Veinte años de OGM. Boletín N° 526 de la RALLT
Ecos del II Congreso latinoamericano de Salud Socio-Ambiental en Rosario, Argentina; Transgénicos: ¿20 años alimentando o engañando al mundo?; Costa Rica: 72% de los cantones son territorios libres de cultivos transgénicos. Boletín N° 526 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos
RED POR UNA AMÉRICA LATINA LIBRE DE TRANSGÉNICOS
BOLETÍN 526
Contenido:
ECOS DEL II CONGRESO LATINOAMERICANO DE SALUD SOCIO-AMBIENTAL EN ROSARIO – ARGENTINA
TRANSGÉNICOS: ¿20 AÑOS ALIMENTANDO O ENGAÑANDO AL MUNDO?
Costa Rica:
72% DE LOS CANTONES SON TERRITORIOS LIBRES DE CULTIVOS TRANSGÉNICOS
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ECOS DEL II CONGRESO LATINOAMERICANO DE SALUD SOCIO-AMBIENTAL EN ROSARIO – ARGENTINA
Elizabeth Bravo
RALLT
Del 24 al 28 de junio tuvo lugar en la ciudad de Rosario el II Congreso Latinoamericano de Salud Socio Ambiental, donde unos 500 participantes nos reunimos para escuchar sobre la realidad socio- ambiental que se vive en nuestra América Latina, particularmente en Argentina. Gran parte de las discusiones giraron en torno al modelo agrícola que se ha impuesto en la región, conformado por la combinación de semillas de soja transgénica, fumigaciones aéreas o terrestres de manera masiva, la siembra directa y una alta concentración de la tierra, lo que ha conllevado a la creación de la “República Unida de la Soja”, según dice la propaganda de la corporación SINGENTA.
En el congreso hubo 4 conferencias magistrales, dos de las cuales estaban relacionadas con los cultivos transgénicos y su insumo obligatorio: el glifosato. La primera conferencia estuvo a cargo del Dr. Andrés Carrasco, profesor de la Universidad de Buenos Aires quien ha hecho estudios del efecto del glifosato en embriones de anfibio, con resultados aterradores. Este es el herbicida más usado en el mundo, especialmente desde que se masificó la siembra de soja transgénica resistente a este agrotóxico. En su ponencia el cuestionó la viabilidad de los cultivos transgénicos a largo plazo, desde un punto de vista biológico y evolutivo.
El Dr. Gilles-Eric Serallini hizo su presentación por skype, donde presentó los resultados de su último trabajo sobre los efectos de los alimentos transgénicos y sus agroquímicos asociados en la salud, con especial mención al maíz transgénico resistente a glifosato y al glifosato mismo (¿?) En su estudio al largo plazo con ratas, su equipo de investigación encontró alarmantes datos sobre envejecimiento prematuro y otras graves alteraciones en la salud de estos animales de laboratorio.
La siguiente conferencia magistral estuvo a cargo del periodista español Miguel Jara, quien ha estudiado la industria de los medicamentos. Poco después de su ponencia el escribió la siguiente nota:
Esta mañana he dado mi conferencia en la Facultad de Medicina de Rosario (Argeina), un auténtico templo del pensamiento crítico que se le presupone a la Universidad. Ha versado sobre las relaciones de la industria químico tóxica con la farmacéutica. En el país andino, sobre todo en la provincia de Santa Fe, donde senclava Rosario, tiene un problema enorme con la agricultura industrial y su sistema de producción de monocultivos a base de insumos tóxicos…. Aquí (y allí donde lo cuento) llama la atención que empresas comerciantes de agrotóxicos y/o semillas transgénicas como Bayer, Aventis, Novartis o Monsanto tengan o hayan tenido un área de medicamentos y productos sanitarios; por un lado producen tóxicos que enferman a las personas y por otra se postulan como adalides de la medicina moderna (algunas de ellas como con muertes provocadas por sus medicamentos a sus espaldas).
