, parafraseando a Pérez Alfonzo, que al contrario de lo que se querría, estimula poderosamente una “artificiosa” economía parasitaria de importaciones. Este caudal de petrodólares produce el relajamiento de las expresiones productivo/creativas, las cuales, en la relación paternal/clientelar que fomenta el Petro-Estado, se desmovilizan esperando su parte de la renta ―para qué producirlo si podemos recrearlo.
El proyecto de La Comuna se enfrenta entonces, no sólo a las reestructuraciones que el Petro-Estado hace del espacio geográfico, urbanizando y modernizando el mismo, insertándolo al mercado mundial capitalista e incrustándole estilos de vidas y cosmovisiones funcionales al propio sistema ―pensemos y preguntémonos sobre los proyectos futuros en la Faja Petrolífera del Orinoco―, sino también a los propios estímulos parasitarios que crea esta estructura económica en los espacios comunales existentes, atentando contra la permanencia o la construcción de nuevos estilos de vida en el territorio.
El carácter centralizado y exógeno del Petro-Estado también nos lleva a preguntarnos, ¿quiénes son los que “siembran el petróleo”? Sobre esto es fundamental resaltar dos aspectos: uno, es que la “siembra petrolera”, inscrita en el patrón geopolítico y monocultural del «desarrollo», es administrada de arriba hacia abajo por la propia estructura de poder dependiente y transnacionalizada que compone al Petro-Estado, lo cual refleja una tensión histórica entre esta estructura, y toda la diversidad biocultural de los territorios que han sido sometidos por ella ―desde el Lago de Maracaibo y sus zonas aledañas a partir de la década de los 20 del siglo XX, hasta los proyectos futuros que afectarán la cuenca del Orinoco.
El otro aspecto a resaltar se trata de que, esta “siembra petrolera”, como «desarrollo» ascendente y necesariamente en constante expansión, requiere de crecientes inversiones con las que sólo cuentan los grandes capitales transnacionalizados. Estos grandes capitales dirigen u orientan esta “siembra” a la satisfacción de sus intereses para el mercado mundial capitalista o para el suministro de materias primas, lo cual es sumamente problemático y contradictorio con los intereses territoriales de los pueblos y comunidades que componen la nación.
Por último, la crisis civilizatoria global, con altos niveles de vulnerabilidad sistémica, nos exige el fortalecimiento territorial y la disminución de los encadenamientos globales con el volátil mercado capitalista. La expansión de nuestro «desarrollo» sobre un modelo energético insostenible, y con crecientes niveles de dependencia ante un vacilante mercado petrolero ―recordemos el brusco cambio de los precios internacionales del petróleo de 147$ en junio de 2008 a menos de 40$ en 2009― supone riesgos incalculables para la soberanía popular-territorial y nacional.
c) Venezuela como una “Potencia Energética Mundial”
La Comuna y el extractivismo son dos proyecto políticos opuestos y divergentes. Si los males propios de un modelo extractivista y rentista como el venezolano, son bastante notorios con los niveles de “producción” que tenemos en la actualidad (alrededor de 3 millones de barriles diarios), cabe preguntarse ¿cuál es el futuro de Venezuela como “Potencia Energética Mundial” sobre la base de duplicar su “producción” petrolera, hasta llevarla a 6 millones de barriles para 2019-2021? ¿A quién interesan esos 3 millones adicionales de extracción, a los habitantes de Venezuela o al mercado mundial capitalista? Y en todo caso, ¿no bastaría con todo ese inmenso caudal de nueva renta petrolera? ¿Para qué entonces deberíamos abrirnos a proyectos de minería a mayor escala en varias partes del territorio nacional, tal y como lo contempla el Plan de la Patria 2013-2019?
