Mujeres en resistencia. Boletín N° 176 del Movimiento Mundial por los Bosques
"Creemos que nuestro papel, no solo el 8 de marzo, sino todos los días del año, es contribuir a dar mayor visibilidad tanto a la lucha como a la realidad de las mujeres, y también a apoyar las luchas de las organizaciones de mujeres contra todo tipo de opresión, incluida la nueva ola de mercantilización de la vida en tiempos de la economía verde."
La “Economía Verde” es un concepto que ha cobrado fuerza especialmente por ser el foco de la próxima Cumbre de la Tierra Río+20, de las Naciones Unidas.
Si bien se presenta con un ropaje “ecológico”, no plantea ninguno de los cambios estructurales necesarios para revertir los problemas ambientales y sociales. Por el contrario, abre nuevos nichos de negocio para que circulen los grandes capitales financieros. Se trata, en definitiva, de la misma economía lucrativa que ha generado la crisis actual.
Numerosos movimientos y organizaciones sociales están en alerta y resisten este avance. En este número, en el mes del Día Internacional de las Mujeres, resaltamos el papel que cumplen las mujeres en ese proceso de resistencia.
NUESTRA OPINIÓN
- La resistencia invisible de las mujeres a la mercantilización de la vida
La lucha de las mujeres a lo largo y ancho del mundo es cotidiana. Sin embargo, el Día Internacional de la Mujer se constituyó, desde el siglo XX, como una instancia singular de esa lucha. Mujeres de todos los continentes, urbanas, campesinas, indígenas, negras, lesbianas, entre tantas otras, marcan esa fecha en las calles, erigiendo sus banderas, que son innumerables, contra las llamadas desigualdades de género, que tienen lugar en el ámbito local y global.
Entre los marcos de la lucha internacional de las mujeres no se debe olvidar la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos, realizada en Viena, en 1993, cuando irrumpió la palabra de orden “los derechos de las mujeres también son derechos humanos”. Otro momento importante fue la Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres, conocida como la Convención de Belém do Pará, que tuvo lugar en 1994. La violencia contra las mujeres, particularmente la denominada violencia doméstica, que ocurre dentro de casa, es uno de los fenómenos mundiales que más afectaron la vida y la dignidad de las mujeres.
Sin embargo, otras expresiones de violencia marcan sus vidas: la doble jornada de trabajo, la sobreexplotación de su fuerza de trabajo, el proceso de feminización de la pobreza y del SIDA, la pérdida de sus territorios a manos de grandes emprendimientos, la contaminación y la degradación de los ríos y del suelo, de los cuales dependen para su subsistencia. No hay dudas de que las mujeres tienen muchos adversarios y, quizás, el más feroz de ellos, después del patriarcado, sea el capitalismo. La capacidad que ese modo de producción tiene de mercantilizar la vida como un todo recae, extremadamente, sobre las mujeres. Las mujeres ven sus cuerpos transformados en mercaderías a través de la publicidad en los medios de comunicación, y son víctimas del tráfico que alimenta la red de prostitución internacional. Además, las mujeres tienen que luchar también contra las estrategias de mercantilización de la naturaleza, como las falsas soluciones creadas para el llamado “enfrentamiento” de la crisis climática.
Organizaciones no gubernamentales y fundaciones denominadas “ambientalistas” se apoderan de áreas colectivas de bosques, buscando restringir o inclusive prohibir el acceso de poblaciones locales a esas áreas, con el objetivo de “preservarlas” para el comercio de servicios ambientales, como el caso del carbono en los proyectos REDD+. En ese contexto, son las mujeres las que más sufren a causa de la humillación y de la represión constantes en los lugares donde se desarrolla ese tipo de proyectos.
Cuando la comunidad sufre la pérdida de su territorio de uso colectivo a manos de un proyecto de comercio de servicios ambientales, invariablemente, guardias forestales y, principalmente, milicias armadas públicas y/o privadas, comienzan a vigilar y a perseguir a la comunidad. Las mujeres, por permanecer en sus casas cuidando de los quehaceres domésticos, de las huertas y de sus hijos, pasan a ser más vulnerables.
Además, en las áreas afectadas por proyectos de carbono o de servicios ambientales suelen ser prohibidos los cultivos itinerantes, una práctica frecuente entre las comunidades de los bosques con fuerte participación de las mujeres que asegura una base alimentaria saludable para las familias y, al mismo tiempo, permite generar ingresos con la comercialización del excedente en los mercados locales.
Así, se concluye que los cambios producidos a partir de la creación de mecanismos de mercado para el uso de la naturaleza violan un derecho fundamental que es el derecho a la alimentación, principalmente, a una alimentación saludable. También es importante recordar que los cambios en los hábitos alimenticios con la introducción de productos industrializados y alimentos con agrotóxicos, llevan al surgimiento de nuevas enfermedades antes desconocidas.
Adicionalmente, la pérdida de áreas para plantación de alimentos genera otros impactos: muchas mujeres tienen que salir para vender su fuerza de trabajo cada vez más lejos de casa. Pero, a pesar de asumir nuevas funciones en el mundo del trabajo, la mujer continúa siendo la principal responsable del trabajo doméstico. La sobrecarga de trabajo de las mujeres ha contribuido a dejarlas más propensas a afecciones. Enfermedades como cáncer de mama y de cuello de útero se manifiestan cada vez más prematuramente en el cuerpo femenino. La hipertensión arterial, que era una de las principales adversarias de la salud masculina, afecta, en la actualidad, más a mujeres que a hombres.
Lo paradójico es darse cuenta que, a pesar de que las mujeres sean las principales impactadas, sus imágenes son usadas en piezas publicitarias para la promoción de proyectos de comercio de carbono o de servicios ambientales.
Creemos que nuestro papel, no solo el 8 de marzo, sino todos los días del año, es contribuir a dar mayor visibilidad tanto a la lucha como a la realidad de las mujeres, y también a apoyar las luchas de las organizaciones de mujeres contra todo tipo de opresión, incluida la nueva ola de mercantilización de la vida en tiempos de la economía verde.
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MUJERES EN ALERTA ANTE EL NEGOCIO VESTIDO DE VERDE
- Nuevas encrucijadas, mismos actores: la economía verde de los poderosos, la resistencia con voces de mujeres
El negocio se viste de verde
La humanidad transita viejos caminos con ropajes nuevos. El actual modelo civilizatorio, que se presenta como hegemónico pero en realidad corresponde a una minoría del planeta, lo está arrastrando hacia sus límites, enfrentándolo a múltiples crisis.
