México: Transgénicos, una falsa promesa, alerta investigadora
María Elena Álvarez-Buylla Roces asegura que el país está “engolosinado” con la palabra “innovación” porque muchas veces se usa para hacer promesas falsas que llegan al mercado gracias a las campañas mercadotécnicas que las promueven. Una de ellas es la “mal llamada ingeniería genética”.
Para la doctora María Elena Álvarez-Buylla Roces, ganadora del Premio Nacional de Ciencias 2017 en la categoría Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales, es importante hacer ciencia con sentido ético y con responsabilidad social y ambiental para que no sea utilizada en desarrollos que impacten de maneras muy destructivas en el ambiente. Por eso es miembro de la delegación mexicana de Pugwash, organización que promueve una ciencia crítica y antibélica; además es miembro fundador y coordinadora general desde 2008 de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
La bióloga asegura que el país está “engolosinado” con la palabra “innovación” porque muchas veces se usa para hacer promesas falsas que llegan al mercado gracias a las campañas mercadotécnicas que las promueven. Una de ellas es la “mal llamada ingeniería genética”, que es la que permite transformar genéticamente un organismo pero sin poder controlar las implicaciones que tendrán en el ambiente. “Muchas veces las innovaciones resultan de un poder hacer, pero no de un entender lo que estamos haciendo”, dice.
¿Qué representa haber ganado el Premio Nacional de Ciencias?
—Fue una grata sorpresa y quiero decir que cualquier reconocimiento tiene que ser a un colectivo, el trabajo que nosotros hacemos está focalizado en mi persona, he dedicado toda mi vida a la investigación científica, con entrega a la docencia, a la vida académica en la UNAM, pero igual que los genes en las redes genéticas complejas, los científicos somos parte de redes sociales muy complejas de colaboradores, de grandes maestros, de estudiantes y también de la sociedad y del gran pueblo de México, sin cuyo apoyo no existiría esta Universidad y este trabajo que hacemos.
Lo siento como un reconocimiento colectivo a todos los que han trabajado conmigo, a mi familia; uno no nace solo, nunca está solo, y yo siempre tengo un sentido de obligación y reconocimiento que me inspira.
¿Cuál es la responsabilidad del científico con la sociedad?
—Primero, tiene la responsabilidad de devolverle a la sociedad esta capacidad de dedicar su vida a esta actividad tan maravillosa, tan fascinante y emocionante que es la ciencia, la investigación científica. Después, tenemos una gran responsabilidad para con nuestras instituciones, como la UNAM, para mantener el alto nivel en una universidad pública, para con los estudiantes en la formación y también para con la sociedad en un sentido más amplio, puesto que estas universidades se deben a la sociedad y al pueblo de México en particular.
En este sentido, la responsabilidad tiene que ser desde una perspectiva muy científica, comprometida con el conocimiento, no con ningún interés ni partidista ni mucho menos corporativo. Con ayuda de los principios del conocimiento, debemos cuestionarnos, con una postura crítica, cuál es el uso de lo que se produce dentro de la investigación científica, por ejemplo, el desarrollo tecnológico en la agricultura está teniendo impactos muy negativos y sumamente destructivos en el ambiente.
¿Cuáles considera usted que han sido los frutos de su trabajo?
—El conseguir conocimiento en la frontera de la ciencia ya es un fruto maravilloso porque sin esa ciencia básica no hay verdadera innovación y a mí sí me preocupa que últimamente estamos engolosinados con la palabra “innovación” porque hay presión de los intereses corporativos de utilizar la ciencia como un insumo, no para generar conocimiento de frontera, no para beneficiar a la sociedad, sino para generar más ganancia.
La ciencia es un legitimador de la regulación de ganancias para ellos, entonces de ahí deriva que todos estén hablando de innovación, no de necesidades reales; por ejemplo, en México no necesitamos transgénicos, no sé a quién se le ocurrió eso, en México tenemos suficiente maíz de la más alta calidad para alimentar a los mexicanos y para exportar al mundo y podríamos hacerlo con una verdadera ciencia agrícola, pública, y sobre todo apoyando a los agricultores que producen las mejores variedades.
Yo creo que uno de mis mayores aportes ha sido poder sopesar la verdadera innovación como es la milpa, la nixtamalización, como esta generación de diversidad versus estas otras quimeras que prometen muchas cosas pero que realmente están empujadas no por el conocimiento, sino por intereses corporativos.
Yo no soy tan fan de ese ímpetu por la innovación, yo creo que las verdaderas innovaciones, los verdaderos aportes a la sociedad salen de la ciencia básica, de la ciencia cabalmente comprometida con el conocimiento y no con los intereses que no son propios de la ciencia.
