Sabidurías y prácticas que protegen la diversidad de semillas
"No se puede concebir la protección de la diversidad de las semillas aisladas de la conservación de los conocimientos ancestrales, practicadas por las comunidades campesinas de los Andes y la Amazonia, que han permitido que hasta el día de hoy se pueda tener la diversidad biológica que existe en el Perú".
Las diferentes prácticas ancestrales de crianza de semillas que conservan las comunidades andinas y amazónicas permiten producir una gran variedad de productos alimenticios.
Cuenta la oralidad andina, que cuando los primeros runas (humanos, en quechua), comenzaron a cultivar, aprendieron a domesticar las plantas silvestres para convertirlas en ricos y nutritivos alimentos. Aprendieron, también, a seleccionar las plantas más fuertes y grandes, y de ellas, las mejores semillas para volverlas a sembrar.
La Pachamama (Madre Tierra) al ver toda la dedicación y el cariño que ponían los runas para cuidar de sus hijas las semillas, quiso retribuir sus esfuerzos dándoles una infinita y colorida variedad de semillas, como muestra de su amor, y les encargó criar y cuidar de ellas para siempre. Asimismo, pidió a los astros Taita Inti (sol), Mama Killa (luna) y a las constelaciones que guiaran a las mujeres y hombres en la crianza de las semillas, por lo que deberían estar en continua “conversación”.
Así, por miles de años, las sabidurías de crianza de semillas se transmitieron y practicaron de generación en generación en las distintas comunidades de la costa, sierra y selva haciendo posible que al día de hoy exista una inmensa variedad de papas, maíces, ocas, frejoles, frutas y los granos andinos como el tarwi, quinua, kiwicha, entre otros productos que son parte importante en la dieta alimenticia en el Perú, y que van posicionándose a nivel mundial.
Este relato explica cómo, desde sus inicios, la vida de las comunidades andino-amazónicas del Perú se sustentó y giró alrededor de la actividad agrícola, teniendo como eje central la crianza de la diversidad y variedad de semillas.
Hoy en día, la agricultura sigue siendo la actividad más importante del país, según el informe “Tomando impulso en la agricultura peruana”, publicado el 1 de diciembre del 2017 por el Banco Mundial, el cual señala que “la agricultura tiene una participación importante en el empleo: genera aproximadamente uno de cada cuatro puestos de trabajo en el país”.
La conservación de las prácticas agrícolas y sabidurías ancestrales ha permitido que en la actualidad el país cuente con una valiosa agrobiodiversidad para la alimentación, nutrición, prevención y curación de enfermedades. Es por ello, que estos saberes ancestrales son, junto con las semillas, el más preciado patrimonio cultural que garantiza la seguridad alimentaria de la humanidad.
Saberes de crianza
“La semilla es considerada la madre, tanto para los quechuas como para los aymaras, es decir, merece un trato especial. No es un mero recurso genético, que está compuesto por ADN y todo eso que la ciencia nos ha enseñado y que repetimos, sino que se le concibe como persona, que tiene un espíritu, y por eso se le mantiene con prácticas rituales”, dice a Noticias Aliadas el ingeniero agrónomo Zenón Gomel, integrante de la Asociación Savia Andina Pucará de Puno.
Las comunidades andino-amazónicas tienen una manera propia de relacionarse con las personas, naturaleza y sus deidades, modo de vida que se sustenta en el respeto, el cariño y la ritualidad. En esta cosmovisión todo está vivo: el agua, la tierra, las semillas, todas son personas, por lo tanto, no se les trata como recurso que puede ser manejado, por el contrario, se les cría.
Es por ello, que las semillas son especialmente criadas y cuidadas a través de señas (indicadores de clima); prácticas de crianza del suelo, agua, plantas y los “secretos”, que son saberes propios de cada comunidad, señala el agrónomo Julio Valladolid Rivera en su libro Guía de saberes para la crianza de la Agrobiodiversidad Andina.
En la sierra y selva del Perú se practica ancestralmente la agricultura de secano principalmente, es decir, aquella en la que los cultivos sólo reciben el agua que aportan las lluvias. Esto permitió que los antiguos peruanos aprendan a reconocer los indicadores del clima para realizar la siembra de semillas; estos conocimientos, o señas sobre el clima, son actualmente un importante referente en la actividad agrícola.