En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992, los gobiernos del mundo reconocieron que el planeta atravesaba una severa crisis ambiental. A partir del famoso informe Brundtland surgió el concepto del “Desarrollo Sustenable”, un tipo de desarrollo según el cual sería posible mantener y aumentar el crecimiento sin poner en riesgo las futuras generaciones. A partir de ese momento se adoptaron una serie de Convenciones sobre Biodiversidad, Desertificación y Cambio Climático que supuestamente estaban dirigidas a frenar la crisis ambiental.
Parecía que el futuro de la humanidad tenía una chance. Sin embargo no se abordó la raíz del problema: el sistema capitalista y su lógica de crecimiento sin fin. Los intereses creados fueron más fuertes y en lugar del cambio necesario la respuesta fue abrazar e impulsar animosamente salidas neoliberales que han significado la mercantilización de la naturaleza.
Ahora, 20 años después, rumbo a otra Cumbre en Río, la crisis ambiental se ha profundizado y el “Desarrollo Sustentable” lleva el rótulo de “Economía Verde”. Incorporada en 2008 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la “Economía Verde” plantea cambiar a combustibles renovables pero continuar con el mismo sistema productivo, comercial, financiero y de consumo, que ha demostrado largamente ser insustentable.
Sin duda que la propuesta beneficia a las principales economías capitalistas que, sumidas en graves crisis financieras y económicas, encuentran en la “economía verde” una salida para que sus empresas puedan nuevamente acumular capital y obtener más ganancias a partir de actividades productivas y también especulativas. Se trata de redireccionar las inversiones hacia la naturaleza – que se transforma en ´capital natural´– además de invertir en nuevas tecnologías supuestamente limpias -como el uso de la biomasa- y en el ´mercado de emisiones de carbono´.
En ese marco el concepto de pago por servicios ambientales está en el centro de la tormenta. “La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad” (TEEB por su sigla en inglés), una propuesta del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha sido instrumental para asignarle valor económico a la biodiversidad – un obstáculo importante para los impulsores del comercio de la naturaleza.
En esa perspectiva, los “servicios ambientales” y su “comercialización” se tornaron un elemento central de la “Economía Verde”. El resultado será, según Silvia Ribeiro del grupo ETC que monitorea e investiga este proceso, una “mayor mercantilización y privatización de la naturaleza y de los ecosistemas, integrando sus funciones (definidas como ‘servicios') a los mercados financieros” (ver Boletín 175 del WRM).
Los mercados de carbono entran en esta lógica perversa. Si bien su origen es anterior a la difusión actual del concepto de “Economía Verde”, son una muestra de cómo se pretende mercantilizar y por lo tanto privatizar el aire, el agua, los bosques, la diversidad.
Comercio de ilusiones
El Protocolo de Kyoto aceptó los mercados de carbono reglamentados dentro de la figura de Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Así, las empresas que ahorren emisiones las podrán vender, convertidas en bonos, a otras empresas a las que les convenga más ampararse en esos papeles y seguir contaminando.
Los mercados de carbono forman parte del proceso denominado “financierización” de la naturaleza, en el que las finanzas fueron predominando sobre lo productivo, alentadas por su progresiva desregulación, y los mercados de capitales – con la emisión de bonos o acciones – pasaron a ser las principales fuentes de inversión.
Más de US $ 100 mil millones de dólares anuales se mueven actualmente en las especulaciones del mercado de carbono, con numerosos fondos de inversión y destacados actores financieros que invierten ahora en el mercado de los permisos de carbono: Deutsche Bank, Morgan Stanley, Barclays Capital, Rabobank, BNP Paribas Fortis, Sumitomo, Kommunalkredit, y Cantor Fitzgerald.(1)
Hasta 2010, gran parte del crecimiento del volumen del comercio de carbono ocurrió en el mercado de carbono secundario, es decir donde la negociación se realiza entre operadores financieros. Lo que comienza en el mercado primario como un supuesto proyecto de reducción de emisiones en un país del Sur- que se venderían en forma de certificados a un comprador del Norte -, termina siendo una actividad totalmente financiera, sin ningún beneficio adicional para el clima y para las comunidades que dependen de los bosques, que supuestamente – como anuncia la propaganda – se verían beneficiadas con los dineros que recibirían por no usar sus bosques.
Se ha creado un complejo sistema financiero basado en la falacia de establecer una equivalencia entre el carbono fósil liberado del subsuelo en el que estuvo almacenado de manera permanente durante millones de años, y el carbono de la biósfera almacenado temporalmente en los vegetales. El carbono fósil liberado, extraído y quemado, no puede ser almacenado otra vez en forma segura bajo tierra porque los sistemas biológicos y geológicos no darían abasto.
En realidad no hay otra solución que dejar bajo suelo la mayor parte del carbón mineral, el petróleo y el gas aún inexplotados. Pero hay muchos y poderosos intereses que se resisten y entonces la creatividad se aplica a inventar nuevas formas de hacer más negocios con la naturaleza y evitar el cambio necesario.
El mercado, que se expande hasta ámbitos impensables, como en este caso la contaminación, no resuelve el cambio climático, por el contrario, lo agrava, ya que distrae de la necesidad de introducir un cambio estructural hacia un sistema que no dependa del consumo de combustibles fósiles. Agrava también la desigualdad y permite que los países que deben su crecimiento no solamente a la explotación de otros pueblos sino también a la contaminación que lanzaron a la atmósfera, no cumplan con su responsabilidad histórica.
Los bosques se cotizan en la bolsa
Ahora los bosques tropicales están en auge, y lamentablemente no por una preocupación genuina de conservarlos sino como base de retorcidos negociados.
La propuesta de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) es un mecanismo introducido en el Protocolo de Kioto en 2010 en el marco de las negociaciones sobre el cambio climático realizadas en la Cumbre de Cancún. A partir de otorgar un valor monetario al carbono almacenado en los bosques con el argumento de que es un incentivo para que a los países del Sur les resulte más rentable conservarlos que cortarlos, REDD propone que las emisiones supuestamente “reducidas” –por haber evitado la deforestación – se comercialicen en los mercados de carbono.
