Revista Ecología Política N° 53: El Antropoceno
La voluntad de este número es reforzar el debate académico y la reflexión sobre la importancia de identificar los dispositivos de poder detrás el discurso del Antropoceno y principalmente sobre la necesidad de encarar el tema de la justicia no sólo como necesario, sino como crucial, mientras el cambio climático y los discursos más poderosos amenazan con agudizar y aumentar las diferencias en un mundo ya seriamente injusto.
¿Por qué hay cambio climático? ¿A qué nos referimos con “cambio climático antropogénico”? ¿Quién es responsable del creciente cambio climático actual? Según los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), hay consenso científico acerca de que el ser humano es el causante. Es decir, la actividad humana es la principal responsable del calentamiento global, por encima de causas exteriores o internas al planeta. Esto es un dato científico comprobado. Es algo ya conocido desde que Svante Arrhenius publicó sus trabajos iniciales a finales del siglo xix. Nos podemos preguntar por qué esta cuestión tardó tanto en convertirse en un tema político. Los responsables del cambio climático no son todos los humanos, sino aquellos que han producido más gases con efecto invernadero. Les ha costado reconocerlo y rechazan su deuda ecológica.
De igual manera, la humanidad está llevando a una sexta extinción masiva a la gran mayoría de las especies del planeta. La primera gran extinción causada por los humanos. Pero no todos los humanos participan por igual. También la humanidad amenaza con sobrepasar otros límites planetarios de sostenibilidad hasta llegar a un colapso ambiental global. Estas afirmaciones crean una narrativa en la que el ser humano es ese ser voraz, insaciable en su codicia, destructor nato del medio ambiente e incapaz de vivir en armonía con la naturaleza.
El discurso es totalizante: el ser humano, la humanidad en su totalidad, ha llevado a la Tierra a esta crisis; sobre todos los humanos pesa entonces este yugo. Hay que cargar con un peso existencial superior al de Atlas frente a la gran culpa del insaciable Homo esophagus colossus o ecocida, destructor de mundos. A esta nueva época ahora los científicos la llaman Antropoceno, la era en que el ser humano ha alcanzado un impacto a nivel geológico. Podemos reflexionar entonces sobre las profundas implicaciones ontológicas, existenciales y éticas de ser todos responsables y causa principal de las grandes devastaciones, las guerras, la violencia, la escasez y la degradación que hemos provocado y sobre la responsabilidad de todos para actuar al respecto y proteger los recursos restantes.
Paradójicamente, también puede producir un gran confort la totalización de esta carga, de esta culpa, en tanto encierra un ocultamiento, una difuminación y ambigüedad en la responsabilidad de la situación presente. ¿Es realmente la humanidad la responsable de la crisis ambiental hoy generalizada? ¿La destrucción es una condición del ser humano o solo de unos cuantos? Si somos todos los causantes, nadie es realmente responsable; la causa es nuestra propia naturaleza. No se trata entonces de agentes específicos, señalables, que históricamente hayan explotado los recursos de la Tierra como si fueran infinitos para distribuirlos de forma marcadamente desigual y desproporcionada, sin ningún tipo de compensación en los lugares de su extracción; agentes asimismo responsables de la falta de acciones encaminadas a prevenir o mitigar el cambio climático.
Detrás de la revelación ontológica del concepto de Antropoceno parece haber un engaño, un tejido intencional en el lenguaje que construye una realidad adaptada a través de la transformación de un concepto en un discurso. Ciertamente, cabe discutir las extinciones ocurridas ya por la acción humana en los Paleolíticos de diversos continentes, y hay que reconocer también que algunos impactos ambientalmente negativos de la agricultura son muy anteriores a la industrialización capitalista. Pero se detecta con claridad la dimensión del poder hegemónico detrás del ocultamiento discursivo: cómo se modifica la realidad de la crisis ambiental cuando todos somos el problema; cuando los causantes llaman a las personas más vulnerables, más empobrecidas y afectadas a adoptar la resiliencia y a practicar la adaptación como una oportunidad y no como una condena.
Este uso discursivo modifica claramente la realidad, la responsabilidad y el deber de aquel que replica el discurso.
¿Se trata del Antropoceno, o mejor dicho de un Capitaloceno? ¿Se trata de la naturaleza humana o de las dinámicas politicoeconómicas hegemónicas de unas cuantas naciones y corporaciones que han explotado la Tierra buscando un desarrollo infinito sobre la base de recursos naturales que desafortunadamente resultaron ser limitados y ahora escasos para continuar favoreciendo a una élite privilegiada? Estas preguntas llaman a una profunda reflexión ética sobre cómo se están instaurando estas dinámicas y sus profundas implicaciones en la justicia. Frente a esta situación, podemos afirmar que ese concepto científico intenta difuminar la responsabilidad sobre la mayor crisis de injusticia de nuestro tiempo, dejando de lado el tema de la deuda ecológica que tantas páginas ha ocupado en esta revista desde sus inicios hace ya 25 años.
Es muy necesaria la reflexión sobre la justicia, negada por la constante desvalorización del reclamo de los pasivos ambientales, como si se tratara de un mero idealismo ingenuo o una reflexión banal sobre aquello que sería deseable en una civilización plagada de vicios e injusticias justificadas como inevitables. Actualmente el mundo se encuentra en uno de los momentos de mayor injusticia social en la historia humana. La polarización será aún mayor entre un sector de la población mundial que concentra el 90 % de la riqueza, responsable de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, y una creciente parte de la población con menos del 10 % de la riqueza mundial y menos responsabilidad en el problema.
Los impactos del cambio climático y las consecuencias de la instauración discursiva de los poderes hegemónicos mundiales sobre las condiciones injustas actuales no son un reclamo desde una perspectiva idealista en favor de una sociedad justa. Son un llamado urgente a considerar que la inacción para frenar las condiciones de injusticia empeorará las consecuencias del cambio climático. Es decir, no se trata de un idealismo ingenuo que denuncia los vicios de la civilización, sino de un reconocimiento de la realpolitik de la injusticia. Entonces se puede considerar como una gran vulnerabilidad conflictiva en tiempos de cambio climático; como una cuestión de seguridad y probablemente de supervivencia civilizada.
¿Cuáles son los dispositivos de poder que se han puesto en juego para sostener y justificar el Antropoceno y aquellas narrativas hegemónicas totalizantes que se mueven tras la política internacional del cambio climático? ¿Cuáles son también las resistencias que se han formado como contrapoderes frente a la imposición del Antropoceno?
Este número de Ecología Política busca analizar las distintas implicaciones de dicha imposición discursiva sobre la realidad humana, sobre la justicia social y ambiental.
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