México: Historia y reto del CNI
En 1996, el Foro Nacional Indígena y luego el Congreso Nacional Indígena (CNI) nacieron zapatistas porque el EZLN promovió su formación. Pocos imaginaban lo dúctil y por lo mismo fuerte y transformador que iba a resultar ese espacio que a casi 13 años, zapatista sigue.
Las críticas comenzaron de inmediato y con ellas ha vivido: la principal es que se ha resistido a ser una organización formal con cuadros, niveles de representación, líderes y voceros, la estructura piramidal que se dice sinónimo de organización, eficacia y rapidez para actuar.
Desde el primer momento su negativa a ser una organización vertical salvó al CNI de caer en manos de la voracidad de organizaciones clientelares que ambicionaban la representación nacional de todos los indígenas del país, estuvieran o no de acuerdo. Pero el CNI era autogestionario y muy al modo de las comunidades indígenas. Reunión tras reunión, el CNI ratificó ser “asamblea cuando estamos juntos y red cuando estamos separados”.
Claro que esto dificultó (sobre todo cuando no había acceso internet) dar respuesta puntual o pronta a muchas de las coyunturas difíciles que los poderes fácticos de todo tipo imponen en las diferentes regiones de México, pero permitió ir tejiendo relaciones reales (no sólo rituales), horizontales, profundas y de larguísimo plazo entre los muchos pueblos, naciones, tribus, comunidades y barrios, que se reconocieron y se reconocen en una hermandad muy difícil de hallar.
Con ella como talismán han creado un camino propio y espacios de diálogo libres (al modo de las asambleas de las comunidades) donde, en estos casi trece años, se reflexiona con mucho detalle sobre la historia propia y sobre las tremendas condiciones que golpean las regiones. Así, el CNI ha logrado un diagnóstico compartido del ataque del capitalismo desde lo local a lo regional, nacional y mundial con impresionante conciencia de quiénes, cómo, cuándo y dónde invaden, depredan, roban, corrompen, ejercen controles, presionan, reprimen e intentan estafar a la gente en sus localidades. Crea de continuo, también, métodos, prácticas, posturas, para una autonomía en los hechos, con todo en contra.
Junto con el EZLN, el CNI ha encarnado varios de los más trascendentes episodios de la historia reciente de México. Primero, la concepción conjunta (entre representantes indígenas, intelectuales, activistas y funcionarios) de los Acuerdos de San Andrés. Tales acuerdos siguen teniendo la enorme pertinencia política de ser un instrumento concreto que, de cumplirse, acotaría las acciones del gobierno con mecanismos para que quien gobierne obedezca al pueblo. Por eso no hay la voluntad gubernamental de cumplirlos. La lucha por reivindicar la reforma constitucional que podría haber puesto en operación los Acuerdos constituyó también un momento memorable por ser quizá la enmienda jurídica más consensada en la historia de México y lograr las movilizaciones más amplias en número y variedad de participantes que, al grito de “Nunca más un México sin nosotros”, recorrieron el país en consultas, marchas y caravanas durante cinco años.
Tras constatar que los tres poderes de la Unión les dieron la espalda, el CNI y los zapatistas generaron algo muy profundo: autonomía y autogobierno en los hechos, reivindicación de la dignidad, la historia y los saberes propios, la comunidad, el mandar obedeciendo y una visión de conjunto muy filosa. Esta autonomía se concreta en consejos municipales autónomos en la zona zapatista, asambleas como autoridad en diversas zonas indígenas del país, radios libres, policías comunitarias, la defensa integral del territorio, la red en defensa del maíz nativo, circuitos fluidos de migrantes y sus comunidades, concejos regionales de cabildos, alianzas para defender agua y bosque o para enfrentar megaproyectos, basura, minería, carreteras, proyectos turísticos, invasiones ganaderas y de narcotraficantes.
La nueva asamblea nacional del CNI responde a las condiciones extremas y generalizadas de represión en el país, a la violencia de la guerra entre cárteles del narcotráfico auspiciada por el Ejecutivo federal para privilegiar a unos sobre otros. Por su naturaleza, el CNI seguirá promoviendo condiciones que permitan que las comunidades defiendan, en los hechos, el trabajo común, los sueños de justicia y libre determinación.
En su vasta diversidad, el CNI tiene muy clara la fuerza que siguen tejiendo los pueblos, naciones, tribus y barrios: la alianza inquebrantable de la gente.
Ramón Vera Herrera
Fuente: La Jornada