Además de que las propuestas REDD implican costosos y nada confiables sistemas de monitoreo del flujo de carbono, han llevado a que la voraz búsqueda de biomasa y créditos de carbono apunte a los pueblos de los bosques, buscando seducirlos o de lo contrario someterlos a coerción.
Un artículo publicado por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) en la revista América Latina en Movimiento, refiere cómo “pueblos indígenas o comunidades, por lo general numéricamente pequeños, con poca o ninguna experiencia en tratar con el mundo de la modernidad occidental, muchos con una tenue o nula tenencia legal de sus tierras y territorios, enfrentarán crecientes presiones para negociar, directa o indirectamente, con poderosos actores internacionales, los derechos sobre sus territorios y recursos... Evidentemente las comunidades tendrán aún menos condiciones de negociar con conocimiento adecuado de la complejidad del proceso internacional y desentrañar sus implicaciones. No son pocos los casos de comunidades que se han acogido a seductoras promesas –verdaderas o falsas-, sin medir las consecuencias para su medio de sustento; o de dirigentes que ceden a la tentación de recursos rápidos, a veces con corrupción de por medio. También hay comunidades con poca fuerza de negociación que han sido marginadas de sus tierras, o han aceptado condiciones irrisorias. Los términos de negociación son, entonces, extremadamente desiguales, y cuando las comunidades se resisten, a menudo sus integrantes se arriesgan a ser expulsados, acorralados, o incluso eliminados físicamente. La historia de la conquista se repite bajo nuevas modalidades”.
En un país como Indonesia, mientras las concesiones de petróleo y minería continúan y se expanden, y las plantaciones de palma aceitera ahora cubren 11 millones de hectáreas sin miras de detenerse, hay más de 40 proyectos REDD y un altisonante discurso gubernamental sobre la importancia de “salvar los bosques”. La organización WALHI/Amigos de la Tierra Indonesia se ha pronunciado categóricamente contra los mercados de carbono y contra REDD. En una entrevista realizada por REDD-Monitor a Teguh Surya , director de campaña de WALHI, éste expresó que “si uno quiere salvar sus pulmones debe dejar de fumar. El gobierno dice que salvaremos los bosques de Kalimantan, que son ‘los pulmones del mundo'. Pero sólo el 45%, porque seguirán destruyendo el 55% restante. Uno no puede cuidar sus pulmones si sigue siendo adicto al cigarrillo. Es imposible.”(2)
No obstante, los créditos REDD aún no han sido aceptados por el Régimen de Comercio de Licencias de Emisión de la Unión Europea (EU ETS), que actualmente maneja el 97% del mercado de carbono existente. Deben negociarse, entonces, en un mercado voluntario, que no es regulado – hasta ahora sirve básicamente para “maquillar” la imagen de las empresas – y es mucho menor que el mercado oficial de Kyoto, que aún está en la etapa de preparación de REDD.
A pesar de eso, los actores que tienen un fuerte interés en que REDD se implemente continúan haciendo todo tipo de esfuerzos y comprometiendo cuantiosos recursos en proyectos cuya concreción se presenta incierta por la experiencia de promesas incumplidas, los condicionamientos que acompañan los financiamientos y las actuales crisis financieras, como señala un reciente informe de diversas organizaciones sociales(3).
Haciendo visible la dimensión de género
Los bosques, además, no son meros receptáculos de carbono. Principalmente brindan medios de vida, subsistencia e ingresos a más de 1.600 millones de personas en el mundo, como registra el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Son los sectores campesinos e indígenas quienes más dependen de los bosques, y dentro de ellos la mayor parte son mujeres cuya supervivencia depende de los suministros que encuentran en los bosques.
Y entran a tallar los roles, derechos y responsabilidades construidos socialmente y que se asignan a hombres y mujeres así como a la relación entre ambos sexos, dando lugar al género. En la división de roles se ha asignado a las mujeres la tarea de cuidar el hogar y hacerse cargo de la salud y educación de sus familias. Durante siglos las mujeres rurales han sido responsables de las tareas domésticas; de cuidar y alimentar a sus familias; de cultivar, intercambiar semillas y comercializar los productos del huerto familiar, ocupando en general un lugar socialmente invisible.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), citados en un artículo de Esther Vivas, integrante del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universidad catalana Pompeu Fabra (4), en numerosos países africanos las mujeres representan el 70% de la mano de obra en el campo, son responsables de proporcionar el 90% del agua de uso doméstico y son responsables de entre el 60 y el 80% de la producción de alimentos consumidos y vendidos por la familia. Se hacen cargo del 100% del procesamiento de alimentos, del 80% de las actividades de almacenamiento y transporte de alimentos y del 90% del trabajo destinado a preparar la tierra antes de plantar.
Otros datos brindados por la agencia Inter Press Service y recogidos en un artículo de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID)(5) revelan que “las mujeres recolectan leña en los bosques y acarrean agua desde ríos y lagos para consumo doméstico. Mantienen a sus familias y comunidades con los productos de la tierra. Aun así, en la mayoría de países africanos, sus derechos legales a poseer propiedades no están asegurados. Sólo el 1 por ciento de las mujeres en Tanzania tiene títulos de tierra legales. En Zimbabue, aunque hasta el 20 por ciento de las mujeres tiene títulos de tierra, a pesar de esta cifra relativamente alta ellas ‘raras veces se benefician' de su tierra”.
El artículo comenta cómo la expansión de monocultivos para la fabricación de agrocombustible, uno de los motores del acaparamiento de tierras, ha provocado en Ghana que “los medios de vida tradicionales de muchas mujeres que dependían de sus cultivos de cacao y palma de aceite están siendo erosionados a consecuencia de los acaparamientos de tierra. Viudas etíopes que ya han sido despojadas de sus derechos a la propiedad de la tierra y tienen que cultivar ‘tierras marginales' han quedado ahora más desposeídas debido a los acaparamientos de tierra porque estas tierras ‘marginales' están siendo acaparadas para cultivar biocombustibles”.
En muchos casos de cambios en el uso del suelo – que ha provocado la destrucción de bosques y otros ecosistemas para dar paso a monocultivos– la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado ha significado una doble carga de trabajo para ellas, quienes continúan cuidando a sus familias y al mismo tiempo trabajan para obtener un ingreso, muchas veces en trabajos precarios, ganando sueldos más bajos que los hombres por el mismo trabajo lo que en ocasiones las lleva a trabajar más horas para aumentar su ingreso.