Si, las mismas empresas que nos enferman, vienen luego a vendernos sus fármacos para curarnos. Por eso fue interesante la mesa redonda del último día, donde decanos de universidades argentinas y uruguayas de “Ciencias Médicas” debatieron sobre la necesidad de impartir conocimientos en salud y sus determinaciones sociales y ambientales, y no centrarse en la enfermedad y su medicalización.
En el seminario se abordaron otros temas relacionados con la salud socio-ambiental, como la explotación minera de oro y cobre y los profundos cambios que producen en el paisaje, la minería de uranio, los impactos potenciales del fracking, que es la extracción de petróleo a partir de rocas; la industria de la pulpa de papel y la herencia de la industria del asbesto. Todas estas tienen algo en común: utilizan inmensas cantidades de agua en su proceso productivo, y los devuelven al ambiente contaminado.
LOS CAMINOS DE LA SOJA
Aprovechando nuestra estancia en Rosario, hicimos una gira por el enclave portuario que cubre las poblaciones de San Lorenzo, Timbues y Puerto San Martín, por donde sale el 60% de la soja argentina (y parte de la producción paraguaya, uruguaya y boliviana).
La actividad en las vías y carreteras es sorprendente. No hay un minuto en el que no pasa de ida o de vuelta, camiones, y más camiones. Un poblador dice que por esos poblados circulan diariamente un promedio de dos mil camiones diarios cargando cada uno 30 toneladas de soja, los que son depositados en los grandes buques que entran por el río Paraná.
Me sorprendió conocer los silos de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) en la ciudad de San Lorenzo, (80.000 habitantes) donde se almacenan cerca de 240.000 toneladas de soja. Los silos están en medio del poblado y nos cuentan que hace tiempo se produjo una explosión en el silo que mató a varias personas y daños en las viviendas. Los inmensos silos se unen con su puerto privado.
Y es que cada gran empresa tiene su puerto, haciendo del río Paraná, un territorio ocupado. En sus playas hay puertos, silos y fábricas procesadoras de las grandes cerealeras como Bunge, Cargill, ADM, Vicentín. Asociado al negocio de la soja está la planta de biodiesel de Patagonia Energía y una planta de producción de fertilizantes, para devolver de manera sintética a la tierra los nutrientes extraídos por la soja.
Hay además refinerías de YPF, Petrobras y otras empresas petroleras. Por el río entran y salen enormes buques petroleros que sacan el crudo que viene del sur del país. Hay también barcos que ingresan con gas importado, y junto al puerto, miles de camiones de distintas regiones del país, así como de Paraguay para llevar el gas que mueve la economía regional.
Se atravesó el famoso Tren Azul, que dicen son 4 trenes diarios, que transporta los minerales que salen de La Alumbrera en Catamarca, principalmente oro y cobre (pero tal vez también otros minerales) a su puerto en Puerto General san Martín, en la rivera del río Paraná.
Y mientras pasábamos por las zonas agrícolas, ahora bajo barbecho químico, es decir rociadas con herbicidas más tóxicos que el mismo glifosato, pudimos apreciar el color mortecino del suelo: ahí no crece nada y esa es la intención. ¡Tanta agresión a la tierra a nombre del progreso!
LA VENGANZA DEL AMARANTO
De vuelta al Congreso, pudimos escuchar los testimonios de vecinos de varios poblados asentados a lo largo de la Pampa Húmeda, afectados por las fumigaciones asociadas con la soja transgénica, incluyendo un periodista de Alberti que fue fumigado mientras hacía una filmación. Recordemos que la soja transgénica que se siembra en Argentina, así como en los otros países del Cono Sur ha sido manipulada para que puede sobrevivir a las aspersiones hechas con el herbicida glifosato (cuyo nombre comercial es Roundup). De esa manera se puede hacer un control de las plantas que crecen de manera espontánea (mal llamadas malezas o malas hierbas), por métodos químicos, y así disminuir drásticamente el trabajo humano. Los herbicidas matan a las hierbas (con excepción de la soja transgénica), y todo lo demás. Pero hay plantas que logran resistir al veneno; una de estas es el amaranto que se ha convertido en el dolor de cabeza de los productores de soja en el Cono Sur y Estados Unidos. Para erradicarlo usan herbicidas más tóxicos.
