¿Soja solidaria o apartheid alimentario?

El negocio del hambre en Argentina

Durante décadas productor de alimentos de alta calidad, Argentina ha pasado a proveer aceites y forrajes para el ganado del "primer mundo". Las cosechas récord no contrarrestan un modelo agroalimentario que ha contribuido a agravar la inseguridad alimentaria. Con el argumento de la lucha contra el hambre, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa puso en marcha la campaña "Soja Solidaria" para incorporar a los propios excluidos como consumidores del principal producto de la "nueva agricultura", obviando las advertencias oficiales.

Si bien la producción de soja viene expandiéndose desde los años '80, su asociación con la siembra directa y la utilización de semillas genéticamente modificadas (GM) Roundup Ready (RR) -resistentes al herbicida glifosato- han marcado un punto de inflexión, a partir del cual se produjo un crecimiento vertiginoso que posicionó a la soja como el cultivo más sembrado a nivel nacional, seguido por el trigo. La simplificación del manejo de las malezas a través de un solo herbicida fue la punta de lanza para el exitoso ingreso de esta variedad desarrollada por la firma estadounidense Monsanto, que posee patentados sus derechos de propiedad sobre las semillas RR y su descendencia.

"Tal como está armado el paquete tecnológico, la siembre directa y la soja RR van de la mano", explica Miguel Teubal, investigador del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires (UBA). "Con la introducción de la soja RR y la siembra directa los productores pueden realizar dos cosechas al año -por ejemplo, trigo y soja de segunda- lo que, según datos disponibles, está requiriendo dosis crecientes de glifosato para acabar con las malezas".

"Muchos siguen repitiendo que Argentina es el granero del mundo, pero ese es un diagnóstico equivocado", señala Jorge Rulli, uno de los principales referentes del Grupo de Reflexión Rural (GRR). "El actual modelo agropecuario, basado en la producción de soja GM, nos está transformando en una republiqueta sojera. El monocultivo está destruyendo la seguridad alimentaria y la vida rural, y en ese sentido es la antesala del hambre", sentenció.

Las estadísticas parecen confirmar sus apreciaciones. La superficie sembrada dedicada a la producción de soja aumentó de casi 5 millones de hectáreas, a comienzos de los años '90, hasta 11,6 millones en 2001/02. En el mismo período, la producción física de la oleaginosa pasó de 10 millones de toneladas a un récord de 30 millones [i], transformando a Argentina en el segundo productor mundial de soja transgénica -detrás de EE.UU.- y en el primer exportador de aceite y harina de soja. Según estimaciones oficiales, su cultivo pasó a representar alrededor del 42% de la superficie y el 44% del volumen total de granos producidos a nivel nacional[ii].

Las expectativas siguen acompañando el "aluvión de la soja": especialistas en economía agropecuaria arriesgaron que el crecimiento podría elevarse más allá de las 12,7 millones de hectáreas previstas inicialmente para la campaña 2002/03, con lo que el volumen final de la cosecha rondaría los 35 millones de toneladas, marcando un nuevo pico histórico[iii].

La producción sojera se ha expandido a lo largo y a lo ancho del país, a costa de tradicionales producciones agrícolo-ganaderas. Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires ocupan los primeros lugares en el nuevo mapa de la soja. Pero otras zonas, como Bandera en Santiago del estero, con una superficie agrícola de 200.000 hectáreas, lograron posicionarse en el mapa nacional y hoy Santiago del Estero es la cuarta provincia productora de soja (su superficie cultivada con la oleaginosa pasó de 94.500 hectáreas en 1995/6 -antes de la adopción de la soja RR- a 323.000 en 2000/1[iv]). Estas transformaciones no han pasado inadvertidas para los operadores inmobiliarios: la hectárea, que antes de la devaluación, cotizaba entre 600 y 800 dólares hoy vale alrededor de 1.000 dólares[v].

En la provincia de Catamarca se están produciendo dos cosechas de soja por año. "Inmediatamente por atrás de las cosechadoras vamos sembrando la soja para la segunda producción", explica el jefe de producción de la empresa Ingeco SA, Felipe Torres Posse, quien afirma que la ecuación económica es muy buena bajo este esquema, por lo que las dos cosechas anuales de soja se podrían extender a toda la región del Noroeste bajo riego[vi].