En el caso del uso de los bosques, el conocimiento que tienen las comunidades locales de los árboles y los productos no maderables del bosque es complejo y tiene sus raíces en la tradición, pero también tanto ese conocimiento como el uso de los bosques tienen un sesgo de género que conlleva una distribución asimétrica del acceso al poder y de su distribución entre hombres y mujeres, como lo reconoce el programa REDD de las Naciones Unidas en un reciente informe 6). Es rescatable la reflexión que hace el informe de que el uso del término “comunidad”, como unidades homogéneas, estáticas, armoniosas y “sin género” en las que la gente comparte intereses y necesidades comunes, oculta relaciones de poder y enmascara los intereses y necesidades basados en, por ejemplo, la edad, la clase, la casta, el grupo étnico y el género. El informe invita a cuestionar las diferencias de género, es decir, lo que significa ser hombre o mujer en determinado contexto, y hace referencia a estadísticas – tanto de la agricultura como del uso de los bosques – que revelan que las mujeres trabajan más horas que los hombres, con frecuencia en actividades vinculadas a la subsistencia y al cuidado de la familia. Esto se traduce en menos tiempo libre para asistir y participar en otras actividades que puedan contribuir a su formación e información.
Más aún, también hay dimensiones de género en los derechos a la tierra y el acceso a la misma, mediadas por prácticas consuetudinarias y construcciones jurídicas. Esta desigualdad es crucial en la medida que la tierra es un bien vital para la producción de alimentos.
A pesar de su papel clave en la subsistencia, las mujeres pueden llegar a resultar más afectadas por situaciones de crisis alimentaria, como se desprende de datos de la FAO que afirman que en 2008, cuando el aumento de los precios de los alimentos, en algunos países los hogares a cargo de mujeres resultaron más vulnerables que los de los hombres porque destinaban una mayor proporción del ingreso familiar a la adquisición de alimentos y porque tenían menores posibilidades de responder al problema aumentando su producción de alimentos.(7)
Según investigaciones de Fraser, A., citadas por Esther Vivas en el artículo antes mencionado, numerosas mujeres no tienen garantizado el acceso a la tierra como un derecho: en varios países las leyes prohíben ese derecho y en otros en que existe, hay tradiciones y prácticas que impiden a las mujeres tener el derecho de propiedad sobre la tierra, por lo que no controlan su venta ni cómo se transmite a los hijos. La organización de la India Karnataka State Farmers Association, de La Vía Campesina, señala en el referido artículo que las mujeres campesinas no tienen prácticamente derechos y se consideran un “agregado” de los hombres. “Las mujeres rurales son las más intocables de los intocables dentro del sistema social de castas.”
Lo mismo ocurre en África con respecto al acceso a la tierra, donde la mujer no tiene derecho a heredar y en los casos en que queda viuda termina perdiendo la tierra y otros bienes. Sin embargo, las mujeres africanas luchan y se organizan para enfrentar el reciente avance de los acaparamientos de tierra y exigen que se aseguren sus derechos a poseer propiedades y a los recursos naturales. Y es así que Kenia adoptó recientemente una política nacional de tierras que establece los derechos de las mujeres a poseer tierra y Tanzania tiene una ley que exige la participación de las mujeres en los órganos locales para administración de la tierra. Por otra parte, en 2009, la Unión Africana adoptó el Marco y Directrices sobre la Política de Tierras en África, que insta a los Estados a asegurar el acceso equitativo a la tierra y reconoce el rol de la colonización respecto a afianzar el patriarcado en las leyes de propiedad de la tierra al “conferir derechos de título y herencia a los hombres de la familia” y permitir la discriminación de las mujeres en cuestiones de derecho personal (matrimonio y herencia), como revela el artículo de AWID antes mencionado.
El agronegocio, que ha encontrado una nueva vía en el contexto de la economía verde, ha implicado la desarticulación de economías familiares, mercados locales y usos sustentables del suelo. La producción mecanizada en gran escala dando lugar a los monocultivos, y la pérdida de los bosques han provocado la pérdida de soberanía de numerosas comunidades locales. El vínculo de las mujeres con el bosque, su rol de proveedoras, su relevancia en la comunidad se ven violentamente alterados y no como producto de un proceso de cambio buscado y consciente sino como resultado de una ruptura brusca y externa. Las “soluciones” mercantiles de apropiación de la tierra, el agua y el aire afectan doblemente a las mujeres en situación de falta de derechos y mayor vulnerabilidad.
Las mujeres: avasalladas que no callan
Dentro de los formatos de “servicios ambientales” prontos para vender en el mercado de carbono, las propuestas REDD y su versión ampliada REDD+ han irrumpido con fuerza y tratando de hacer buena letra buscan contemplar la situación de las mujeres esfrzándose por de incluir la dimensión de género en su formulación, como lo plantea el programa REDD de las Naciones Unidas, en el documento citado anteriormente. REDD se presenta, entonces, como un hecho consumado, en el que es necesario participar para mejorarlo. Y si tiene representación de género, el aval será mucho mayor…
Los procesos de privatización de bienes otrora comunes para las comunidades – tierra, agua, bosque – conducen en muchos casos a una intensificación de la migración, que golpea a la mujer en su responsabilidad histórica de hacerse cargo de la familia. Una migración caracterizada como un proceso de “urbanización desconectada de la industrialización” (ver artículo de Esther Vivas) empuja a las ex mujeres rurales a las ciudades, que las engullen en sus áreas marginales, donde sobreviven de la economía informal. Las mujeres son un componente esencial de esas corrientes nacionales e internacionales migratorias que implican el desmantelamiento y abandono de familias, tierras, formas de producción y vida.
El incierto y seguramente exiguo pago por el “servicio ambiental” que brinda el bosque es un incentivo perverso en situaciones de comunidades ya acorraladas por la destrucción provocada por el agronegocio que avanza. Subrepticiamente, esta forma de comercialización de la vida conspira contra el vínculo sagrado que ha unido ancestralmente sobre todo a los pueblos indígenas con la naturaleza, en una cosmología que históricamente los convirtió en custodios de los bosques. Detrás de REDD lo que queda es la pérdida del acceso a los bosques y su uso por las comunidades y Pueblos Indígenas. Y, por la función de la mujer rural e indígena, esto la afectará de manera especial, como hemos comentado.
