TTIP y CETA: riesgos democráticos, jurídicos, climáticos y medioambientales
"Tratados como el TTIP ponen en peligro el medio ambiente, la agricultura local o el propio clima. "Acuerdos como el TTIP y el CETA van a agravar el cambio climático", afirma Samuel Martín-Sosa, responsable del área Internacional de Ecologistas en Acción. "Muchos derechos humanos quedarán sin protección", añade Pedro Ramiro, coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina."
Parecía muerto y enterrado. Pero en estas Trump conoció a Merkel y esta le dijo que los países europeos no pueden establecer relaciones comerciales unilaterales. Al estadounidense le costó entenderlo, pero al final lo hizo, y desde hace unas semanas el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), denostado durante su campaña presidencial, ya quizá no sea tan malo. Según relató el catedrático de Derecho Administrativo Julio González, moderador del Encuentro Complutense "TTIP y CETA. Nueva Lex Mercatoria", celebrado este 25 de abril en la Facultad de Derecho, la administración Trump se quiere volver a sentar a negociar y Europa, o mejor dicho su Comisión, también. Para González, el TTIP, el CETA -el tratado ya firmado entre la UE y Canadá- y otros como el que Estados Unidos también quiere retomar con China, India y Japón, el TCEE, pueden configurar una especia de "Constitución económica mundial" por encima de las democracias.
Pero no solo es eso, tratados como el TTIP ponen en peligro el medio ambiente, la agricultura local o el propio clima. "Acuerdos como el TTIP y el CETA van a agravar el cambio climático", afirma Samuel Martín-Sosa, responsable del área Internacional de Ecologistas en Acción. "Muchos derechos humanos quedarán sin protección", añade Pedro Ramiro, coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina. "Para la agricultura sus afectos adversos serán iguales tanto allí como aquí", afirmó la diputada de Unidos Podemos y experta en temas agrarios, Eva García Sempere. "El principal problema, lo que más me preocupa en realidad, -considera Julio González- es que estos acuerdos no son punto de llegada, sino de partida".
El primero en intervenir de los participantes en el encuentro fue Pedro Ramiro. Sus palabras se centraron en poner de manifiesto como el derecho internacional se ha superpoblado de normas -"hiperflación normativa", lo denominó- encaminadas a defender los derechos comerciales de las grandes multinacionales. "Garantizan sus derechos, pero en ningún modo sus obligaciones", aseguró, para añadir que éstas en ocasiones se limitan a las propias "medidas" que las empresas se marcan en su Responsabilidad Social Corporativa, y que se definen con "fracasos patentes" como el engaño masivo de Volkswagen sobre sus emisiones contaminantes o lo ocurrido hace apenas unos pocos años en el Rana Plaza de Bangladesh, donde más de 1.100 mujeres fallecieron al colapsar un edificio en el que sin las más mínimas medidas trabajan para algunas de las más conocidas empresas textiles. "En la globalización se consideró que no debía haber reglas, pero lo único que se desreguló fueron los derechos sociales", afirmó Ramiro.
La diputada Unidos Podemos Eva García Sempere dirigió su análisis hacia el sector agrario local, el que trata de desarrollarse, cada vez con menor éxito, ajeno a las multinaciones de ese sector. Según explicó más allá de los problemas de salud, que son graves, el devenir de la industria agraria es muy preocupante, y para Europa tener que asumir normas y formar de actuar permitidas en Estados Unidos, puede significar un grave paso atrás. Quizá la extensión de los cultivos transgénicos sea el caso más conocido, pero hay muchos más, incluso de calado político como el que ha llevado a retirar, como anticipo de lo que puede venir, la figura de "agricultor activo" del reparto de las ayudas PAC (Política Agraria Común), que ha hecho que pueda acceder a ese dinero los herederos "de la Duquesa de Alba y otros grandes terratenientes", concluyó la diputada de Unidos Podemos.
Si el panorama descrito por Pedro Ramiro y Eva García Sempere se torna oscuro, el dibujado por Samuel Martín-Sosa, es para echarse a temblar. Y es que pese a que, como reconoce el responsable del área de Internacional de Ecologistas en Acción, la información concreta que se tiene sobre el TTIP es muy poca sí es posible hacerse una idea de lo que significaría su aprobación para el clima y el medio ambiente. Para empezar, su propio objetivo, incrementar las relaciones internacionales entre ambas partes, ya es nocivo por lo que representaría de incremento de emisiones de CO2 inherentes al propio transporte marítimo de mercancías. A día de hoy, según aseguró Martín-Sosa, las emisiones de este comercio, que ni siquiera está incluido en las negociaciones sobre cambio climático, son mayores que las de Reino Unido y Alemania juntas. Se estima que desde la etapa previa a la globalización hasta el 2050 estas emisiones se habrán incrementado en un 270 por ciento. "Está claro, y es de sentido común, que la única manera de reducir estas emisiones es reducir el comercio internacional", señaló el dirigente de Ecologistas en Acción, quien también mostró su preocupación por que se generalicen en Europa sistemas como los empleados en Norteamérica para refinar el petróleo de las arenas bituminosas o la extracción de gas por fracking, prácticas altamente contaminantes ambas. Para Martín-Sosa es contradictorio que Europa se haya comprometido a reducir sus emisiones o a colaborar a que no se incremente la temperatura del planeta y esté negociando este tipo de cosas. "Hay que abandonar los combustibles fósiles, lo dice la Ciencia, no hay otra opción".
Desde un punto de vista más jurídico, el catedrático Julio González apuntó dos problemas más. El primero, el de los arbitrajes a los que se quieren acoger las multinacionales estadounidenses que operen en Europa, y que en la práctica significa "privatizar el derecho", además de provocas "discriminaciones inversas", ya que la nacional tendrá un derecho peor, más lento, menos protector que la radicada en otro lugar. También, de acuerdo con González, este tipo de acuerdos comerciales suponen en sí mismos una "merma democrática", ya que no dejan a los países posibilidad de cambiar sus rumbos eligiendo democráticamente gobiernos que quieran cambiar las cosas.
Fuente: OMAL