Walter Pengue, experto en Mejoramiento Genético Vegetal de la UBA advierte que "se están reemplazando otros cultivos y sistemas productivos, y si esto se pudiera cambiar al año siguiente no sería un problema, pero lo que está sucediendo es que se están levantando montes enteros, frutales, tambos, para la siembra de soja y se está eliminando la diversidad productiva".

La expansión de la frontera agropecuaria amenaza seriamente reservas de biodiversidad como la selva de los Yungas en el norte argentino, cuya superficie es progresivamente ocupada por la verde uniformidad de la soja. Según el director de la Fundación Vida Silvestre, Javier Corcuera, "en la zona ya se perdieron -para siempre- más de 130.000 hectáreas de selva pedemontana, debido al avance de monocultivos, como caña de azúcar, banana y soja" y alertó que "si sigue este camino, a Salta le espera un futuro cercano con más inundaciones y menos recursos naturales para sus habitantes"[vii].

Agricultura sin agricultores
De esta forma, mientras el hambre alcanza niveles récord en Argentina, enormes superficies cultivables se transforman en "hectáreas fantasmas", dedicadas a producir comodities para la exportación -aceites y alimentos para el ganado- e incapaces de garantizar la seguridad alimentaria en el territorio nacional. Así, la lógica del monocultivo, propia de los países más vulnerables del mundo, se va introduciendo paulatinamente por los poros de un modelo agroalimentario cada vez más dependiente de los paquetes tecnológicos de las multinacionales, ante la falta de reacción pública de un país con una fuerte cultura urbana y tradicionalmente alejado de la problemática rural y agroalimentaria (un claro contraste con las sociedades europeas, que presionan exitosamente a sus gobiernos para conseguir el etiquetado de los productos con componentes transgénicos, a los que llaman "comida Frankestein").

Pese a las numerosas advertencias sobre los potenciales riesgos de las modificaciones genéticas para la salud humana, la introducción de la soja RR fue autorizada sin debate público, mediante una resolución administrativa de la Secretaría de Agricultura -bajo la gestión de Felipe Solá- y sin la participación del Congreso Nacional. "No hay ninguna ley, ni se realizaron ensayos previos por parte de los organismos oficiales. Se tomaron decisiones a partir de ensayos realizados por las propias empresas interesadas", informa Pengue.

En apenas dos décadas la soja pasó a ser en Argentina un "producto estratégico", lo que transformó al país en un "lugar estratégico" para Monsanto. Sus esfuerzos "colonizadores" dieron sus frutos: más del 95% de la producción local de soja es transgénica, producida con semillas RR, y la facturación de la firma en el país aumentó de $326 millones en 1998 a $584 millones en 2001. Anticipándose al derrumbe financiero y a la devaluación, Monsanto inauguró en la localidad bonaerense de Zárate una nueva planta destinada a la elaboración de glifosato, materia prima del herbicida Roundup, hasta ahora importado desde Estados Unidos.

"La principal ventaja de las semillas RR para los productores se vincula a la disminución de costos. La tecnología desarrollada es principalmente ahorradora de mano de obra, pero no brinda necesariamente mejoras en los rindes por hectárea", explica Teubal. Los productores ya no tienen que realizar tareas de desmalezamiento y se facilitan las tareas de siembra -con la técnica de siembra directa- por lo que la cantidad requerida de trabajadores disminuye[viii]. Si bien no existen estudios que hayan medido el impacto de las nuevas tecnologías sobre la expulsión de trabajadores rurales, de acuerdo a las estimaciones realizadas "la incorporación de la soja RR 'ahorra' entre un 28% y un 37% de la mano de obra en las tareas de siembra (según la zona y las características de la producción), siendo indiferente con respecto a las tareas de cosecha"[ix].

De esta forma se tiende a consolidar un modelo de "agricultura sin agricultores", que incrementa fuertemente la dependencia de los productores -usuarios de los paquetes tecnológicos- y cercena progresivamente su capacidad de decisión autónoma sobre qué y cómo producir. Al mismo tiempo, las economías de escala derivadas de la mecanización de la agricultura y los métodos de siembra directa indujeron una fuerte concentración de las explotaciones que dejó afuera a una gran cantidad de pequeños agricultores. Según estimaciones de una encuesta privada realizada en casi toda la región pampeana, la cantidad de explotaciones se redujo un 31% en el período 1992 - 1997[x].

En los márgenes de las grandes ciudades "los saberes que los trabajadores rurales expulsados tenían en el campo les serán negados, deteriorando su autoestima, y potenciando los conflictos del desarraigo. Así, las personas se convierten en una especie de 'inválidos', pasando a depender de los planes asistenciales y el clientelismo político", señala Rulli.