Por eso se agitan otras voces: el derecho a decir ¡no a REDD! Justamente fue durante la COP 16, que incorporó el mecanismo REDD, que numerosas mujeres, junto a organizaciones de distintas partes del mundo, reafirmaron la importancia de salvaguardar los derechos de las mujeres y por ello mismo se pronunciaron contra las iniciativas REDD. Los argumentos de ese pronunciamiento - que contribuimos a divulgar en su momento ( ver aquí)- continúan vigentes.
Por su lado, en el Día Internacional de la Mujer, la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) se pronunció en su declaración contra “el nuevo saqueo y apropiación del capital sobre los recursos naturales” y en rechazo a “la cultura del consumo que va empobreciendo más las comunidades, generando dependencia y exterminando las producciones locales”. La MMM anunció: “seguimos marchando, resistiendo, y construyendo un mundo para nosotras, los otros, los pueblos, los seres vivientes y la naturaleza. Estas acciones continúan enfrentándose a los embates del paradigma mortal del capitalismo con sus falsas salidas a las crisis y de una ideología fundamentalista conservadora”. Y reiteró que: “seguiremos fortaleciéndonos desde nuestros cuerpos y territorios en resistencia y defensa de los mismos, profundizando nuestros sueños de transformaciones estructurales en nuestras vidas y ¡marchando hasta que todas seamos libres! Llamamos a la articulación de nuestros movimientos y a las alianzas con los otros movimientos, pues solo así construiremos un mundo en libertad”(8).
En Brasil, 1.150 mujeres del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ocuparon el 1º de marzo una plantación de eucaliptos de la empresa Suzano Papel Celulose (9), en el extremo sur de Bahía. La ocupación formó parte de las jornadas organizadas por la Vía Campesina Brasil en torno al día internacional de lucha de las mujeres. El objetivo fue denunciar el desempleo, la pobreza, la desigualdad social, la expulsión del campo que traen los monocultivos de eucalipto, que han usurpado tierras de zonas de bosque. Otras 2.000 mujeres marcharon por las calles de la ciudad Curitiba (10) rechazando el agronegocio, la violencia del capital y del patriarcado, la aprobación del Nuevo Código Forestal (que supone un avance del agronegocio, ver Boletín Nº 166 del WRM), y la economía verde impulsada por el gran capital.
Las mujeres van por más y, planteando una salida al agronegocio, levantan alto la bandera de la soberanía alimentaria.
El monopolio de un grupo de trasnacionales que cuenta con el apoyo de gobiernos e instituciones internacionales (Banco Mundial, FMI, etc.) que vehiculizan las políticas que les favorecen (de privatización, de apertura forzada a la economía global, los tratados de libre comercio) se ha apoderado del sistema de producción de alimentos para convertirlo en un negocio más.
Como señala la organización GRAIN, el problema no es la falta de alimentos sino la falta de acceso a los mismos. En 2008 la producción mundial de granos se había triplicado con respecto a la década de 1960, mientras que la población se había duplicado. Son las políticas productivas, comerciales y de precios las que condenan al hambre en medio de la abundancia.
Frente a esto, la soberanía alimentaria se torna un proceso de resistencia popular cuya conceptualización permite aglutinar a los movimientos sociales en torno a un acuerdo común de objetivos y acciones. La soberanía alimentaria pone su centro en la autonomía local, los mercados locales y la acción comunitaria e incorpora aspectos como la reforma agraria, el control territorial, la biodiversidad, la cooperación, la salud. Implica recuperar el derecho a elegir qué, cómo y dónde producir los alimentos. Y en ese sentido, como bien señala Vivas, es una perspectiva inherentemente feminista.
El poder seguirá buscando fórmulas y resquicios para perpetuarse pero también la resistencia seguirá encontrando voces, entre ellas las de un número cada vez mayor de mujeres.
Notas
1 - “Mercados de carbono. La neoliberalización del clima”, Larry Lohmann, 2012, Ediciones Abya-Yala/Universidad Politécnica Salesiana. Disponible aquí
2- Entrevista con Teguh Surya, WALHI: “We are against REDD. We are against carbon trading,” Chris Lang, 9 de marzo de 2012, ver aquí
3- “O mercado de carbono não é a solução que promete ser para governos, florestas e populações do hemisfériosul”, publicado en febrero de 2012 por numerosas organizaciones sociales, ver aquí
4- “Without women there is no food sovereignty”, Esther Vivas, 2012, ver aquí
5- “La Más Reciente Fiebre Por La Tierra En África: Repercusiones De Los Acaparamientos De Tierra Para Los Derechos De Las Mujeres”, AWID, 10/02/2012, ver aquí
6- “The Business Case for Mainstreaming Gender in REDD+”, Diciembre 2011, Programa UN-REDD
7- “The Stateof Food and Agriculture - 2010-2011”, Women in Agriculture: Closing the gender gap for development; Women's work, ver aquí
8- Declaración de la Marcha Mundial de las Mujeres en el Día Internacional de las Mujeres, 2012, ver aquí
9- “Mulheres do MST ocupam fazendada empresa Suzano,no municipio de Alcobaça-Bahia”, MST, ver aquí
10- “Marcha reúne 2 mil mulheres do campo e cidade em Curitiba por Código Florestal”, Camilla Pinheiro y Pedro Carrano, ver aquí
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- Honduras: mujeres en lucha por la tierra en un marco de violencia y asesinatos
Campesinos y campesinas del Valle del Aguán, Honduras, sufren una violenta represión tras haber emprendido acciones organizadas para retomar sus tierras, que les habían sido entregadas como parte de una reforma agraria truncada, que data de inicios de la década del setenta.
La Ley de Reforma Agraria aprobada en 1972 colonizó una región que hasta el momento no estaba destinada a la producción agrícola: el Bajo Aguán. Comienza en ese momento a prepararse la expansión de los monocultivos de palma aceitera en la región, destinados inicialmente a la industria cosmética y gastronómica y en el presente promovida además para agrocombustibles.
En aquel entonces se fomentó la creación de cooperativas de trabajo y se facilitaron préstamos para la plantación de palma. Con apoyo de la Banca Internacional y del Estado hondureño se construyeron carreteras y demás infraestructura que facilitaron el acceso a las tierras.
