Proyecto Desertc: ¿Acaparamiento de fuentes de energía renovable?
«Tanto si se trata de energía fósil como renovable, los proyectos que no benefician a las personas que viven en el lugar donde se produce dicha energía, que sirven para apoyar a los regímenes represivos y autoritarios o que solo enriquecen a las élites y a multinacionales voraces, son escandalosos y debemos oponernos a ellos » (Hamza Hamouchene).
El gran proyecto de aprovisionar a Europa con la energía producida por las centrales solares del Sahara parece paralizado, pero en el norte de África se están desarrollando otros proyectos solares de envergadura que suscitan preocupaciones locales. Hamza Hamouchene señala las razones del fracaso del proyecto Desertec y se pregunta si realmente la energía solar del desierto puede desempeñar un papel en un futuro democrático y sostenible.
Si utilizan las redes sociales puede que hayan visto esta imagen que señala una minúscula parte del Sahara con la leyenda: «La energía solar producida en esta superficie del Sahara puede producir energía suficiente para cubrir las necesidades de todo el mundo».
¿Es exacta esa afirmación? Se basa en los datos de una tesis redactada en 2005 por Nadine May, de la Universidad Técnica de Brunswick, Alemania.
Según Nadine May una superficie de 3,49 millones de km2 estaría potencialmente disponible para albergar centrales solares de concentración (CSP) en países del norte de África como Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto. Según ella una superficie de 254 km2 (el cuadrado mayor de la imagen) sería suficiente para responder a la demanda mundial de electricidad. La electricidad necesaria para los 25 Estados Miembros de la UE se podría producir en una superficie de 110 km2 (con colectores solares capaces de capturar el 100% de la energía). Según una estimación más realista de Land Art Generator Initiative , con una tasa de captura del 20% haría falta una superficie alrededor de ocho veces mayor que la que señala el estudio de May para responder a las necesidades mundiales. A pesar de todo este mapa ilustra claramente el potencial de energía solar y el hecho de que bastaría poco espacio para proporcionar electricidad a todo el planeta.
Esta idea no es nueva. En 1913 el ingeniero estadounidense Frank Shuman presentó los planos de la primera central solar térmica del mundo a la élite colonial de Egipto, entre otros a Lord Kitchener, el cónsul general británico. La central bombearía el agua del Nilo hacia los vecinos campos de algodón, una cosecha muy lucrativa en Egipto en la época. La primera Guerra Mundial acabó abruptamente con aquel sueño.
La idea fue retomada en los años 80 por Gerhard Knies, un físico alemán que fue el primero que calculó la energía social necesaria para responder a las necesidades de electricidad de la humanidad. En 1986, en reacción al accidente nuclear de Chernóbil, llego a la siguiente conclusión : en solo seis horas los desiertos del mundo reciben más energía del sol de la que consumen en un año los seres humanos. Esas ideas abrieron la vía al proyecto Desertec.
¿Qué es el proyecto Desertec?
Por motivos de claridad es conveniente diferenciar la «Fundación Desertec» de la «Iniciativa Industrial Desertec». La fundación sin fines lucrativos Desertec fue creada en enero de 2009 por un grupo de científicos, personalidades políticas y economistas de los países del Mediterráneo. Su objetivo es aprovisionar, tanto a personas como a empresas, de energía renovable producida en los desiertos de todo el mundo. De esta forma espera contribuir a la prosperidad y a la protección del clima.
En el otoño de 2009 un consorcio «internacional» de empresas creó la Iniciativa Industrial Desertec (Dii) . Actores poderosos como E.ON, Munich Re, Siemens y Deutsche Bank se convirtieron en «accionistas». Es el sector privado (mayoritariamente firmas alemanas) el que lanzó esta iniciativa para hacer del concepto Desertec un proyecto comercial rentable que suministraría alrededor del 20% de la electricidad de Europa en 2050 gracias a una vasta red de parcelas solares y eólicas extendida sobre toda la región de Oriente Medio y el Norte de África (MENA). Los generadores se conectarían a la Europa continental por medio de líneas especiales de transmisión directa de alta tensión. El coste total del proyecto se estimó entonces en 400.000 millones de euros.
Para entender los fundamentos ideológicos del proyecto Desertec es necesario un poco de historia. Entre 1998 y 2006 se firmaron una serie de acuerdos euromediterráneos de asociación entre la Unión Europea por una parte y Argelia, Egipto, Jordania, Israel, Líbano, Marruecos, Palestina y Túnez por la otra. Su objetivo «liberalizar progresivamente el comercio en la región» y crear un espacio de libre comercio mediterráneo. A partir de 2008 el presidente francés Nicolás Sarkozy promovió un proyecto de aspiraciones similares, la «Unión para el Mediterráneo» (UPM), con el fin de reforzar la «interdependencia» entre la Unión Europea y los países del sur del Mediterráneo.
