México: Tierras zoques de Chiapas. Enclave de la defensa territorial

Idioma Español
País México

Los territorios indígenas se han convertido en el centro de enclave en gran parte de América Latina por la disputa de los “recursos” naturales que ahí se encuentran, tanto que las políticas gubernamentales han dado un viraje hacia el territorio como una posibilidad de desarrollo económico a costa de explotar su riqueza biocultural.

De la serie Mazahuacholoskatopunk. Foto: Federico Gama

En respuesta, emergen conflictos socio-ambientales de carácter étnico que cuestionan el conjunto de políticas extractivistas y movilizan a la sociedad ante una posible devastación. En toda América podemos ejemplificar un sinnúmero de luchas ambientales, desde la Patagonia hasta Dakota del Norte en Estados Unidos.

En el caso de México prevalecen ciertas áreas que reflejan las andanadas de proyectos extractivistas de gran calado sobre tierras indígenas como parte del nuevo orden mundial de reconfiguración geopolítica para la explotación de tierras, agua, gas y minerales. El caso más emblemático son las tierras de los zoques de Chiapas, ubicados en el sur del país, donde se desarrollan políticas extractivistas desde el siglo pasado, pocas veces referidas en la historia mexicana por ser un área cultural de poco interés arqueológico y de poco “folclor y misticismo de su gente”, según la exigencias de las políticas indigenistas del siglo pasado. (1)

A partir de 1940, el Estado Mexicano emprendió una serie de proyectos con la idea de incorporar las tierras inservibles al “desarrollo nacional”, sobre todo en las áreas rurales indígenas. El proceso de industrialización nacional encontró en las tierras del norte de Chiapas —donde habitan los zoques— el espacio idóneo para la implantación de grandes proyectos sobre el río Grijalva como parte del proceso de la modernización forzada del trópico húmedo, sobre todo de las regiones petroleras y ganaderas de Tabasco y Veracruz. A partir de esta lógica desarrollista, en el área zoque se implantaron 4 mega-proyectos en los últimos 70 años y 2 más se encuentran en "proyección", que en su conjunto tienen un impacto profundo en la vida cultural y cotidiana de los campesinos zoques y sus tierras.

El primer proyecto desarrollista se relaciona con la ganadería, que tuvo su centro de extensión en las planicies de Tabasco y Veracruz para luego alcanzar las tierras de Campeche y el norte de Chiapas, área asignada en el marco de la división internacional al trabajo para producir alimentos a bajo costos. Tan sólo durante la década de 1940 a 1950, los estados de Tabasco, Campeche y Yucatán devastaron más de un millón de hectáreas de tierras boscosas, según el estudio realizado por Daniel Villafuerte Solís en “La cuestión ganadera y la deforestación” (1997). El caso es que hoy el 50 por ciento del territorio zoque (100 mil hectáreas) son tierras ganaderas, lo que ha dado pie a la concentración de la tierra agrícola, procesos acelerados de minifundio y la conversión de campesinos en jornaleros “pica campo”.

El segundo proyecto de gran impacto sobre el territorio zoque son los megaproyectos hidroeléctricos instalados sobre las aguas del río Grijalva. El aumento de niveles de agua inundó tierras agrícolas, provocó la desaparición de vestigios arqueológicos como Malpasito y Quechula y de pueblos enteros como Osumacinta, el desplazamiento de la población local y la alteración de la biodiversidad de cinco municipios. A partir de 1958, una porción de tierras de Ocozocuaulta y Tecpatán fueron inundadas por la operación de la presa Malpaso; para 1974, la presa Chicoasén afectó tierras de Osumacinta y Chicoasén, y finalmente la presa Peñitas en Ostuacán en 1983. Durante este lapso, en total 4 mil 64 familias fueron desplazadas del territorio por la inundación de 30 mil hectáreas de tierras (Ibarra García, 2015). El embalse de las presas dio paso a que empresas como la transnacional Acuagranjas exploten a gran escala la pesca de tilapia para su exportación, desplazando de este modo a los pescadores ribereños y el mercado local. Actualmente se encuentra en marcha sobre el mismo río Grijalva la construcción de la presa Chicoasen II sobre 200 hectáreas, pese a la oposición y resistencia de los ejidatarios.

