“Tenemos un poder enorme: el poder de la comida”
La brutal represión policial a un Feriazo en Plaza Constitución le dio mayor visibilidad a la Unión de Trabajadores de la Tierra y su trabajo territorial de casi una década con pequeños productores campesinos. Nahuel Levaggi, coordinador nacional de la UTT, habla sobre el poder de la comida y la política vista desde la huerta.
Tres días antes de que Nahuel Levaggi se sentara a cebar mates para charlar con Cítrica, el macrismo le había regalado a la historia argentina una imagen para la posteridad: una anciana recogiendo berenjenas esparcidas por el piso delante de un cordón de policías armados hasta los dientes. Ese instante de tiempo atrapado por la cámara de Bernardino Ávila es la síntesis perfecta de una época que será recordada por la profunda grieta que deja. De un lado de la grieta, el hambre del pueblo; y del otro, un Gobierno que responde con su poder represivo.
El contexto de esa foto fue un Feriazo de verduras a precios populares que intentaba hacer la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) en Plaza Constitución, uno de los puntos más transitados de la capital argentina. Nahuel, el coordinador nacional de la UTT, fue uno de los protagonistas de aquella jornada en que los palazos y los gases policiales irrumpieron en la vía pública para impedir que los productores de alimentos y la gente de a pie se unieran en torno a berenjenas, perejiles y morrones. Mientras aleja el celular que no para de vibrar y de sonar, Nahuel alista el mate y pone en marcha una larga ronda de reflexiones.
–Ahora que pasaron las horas, las imágenes, las palabras, ¿qué sensaciones te quedan del Feriazo?
–Lo que pasó fue el choque, no necesariamente mentado ni planificado, de los dos modelos propuestos. Fue la disputa del espacio público con el desafío de quién gobierna, quién controla y qué modelo se impone, el de ellos o el de la UTT con esta irrupción que vamos haciendo en el espacio público. Espacio público como espacio social, no solamente como plazas. El otro día ganamos nosotros. Ganamos veinte veces más que si hubieramos ido, vendido un par de cajones de verdura y nos íbamos a las quintas de vuelta. Se generó un punto de inflexión para la sociedad. Nos excede totalmente lo que pasó y nos sigue excediendo, porque entendemos que sintetizó un poco estas cuestiones híper-legítimas y que trascienden la barrera de la militancia, las organizaciones, la protesta. Cuando nosotros hacemos acciones no pensamos ni en el frente ni en el costado, pensamos en toda la tribuna que está mirando y que nos va a mirar por TN. Cuando digo ganamos me refiero al avance del relato sobre otro modelo, y de instalar ese modelo. Lo que combina lo de los Feriazos y los Verdurazos son las luchas de un pueblo productor híper-genuino con el consumidor que tiene hambre, con el pueblo, y esa unión es infalible. No encuentro otras luchas similares, porque en las luchas gremiales o corporativas es un sector que lucha por lo suyo y el que pasa por al lado lo aplaudirá o lo puteará. Acá la lucha es una sola, mi problema y el tuyo, y nos juntamos y lo resolvemos juntos, ahí en la plaza, a la vista de todos. Yo creo que eso es lo que más le rompe las pelotas al Gobierno.
Lo que combina lo de los Feriazos y los Verdurazos son las luchas de un pueblo productor híper genuino con el consumidor que tiene hambre, con el pueblo. Esa unión es infalible
–¿Qué aprendizajes positivos y negativos les dejó esta experiencia?
–Por lo negativo, hay que estar mejor organizados ante los hechos de violencia del Estado. No estábamos preparados para ese nivel de represión. Y por lo positivo, hay que confiar y generar instancias en las que el pueblo se sienta identificado con la lucha. Para eso hay que ser creativos y salir de las formas tradicionales de marchar: un escenario en el que siempre hablan los mismos. Eso no modifica nada. El esfuerzo de las organizaciones tiene que ser generar las condiciones para que todo el pueblo salga, y esas condiciones se generan con estrategia y con firmeza también. Visto hoy, es la función social de quienes producimos alimentos, y eso nos da un poder enorme: el poder de la comida. Nosotros nos paramos en la esquina y decimos "repartimos esto" y hay un poder... justo es el poder que tienen los pequeños productores. No lo tiene la Mesa de Enlace, porque ellos se ponen a repartir porotos de soja y no le interesa a nadie. Entonces, tenemos que ser creativos y darnos cuenta dónde radica el poder que podemos construir y ejercer, porque si construimos ese poder también es para ejercerlo con una función social. Y hay que ejercerlo para una transformación real, no para las especulaciones electorales.
La política en la vida cotidiana
Al margen de la visibilidad que cobró la UTT por la violenta represión en Constitución, la organización viene avanzando fuertemente en los últimos años con una construcción territorial donde confluyen la discusión sobre el modelo productivo y la generación de mejores condiciones de vida para el campesinado. Más de 15 mil familias distribuidas en 13 provincias componen al día de hoy el mapa nacional de la UTT.