Posteriormente, en la década del noventa, la Ley de Modernización y Desarrollo del Sector Agrícola posibilitó la concentración de tierras en manos de terratenientes locales, como Miguel Facussé, que dieron otro impulso a la producción extensiva de los monocultivos de palma en gran parte del territorio norteño de Honduras, especialmente en el Bajo Aguán. Las familias que habían sido beneficiadas por la reforma agraria fueron inducidas en algunos casos y forzadas en otros, a entregar sus tierras a esos terratenientes.
Muchas de esas familias, enfrentadas a la pérdida de sus medios de vida, comenzaron a organizarse en movimientos campesinos y a reclamar al gobierno lo que entendían era su Derecho a la tierra. A partir del año 2000, luego de infructuosas y dilatadas negociaciones, los campesinos decidieron recuperar sus tierras iniciando así un proceso de recuperación de tierras sembradas con palma africana que reivindicaban como propias.
El golpe de Estado de 2009 profundizó el conflicto agrario en el Aguán y la violación a los derechos humanos se agravó a tal punto que motivó a algunas organizaciones de Derechos Humanos a darles seguimiento y difusión internacional. Una misión internacional se hizo presente en la zona y realizó el informe “Situación de los Derechos Humanos en el Valle del Aguán”, según el cual “la represión se manifiesta desde diferentes acciones y omisiones del Estado, que van desde la violencia ejercida por policías, militares y seguridad privada de los terratenientes hasta la utilización del sistema judicial para intimidar y desmotivar la lucha por la tierra”. (1)
Además, diferentes organizaciones sociales y de Derechos Humanos nacionales e internacionales y movimientos campesinos del Aguán crearon en 2011 el Observatorio Permanente Internacional de Derechos Humanos del Bajo Aguán, un espacio de apoyo, observación y acompañamiento para prevenir las violaciones de los derechos humanos.
ÚLTIMO MOMENTO
En la madrugada del pasado 12 de marzo fue encontrado asesinado el campesino Marvin José Andrade, de la comunidad de Cayo Campo aledaña al asentamiento campesino La Lempira. Su cuerpo, encontrado en un desvío de la carretera, mostraba graves quemaduras y signos de haber sido torturado. Vecinos de la comunidad aseguran que había recibido amenazas de muerte de parte de guardias de seguridad de los empresarios terratenientes cercanos.
Líderes de las comunidades campesinas e integrantes del Observatorio Permanente Internacional de Derechos Humanos han denunciado que recibieron nuevas amenazas de muerte, a pesar de lo cual manifiestan seguir firmes en la defensa de la vida y la preservación de los derechos humanos fundamentales de nuestras comunidades y pueblos.
Mujeres por la tierra: historias de resistencia
En esta historia de lucha por la tierra se entrelazan muchas historias silenciosas de mujeres que han estado resistiendo desde multifacéticos roles de madres, esposas, dirigentes y trabajadoras.
“Las mujeres viven en un ambiente en el que todos sus derechos están expuestos a ser violados: no tienen acceso a tierras de cultivo o cualquier otro medio para producir que les permita sobrevivir. Ante tal situación las mujeres se ven obligadas a buscar alternativas para la sobrevivencia: rompiendo barreras de género, luchan junto a sus compañeros campesinos, incorporándose a todas las tareas que le presenta su actual situación.
Las mujeres son permanentemente hostigadas por los guardias de seguridad privada, policías, militares y de la fuerza naval. Temen ir a trabajar, lo cual incide negativamente en su ingreso económico agudizando su situación. En los desalojos y hostigamiento son víctimas de la violencia contra sus cuerpos y sus seres queridos.” (1)
Con motivo del Encuentro Internacional por los Derechos Humanos realizado en febrero de este año (2) pudimos recorrer algunas comunidades locales: asentamientos campesinos donde conversamos con Consuelo y Guadalupe. En ellas ejemplificamos la lucha de muchas mujeres por tierra, dignidad y un futuro mejor para sus hijos e hijas y demás familias campesinas.
Consuelo, mujer, madre y militante, asentamiento La Lempira, Bajo Aguán, Honduras. Integra el Movimiento Unificado Campesino del Aguán (MUCA).
“Hace 5 años decidí unirme al movimiento de recuperación de tierras. Los movimientos campesinos surgen desde hace unos veinte años para defender y recuperar tierras en el Bajo Aguán. Desde ese entonces la represión no ha cesado y desde el golpe de estado del 2009 se agudizó. Todos los acuerdos que se firman no se cumplen, se nos prometió la compraventa de sectores ocupados de tierra y tierras sin cultivar en las áreas recuperadas, pero eso no se cumplió hasta ahora. Nos piden precios muy altos por tierras que ya eran de reforma agraria, no nos dan los años de gracia que solicitamos y los intereses que nos cobran por la tierra son altísimos.
La persecución es constante y aguda, cada día más se agrava la situación con amenazas de muerte. Hay tortura psicológica sobre todo porque los miembros de los movimientos que pertenecemos a las diferentes empresas [organización campesina similar a una cooperativa] en recuperación de tierras estamos presos en los asentamientos porque no tenemos libertad de circular afuera de donde estamos reubicados porque corremos el peligro de ser asesinados o de ser secuestrados.
Aquí en la zona se sabe que las amenazas son de parte de los terratenientes, porque de repente ellos son dueños de todo, ellos tienen el dinero, las armas y tienen todo. Son los principales responsables de la persecución, de los asesinatos y de los principales actos violentos contra campesinos y campesinas. A René Morales y Miguel Facussé nosotros les llamamos los dueños de la muerte porque ellos deciden cuando alguien se va a morir, y prácticamente ellos manejan la muerte y toman esa decisión.
La vida de nosotras, las mujeres que estamos luchando en movimientos campesinos o en diferentes organizaciones para generar cambios en nuestro país o en nuestros hogares, es muy difícil, porque siempre hemos sido objeto de violencia. Se dice que las mujeres somos más débiles. Pero en verdad somos quienes estamos luchando ante muchos frentes, por la tierra, ante la privatización de la educación, la salud, entre otras reivindicaciones. Nosotras como mujeres hondureñas hemos puesto nuestra autoestima en alto y seguimos en la lucha para transformar nuestro país y para darles a nuestros hijos una mejor vida. Aunque tengamos nuestra pareja, los niños cuando tienen hambre van con su mamá a decirle “mamá yo tengo hambre”, entonces desde ahí es que nosotras somos las que estamos frente a la situación, somos pilares, y somos el principal objeto de violencia.