¿Por qué está en contra de los productos transgénicos?
—Hay evidencia acumulada desde hace 20 años que afirma que la liberación de cultivos transgénicos en el ambiente va a tener impactos destructivos en la biodiversidad.
Desde el punto de vista muy fundamental de la ciencia, los principios con los cuales se hicieron los transgénicos son incorrectos, la ingeniería genética asume que tú puedes modificar una parte de los organismos sin alterar el resto y, además, puedes predecir cómo esa alteración va a impactar en las características visibles o el fenotipo de los organismos, no solamente en condiciones de laboratorio, sino también en cualquier ambiente en el que lo liberes. Eso es falso.
Los organismos transgénicos son organismos y no hay un solo organismo que pueda ser tratado como una máquina. Los principios de la ingeniería no se pueden aplicar a los organismos porque son sistemas complejos, la ingeniería genética es un absurdo porque no se puede hacer ingeniería con un sistema complejo.
Una vez que entendemos esto, tenemos que tener claro que ahí es donde se originan todas las insuficiencias y todos los riesgos de los transgénicos, las insuficiencias están demostradas porque ahora ya no son hipótesis, no son promesas que a lo mejor se cumplen. No, son demostraciones.
De repente se cree que si la ciencia no es aplicable o redituable no funciona...
—¿Redituables para quién? ¿A quién han redituado los transgénicos? Sí que han redituado porque cuando nos anuncian en la televisión los automóviles nuevos con una rubia, porque además son misóginos y machistas, a lo mejor tiene un impacto en algunos hombres que gustan ese tipo de cosas y acaban vendiendo más autos, pero ni se sacan la rubia ni nada, simplemente gastan su dinero en una promesa que es mercadotécnica. Bueno, muchas innovaciones, siento decirlo por algunos colegas que están muy deslumbrados por este ímpetu de las innovaciones, no son más que promesas falsas que llegan al mercado porque hay campañas mercadotécnicas que las promueven.
La mal llamada ingeniería genética es la posibilidad de transformar genéticamente un organismo sin que realmente entendamos bien lo que estamos haciendo, por lo tanto lo que yo digo es que el que podamos hacerlo como investigación para probar cuán complejo es el mecanismo sistémico de regulación del desarrollo, no quiere decir ni que debamos hacerlo para producir alimentos y mucho menos que debamos liberar y usar estos organismos.
¿Cuáles serían las características que tendría que tener el siguiente presidente de México?
—Primero que sea honesto, una buena persona, y segundo, que sea un conocedor de su país, respetuoso de las mayorías, de los principios rectores de nuestra gran nación mexicana, de la diversidad, de la gran riqueza de los pueblo originarios y de la riqueza que implica nuestra naturaleza tan maravillosa y tan diversa.
Tendría que ser una persona de izquierdas, pero realmente de izquierdas, sin que le tengamos miedo a esa palabra. Cuando yo digo una persona de izquierdas me refiero a que esté preocupada, no por seguir aumentando la brecha entre los más ricos y los más pobres y por seguir robando del erario público y alimentando a los grandes corporativos que van desde corporativos del crimen organizado hasta corporativos de minería, de extracción de recursos renovables y no renovables, en fin, de farmacéuticas, pasando por las que controlan las semillas y nos están tratando de imponer este modelo tan destructivo de agricultura. Entonces, me refiero a un candidato, a una persona realmente que provenga del pueblo, con esta claridad, con este compromiso para mandar obedeciendo como dicen los zapatistas y no estar sirviéndose del país y del puesto, sino sirviendo al país. Este es mi candidato ideal o candidata porque no necesariamente tiene que ser un hombre. Un hombre o una mujer que respete la diversidad, la diversidad sexual, que respete los derechos fundamentales, los derechos humanos.
¿Qué es lo que la gente tendría que aprender de su trabajo?
—Primero, que los investigadores somos verdaderos aprendices de lo que estamos haciendo, y todo el tiempo estamos rectificando porque la ciencia no es algo estático; que si la ciencia no tiene un sentido ético puede tener impactos negativos.
Tener claro que los organismos vivos no son máquinas, son sistemas complejos, y con una idea de que la complejidad es un reto para la ciencia que implica el ser muy humildes. No hay un buen científico que no sea humilde. La ciencia tiene por definición que ser humilde y respetuosa.
Por José Pablo Espíndola
Fuente: El Universal, 27 de diciembre, 2017
Publicado por UCCS