El tercer proyecto en el área zoque es la explotación petrolera, un asunto que lleva más de un siglo de operación, interrumpido solamente durante el proceso de la Revolución mexicana. En 1901, Maximino Alcalá descubrió en la finca Guadalupe ubicado en Tectuapán Pichucalco un “criadero de petróleo”. Ello bastó para que el 14 de agosto de 1907, la compañía anglomexicana Oil Fields Ltd. obtuviera los derechos de explotación, hasta la nacionalización del petróleo durante el cardenismo. Para la década de 1970, la explotación del petróleo en manos del Estado se había extendido a Juárez, Ostuacán, Reforma y Sunuapa con la extracción de gas en 17 pozos; para 1984 se había instalado un complejo petroquímico —Cactus— en el municipio de Reforma como centro de acopio y transformación de gas. Por otro lado, la relación histórica de la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) con los campesinos ha sido conflictiva por las acusaciones de contaminación de manantiales de ríos y lluvia ácida sobre los campos ganaderos y agrícolas.

La creencia popular de los zoques es que los municipios de Chapultenango, Ixtacomitán y Francisco León eran en realidad las reservas naturales de petróleo que el gobierno exploraba, lo que provocó la erupción del volcán Chichonal en 1982.

La reforma energética en México realizada en 2013 plantea la exploración y extracción de hidrocarburos a empresas extranjeras, de tal modo que el territorio zoque nuevamente es visto como espacio de (en) clave para el mercado mundial de los hidrocarburos. Es así como desde el 24 de agosto de 2016 se puso en marcha el proceso de licitación de 84 mil 500 hectáreas de tierras ejidales y privadas en 5 municipios, en el marco de la ronda 2.2 de la Secretaría de Energía. Desde luego, las comunidades campesinas y organizaciones civiles se oponen al proceso de licitación porque miran en ella un proyecto de “muerte” y de devastación ambiental sobre su territorio, máxime cuando los zoques tienen la firme creencia de que Tza Manganan, Munganan y Tzama Pot, personajes y dioses zoques, son los guardianes de los cerros y las montañas.

El cuarto proyecto en marcha bajo la idea del desarrollo es la minería. Al igual que el petróleo, data del siglo XIX en el área zoque. En 1879, los hermanos Zepeda descubrieron vetas de oro, plata y cobre en el río Los Pinos de la finca La Zacualpa en Solosuchiapa, a partir del cual una compañía inglesa comenzó a explotarlas hacia 1884, aunque un tiempo después fue cerrada, A partir de 2006, el extractivismo retornó con las compañías mineras extranjeras canadienses como Linear Gold Corporation, o Brigus Gold Corporation, Kinross y su filial mexicana KG Minera Ixhuatán, Minera Frisco, Cangold Limited y Apollo Gold Corporation, quien ejecuta el Proyecto Ixhuatán. Oficialmente un total de cinco concesiones mineras se han otorgado sobre más de 70 mil hectáreas en los municipios de Pantepec, Tapilula, Ixhuatan, Copainalá y Coapilla, aunque por ambigüedades y opacidad de la información gubernamental el número de superficie concesionada podría elevarse a 181 mil hectáreas distribuidas en 12 de los 13 municipios zoques.

Tanto la minería como las presas hidroeléctricas han generado procesos de desplazamientos y reconcentración de la población. En 2006, familias enteras de San Isidro Las Banderas Pantepec fueron llevados a Ixhuatán tras el hundimiento de una porción del pueblo; el deslizamiento de tierras y “el tapón del Grijalva” dio paso a la creación de Nuevo Juan Grijalva en Ostuacán en 2007, una aldea “modelo” de “ciudades rurales sustentables” para reordenar el territorio.