En la Amazonia, las comunidades conocen numerosos indicadores que parten de las lecturas del clima y la naturaleza, y que tienen que ver con las fases de la luna, la lluvia, conocer las nubes, incluso con el comportamiento de los animales, así lo explica el agrónomo Luis Romero, de la Asociación Waman Wasi de Lamas, en el departamento amazónico de San Martín.
“Es interesante como las familias kichwas de Lamas tienen una mirada muy cultural de su clima, que viene de una larga tradición, por ejemplo, si el maracaná, que es un ave, canta temprano en luna verde es porque habrá lluvias continuas, o si la curhuinza, que es una hormiga, se desplaza desorientada de un lado a otro es porque está buscando protección en zonas altas pues se avecinan las lluvias. Así hay varios indicadores naturales o señas, y si la persona sabe leerlas ayuda a la prevención contra estos fenómenos que están ocurriendo hoy en día”, explica a Noticias Aliadas.
En relación a las semillas, las lecturas sobre el clima han permitido que las familias kichwas identifiquen qué tipo de semillas sembrar en determinadas temporadas, lo que permite tener una suficiencia alimentaria durante todo el año.
“Las comunidades saben qué tipo de frejol sembrar en su debido momento, saben qué frejoles que soportan intensas lluvias y los que soportan veranos agudos, o saben que una determinada área produce solo en una campaña. Existe una sintonía entre las personas y lo que está pasando en la naturaleza. Eso es leer el tiempo en el sentido del clima, es decir tiempo cultural.”, señala Romero.
Mujeres y semillas
Las prácticas de crianza, por su parte, son una serie de habilidades que las comunidades andino-amazónicas han acumulado a través del tiempo para criar la diversidad.
Así, en el caso de la crianza de las semillas de papa, Gomel explica sobre las prácticas andinas para el almacenamiento, siembra y cuidado.
“Después de la cosecha, las semillas de papa son cuidadosamente conservadas en un lugar especial. Se toman las papas más grandes, se le colocan kintus de coca [trío de hojas de coca], flores, y se las pone en un rincón, anunciando que serán como los padres que van a criar a sus hijas las semillas, luego se colocan las demás semillas de papa, se les rocía cal, la muña o estiércol de llama para inhibir a los insectos”, comenta. “En época de siembra, preferente se le encarga a la mujer escoger las mejores semillas, porque hay un concepto de que la mujer y la semilla son iguales. Cuando se coloca la semilla en la tierra se crea un momento muy especial, pues se la entrega a la Madre Tierra para que la crie y la primera semilla que se coloca, se le entrega con cariño, se le pone su kintu, agradeciendo y pidiendo a la Pachamama que críe la semilla”, indica Gomel.
Las diferentes prácticas de crianza, las señas, los secretos, la ritualidad, comprenden los saberes con los que las comunidades campesinas han sabido conservar y criar la diversidad de semillas, expresando siempre su cariño y respeto por ser quienes dan la vida a través de la alimentación. Mantener viva la memoria colectiva de estos conocimientos tradicionales asociados a la biodiversidad ha sido clave en la conservación y protección de las semillas nativas.
En la actualidad, entre las principales amenazas que ponen en peligro a las semillas nativas están los organismos genéticamente modificados, la agroindustralización, los monocultivos, el cambio climático y la pérdida de estos saberes de crianza por falta de apoyo desde el Estado, al no garantizar ni promover el fortalecimiento de estos conocimientos ancestrales.
“Es necesario darle continuidad a estas sabidurías, que deben ser aprendidas por las nuevas generaciones. El reto está en que las escuelas incorporen estos conocimientos en la enseñanza de los niños”, precisa Romero, “Y esto comienza porque el docente valore la sabiduría y lo transmita a la comunidad educativa creando un espacio de aprendizaje mutuo”.
No se puede concebir la protección de la diversidad de las semillas aisladas de la conservación de los conocimientos ancestrales, practicadas por las comunidades campesinas de los Andes y la Amazonia, que han permitido que hasta el día de hoy se pueda tener la diversidad biológica que existe en el Perú.
El reto está en que desde el Estado se apoyen iniciativas de fortalecimiento y promoción de las sabidurías ancestrales, asimismo que se reconozca la importancia de estos saberes para los pueblos originarios, que garantizan la seguridad alimentaria a través de la crianza cariñosa y respetuosa de las semillas, sustento de la vida y la cultura.
Fuente: El Mercurio Digital