Fui empleada de Facussé durante 7 años, y puedo decir que el trabajo allí no era digno. Nos hacían contratos por dos meses y luego nos proponían trabajar “arrimados” . Realicé distintos tipos de tareas: fertilizando palma africana, recolectando la fruta del suelo que se desgranaba durante la cosecha, en el vivero o en la planta extractora en la fabricación de aceite, manteca o margarina. Para las aplicaciones en el campo, lo único que nos daban era guantes, incluso yo trabajando allí me intoxiqué y cuando me pasó por segunda vez ya me había hecho asmática, mis pulmones estaban débiles por la inhalación de químicos. Fui a una doctora que me dijo que estaba intoxicada, porque el veneno se me había ido a la sangre y me dio un comprobante de incapacidad por tres días. El Ingeniero de la empresa rompió el comprobante y yo seguí trabajando hasta que un día vio que mi salud se empeoraba y me dijo que me fuera para mi casa hasta que me cure. Sin trabajo no hay pago, es una total explotación a quienes trabajan, es bien difícil estar enferma y sin cobrar. Al unirme al movimiento de recuperación de tierras tomé la decisión de dejar de trabajar allí.
Desde hace 8 meses han iniciado una persecución en mi contra y en contra de mis hijos, han estado investigando quiénes son mi familia acá en la zona. Un día un guardia de Facussé le preguntó a una amiga por mi paradero, mi amiga no le dio la información, pero el guardia le dijo que a todos los que habían trabajado para Facussé habría que “despacharlos para abajo”. Vigilan mi casa, a mis hijas les han dado seguimiento mientras se desplazan a la escuela, las vigilan diariamente. En otra oportunidad, a la salida de la escuela una camioneta persiguió a mi hija, cuando ella se tiró a la cuneta para que no la atropellaran, pararon y abriendo el vidrio la encañonaron para amenazarla pidiendo datos sobre su madre. Se reían de ella al verla asustada, le hacían preguntas sobre su madre y el resto de la familia, le preguntaron dónde trabajaba y la amenazaban con que si estaba mintiendo la iban a matar. Tratando de intimidarla le decían 'te vamos a matar y a tu mamá la vamos a llevar lejos de ti y también la vamos a matar'. Han atemorizado a mis hijas al punto que ambas reprobaron el grado en la escuela ya que tienen miedo y muchos nervios.”
Guadalupe, mujer, madre y viuda, asentamiento Guadalupe Carney. A su esposo, miembro del Movimiento Campesino del Aguán (MCA) lo mataron en noviembre de 2010 en la finca El Tumbador, Bajo Aguán, Honduras. (3)
“Ellos eran cinco campesinos y los esperaron más de 200 guardias de seguridad de Miguel Facussé, los atacaron por dos lados sin dejarles salida. Fueron tres horas de disparos porque los persiguieron hasta matarlos a todos. Ellos no tenían armas, solo llevaban los machetes para trabajar, los mismos guardias les pusieron armas luego de matarlos para sacarles la foto armados y para que el pueblo entero dijera que los campesinos tienen armas.
Yo fui la última en enterarme que mi esposo estaba muerto; la comunidad se movilizó para sacarlos del campo donde estaban muertos porque los guardias de Facussé intentaron quemarlos con gasolina para que nosotros no los veláramos en nuestra comunidad. Luego nos enteramos que Facussé buscaba pagar sus muertos, ofreció dinero a las familias por los cuerpos, para que las familias no hicieran reclamos…como si fueran animales que él mató y los pagaba. Él estaba buscando quedar libre, nosotros nos negamos y respondimos que lo que nosotros queríamos era justicia contra él porque con ese dinero no recuperaríamos la vida de nuestros compañeros. De esa forma él estaba aceptando la responsabilidad de las muertes.
Él con dinero todo lo puede, eso no puede ser. A mí me gustaría que se hiciera justicia, para demostrar que nosotros también valemos, que no solo él vale, eso es lo que más deseo.”
Fue inevitable revivir el dolor al comentar los hechos ocurridos aquel noviembre, luego de nueve meses de haber recuperado la finca. Guadalupe vuelve a la actualidad para referirse a su hijo en edad escolar que “con el papá era muy pegado, a veces no puede dormir, yo le digo que fue por la tierra que él murió. Hablamos siempre de él, entonces ahora ya lo comprende un poco mejor. Y continúa:
"Tras organizarnos para recuperar la tierra en el año 2000, armamos varias empresas entre conocidos y nos instalamos aquí armando champitas en primer lugar. Se midieron los solares y se repartieron un cuarto solar para cada familia. Nosotros limpiamos la tierra, recuperaron la palma africana existente y sembramos otros cultivos en nuestros solares. No hay que sembrar siempre lo mismo. Además en lo alto de la ladera compartimos la tierra entre los integrantes del asentamiento para cultivar lo que cada familia considere necesario”.
Al quedar sola frente a la casa y como jefa de familia, Guadalupe tuvo que asumir una enorme carga y responsabilidad. Además de ocuparse de su hijo, comenzó a trabajar fuera de la casa en una cooperativa de productores, cría gallinas y pavos, mantiene su huerta donde los plátanos, palma africana, palta, yuca, maíz, entre otros cultivos le permiten subsistir, y asiste a las reuniones del movimiento.
“Los militares están aquí día y noche, están siempre vigilando la comunidad. Pasan viendo quien anda y como controlando toda la comunidad, las entradas y salidas. Están siempre con el oído ahí, escuchando lo que decimos o hacemos para informarle a los contrarios de la comunidad, es decir a la gente de René Morales o Miguel Facussé. Además también están los guardias de Facussé, ellos se visten con trajes distintos cada día, a veces de azul hay días que de blanco, así uno no los reconoce cuando andan por la carretera. El miedo siempre está, mientras el hijo no ha llegado de la escuela, mientras me voy a las 4 de la mañana en bicicleta al trabajo, en todo momento. Uno tiene miedo de andar por la carretera, miedo de ellos, porque cuando te ven solo te pueden matar, le pasó a un vecino, lo siguieron y antes de que llegara a su casa le dispararon.
