México: en la Sierra Negra resistencia contra megaproyectos
"Así ha empezado todo de nuevo, con la palabra, con el tlajtol. Esta palabra comienza a recorrer las comunidades, iniciando un proceso de resistencia contra el Grupo Ferro Minero de México GFM (Minera Autlán). Este tlajtol rebelde va de comunidad en comunidad, se esparce en los tianguis de Coyomeapan y Zoquitlán, recorre las veredas y caminos reales, viaja con los ríos ..."
Por Martín Barrios Hernández
La revuelta de los nahuas de la Sierra Negra de Puebla, tanto en la montaña como en la selva, empezó en los meses pasados con la palabra, tal como hicieron los nahuas caxcanes que encabezó Francisco Tenamaztle en 1541 contra los encomenderos y el virrey en la Guerra del Mixtón.
Así ha empezado todo de nuevo, con la palabra, con el tlajtol. Esta palabra comienza a recorrer las comunidades, iniciando un proceso de resistencia contra el Grupo Ferro Minero de México GFM (Minera Autlán). Este tlajtol rebelde va de comunidad en comunidad, se esparce en los tianguis de Coyomeapan y Zoquitlán, recorre las veredas y caminos reales, viaja con los ríos Huitzilatl y Coyolapa, y el río Tonto. Se escucha de asamblea en asamblea, va del náhuatl al español y de regreso, vuela con la neblina que se deja ver desde Pozotitla hasta el mágico cerro Covatepetl, inunda los mensajes de las redes sociales de los nahuas en la Sierra Negra y en las ciudades; se transporta en los camiones que van de San Sebastián Tlacotepec o Coyolapa hasta Tehuacán; retumba en los ecos que el arbóreo y enigmático Coijokixtle grita en las montañas y en los ríos, y se difunde desde las comunitarias Radio Coatl en Coapan y Radio Tlacuache en Zoquitlán, entre otras maneras.
Todo esto ocurre porque la Semarnat autorizó a GFM la construcción de una hidroeléctrica y las respectivas represas para esta planta en la zona de Pozotitla, una pequeña comunidad nahua rodeada de ríos.
La empresa que opera una minera y la hidroeléctrica Atexcaco 1 en Teziutlán en la Sierra Norte de Puebla, se ha hecho de los favores del alcalde perredista Fermín González León, el más activo operador, impulsor y defensor de esta empresa. En Coyolapa (su tierra natal y una de las principales comunidades que podrían ser afectadas por este proyecto, al punto de llegar a intimidar y hacer proselitismo en favor de la minera) afirmó sin recato alguno el 6 de julio en una asamblea informativa: “Hay que aceptar las migajas que nos de la empresa. Lo digo porque yo pienso por ustedes los pobres, porque yo gracias a Dios estoy en otro nivel”. Estas palabras humillantes las profirió porque ya olvidó su pasado como agricultor, migrante y chofer de los autobuses que van a Zoquitlán, diciendo esto desde su lógica de nuevo rico y en medio de un repudio generalizado de los habitantes empobrecidos de un lugar lleno de recursos y riquezas naturales.
La empresa obtuvo los primeros permisos de Semarnat en 2012. Desde entonces y a espaldas de las comunidades ha hecho prospecciones y estudios de los ríos, la flora, la fauna, los suelos; lleva a cabo levantamientos topográficos para los planos de su proyecto, convence a las personas de vender los terrenos que necesita para caminos, cuarto de máquinas, torres de alta tensión y una subestación eléctrica entre otras obras. Todo a escondidas, como un ladrón que cuida que sus pisadas no se oigan ni dejen huella hasta que esté consumado su despojo.
El consorcio hidrominero también recurre a mentiras y trampas para engañar a la gente. En reuniones convocadas por la empresa y el alcalde de Zoquitlán en comunidades como Comecatitla y Pozotitla ha dicho que van a dar empleos a todos los habitantes de la región, que van a dar pintura y mobiliario para las escuelas, que pueden otorgar préstamos a los habitantes, que pagará las fiestas patronales. Presenta su proyecto de muerte y despojo como el gran avance a la modernidad para la zona, y al terminar reparte cerveza y carnitas. GFM se ha llevado a pobladores y autoridades municipales a Teziutlan para convencerlos de su proyecto. Es difícil no traer a la memoria la imagen de Hernán Cortés y sus soldados, queriendo cambiar baratijas y espejitos por el oro.