Esta zona hay por lo menos 12 millones de personas afectadas por las fumigaciones, y en respuesta a esta gran agresión, los vecinos se convocan para proponer distintas iniciativas ciudadanas para enfrentar los impactos de las fumigaciones. Muchas son iniciativas legislativas. Poner límite a las fumigaciones aéreas, pedir una zona libres de aspersiones, prohibir las fumigaciones cerca de las escuelas…
Escuchamos a las Madres del Barrio Ituzaingó Anexo y su lucha contra los agrotóxicos, la expansión de Monsanto en la Provincia de Córdoba, donde está produciendo semillas híbridas y transgénicas de maíz, y está a punto de construir su gigantesca planta de acondicionamiento de semillas en la localidad Malvinas Argentinas.
Me conmovió mucho la presentación del Dr. Damián Marino del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad Nacional de La Plata, quien a través de su investigación demostró que en Argentina “Llueven agroquímicos”; miles de toneladas cada año.
Quiero terminar esta nota haciendo referencia a un libro que fue lanzado en el Congreso: “La Venganza del Amaranto” de Ricardo Serruya. A través de una serie de notas periodísticas denuncia como la soja y la fumigación enferman y matan. En la dedicatoria de su libro el autor escribió: “Para la hermana latinoamericana con el profundo deseo que el futuro nos encuentre unidos en un enorme amaranto colectivo de resistencia”.
Vamos pues todos a construir este gran amaranto.
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TRANSGÉNICOS: ¿20 AÑOS ALIMENTANDO O ENGAÑANDO AL MUNDO?
GRAIN | 10 April 2013
Persisten los mitos y crecen las mentiras, vivamente alimentadas por la industria, sobre los supuestos beneficios de los cultivos transgénicos. Estos engaños se pueden resumir en cinco: que alimentarán al mundo, que producen más, que eliminarán el uso de los agroquímicos, que coexisten armoniosamente con otros cultivos y que son absolutamente seguros para el medio ambiente y la salud. Desmontar el engaño es sencillo, sólo se trata de echar una mirada, desapasionada y objetiva, a lo que de verdad está pasando en el campo, con datos de la propia industria. La conclusión, después de veinte años de siembra transgénica comercial, es clara: ninguna de las promesas se está cumpliendo, más bien todo lo contrario. Veamos los cinco puntos uno por uno.
Un articulo de GRAIN, publicado en la revista Soberanía Alimentaria, numero 13.
PRIMER MITO. Los cultivos transgénicos eliminarán el hambre en el mundo.
Este es probablemente el argumento favorito entre quienes promueven esta tecnología. Lo repiten en todos los escenarios, 'no podemos alimentar a un mundo con cada vez más personas sin el uso de los transgénicos'.
Pero hay tres constataciones que ponen las cosas en su sitio:
Los datos de la FAO muestran claramente, año tras año, que a nivel mundial se producen alimentos más que suficientes para alimentar a todo el mundo. El hambre no es meramente una cuestión de productividad, es una cuestión de acceso a la tierra y al resto de recursos necesarios para producir alimentos. ¡El hambre, en definitiva, es consecuencia de la pobreza y la exclusión!
Los cultivos transgénicos que hoy se producen a nivel comercial no están pensados para combatir el hambre presente en los países del Sur. No hablamos de cereales destinados directamente a la alimentación de personas sino que hoy, la casi totalidad del área plantada con transgénicos en el mundo, se reduce a cuatro cultivos: soja, maíz, colza y algodón. Los tres primeros se dedican casi por entero a la producción de piensos para ganadería en EEUU y Europa; combustibles para coches y aceites industriales; y el último se usa para fabricar ropa.
En cambio, sí que existe –y muy dolorosamente -una correlación directa entre los cultivos transgénicos y el incremento de hambre en el mundo rural. En países como Brasil y Argentina las gigantescas plantaciones de maíz y soja transgénica – allí les llaman desiertos verdes - expulsan a las gentes de sus tierras y les privan –les roban- de su medio de subsistencia. Y, efectivamente, la consecuencia es hambre, miseria e intoxicaciones para mucha gente del campo. ¡Los cultivos transgénicos ocupan millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles que podrían usarse para producir alimentos!