Las consecuencias de estas transformaciones regresivas en la vida rural, junto a las políticas de ajuste y exclusión social, fueron destruyendo la seguridad alimentaria en el país, imposibilitando el acceso a los alimentos de grandes masas de la población, reduciendo la diversidad productiva y separando cada vez más a los productores de los consumidores.

"A nivel del sistema agroalimentario -producción y distribución de alimentos- la concentración de capital en las últimas décadas es equiparable a la concentración del ingreso y la riqueza que se operó en el resto de la economía nacional", dice Teubal; y alerta sobre los riesgos del proceso en marcha: "En muchos sentidos Argentina no era un típico país agroexportador, porque exportábamos los mismos productos que consumíamos, y eso era una fuente de seguridad alimentaria, pero la introducción de los cultivos de soja GM ha incrementado fuertemente nuestra vulnerabilidad".

"Productos básicos de la dieta argentina como arvejas, lentejas, porotos o maíz amarillo empiezan a ser más escasos, porque estamos entrando en un planteo de ser monoproductoes y se está uniformando todo con la soja", advierte Pengue; al tiempo que señala los intentos de legitimar las transformaciones en curso mediante una fuerte campaña mediática sobre los "beneficios nutricionales" de la soja.

Dependencia y uniformación
La otra cara de la moneda de esta transición hacia una suerte de "republiqueta sojera" se vincula al objetivo de incorporar a los propios excluidos por el modelo como consumidores del principal producto de la "nueva agricultura", con el argumento de reforzar la lucha contra el hambre.

La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) -integrada por los grandes productores de soja RR- han puesto en marcha la campaña "Soja Solidaria" consistente en la donación del 1‰ de sus cosechas con el objetivo de "acabar con el hambre en Argentina". Contra la opinión de numerosos especialistas, AAPRESID afirma que la soja es un alimento de alta calidad que "prácticamente puede reemplazar a la carne en nuestra dieta"[xi].

La campaña es apoyada por los grandes medios de comunicación, que llegan a publicitar a "Soja Solidaria" como una "brillante idea que puede cambiar la historia"[xii]. El columnista de Clarín Rural y uno de los impulsores de la iniciativa, Héctor Huergo, señala que la soja "es un alimento completísimo, (al que) sólo le resta entrar en nuestra cultura". Y sostiene que el gobierno podría ahorrar dinero reemplazando los actuales planes de ayuda social por una cadena solidaria "costo cero", consistente en una red de provisión de alimentos elaborados a base de soja. "¿Por qué gastar 350 millones de pesos si un esquema solidario logra ahorrárnoslos?" se pregunta[xiii].

Los cargamentos de "Soja Solidaria" llegan a casi todo el país, ayudados por las donaciones de gasoil de Chevron-Texaco. En pocos meses han logrado introducir el consumo de soja -un alimento casi desconocido en la dieta nacional- en centenares de comedores, escuelas públicas, hospitales y geriátricos, mediante una amplia red de capacitadores encargados de "enseñar" a cocinar la soja y "difundir sus valores nutritivos"[xiv].

De acuerdo a la información brindada por el coordinador de la campaña, Ezequiel Schnyder, unas 700.000 personas en todo el país se "benefician" directamente con el programa, aunque "si incluimos a quienes se autogestionan, y consiguen en forma directa la donación del poroto, se podría decir que cerca de un millón de personas están adheridas al Plan, directa o indirectamente".

Una de las estrategias de los promotores de la campaña es la donación de máquinas productoras de "leche" de soja a escuelas o comedores incapaces de obtener la cantidad de leche de vaca necesaria para responder a la creciente afluencia de niños con déficit alimentario. Incluso han anunciado la donación de una "planta solidaria" al Hogar Madre Tres Veces Admirable de la Ciudad de La Plata -gestionado por el sacerdote Carlos Cajade- para producir "leche", hamburguesas, milanesas y golosinas de soja y repartirlas entre los comedores sociales de la región, además de alimentar a los jóvenes del hogar, que trabajan en la planta. El objetivo es alcanzar una producción de 30.000 raciones de alimentos por día, con una materia prima de 1.000 kilos de la legumbre[xv].