Ese objetivo de «interdependencia» recuerda la célebre evocación de «la independencia en la interdependencia» del ministro Edgar Faure en 1956, una estrategia perseguida por los sucesivos gobiernos franceses para perpetuar su control y su dominación en los nuevos países africanos «independientes». La UPM se inscribía en la misma línea de favorecer el interés de la UE de reducir sus necesidades de la energía importada de Rusia. La promoción de una asociación en el ámbito de las energías renovables se consideraba prioritaria para alcanzar esos objetivos.
Para entender el proyecto, y en particular su rama industrial Dii, hay que tener en cuenta el contexto de los acuerdos comerciales y las luchas por la influencia con respecto a los recursos energéticos. Desertec debía desempeñar un papel clave en la diversificación de los recursos energéticos con el fin de rebajar la dependencia de la Unión Europea de Rusia y contribuir a los objetivos de reducción de emisiones de CO2. La región MENA constituiría un objetivo natural al estar bien dotada de recursos naturales, desde fuentes fósiles hasta energía solar y eólica. Ante nuestros ojos aparecía la puesta en marcha de un mecanismo «colonial» familiar en el que el Sur seguiría exportando, sin límite y a cambio de casi nada, sus recursos naturales al Norte rico e industrializado perpetuando una división internacional del trabajo profundamente injusta.
Si se analiza el vocabulario utilizado en los diversos artículos y publicaciones que describen el potencial del Sahara para aprovisionar al mundo entero de energía hay para inquietarse. Describen el Sahara como una vasta superficie vacía, poco poblada, que brinda una oportunidad de oro de aprovisionar a los europeos de electricidad para permitirles perpetuar su forma de vida consumista voraz y continuar dilapidando la energía. Los poderes coloniales utilizaron la misma retórica para justificar su «misión civilizadora» y como africano no puedo evitar una gran suspicacia ante ese tipo de megaproyectos. Porque las motivaciones «bienintencionadas» sirven a menudo para pasar la píldora de la explotación brutal y el saqueo puro y duro. Daniel Ayuk Mbi Egbe, de African Network for Solar Energy (Red Africana para la Energía Solar), expresó dudas similares en 2011. «Muchos africanos se muestran escépticos ante el prospecto del proyecto Desertec, declaró. Los europeos hacen promesas pero a fin de cuentas traen a sus ingenieros y su material y se lanzan. Se trata de una nueva forma de explotación de los recursos, como siempre». Mansour Cherni, un sindicalista tunecino, expresó preocupaciones semejantes en el Foro Social Mundial de 2013 en Túnez cuando preguntó: « ¿Dónde se utilizará la energía producida? ¿De dónde vendrá el agua para enfriar las centrales solares? ¿Y qué beneficios recibirán las poblaciones locales?».
¿Desarrollo sostenible o statu quo?
En sí misma la idea del proyecto Desertec no es mala o deshonrosa. Al contrario, es loable la búsqueda de energía propia y permanente para el planeta con el fin de luchar contra el cambio climático. Pero como en cualquier idea es importante saber a quién beneficiará, como se establecerá, para qué objetivo y en qué contexto se fomentará.
El proyecto Desertec se presenta como una solución a los problemas del cambio climático, a los conflictos relacionados con el gas entre Rusia y Ucrania en 2006 y 2009, al temor de un pico petrolero y a la crisis alimentaria mundial de 2009. Sin embargo si el proyecto Desertec está destinado realmente a resolver las crisis, habría que determinar las causas estructurales de dichas crisis. Es un concepto tecnológico y apolítico que promete superar los problemas sin un cambio fundamental, manteniendo el statu quo y las contradicciones del sistema mundial, que son las primeras responsables de dichas crisis. Además, al presentar la región Euromediterránea como una comunidad unificada (¡Ahora somos todos amigos y debemos luchar contra un enemigo común!), oculta a los auténticos enemigos de la región MENA, a saber, la hegemonía europea y la dominación occidental.
En las grandes «soluciones» técnicas de este tipo Desertec tiende a presentar el cambio climático como un problema de todos sin contexto político o socioeconómico . Este enfoque elimina las responsabilidades históricas del Occidente industrializado, los problemas vinculados al modelo capitalista de utilización de la energía y las diferencias de vulnerabilidad entre los países del Norte y los del Sur. MENA es una de las regiones más gravemente afectadas por el cambio climático mientras produce menos del 5% de las emisiones mundiales de CO2. Las reservas de agua están especialmente afectadas. La expansión de proyectos de producción de energía solar que pudieran saquear antes esas reservas de agua sería una gran injusticia. Además el proyecto Desertec se convertiría en un escaparate publicitario para las multinacionales del sector de la energía y para los regímenes autoritarios alimentados por las rentas del gas y el petróleo. Apoyando los grandes proyectos de «energía propia» podrían situarse como protectores del medio ambiente en vez de responsables del cambio climático.