El año del primer cultivo comercial de OMG sufrieron los efectos del hambre en el mundo unas 800 millones de personas, ahora, con millones de hectáreas cultivadas con OMG la cifra ha amentado a más de 1000 millones. ¿Por qué?
SEGUNDO MITO. Los cultivos transgénicos producen más
Esto, más que un mito, es de nuevo una mentira. Genéticamente hablando, la productividad de un cultivo es demasiado compleja para poder manipularla tan fácilmente, se trata de seres vivos y complejos, no jugamos con piezas de ‘lego’. Depende de muchos factores genéticos pero también de muchos otros elementos. E incluso si ‘todo estuviera en los genes’, la clase científica nunca ha logrado transferir y hacer funcionar más de dos o tres genes a la vez. ¡El gen de la productividad no existe!
Esto se muestra claramente con datos en el país donde han estado sembrando transgénicos desde hace más tiempo: EE.UU. El estudio más amplio y riguroso al respecto lo elaboró la Union of Concerned Scientist que analizó el historial de 20 años de cultivo transgénico en este país. Su conclusión explica que la soja y maíz transgénicos, modificados para resistir altas dosis de herbicidas, no tienen más productividad que las plantas y métodos convencionales. También calculan que del incremento de productividad que han tenido las cosechas de maíz en los últimos 20 años, el 86% se ha debido a métodos y prácticas convencionales. Otros estudios muestran que la productividad de los transgénicos es actualmente más baja que la de los cultivos convencionales.
No debemos perder la realidad de vista pues, como veremos más abajo, las empresas transgénicas solo han logrado llevar dos novedades de sus laboratorios al campo en los 20 años o más que llevan investigando, y ninguno de las dos tiene que ver con la productividad.
TERCER MITO. Los cultivos transgénicos eliminarán los agroquímicos
Más bien lo contrario. Esta afirmación muchas veces viene acompañada con el ejemplo del llamado gen 'Bt', extraído de la bacteria Bacillus thurigiensis que produce una toxina que mata a ciertos gusanos. Insertado en cultivos como el maíz y el algodón, estas plantas producen dicha toxina evitando –decían- así la necesidad de fumigarlas. En el fondo es como si la planta se 'autofumigara' durante las 24 horas del día. Pero los problemas no tardaron en aparecer y, con tantas toxinas en esos monocultivos, los gusanos están rápidamente desarrollando resistencias. Además, aparecen todo tipo de 'plagas secundarias' que antes no existían y a las que se responden con más productos químicos. En definitiva, el uso de agrotóxicos no desaparece.
La otra 'innovación' que nos han traído las corporaciones transgénicas son plantas que incorporan un gen que permite fumigarlas con altas dosis de herbicidas sin que se vean afectadas, ya que son ‘tolerantes’ a determinadas sustancias químicas. Esto permite por ejemplo fumigar las plantaciones a gran escala con avionetas desde el aire año tras año en el mismo sitio, lo que ha facilitado la tremenda expansión del cultivo de soja a nivel mundial. En Argentina hace treinta años la soja casi no existía, y ahora ocupa más de la mitad de todas sus tierras agrícolas. Y si en 1995 se usaban unos 8 millones del herbicida glifosato, ahora esta cantidad sobrepasa los 200 millones de litros para sostener la producción de soja transgénica. El uso de herbicidas se ha multiplicado por más de 20.
En EE.UU. pasa exactamente lo mismo, los transgénicos tolerantes a herbicidas han abierto las compuertas para un uso masivo del glifosato y otros herbicidas. En 2011, en este país las y los agricultores que cultivaron sus campos con estas semillas usaron un 24% más herbicidas que sus colegas que sembraron cultivos convencionales. La razón: las malas hierbas empiezan a desarrollar resistencia al químico. Su llamada revolución trae más problemas que soluciones.
CUARTO MITO. Se respeta el derecho a decidir, pues los transgénicos coexisten pacíficamente con los demás cultivos.