De esta forma, los impulsores de la iniciativa aprovechan la completa ignorancia de la población urbana argentina en temas agroalimentarios y la superficial asociación de la soja con "lo natural". A tal punto que algunas asambleas barriales terminaron aceptando a la soja en sus emprendimientos solidarios como un sustituto de la carne, la leche o el queso de vaca; alimentos con precios inaccesibles para gran parte de la población argentina.

Los resultados de la campaña son aún inconmensurables, pero se pueden avizorar varios elementos de riesgo. Sergio Britos, investigador del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), advierte que "la leche de vaca es una parte irremplazable de la dieta de los niños, por lo que su reemplazo por la mal llamada 'leche' de soja provoca déficit de calcio, y la limitada capacidad del organismo para absorber el hierro presente en la soja aumenta las probabilidades de anemia".

Por otra parte, la soja GM consumida en Argentina posee altas cantidades de residuos tóxicos. Al igual que en otros países, los controles estatales fueron flexibilizándose al ritmo de las necesidades de las transnacionales impulsoras del "nuevo modelo" agropecuario: hasta el advenimiento de los cultivos transgénicos, el máximo de residuos de glifosato permitido en cultivos o alimentos derivados era de 0,1 ppm, pero a mediados de los años '90, junto a la implementación de la soja RR, el máximo fue establecido en 20 ppm, un incremento de 200 veces el límite anterior. Jorge Kaczewer señala que estos vestigios de glifosato y sus metabolitos en la soja transgénica están presentes también en alimentos elaborados en base a la leguminosa, y como los análisis de residuos de glifosato son complejos y costosos, no son realizados rutinariamente por el gobierno de EE.UU. (el primer productor mundial de soja RR) y nunca fueron realizados en Argentina[xvi].

En julio de 2002, el Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, que preside Hilda González de Duhalde, elaboró un documento titulado "Criterios para la incorporación de la soja"[xvii]. Allí se dice categóricamente que "el jugo de soja no debe ser denominado leche pues no la sustituye de ninguna manera". Al mismo tiempo que se advierte que la soja no debe ser presentada como una "panacea alimentaria" y que sólo debe ser consumida en cantidades moderadas y como parte de una dieta diversificada y balanceada, se remarca "las consideraciones nutricionales que desaconsejan su uso en menores de 5 años y especialmente en menores de 2 años".

Estas conclusiones fueron ratificadas en el proceso de discusión que culminó con la Jornada de Discusión Técnica "Soja y Alimentación", convocada por el mismo ente estatal en diciembre de 2002. Inclusive, el documento preliminar, "Consideraciones sobre la soja en la alimentación", destaca la necesidad de introducir en la rotulación de algunos productos elaborados con soja la inscripción de leyendas aclaratorias: "NO RECOMENDABLE PARA MENORES DE 5 AÑOS" (en los envases de porotos de soja y bebibles de soja), y la inscripción "ESTE PRODUCTO NO REEMPLAZA A LA LECHE" en el caso del jugo de soja. Observaciones que no son tenidas en cuenta por los promotores de la campaña solidaria, cuya "población objetivo" son justamente los sectores más vulnerables: niños y mujeres embarazadas que concurren a comedores asistenciales.

La misma advertencia es realizada en el informe "Mitos y verdades sobre la soja"[xviii], elaborado por la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND). Allí se advierte que mientras la leche de vaca contiene entre 110 y 140 mg de calcio por cada 100 ml, el jugo de soja sólo contiene entre 2 y 13 mg. Por otra parte -continúa el informe- "la forma en que la naturaleza presenta al calcio en la leche de vaca es más aprovechable para nuestro organismo, en tanto que el calcio de origen vegetal es de pobre utilización". La alta concentración de fitatos presente en la soja interfiere su absorción, al igual que ocurre con el hierro y el zinc, dos minerales de máxima importancia: el primero, como protector contra anemias y el segundo, por su papel en los procesos inmunitarios.

"El problema con el poroto de soja es que prácticamente ninguno de los micronutrientes que tiene es absorbido por el organismo, entonces ¿qué es lo que provee la soja? Hidratos de carbono como cualquier otro poroto y más cantidad de proteínas, que para un mejor aprovechamiento deberían combinarse con otros cereales -arroz, polenta- que le aporten los aminoácidos que no tienen los porotos de soja", señala Britos. Al tiempo que remarca que los problemas de desnutrición infantil en Argentina se asocian principalmente al déficit de micronutrientes (vitaminas, hierro, zinc, cobre, calcio, etc.), más que a la falta de proteínas.