El quinto proyecto también tiene su lógica en la extracción de los recursos naturales pero se encuentra en fase de “proyección”. Desde 2010, la Comisión Federal de Electricidad realiza trabajos de prospección en el cráter del volcán Chichonal para instalar un centro geotérmico como generador de energía alternativa sobre tierras de los campesinos de Chapultenango y Ostuacán, pese a que las tierras se encuentran en litigio agrario entre zoques de Rayón y Chapultenango que reclaman el espacio como territorio ancestral. Entre la población local, el proyecto geotérmico se oferta como sinónimo de progreso y desarrollo dada la promesa gubernamental de abrir caminos y mejorar la infraestructura de escuelas, alumbrado y vivienda.

El sexto proyecto extractivo se inserta dentro del discurso de la gobernanza ambiental. Desde 1982 y 2002 se decretaron como Área Natural Protegida 101 mil hectáreas de tierras de la Selva El Ocote, en Ocozocuautla y Tecpatán, donde tres comunidades zoques quedaron inmersas dentro del polígono de conservación. En 2006 se decretó como reserva estatal un total de 201 hectáreas de Tzama Cumy Puny en las montañas de niebla de Tapalapa, lo cual dio paso a la introducción del Programa Pago por Servicios Ambientales. Ambos proyectos se insertan en la lógica del megaproyecto ambiental que busca integrar la Gran Selva Zoque con la Selva Lacandona, la Península de Yucatán y el Petén Guatemalteco bajo el plan del Corredor Biológico Mesoamericano, un proyecto que involucra desde Panamá hasta México, fondeado con recursos del Banco Mundial.

Contagiada por la ola de la gobernanza ambiental, la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas promueve desde 2012 la creación de un geoparque en el Volcán Chichonal, con la posibilidad de incorporar a las comunidades locales y a las instituciones en la toma de decisiones de actividades artesanales, educación ambiental, fomento de la identidad cultural zoque y la instalación de un geomuseo, es decir, convertir el cono volcánico en un espacio multifuncional para el turismo y la ciencia. La avanzada de este proyecto es la instalación del centro ecoturístico comunitario “Mujer de fuego” que opera en las faldas del volcán en Chapultenango desde abril de 2016.

La implantación de los megaproyectos de “desarrollo” en el área zoque de Chiapas es la configuración de un territorio deprimido y fragmentado, en el sentido de que ahí se expresan graves carencias de la población, lo cual genera condiciones adversas de sobrevivencia humana dado la explotación intensiva y extensiva de los recursos naturales, migración, pobreza, conflictos agrarios. En perspectiva, los megaproyectos han minado las tierras agrícolas de los campesinos a la vez que se generaron procesos de desplazamientos de la población, tanto que en los últimos 10 años se han reducido más de 5 mil hectáreas de siembra de maíz y más de 4 mil personas han emigrado hacia los polos turísticos del país y hacia Estados Unidos como mano de obra barata. Actualmente, el 98 por ciento de la población zoque se encuentra en la pobreza. Una válvula de escape para la población joven es la migración interna e internacional como un proceso de vaciamiento territorial.

Desde luego, la implantación de los megaproyectos obedece a las actuales geopolíticas globales del desarrollo que buscan espacios como el área zoque para la reproducción del capital mediante la acumulación por desposesión, lo cual implica una serie de transformaciones espaciales e históricas con un profundo impacto el paisaje y la cotidianidad de los pueblos, sobre todo en la reducción de tierras agrícolas.

El territorio zoque de Chiapas ha servido para la reproducción del capital económico a costa de tensiones y contradicciones sociales, de ahí que debemos repensar dicho territorio pues está en juego la sobrevivencia de la población indígena. La esperanza es que los pueblos zoques han abiertos canales de información y reflexiones para la discusión colectiva e individual sobre el impacto histórico de los megaproyectos en su territorio y ante lo que se avecina.

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(1) Desde principios del siglo XX, los Altos de Chiapas ha sido una de las regiones culturales más estudiada de México, mientras que de manera tardía el área zoque fue objeto de atención por parte de antropólogos e historiadores a partir de 1970.

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Por Fermín Ledesma Domínguez, integrante del Centro de Lengua y Cultura Zoque AC, miembro del Programa de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y profesor de la Universidad Autónoma de Chiapas.

Fuente: Suplemento Ojarasca, abril de 2017

Temas: Pueblos indígenas, Tierra, territorio y bienes comunes

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