Otro argumento esgrimido por quienes promueven los transgénicos es la libertad de decisión –que cada agricultor o agricultora decida por sí mismo usar o no transgénicos, no hay ninguna imposición. Pero este argumento pasa por alto una ley fundamental de la biología: las plantas de la misma especie se cruzan entre ellas, y más temprano que tarde los genes insertados artificialmente en los cultivos transgénicos acaban apareciendo en los cultivos convencionales.
En Canadá el masivo cultivo de colza transgénica ha llevado al extremo de que prácticamente no existe colza no contaminada genéticamente y, desde luego, anuló el floreciente cultivo ecológico de colza. En el maíz, otro cultivo que se cruza fácilmente con sus hermanos, hay también muchos casos de contaminación genética alrededor del mundo.
La introducción de semillas transgénicas es especialmente alarmante cuando se trata de la contaminación de variedades locales. México es centro de origen y diversificación del maíz, y hace años las comunidades campesinas indígenas ya ven como sus variedades de maíz empiezan a mostrar características raras. Diversos estudios confirman que las causas tienen que ver con la contaminación del maíz transgénico de EE.UU. Si, tal como propone el gobierno de México, se permite a las empresas multinacionales sembrar hasta 2,4 millones de hectáreas de maíz transgénico, no solo tendremos un atentado contra la soberanía alimentaria de estos pueblos, sino que también arriesgaremos la biodiversidad de un cultivo que alimenta a millones de personas alrededor de todo el mundo.
Y en Aragón, en el Estado español, desde 2005 las organizaciones campesinas y ecologistas están denunciado que en más del 40% del grano ecológico se encuentran trazas transgénicas, y esto imposibilita su venta como alimento ecológico o libre de OMG.
Pero lo más perverso de este falso argumento de libertad es cuando se observa cómo las corporaciones transnacionales fuerzan a las y los agricultores a pagar por semillas que nunca han sembrado. En EE.UU. la compañía Monsanto ha llevado a centenares de agricultores y agricultoras a los juzgados bajo la acusación de infringir sus derechos de propiedad intelectual. Detectives de Monsanto, como cobradores del frac, circulan por los campos de EEUU en la búsqueda de genes 'suyos', de agricultores que hayan reproducido los granos antes comprados o, en muchos casos, de campos contaminados por cultivos transgénicos cercanos. Con esta estrategia la compañía, además de lograr cobrar millones de dólares, consigue asustar a agricultores y agricultoras que acaban cediendo y compran las semillas de Monsanto para no correr ‘riesgos’. Es decir, - que ¡cada agricultor escoja..... lo que a las empresas les interesa!
Transgénicos, una ciencia que no avanza:
Los transgénicos están en manos de muy pocas empresas, la más conocida Monsanto, que junto con Dupont, Syngenta, BASF, Bayer y Dow dominan la mayor parte de las investigaciones y patentes transgénicas, acaparan el 60% del mercado mundial de semillas y controlan el 76% del mercado mundial de agroquímicos.
La ‘ciencia’ de tales empresas solo ha conseguido dos aplicaciones. Por un lado los llamados cultivos tolerantes a herbicidas y, por el otro, los que llevan el gen Bt, que les dota de poder insecticida.
En el pasado 2012, el 59% del área cultivada comercialmente con transgénicos en el mundo fueron cultivos con tolerancia o resistencia al herbicida glifosato –el herbicida patentado originalmente por la misma multinacional Monsanto-, el 26% son cultivos insecticidas con el gen Bt, y el 15% llevaban las dos características.
Después de más de 20 años investigando y de millones de euros en inversiones ¿hay que hablar de 'revolución biotecnología' por un par de novedades? Las aplicaciones reales que hoy tienen los transgénicos demuestran cuáles son los verdaderos intereses de la industria, que se convierten en riesgos para la salud y los ecosistemas, y dependencia para las y los agricultores.
Y EL QUINTO MITO. Los transgénicos son seguros para la salud y el medio ambiente.