En la web de la Fundación (que ideó el concepto y le dio su nombre) podemos leer: «El proyecto Desertec nunca se ha dirigido a producir electricidad en África para Europa, sino a aprovisionar a las empresa de las regiones desérticas de energía solar para sustituir el gas y el petróleo». A pesar de esta afirmación el consorcio de empresas (principalmente europeas) de Dii está dirigido abiertamente a suministrar energía africana a Europa. Sin embargo la caída de los precios de los paneles solares y turbinas eólicas en la Unión Europea finalmente ha llevado al consorcio a admitir que Europa podría producir localmente la mayor parte de su propia energía . Las tensiones entre la Fundación y Dii acabaron en divorcio en julio de 2013 cuando la Fundación decidió distanciarse de la mala gestión y la falta de dirección del consorcio industrial. Tras esos movimientos Dii se quedó en nada, pasando de 17 socios a tres a finales de 2014 (la empresa alemana RWE, la saudí Acwa Power y la china State Grid).
¿Dónde está el proyecto Desertec?
Para algunos el declive de Dii marcaba el final del proyecto Desertec. Sin embargo, con Dii o sin él, la visión del proyecto permanece actual con los proyectos en Túnez, Marruecos y Argelia . En desafío de los ideales declarados de suministrar electricidad a África, la Fundación Desertec apoya el proyecto «Tunur» en Túnez, una asociación comercial entre Nur Energy, un promotor de proyectos solares británico y un grupo de inversores tunecinos y malteses activos en el sector del petróleo y el gas. Tunur se presenta explícitamente como un gran proyecto de exportación de electricidad solar que unirá el desierto del Sahara con Europa y deberá empezar a suministrar electricidad a los consumidores europeos en 2018. Mientras Túnez depende energéticamente de su vecina Argelia y se enfrenta a cortes de electricidad cada vez más frecuentes, sería como mínimo un insulto exportar antes que producir para el mercado local. Según Med Dhia Hammami, un periodista de investigación tunecino especializado en el sector de la energía, el proyecto intenta beneficiarse de la nueva legislación tunecina que permite la liberalización de la producción y la distribución de energía verde, rompe el monopolio de la Sociedad Tunecina de Electricidad y Gas (STEG) y abre el camino a la exportación directa de electricidad por parte de las empresas privadas. Según Hammami se trata de una «prostitución estatal» que confirma que el Gobierno de Túnez se somete a los dictados comerciales en contra del interés nacional.
Entretanto el Gobierno marroquí, asesorado por ciertos miembros del consorcio Dii, ha obtenido financiación de proveedores internacionales para desarrollar la mayor central solar de concentración (CSP) del mundo en Ouarzazate. Dirigido originariamente como un proyecto de exportación, que fracasó en conseguir apoyo financiero del Gobierno español para un cable submarino, ahora el proyecto se presenta como un medio para Marruecos de aumentar su aprovisionamiento de energía renovable. Sin embargo el papel de las multinacionales en el proyecto siempre suscita críticas. Jawad Moustakbal , un militante de ATTAC y del CADTM Marruecos, se preocupa del control creciente ejercido por las multinacionales sobre la producción de electricidad en su país. Considera que proyectos como el de Ouarzazate son una amenaza a la soberanía nacional en el sector de la energía propia, ya que las decisiones cruciales que afectan al conjunto de la población son tomadas por un puñado de tecnócratas lejos de cualquier proceso o consulta democrática.
Un enfoque centrado en las comunidades locales
Es absurdo pensar que la liberación económica y el «desarrollo» conducen necesariamente a la prosperidad, a la estabilidad y a la democracia, como si el neoliberalismo y la agenda de (sub) desarrollo de Occidente no tuvieran nada que ver con los levantamientos árabes. Cualquier proyecto dirigido a producir una energía estable debe estar arraigado en las comunidades locales, destinado a responder y a cubrir sus necesidades y centrado en la justicia medioambiental y energética.
Es tanto más importante si pensamos en las «primaveras árabes» y en las exigencias presentadas en dichas revoluciones: pan, libertad, justicia social y soberanía nacional. Los proyectos que implican a las grandes multinacionales tienden a adoptar un enfoque tecnocrático o «de arriba hacia abajo», lo que aumenta los riesgos de expropiaciones, acaparamiento de tierras y contaminación local. Sin la implicación de las comunidades locales no hay garantías de que esos proyectos contribuyan a aliviar la pobreza, a reducir el desempleo o a preservar el medio ambiente.