¿Qué tiene que ver este frenético futuro «desarrollo» petrolero y de minería con el impulso a formas de autogobierno comunal y de producciones autosostenibles y ecológicas a partir de las dinámicas bioculturales de los pobladores y pobladoras, y sus territorios? Este futuro ensanchamiento del Petro-Estado tiene sus consecuencias en la cartografía de poder en la Revolución Bolivariana, tanto en detrimento de las iniciativas comunales territoriales, como en el propio funcionamiento de nuestro modelo económico. Los “booms” rentísticos, como en el que nos encontramos parados a partir del auge de la demanda China de “commodities”, son más peligrosos en el sentido en que nos crean una ilusión de riqueza y expansión de la modernidad que tiende a abrir fases de progresivo endeudamiento externo. ¿Hay algún paralelismo entre la situación de la “Venezuela Saudita” en los años 70 y la coyuntura actual? ¿Cómo se verían afectadas las soberanías populares-territoriales de las expresiones comunales en el país ante una crisis de mayor escala?
d) División Social del Trabajo y División Internacional del Trabajo: ¿globalización o desglobalización?
Ciertamente, una de las principales reivindicaciones del proyecto de La Comuna es disolver la División Social del Trabajo, creando una “República” sin jerarquías y de ordenamientos horizontales. No obstante, la economía-mundo capitalista está constituida por encadenamientos geográficos a escala planetaria que estructuraron un sistema de dominación polarizado y profundamente asimétrico: la División Internacional del Trabajo. Esta estructuración sistémica ya existía, y se estaba configurando, desde el siglo XVI, lo que indica que la economía capitalista/colonial, como sistema integrado, antecede a cualquier cosa que posteriormente llamáramos “economía nacional”, y por ende a cualquier Estado-nación soberano que se haya declarado “independiente” ―como en las revoluciones de principios del siglo XIX en América Latina. Los países de las periferias del sistema capitalista, como Venezuela, son entonces paradójicamente Estados “independientes” dependientes. La División Internacional del Trabajo atraviesa y constituye al Petro-Estado venezolano, quien a su vez gobierna, administra y regula el territorio nacional y sus pobladores y pobladoras.
El proyecto político de La Comuna, como proyecto anticapitalista, antirracista, ecologista y antipatriarcal no puede sólo centrarse en disolver la División Social del Trabajo, sino que necesariamente debe apuntar a la desarticulación territorial con la División Internacional del Trabajo. El Petro-Estado venezolano no sólo organiza y administra los procesos internos capitalistas para la expropiación del plusvalor producido por los trabajadores, sino que principalmente, en su función estructural subordinada, canaliza y facilita la apropiación del excedente por parte de las áreas centrales de la economía-mundo, en este caso, basado en la “Naturaleza” que exportamos, la cual nos reporta de vuelta una renta. Un sistema interno de ordenamientos horizontales, pero inscrito en la División Internacional de Trabajo, mantendría la jerarquía subordinada que hace funcionar al capitalismo mundial, y por tanto alimentaría la estructura de poder global que bloquea todo intento de disolver la División Social del Trabajo y el nexo con el sistema capitalista.
Vale entonces preguntarse, ¿qué produciría La Comuna? ¿Para qué y para quienes produciría? ¿Cuál es la razón de ser de una Comuna que mantiene una especialización funcional a la División Internacional del Trabajo y su realización como valor para el mercado capitalista? La economía-mundo capitalista funciona en la articulación de varias formas económicas―algunas no capitalistas― que, usando al Estado dependiente como bisagra o interfaz, giran en torno a la hegemonía de los núcleos centrales del capital. De esta forma, en términos del sistema-mundo, el Petro-Estado no puede NO ser capitalista, y mucho menos ser “socialista” ―a menos que entendamos el socialismo como Capitalismo de Estado―, y en la medida en que nos insertemos más en la globalización más difícil será avanzar al proyecto de La Comuna.
