México: ¿Sabemos lo que comemos?
"Amigos, ustedes y yo observamos que las cifras no cuadran: en teoría importamos poco maíz que no debería estar en los productos que consumimos y resulta que el 90% de ellos está contaminado. Ahora nos preguntamos ¿y nuestro maíz dónde está? , si no hacemos algo, ¿qué les deparara a nuestras futuras generaciones?"
Con tanta información actual y de tan fácil acceso se ha propiciado que cada vez más personas procuren una mejor nutrición, tratando de adquirir alimentos del mejor valor biológico y en especial, libre de agentes tóxicos. Los productos orgánicos cada vez se ofertan más comúnmente, ahora ya existen productos de animales tratados en forma humanizada o criados en las mejores condiciones naturales. Adquirimos este tipo de productos a fin de mejorar nuestra salud y entre más certificaciones cuenten, más caros son. Esto no debería suceder, ya que la función de nuestras instancias de gobierno y de salud es vigilar la inocuidad y beneficio de los productos que se autoricen para la venta, sin embargo, la realidad dista mucho del ideal.
El 18 de septiembre de 2017 la Gaceta de la UNAM comentó el trabajo encabezado por la Dra. Elena Álvarez-Buylla Roces, del Instituto de Ecología y del Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM y publicado en la revista Agroecology and Sustainable Food Systems, donde demostraron que el 90.4 por ciento de las tortillas que se consumen en México contienen secuencias de maíz transgénico, así como el 82 por ciento de las tostadas, harinas, cereales y botanas de este primordial alimento de consumo en nuestra cultura, donde, en promedio consumimos medio kilogramo diario de ese grano en diversas formas y en el cual, además, se ha encontrado contaminado con el herbicida glifosato.
Este producto transgénico, proviene de plantas que han sido transformadas en laboratorios de Estados Unidos principalmente y han sido modificados básicamente para resistir plagas y para tolerar el herbicida glifosato, que ha sido recientemente clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “probable cancerígeno para los seres humanos”.
Los científicos muestrearon prácticamente todos los alimentos hechos preponderantemente con maíz que se encuentran en el supermercado y las tortillas de tortillería y los compararon con las tortillas artesanales, que son de maíz nativo y hechas por personas ligadas al campo, las cuales fueron prácticamente negativas para transgenes y no presentaron glifosato. Los análisis de ADN recombinante de los laboratorios de la UNAM y la UAM que se encargaron del estudio fueron validados por un laboratorio Alemán certificado para estos análisis y con el más alto prestigio. Los análisis de glifosato fueron hechos en ese mismo laboratorio Europeo.
El glifosato es un herbicida de amplio espectro desarrollado para eliminar yerbas y arbustos y que estos no compitan con el producto en cuestión, se modifica genéticamente al maíz para que dicho herbicida no le afecte y pueda crecer sin competidores indeseables, sin embargo, sí tiene complicaciones para el humano.
La autora principal del trabajo textualmente mencionó: No esperábamos estos datos tan impactantes, porque el maíz transgénico no está permitido en México a campo abierto, pues está en proceso una demanda colectiva que lo impide desde 2013, año en que se aplicó una medida precautoria que prohibía su siembra mientras duraba el proceso legal. Si el gobierno apoyara la agricultura campesina, tendríamos un campo fuerte, menor impacto ambiental por la producción de alimentos, comunidades campesinas íntegras produciendo y comercializando su maíz de alta calidad a precios justos y los mexicanos gozaríamos de una mejor salud.
Según cifras del mismo estudio, México produce suficiente maíz para el consumo humano: nativo e híbrido, no transgénico, en 2016 se produjeron 25.7 millones de toneladas de maíz, de las cuales 12.3 millones se vendieron para consumo humano, 4.2 millones para autoconsumo, 4.4 millones para el sector pecuario y 1.5 millones para exportación.
México, en teoría, importa anualmente 10 millones de toneladas de maíz desde Estados Unidos, los cuales, en teoría, deben usarse sólo para alimentación de ganado o insumos industriales altamente procesados, pero no para consumo humano y menos si es grano contaminado con glifosato.
México produce suficiente maíz de alta calidad y como dice la doctora en ecología y genética molecular de dicho estudio, pidió que se apoye a la agricultura sostenible, agroecológica y campesina, lo que fortalecería al campo mexicano para que nuestro maíz nativo o criollo, de alta calidad nutricia, complementado con el híbrido que se produce en el norte del país, cubra las necesidades nacionales.
Amigos, ustedes y yo observamos que las cifras no cuadran: en teoría importamos poco maíz que no debería estar en los productos que consumimos y resulta que el 90% de ellos está contaminado. Ahora nos preguntamos ¿y nuestro maíz dónde está? , si no hacemos algo, ¿qué les deparara a nuestras futuras generaciones?
¿Y nuestros cuidadores?............. ¡Qué bonita familia!
Por Dr. Enrique Sicardi - Médico pediatra representante de Aprolam BC
19 de octubre de 2017
Fuente: El Vigía