Sus verdaderas intenciones son privatizar los ríos de la zona baja de la Sierra Negra para generar electricidad que será llevada directamente a los hornos de su minera en Teziutlan o a otras plantas del consorcio. Han repartido cientos de trípticos presentando su proyecto con el viejo cuento de las energías renovables como los parques eólicos, afirmando que no contaminarán el ambiente, que van a reforestar la zona y que después de que el agua pase por sus turbinas “regresará en mejores condiciones y más oxigenada”.
Con este proyecto, la vida de los nahuas de la Sierra Negra, en especial de la zona selvática, nunca volverá a ser como antes. Los impactos ambientales serán terribles, irreversibles y mortales. El permiso otorgado por Semarnat tendrá una duración de explotación de los ríos por treinta años, sujeto a renovación por otro periodo igual. Con el entubamiento, desvío y represamiento del río Coyolapa (que sale de una caverna de ochenta metros y forma parte de un sistema impresionante de sótanos subterráneos de más de siete kilómetros y profundidades de más de trescientos metros, y una serie de ríos y cascadas subterráneas) y del Huitzilatl-Atzalan, que sale de Huitzilac y del nacimiento de agua llamado Topitzapa en la comunidad de Otztopulco, Zoquitlán, prácticamente dejaría sin vida al famoso río Tonto, que nace en San Sebastián Tlacotepec, Puebla, y recorre varios municipios veracruzanos hasta Cosamaloapan (aportando 20 por ciento del agua que llega al río Papaloapan).
Tan sólo con el desmonte de selva, destrucción de milpa, cañales y cafetales, carreteras y la obras necesarias para construir el “Proyecto Hidroeléctrico Coyolapa-Atzalan”, se afectarán 400 hectáreas de manera directa. La comunidad de Pozotilta quedaría invadida y destruida al abrirse los caminos para que lleguen toneladas de cemento, varillas, maquinaria pesada y una horda de trabajadores especializados.
Todo el ecosistema cambiaría. Se modificaría el nivel de humedad de la zona, habría más calentamiento y por lo tanto menos lluvias. Esto impactaría drásticamente en la vida de la población, que se dedica en su mayoría al trabajo agrícola. Afectaría la vida silvestre, siendo una de las regiones con mayor biodiversidad en el país. En las montañas selváticas de la Sierra Negra todavía existen pumas y jaguares, la temida víbora palanca, tucanes, temazates, tepescuincles, iguanas y otros animales ligados a la vida terrenal y mágica de los nahuas de la zona.
Ante esta terrible amenaza que se cierne sobre la vida animal, vegetal y humana de la Sierra Negra, los pueblos y comunidades han empezado a organizarse para impedir otro saqueo en la enorme lista de agravios y despojos contra los pueblos indígenas del país.
Por esa razón celebraron el Encuentro de las Resistencias contra los Megaproyectos el 28 de agosto en San Pablo Zoquitlán. Llegaron más de mil 500 habitantes de Tepexilotla, Otztopulco, Tepepa Bandera, Tepepa de Zaragoza, Coyolapa, Tepequexpan, Pozotitla, Tlacotepec, La Cumbre, Tequitlale, entre otras. También llegaron representantes de la Sierra Norte de Puebla y de comunidades, organizaciones y movimientos que están en lucha contra las mineras, hidroeléctricas y fracking. El consenso de la movilización y encuentro fue de rotundo rechazo al proyecto hidroeléctrico.
El acuerdo fue impulsar un plan de lucha y resistencia, que incluye la vía del amparo por las claras violaciones al Convenio 169 de la OIT, toda vez que Semarnat permitió la prospección profunda de la zona y autorizó un permiso sin haber consultado jamás a los pueblos nahuas de la Sierra Negra. En el permiso se establece que de acuerdo a sus disposiciones y a la Ley de la Industria Eléctrica se debe hacer una consulta porque hay reportes de “posible población indígena en la zona”. La consulta debió haberse celebrado hace cuatro años por lo menos. El proceso del permiso está viciado desde el inicio y es violatorio a los derechos colectivos de los nahuas.
Mientras todo esto sucede, el tlajtol sigue caminando en las montañas y la selva. Va navegando el río Tonto, en donde sus dueños viajan en canoas que sólo algunos pueden ver, atravesando los parajes por los que algún día estuvo Tomasín levantado en armas contra la patronal azucarera y sus pistoleros. Va recorriendo las veredas del Covatepetl, el cerro de las serpientes; lo van llevando por las nubes y cerros los xicovame o serpientes de fuego, o va subiendo ya por el Teopan viejo de Tlacotepec rumbo al Cuixtepetl, de donde se cuenta que una gran águila exterminaba a los tlaqueños, o va más lejos hasta el Tzintzintepetl, gran guardián de la Sierra Negra.
Fuente: Suplemento Ojarasca