–¿Cómo han logrado articular las reivindicaciones del sector de los pequeños productores con discusiones políticas de fondo?
–La UTT surge de un núcleo político. Yo vengo de toda mi vida de la política, de la militancia territorial, no la política partidaria. Vengo del Frente Popular Darío Santillán, de la Aníbal Verón. La UTT surge apuntando a trabajar con un sector para transformar la realidad, no surge de que se juntan dos quinteros y dicen "che, vamos a cobrar más cara la verdura". Entonces, desde el origen, la organización tuvo una perspectiva de transformación, de cambio social. Desde el principio, la consigna es "Tierra, Trabajo y Cambio social". Eso marcó, porque hoy somos lo que somos porque tenemos ocho años de historia de ser exactamente lo mismo que ahora, sólo que en otras escalas. Por decirlo de alguna manera, venimos de gestas heroicas de hace rato. Yo te puedo decir lo que fue la toma de Luján en 2015, acampar en 2014 al costado de la autopista, el acampe en el Parque Pereyra Iraola en 2013. La UTT nace para transformar la realidad, no por una cuestión corporativa. Para transformar la realidad vos necesitás poder. Ese poder tiene una materialidad concreta, una expresión simbólica, política, ideológica concreta. Hay quienes tienen el poder económico, el mediático, el político-institucional... bueno, ¿nosotros qué poder tenemos? Ahí es donde dijimos "nosotros tenemos que contruir el poder gremial del sector que produce los alimentos". Y durante muchos años estuvimos construyendo ese poder, hasta que ese poder se pudo poner en función de esa otra transformación más general. Eso es muy importante.
–¿Hay espacios específicos de formación política?
–La vida de la organización es una formación política. Cuando nosotros hacemos un taller de agroecología, al mismo tiempo que estamos haciendo un preparado, estamos discutiendo cómo dependemos de las multinacionales, cómo dominan la vida, es un taller sobre el agronegocio. Cuando se hacen los talleres de género, que los hacen también las compañeras, estamos haciendo una formación sobre el patriarcado y el feminismo. La vida organizacional es una formación política. Ninguna decisión que toma la organización es de arriba para abajo, se discute y decide colectivamente. Cuando decidimos hacer un Feriazo, aunque supiéramos que el Gobierno no nos iba a dejar, discutimos las consecuencias, a qué estamos dispuestos, el análisis de lo que debemos hacer y lo que no. Nuestra particularidad, al ser una organización de productores, es que el modelo de producción y el modelo de vida están íntimamente ligados: forma parte del capitalismo o forma parte de la transformación. Sí o sí la vida cotidiana del campesino puede ser disruptiva o no. A nosotros no nos cuesta hablar del imperialismo porque el compañero ve todos los días que dice Monsanto y que viene de Holanda la semilla, lo entiende.
A nosotros no nos cuesta hablar del imperialismo porque el compañero ve todos los días que dice Monsanto y que viene de Holanda la semilla, lo entiende
–Los pronósticos mundiales dicen que en unos años van a crecer por millones los habitantes de las ciudades. ¿Ustedes tienen el deseo de que suceda lo contrario, que la gente quiera ir a vivir al campo?
–Es lo que estamos haciendo, son las propuestas de las colonias y todo eso. Igual, hay una cultura del trabajo agropecuario que es muy complicada. El trabajador urbano, sobre todo el sujeto que uno diría que es de los barrios populares, viene de generaciones y generaciones de desocupación. A nosotros nos interesa que el campo esté ocupado por los trabajadores que están definidos por su actividad, ahí no podés decir "hoy no voy a trabajar". Nosotros impulsamos la generación de colonias mixtas donde haya un 70 por ciento de base campesina y un 30 por ciento de base urbana que se integre. Las ciudades colapsaron, la distribución geopolítica colapsó, esto hay que refundarlo. Vamos arrancando, por lo menos los que ya están produciendo que tengan acceso a la tierra propia. Eso va a generar condiciones para lo otro también.
–¿Cuáles son para ustedes los enemigos principales?
–El enemigo principal es el modelo: el agronegocio, el capitalismo. Después nosotros siempre decimos que tenemos grandes cadenas que nos atan. Nos atan en nuestro interior, hacia la cabeza y hacia el corazón. Esos son los enemigos fundamentales, y si no rompemos esas cadenas, lo otro no se rompe. Hay que vencer al enemigo que tenemos en la cabeza para entender la realidad y los caminos para transformarla, y al enemigo del corazón para animarnos a hacerlo. A partir de ahí vamos ganando batallas. En Constitución ganamos nosotros, ganó el pueblo. No ganaron ellos, el capitalismo, el agronegocio, el modelo, todo lo que vemos. Y los políticos son testaferros del poder real. Hay modelos en los que se expresan más esos poderes concentrados y modelos en los que se expresan un poco menos o de otra manera.
Fuente: Revista Crítica