A pesar de estas advertencias, las autoridades -nacionales y provinciales- miran para otro lado, mientras la "Soja Solidaria" impone nuevos hábitos alimentarios en función de los intereses de las grandes empresas semilleras extranjeras y de los terratenientes nativos. "Tiene que quedar documentada la manera en que se toman las decisiones y quiénes las toman, porque dentro de diez años, cuando se analicen los impactos, hay que saber quiénes son los responsables", señala Pengue, poniendo de relieve un aspecto central de la crisis actual: la impunidad con la que las clases dirigentes toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos argentinos.

La imposición de la soja en los segmentos más vulnerables de la población está creando una suerte de apartheid alimentario. Mientras las clases acomodadas pueden continuar con una dieta diversificada, grandes masas de excluidos deberán conformarse con "alimentos para pobres", consumiendo los excedentes que los grandes productores agroindustriales no pueden colocar en el mercado internacional. "El punto es que estos cambios del modelo alimentario constituyen un negocio, no tienen nada que ver con las necesidades de la gente. Las semillas GM no resuelven el problema del hambre, como la Revolución Verde tampoco lo resolvió", remarca Teubal.

Para otros analistas los efectos de la economía de la soja son aún más alarmantes. "Es un caso único en el mundo. Nos estamos transformando en dependientes, adictos a la soja. Yo creo que con esto Argentina se anticipa al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), en el sentido de que se nos asignó un rol como país en la división internacional del trabajo en los marcos de la globalización. Un rol de productores se soja", sentencia Rulli.

Mientras tanto, estas iniciativas "solidarias" sustentadas en la idea de que "pobres habrá siempre", amenazan con arrasar la diversidad nutricional que caracterizó históricamente a Argentina, repartiendo entre los pobres las sobras del modelo, y subordinándolos con el eufemismo de "enseñarles a comer".

La autonomía de las conductas de millones de personas está en juego ante la uniformación de las prácticas alimentarias operadas bajo la hegemonía de los oligopolios productores de semillas GM y alimentos y, con ella, la capacidad para formar ciudadanos libres y dotados de un pensamiento crítico capaz de transformar la realidad en beneficio de las grandes mayorías nacionales.

B.B. y P.S.

© LMD Ed. Cono Sur.

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[i] Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA).

[ii] SAGPyA, "El quinquenio de la soja transgénica" www.sagpya.mecon.gov.ar .

[iii] La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 02-12-02 (en www.agrositio.com.ar ).

[iv] SAGPyA.

[v] Clarín Rural, Buenos Aires, 30-11-02.

[vi] La Capital, Rosario, 23-12-02.

[vii] www.worldfashion.com.ar/ecologia/vida3.htm .

[viii] Por otro lado, los precios de glifosato y las semillas RR que se pagan en Argentina son sensiblemente inferiores a los de EE.UU. o Europa, y Monsanto muestra una mayor flexibilidad en relación a la defensa de sus derechos de propiedad sobre la descendencia de las semillas RR. Esta situación de "privilegio" es corrientemente asociada a una estrategia comercial agresiva tendiente a ganar el mercado argentino, y desde allí acceder en el futuro próximo a otros países de la región, como Brasil y Bolivia.

[ix] Miguel Teubal y Javier Rodríguez, "Neoliberalismo y Crisis Agraria", en Norma Giarracca, La Protesta social en la Argentina, Alianza, Bs. As., 2001.

[x] Ibid

[xi] www.sojasolidaria.org.ar .

[xii] Revista Gente, Buenos Aires, 29-01-02.

[xiii] Ibid.

[xiv] Angelita Bianculli, de la Asociación Civil La Esquina de las Flores participa activamente en la campaña. Entre febrero y agosto de 2002 organizó alrededor de 250 cursos en la Ciudad de Buenos Aires y diferentes localidades del interior del país, www.sojasolidaria.org.ar .

[xv] Clarín Rural, Buenos Aires, 30-11-02.

[xvi] Jorge Kaczewer, "Toxicología del glifosato: riesgo para la salud humana", en www.ecoportal.com.ar .

[xvii] www.politicassociales.gov.ar .

[xviii] "Mitos y verdades sobre la soja" en www.aadynd.org.ar .

Por Benjamín Backwell (politólogo, periodista) y Pablo Stefanoni (economista, periodista) para el Le Monde Diplomatique - Nº44 - Febrero 2003
http://www.eldiplo.org/index.php3

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