Esto a su vez, nos lleva a plantear dos elementos:
i) la unidad de análisis no puede seguir siendo única o principalmente “La República”, o el Estado-nación “Venezuela”. Es necesario pensar todos estos procesos geográficos en otras territorialidades, entendiendo que lo único que se “desarrolla” es la economía-mundo capitalista, la cual es de naturaleza polarizante[3]. Es necesario pensar también a escalas regionales territoriales y a escalas comunales, construyendo unidades con mayores rangos de autonomía y sostenibilidad. Si se produjera el progresivo empoderamiento de Las Comunas, ¿cuál sería el papel del Estado en el futuro? ¿Para qué serviría exactamente? ¿Qué sería en realidad un “Estado Comunal”?
ii) El proyecto político de La Comuna debe apuntar necesariamente hacia la desglobalización. La globalización es un producto de la expansión histórica del capital a escala planetaria, proceso desarrollado desde el siglo XVI y que toma su forma contemporánea a partir del modelo de la segunda posguerra (1945+) y con la posterior crisis sistémica que se da desde los años 70. No podemos sólo fascinarnos y desear la “modernidad” con sus sistemas de comunicaciones y sus tecnologías de punta, sin comprender el modelo que los ha hecho y los hace posible, sin asumir las consecuencias que estos estilo de vida que hemos tenido y que aún mantenemos, son los que sostienen esta estructura mundializada del capital ―bajo modos de vida sostenibles y territorializados no hubiese sido posible la globalización.
La desglobalización se orienta al desencadenamiento de la dependencia y sumisión al capital global. El proyecto de Las Comunas asienta las bases para ello. Los proyecto de integración regional no son buenos per se. Un tratado de comercio de los pueblos como el ALBA, pensado desde la teoría de la “desconexión”, no es exactamente lo mismo a una integración mercantilista, corporativista y extractivista desde el MERCOSUR, bajo la hegemonía de la potencia emergente Brasil.
e) La Oposición capital-trabajo. ¿Y la Naturaleza?
El proyecto político de La Comuna representa la base material para avanzar hacia ese quinto objetivo histórico propuesto en el Plan de la Patria 2013-2019 que habla de Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana. No obstante, para que esto sea materializable es fundamental tratar de pensar La Comuna más allá del patrón del «desarrollo». Los teóricos del Socialismo del Siglo XXI más reconocidos, como Atilio Borón, Heinz Dieterich, Juan Carlos Monedero o István Mészáros, generalmente otorgan centralidad a la relación de dominación capital-trabajo, dejando a la Naturaleza por fuera de la construcción y reproducción social del valor[4].
La valorización social que se ha hegemonizado en nuestros imaginarios modernos, proveniente de una matriz profundamente antropocéntrica y economicista, invisibiliza el propio valor contenido en la naturaleza, el valor de la vida, de la cual el sujeto es sólo una parte de la misma, lo cual se refleja finalmente en una contabilidad distorsionada en la cual la destrucción de la naturaleza no es tomada en cuenta como pérdida ―o como pobreza. El proyecto político de La Comuna requiere repensar la propia construcción social del valor, en vías a una representación biocéntrica del mismo. Esto implica una conexión con el espacio que permite considerar a los bienes comunes como “activos sociales”, activos de vida, y los daños ambientales ya no sólo como “daños colaterales” de la modernidad, haciendo más visibles los límites del planeta con relación a la matriz economicista y productivista del «desarrollo», poniendo en crisis la noción tradicional de pobreza, el imaginario de “riqueza”, y dándole mucha más notoriedad al problema de la sostenibilidad.
f) Comuna, Petro-Estado, subjetividad y urbes
En el esquema de poder actual en la Revolución Bolivariana, bajo el modelo rentista dependiente y con proyecciones a intensificar dicho modelo, existen dos factores de suma importancia:
i) Por un lado, La Comuna se ofrece como posibilidad revolucionaria hacia un modelo post-rentista y post-capitalista. Y no sólo como proyecto a futuro, sino que existen los denominados “epicentros comunales” que actualmente representan las semillas, las organizaciones pioneras que sirven de referencia sobre el camino a seguir a mayores escalas, hasta tener alcance regional.
ii) Por otro lado, si analizáramos las diversas variables que inciden en el tipo de sociedad que tenemos, veríamos que hay de hecho una sobredeterminación del modelo rentista sobre el resto de los factores nacionales. Es como una especie de “supervariable”, que marca determinantemente la forma en la cual nuestra sociedad se reproduce.