Cuando se le pregunta cómo se ve en el futuro, responde “Yo no me veo en otro lado, con mi hijo vamos a seguir luchando por lo que comenzamos aquí, como él lo hizo . Me gustaría tener nuestras tierras libres para trabajar tranquila.”
Luchas y esperanzas de mujeres
A pesar de todas las dificultades, las mujeres se organizan y se fortalecen. En el marco del Encuentro Internacional se organizó un taller de mujeres, quienes se convocaron “porque entendemos que es importante que nos miremos y platiquemos para organizarnos, sentir y tener más fuerza, conocer y aprender nuestras luchas, entender y luchar contra el patriarcado, plantearnos la lucha desde todas, sentirnos apreciadas, perder el miedo y defendernos”.
“Las que somos del Aguán y de organizaciones campesinas peleamos junto a nuestros compañeros varones por la tierra, y enfrentamos con ellos la represión, la violencia de policías, militares y guardias de seguridad. Nos toca enterrar compañeros, hermanos, padres y hasta nuestros propios hijos, llorarlos y seguir adelante. El miedo que nos da la represión nos provoca pesadillas, mal dormir, enfermedades, dolores de cabeza, nervios para hablar, para caminar, para vivir todos los días. Pero nos acompañamos con otras mujeres para enfrentar esta situación, nos ponemos de acuerdo para hacer turnos y cuidarnos, para dormir, comer y platicar a ver cómo le vamos a hacer para salir adelante. Y salimos adelante. En esta lucha estamos todos y todas juntos.” (4)
(1) Informe realizado a partir de la visita de una misión de organizaciones de DDHH a la zona del Bajo Aguán, Honduras, del 8 al 11 de diciembre de 2010. Leer texto completo aquí
(2) Encuentro Internacional por los Derechos Humanos en Solidaridad con Honduras, realizado en Tocoa, Colón, del 17 al 20 de febrero de 2012. Leer más información y Declaración final del encuentro aquí
(3) Por más información sobre la masacre en El Tumbador ver “Masacre y barbarie en el Bajo Aguán”, ver aquí
(4) Declaratoria del taller “Cuerpos, luchas y esperanzas de las mujeres” realizado en La Confianza, Colón, 16 de febrero 2012, preparatorio del Encuentro Internacional por los Derechos Humanos en Solidaridad con Honduras. Leer texto completo de la Declaratoria aquí
Artículo elaborado por el WRM en base a la participación en el Encuentro Internacional por los Derechos Humanos y en Solidaridad con Honduras, Febrero 2012.
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NOTICIAS BREVES
- Respuesta pública del WRM a Forest Trends
El artículo “Servicios ambientales y su propuesta de mercantilización y financierización de la naturaleza: Bosques, monocultivos de árboles y la ‘economía verde'” publicado en el Boletín Nº 175 del WRM motivó una reclamación de la ONG Forest Trends. La reclamación tenía que ver con la información proporcionada en dicho artículo acerca de la falta de participación popular en la aprobación de una ley que promueve el comercio de los servicios ambientales en Acre, Brasil.
En la respuesta brindada a Forest Trends, el WRM sostiene su afirmación y aclara cómo la ley fue aprobada “sin la debida discusión con sectores de la sociedad directamente impactados por la ley, es decir, los hombres y las mujeres del campo y de los bosques”. La respuesta pública puede leerse en inglés , o en portugués.
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- Acción por los ríos y contra las represas
El 14 de marzo, el Día Internacional de Acción por los Ríos y contra las Represas, numerosas voces se levantan contra proyectos hídricos destructivos – como la construcción de represas –, reclaman por la salud de las cuencas y exigen el manejo equitativo y sustentable de los ríos.
A lo largo de los años, la organización International Rivers Network (IRN) ha venido convocado a una acción global de lucha. Este año, el IRN dio a conocer las más de 120 acciones planeadas en no menos de 45 países: “desde festivales, conferencias de prensa, actividades en kayak, limpieza de ríos y protestas hasta reuniones religiosas, lanzamientos de campañas contra represas hidroeléctricas y más”. Puede verse un mapa de esas acciones en la página web del IRN.
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- Los países del sur y los bosques no deberían esperar nada bueno de los mercados de carbono
Varias organizaciones sociales de distintas partes del mundo firmaron y publicaron el documento “Carbon markets will not deliver for Southern governments, forests and people” (Los mercados de carbono no beneficiarán a los gobiernos del Sur, a los bosques y a la gente), advirtiendo a los gobiernos del Sur que no deben tener expectativas en un mercado mundial de carbono que incluya créditos de carbono de los bosques o créditos REDD.
Las principales razones que manejan para esta afirmación es que el Régimen de Comercio de Licencias de Emisión de la Unión Europea (EU ETS) – el mayor mercado de carbono – no incluirá a los bosques por los menos hasta 2020, y que los créditos de carbono en su calidad de “commodity” han tenido un muy mal desempeño.
Por otro lado, en el caso de que llegara a existir un mercado de carbono de los bosques, el dinero que podría llegar a éstos sería muy exiguo porque, como ocurre con cualquier otro mercado de commodities, quienes más se enriquecen son quienes comercian o especulan mientras que los productores reciben apenas un porcentaje limitado del costo final y, finalmente, aún si se destinaran fondos a los bosques, no irían a países de “alto riesgo” (lo que incluye a varios países africanos) porque los inversores ponen el dinero donde menor es el riesgo y mayor es el retorno.
El documento puede leerse en portugués.
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- Llamado a moratoria y fiscalización precautoria de la biología sintética
Una amplia coalición de organizaciones de todo el mundo lanzaron la primera declaración de la sociedad civil mundial en formular los principios que deben ser adoptados para proteger la salud pública y el ambiente de los riesgos planteados por la biología sintética y abordar sus peligros económicos, sociales y éticos.
Hasta tanto no se apliquen esos principios rectores, la coalición reclama una moratoria a la liberación y uso comercial de organismos y productos sintéticos en función de los peligros que rodean a esta “ingeniería genética extrema”, que escribe el código genético para crear genes, rasgos genéticos y posiblemente formas de vida enteramente nuevos.
El informe completo (en inglés) puede bajarse aquí
Boletín mensual del Movimiento Mundial por los Bosques (WRM)
Este boletín está disponible también en Inglés, Francés y Portugués
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