Ahí es donde falló la iniciativa Desertec. El proyecto implicaba a muy pocos actores del sur del Mediterráneo y eran mayoritariamente instituciones públicas y autoridades gubernamentales, no las comunidades locales que resultarían afectadas.
La Fundación Desertec publicó un conjunto de criterios para garantizar que los proyectos de producción de energía solar a gran escala en las regiones desérticas se realizarían de forma responsable desde el punto de vista social y medioambiental. Sin embargo en ausencia de control democrático, de transparencia y de participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones, esos criterios son papel mojado.
Otra cuestión crucial: ¿Esos proyectos permitirán una transferencia de conocimientos, experiencias y diseños de tecnologías renovables a los países del norte de África y Oriente Medio? Parece poco probable, dada la reticencia habitual de las multinacionales en ese terreno y los asuntos relacionados con la propiedad intelectual de dichas tecnologías. Por ejemplo los tubos a gas (captores solares térmicos) destinados a las centrales CSP del norte de África se fabrican todos en Alemania y las patentes de los receptores de tubos en vaso son propiedad de empresas alemanas. Sin un acceso equitativo a esas tecnologías los países del sur del Mediterráneo seguirán dependiendo de Occidente y de las multinacionales para cualquier futuro desarrollo sostenible.
¿La energía solar una nueva renta para los regímenes autoritarios?
Volviendo a las revoluciones árabes, Desertec se presentó como una posible vía de salida de las crisis ofreciendo nuevas oportunidades a la región. Esto es desconcertante si pensamos que las partes que colaboran en el proyecto cooperaron con las élites corruptas y los regímenes autoritarios de los cuales algunos fueron derrocados y otros continúan oprimiendo a sus poblaciones.
En vez de permitir un «desarrollo» y una emancipación de los gobiernos represivos las grandes centrales CSP, por naturaleza centralizadas, son una fuente ideal de rentas para los regímenes corruptos y autoritarios (como Argelia, Egipto o Marruecos) y podrían, al contrario, contribuir a mantenerlos en el poder. Para ilustrar este peligro veamos el ejemplo de Argelia.
El petróleo y el gas constituyen desde hace decenios una fuente de recursos para el régimen argelino, que utiliza esas rentas para comprar la paz social y conservar su control del poder. Mientras la guerra civil (o más precisamente la guerra «contra los civiles») causaba estragos en Argelia y el Estado y los islamistas fundamentalistas cometían abusos sistemáticos, BP firmó un contrato por valor de 3.000 millones de dólares en diciembre de 1995 que autorizaba la explotación de los yacimientos del gas del Sahara durante los 25 años siguientes. Un mes después Total firmaba un acuerdo parecido por valor de 1.500 millones de dólares y en noviembre de 1996 se abría un nuevo gasoducto para suministrar gas a la UE, el gasoducto Magreb-Europa que pasa por España y Portugal. Esos contratos, sin ninguna duda, vinieron muy bien al régimen en un momento en el que ejercía una violencia sistemática por todo el país y se encontraba en un período de aislamiento internacional.
Vinculadas a Argelia por las inversiones masivas, esas empresas y la Unión Europea tenían mucho interés en evitar la caída del régimen represivo y por lo tanto aceptaron la «guerra sucia» del régimen argelino de los años 90. Un megaproyecto de producción de energía renovable como Desertec, que vincula las economías europeas a los gobiernos corruptos de la región MENA, causaría exactamente el mismo tipo de problemas.
Ya se trate de energía fósil o renovable, los proyectos que no benefician a las personas que viven donde se produce la energía, que sirven para apoyar a regímenes represivos y autoritarios o que solo enriquecen a las élites y a las multinacionales voraces son escandalosos y debemos oponernos.
Los partidarios de proyectos de exportación de energía propia aparentemente inofensivos como Desertec deben asegurarse de que no apoyan una nueva ola de «acaparamiento de las fuentes de energías renovables». Después del petróleo, el gas (incluidos los gases no convencionales), el oro, los diamantes y el algodón, ¿servirá la energía solar a su vez para mantener la dominación imperialista de Occidente sobre el resto del planeta?
En vez de adoptar esos proyectos colosales es preferible apoyar los proyectos descentralizados a pequeña escala, dirigidos y controlados por las comunidades locales que promuevan la autonomía energética. Si no queremos repetir la tragedia de las energías fósiles debemos proclamar: ¡Dejad la luz del sol a los pueblos del desierto!
Traducido del inglés por Anne-Sophie Ronvaux.
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
El doctor Hamza Hamouchene es escritor argelino y cofundador de la organización Algeria Solidarity Campaign (ASC) con sede en Londres.
Fuente: Rebelión