El modelo rentista petrolero es un modelo que desestimula poderosamente las expresiones de autonomía y autogestión comunitarias territoriales. Su carácter exógeno, pecuniario y desigual, afecta severamente los principios de funcionamiento de instituciones fuertes y duraderas para el autogobierno de los bienes comunes, principios descritos por la premio Nobel y la gran teórica de los “bienes comunes”, Elinor Ostrom. Según Ostrom, para que una experiencia de este tipo sea exitosa y perdurable, debe basarse en la existencia de una cohesión colectiva, definición de parámetros compartidos y un clima constante de respeto comunitario; que los beneficios obtenidos de la gestión sean proporcionales; que las reglas se establezcan en referencia a las condiciones locales; que exista una participación colectiva en la elaboración y revisión de las normas, una contraloría y la posibilidad de resolver conflictos; que se generen sanciones y justicia ante las fallas; que las autoridades estatales acepten al menos mínimamente esta organización popular; y por último, si esta organización funcionara a escalas más grandes, deben estar encadenadas las varias capas que la componen para su buen funcionamiento[5]. A esto es importante sumarle, siguiendo al dirigente indígena ecuatoriano de origen kichwa, Luis Macas, que en el espacio comunitario debe existir un sistema de propiedad colectiva y una relación y convivencia con la naturaleza[6].
El tipo de relación de poder que se estructura en torno al Petro-Estado, además de desestimular gran parte de estos factores mínimos para una gestión comunitaria de autogobierno, incentiva la falta de participación política, el clientelismo y la cooptación. Esto implica que, si La Comuna busca la construcción de una nueva subjetividad comunalizada, con valores y cosmovisiones diferentes a las dominantes, sus procesos formativos como mecanismo para “crear conciencia”, se enfrentarían al desproporcionado engrandecimiento del Petro-Estado en su objetivo de convertirse en una “Potencia Energética Mundial”, planteando severos problemas y desafíos culturales a este objetivo de construir un nuevo modelo de sociedad. Nuevamente, se hace evidente la divergencia de caminos entre el proyecto de La Comuna y el extractivismo, con respecto a un verdadero cambio cultural, ontológico e identitario en Venezuela. ¿En qué ámbitos y momentos podría y debería La Comuna disputar culturalmente este cambio discursivo con el Petro-Estado?
Por otro lado, si desde La Comuna se plantea impactar en las condiciones objetivas para de esta forma transformar la conciencia, es fundamental tomar en cuenta esta fórmula también de manera inversa, sobre todo porque en Venezuela alrededor del 90% de la población vive en ciudades. Las urbes, como espacios de enclave del capitalismo globalizado de consumo, y núcleos geográficos parasitarios respecto a las zonas rurales, son las áreas más conectadas al sistema y por tanto más penetradas por el imperialismo cultural. El proyecto de La Comuna necesita orientar procesos de transformación del espacio urbano que hagan de los mismos, lugares autosustentables, en la máxima medida de los posible. Hay que ruralizar la economía y campesinizar el planeta, en palabras del experto en temas de alimentación y desarrollo, Gustavo Duch[7]. Pero esta difícil tarea supone que no se trata sólo de un reordenamiento territorial, sino una reformulación de las lógicas y estilos de vida en las ciudades, una modificación radical de los modos de nuestras relaciones sociales y con la Naturaleza, lo cual necesita el impulso de una verdadera revolución cultural en el país, sobre una enorme población urbana que ideológicamente ha sido profundamente modernizada.
Nos preguntamos, ¿el modelo rentista petrolero permite una revolución cultural de este tipo? ¿Esta revolución implicaría una necesaria disputa cultural con el Petro-Estado? La asunción del Poder Popular, de una soberanía territorial autogobernante para el impulso del proyecto de Las Comunas, parece ser viable bajo la potencia de lo que Enrique Dussel ha denominado el “poder obediencial”[8], del mandar obedeciendo de los zapatistas, que aparece reflejado en el Plan de la Patria 2013-2019[9]. Se trata de intentar poner a las lapas del Petro-Estado, a abrir verdaderamente el camino para que los cachicamos se organicen en comunas.
* Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos CELARG, y hace parte del equipo promotor del Foro Social Mundial Temático Venezuela
Fuentes consultadas
- BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2010. Versión 25/07/2011. Disponible aquí. [Consultado: 2/09/2012].
- CORENA Parra, Jaime. Las comunas, una concretización histórica de la emancipación socialista. Apuntes socialistas Nº110. Noviembre de 2012. Red Nacional de Comuneros y Comuneras. Disponible aquí. Consultado: [28/11/2012].
- DUSSEL, Enrique. 20 tesis de política. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas, 2008.
- FERRO, Lorena. Gustavo Duch: "Hay que 'ruralizar' la economía y 'campesinizar' el planeta". La Vanguardia. 21/10/2011. Aquí. [Consultado: 5/11/2011].
- MÉSZÁROS, István. El siglo XXI. ¿Socialismo o barbarie? Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. Caracas, 2007.
- OSTROM, Elinor. Reformulando los bienes comunes. Originalmente publicado como “Reformulating the commons”, en J. Burger, E. Ostrom, R. Norgaard , D. Policansky y B. Goldstein (eds.), Protecting the commons: a framework for resource management in the Americas, Washington, D. C., Island Press, 2001, pp. 17-41. Traducido por Danny Pinedo. Aquí (pdf) Consultado: [15/03/2012].
- PROPUESTA del Candidato de la Patria Comandante Hugo Chávez Para la gestión Bolivariana socialista 2013-2019. 11 de junio de 2012. Aquí (pdf) [Consultado: 13/06/2012].
- SIMBAÑA, Floresmilo «El sumak kawsay como proyecto político», en: ABYA Yala Universidad Politécnica Salesiana. Fundación Rosa Luxemburg (coordinadores). Más allá del desarrollo. Fundación Rosa Luxemburg/Abya Yala. Caracas, 2011.
- WALLERSTEIN, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Akal Ediciones. Madrid, 2004.
Notas
[1] La redacción de este artículo está motivada a partir de las importantes discusiones que se dieron en el Primer Congreso Nacional Comunero en la Sierra de San Luis, estado Falcón, del 29 de noviembre al 2 de diciembre, como un aporte para la ampliación de las mismas. Agradecemos enormemente por las entrevistas concedidas a Oscar Guédez, de la Comuna Francisco Tamayo; Nelson Ures, de El Tocuyo – Morán; y Omar Rodríguez, de la Comuna Alí Primera, Mamporal – Barlovento, que nos sirvieron de elementos para algunas reflexiones importantes. Hemos utilizado también como referencia el texto de Jaime Corena Parra, de noviembre de 2012, “Apuntes socialistas Nº110. Las comunas, una concretización histórica de la emancipación socialista”, el cual fue uno de los insumos para la discusión en dicho encuentro. Disponible aquí
[2] BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2010. p.159. Para 1999, las exportaciones petroleras representaban el 79,5% del total de las mismas, según Informe BCV de ese año, p.17.
[3] Cfr. WALLERSTEIN, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos.
[4] Véase por ejemplo: MÉSZÁROS, István. El siglo XXI. ¿Socialismo o barbarie?
[5] Cfr. OSTROM, Elinor. Reformulando los bienes comunes Para ver en detalle estos principios enumerados, ver pp.58-60
[6] En: Floresmilo Simbaña, «El sumak kawsay como proyecto político», en: ABYA Yala Universidad Politécnica Salesiana. Fundación Rosa Luxemburg (coordinadores). Más allá del desarrollo. p.225
[7] Cfr. FERRO, Lorena. Gustavo Duch: "Hay que 'ruralizar' la economía y 'campesinizar' el planeta".
[8]Cfr. DUSSEL, Enrique. «Tesis 4 El poder obediencial», en: 20 tesis de política. pp.37-42
[9] Cfr. PROPUESTA del Candidato de la Patria Comandante Hugo Chávez Para la gestión Bolivariana socialista 2013-2019. 11 de junio de 2012. p.25. Punto 2.5.2
Fuente: ALAI