La seguridad ‘sanitaria’ de los cultivos transgénicos, como poco, hay que cuestionarla. Hagámonos una pregunta, en esta red de agricultura industrial donde las empresas transgénicas controlan despachos de las oficinas de seguridad alimentaria y dictan sus propias normas, ¿les entregamos nuestra salud, así sin más? La soberanía alimentaria pasa indudablemente por que sea la población quien ejerza el control de lo que come.
En estos momentos nuestros platos se sazonan con alimentos que modificaron su ADN y con una alta carga de pesticidas, y parece que nada podemos hacer o decir. La preocupación se redobla con algunas constataciones muy serias en el uso de OMG y sus herbicidas asociados. Un resumen de estos sería:
La Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM) señaló que “los alimentos genéticamente modificados pueden significar un serio problema para la salud”. Citando varios estudios concluyó “que hay más que una casual asociación entre los alimentos GM y los efectos adversos en la salud" y que los “son un serio riesgo en las áreas de toxicología, alergias, inmunología, salud reproductiva, metabólica, fisiológica y genética”.
Los últimos estudios realizados por el Dr. Seralini (explicados en esta misma revista) después de alimentar ratas durante dos años en base a maíz transgénico tolerante al glifosato, demuestran mayor y más pronta mortandad además de efectos hormonales, tumores mamarios en hembras y enfermedades hepatorrenales.
Un reciente estudio de la Universidad de Leipzig, Alemania, encontró concentraciones importantes de glifosato, el ingrediente principal del Roundup, en las muestras de orina de la gente de la ciudad. Los análisis arrojaron que todas tenían concentraciones de glifosato de 5 a 20 veces mayor que el límite para el agua potable.
El catedrático Andrés Carrasco del Laboratorio de Embriología Molecular, CONICET-UBA, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, Argentina, dio a conocer los resultados de sus estudios, según los cuales los herbicidas con glifosato causan malformaciones en los embriones de ranas y pollos en dosis mucho más bajas que las utilizadas en la fumigación agrícola. Las malformaciones fueron de un tipo similar a las observadas en la progenie humana expuesta a dichos herbicidas.
Finalmente nadie puede negar su malignidad cuando contamos con testimonios directos de muertes, abortos y enfermedades en seres humanos afectados por el glifosato, como explica la Argentina Sofía Gatica, ganadora del último premio Goldman.
La salud es nuestra, la agricultura es campesina y debemos defender el Planeta para las próximas generaciones, por ello exigimos soberanía alimentaria.
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COSTA RICA:
72% DE LOS CANTONES SON TERRITORIOS LIBRES DE CULTIVOS TRANSGÉNICOS
La Cruz es el número 59 que suma en esta iniciativa
Eduardo López, Fabián Pacheco.
Con la declaratoria del municipio de La Cruz de Guanacaste el día 27-06-2013 sólo faltan 22 cantones del país en declararse territorios libres de organismos genéticamente modificados.
La campaña contra los cultivos transgénicos, en nuestro país tiene varios años, pero en los últimos meses se han incrementado las acciones en los municipios, lo que se ha convertido en una novedosa forma de acumular la voluntad social del país.
La campaña sigue realizando actividades de educación, debates en escuelas y colegios, foros y sesiones municipales en diversas partes del país, para sacar los transgénicos del territorio nacional.
Mientras tanto, cada día más municipalidades se suman a la iniciativa y se declaran territorios libres de cultivos transgénicos. Eso significa que dentro de poco, el 100% de ellas habrá adoptado la declaratoria. Cuando esto ocurra, ¿Qué acciones tomará el Gobierno central? Definitivamente no podrá seguir indiferente ni menoscabando la autonomía municipal. Deberá atender a esta suerte de "iniciativa popular-municipal" entonces, tal vez la presión desde los Gobiernos locales se traduzca en una política o en una ley nacional.
Desde la Federación Ecologista Costarricense para la Conservación del Ambiente (FECON) celebramos la noticia y les felicitamos por su valiente decisión del municipio de La Cruz, en defensa del bienestar público y en contra del beneficio privado trasnacional.
Ver lista de cantones aquí (pdf)
Ver mapa aquí
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