México: Mujeres que se van, mujeres que se quedan: La creciente participación femenina en los fenómenos migratorios
En este boletín queremos expresarles la existente preocupación por la forma en que se da la participación de la mujer en los procesos migratorios. Por su condición de mujer y migrante, la mujer sufre doblemente de los abusos y violaciones a los que se someten las personas que salen de su hogar movidas por la necesidad de encontrar trabajo en otro sitio. Asimismo, aquellas mujeres que quedan en su hogar cuando sus familiares migran, deben sobrellevar una serie de cambios que trastocan su vida haciéndola muchas veces más difícil. Nuestro objetivo es demostrar la total vulneración de los derechos humanos de aquellas mujeres que de una forma u otra están involucradas en los procesos migratorios
La participación femenina en la Migración es un fenómeno existente
El estudio de la migración femenina presenta dificultades, ya que el concepto de migrante posee un carácter predominantemente masculino. Esto lleva a pensar que el proceso migratorio se relaciona sólo con el hombre cuando esto en realidad ha cambiado. Casi nunca miramos a las mujeres; sin embargo, la migración femenina es un fenómeno existente, a pesar de no ser considerado por la legislación nacional e internacional en la materia. En muchos casos, los flujos migratorios femeninos ni siquiera apareces en las estadísticas que buscan explicar y analizar tales fenómenos poblacionales. Sin embargo, en los últimos años, la mujer, como sujeto social y humano, ha cobrado autonomía no sólo de estudio -puesto que hasta hace poco era considerada sólo acompañante (del varón, fuera padre, hijo o esposo)-, sino también autonomía de facto: las mujeres migran solas, de manera que Estados Unidos y México ya no reciben sólo hombres.
Asimismo, la mujer que se queda al cuidado del hogar va adoptando características comunes que devienen en una serie de cambios en todos los ámbitos de su vida. De este modo, las formas de participación de la mujer en el fenómeno migratorio puede darse bajo tres formas: la mujer que se queda en la comunidad de origen al cuidado del hogar mientras que su familiar emigra, la mujer que migra acompañando a sus familiares, y por ultimo, la mujer que migra por su cuenta en búsqueda de un empleo y de mejores condiciones de vida (1). En los últimos dos casos, la mujer, por su condición de género, pasa a ser doblemente vulnerable: primero por el hecho de ser mujer y segundo, por ser migrante.
Mujeres que se van: La expulsión de trabajadores y trabajadoras en el contexto nacional
Desde la década de los 80s se han venido aplicando en México una serie de políticas destinadas a la "modernización" del campo, con un fuerte tinte neoliberal. En este marco se eliminaron casi el total de los subsidios a la agricultura, se desestimuló la producción agrícola y se promovió la concentración de tierras, con la reforma del Artículo 27 Constitucional y la aprobación de la nueva Ley Agraria. Asimismo, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte significó un duro golpe al campo. Este abandono del sector rural se ha traducido en una expulsión masiva de hombres y mujeres que ya no cuentan con condiciones que les permitan vivir con dignidad del trabajo de la tierra. Las economías rurales fueron seriamente afectadas y se produjo un daño irreparable en el tejido social, lo cual derivó en un aumento de los flujos migratorios y un vaciamiento de las zonas rurales. Al mismo tiempo, los países centro americanos sufren de altos índices de pobreza y marginalidad social. La aplicación de políticas destinadas a favorecer a pequeños grupos de la elite económica y política no ha hecho más que agudizar el empobrecimiento de amplios sectores sociales. De allí se deriva la opción de vastos grupos de migrar hacia los países del norte.
A su vez, el fenómeno de la feminización de la pobreza, que se traduce en el creciente empobrecimiento material de las mujeres, el deterioro de sus condiciones de vida y la constante violación de sus derechos fundamentales, es un factor que empuja a miles de mujeres a abandonar sus hogares. La violencia familiar es otro factor que también es disparador de la decisión de emigrar. Por ultimo, el endurecimiento de las políticas migratorias en los Estados Unidos y particularmente la idea de la construcción de un muro fronterizo también han dado impulso a la salida de cientos de mujeres de sus comunidades.
Mujeres que migran hacia los Estados Unidos
En el año 2005, 44 de cada 100 migrantes hacia Estados Unidos fueron mujeres (2). El 52% de ellas son jóvenes o jóvenes adultas, de entre 20 y 45 años. En general, las mujeres migrantes al llegar a los Estados Unidos se encuentran con una posición muy desventajosa en el mercado laboral norteamericano, no sólo con respecto a las mujeres allí nacidas, sino también con los migrantes varones. Según la UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas), las mujeres migrantes que trabajan en Estados Unidos lo hacen en condiciones "relativamente desfavorables". El 77,2 por ciento de ellas se emplea en el sector terciario -servicio doméstico, mantenimiento y otros servicios- y sólo el 22,8 por ciento se incorpora a los sectores primario y secundario -actividades agrícolas, pecuarias e industria, entre otras-(3) A pesar de obtener ingresos muy bajos, el dinero que perciben es mucho más alto que el que podrían ganar en México u otro país centroamericano, siendo este el principal motivo para migrar.
Para muchas mujeres, el hecho de migrar, además de la cuestión económica representa la posibilidad de escapar a las estructuras machistas-paternalistas de su comunidad. El sueño de muchas mujeres en el campo es poder escapar de la autoridad paterna, acceder a un trabajo remunerado, poder contar con un dinero propio, aprender un oficio, desarrollarse personalmente, etc. Es decir, liberarse de los controles propios de su condición de género. Sin embargo, en la mayoría de los casos, para la mujer que emigra existen pocas posibilidades de romper con esas estructuras de domesticidad, aislamiento y sometimiento con las que siempre vivió. Muchas veces estas condiciones se acentúan. Los familiares y amigos presentes en las redes sociales en el nuevo lugar de residencia se encargan de dar continuidad al tradicional papel de mujer. Sí se producen cambios, pero estos quedan más bien subordinados a su identidad como esposa y madre. La visión sobre el papel de la mujer en la familia se encuentra tan enraizada que resulta difícil suplantarla por nuevos valores. A su vez, los hombres muchas veces tienen miedo de que las mujeres adopten una visión mas liberal sobre el papel de la mujer, en relación a su rol en la sociedad norteamericana, y esto los lleva a poner trabas y condiciones a la mujer cuando ella quiere salir y relacionarse con amistades del nuevo lugar.
Violencia contra la mujer en un escenario de total desprotección
La violencia contra la mujer se entiende como cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado. La condición de mujer, indocumentada, generalmente con baja escolaridad, algunas sin nada de estudios y muchas veces indígena, sumado al hecho de estar en un espacio totalmente ajeno, configura una situación de suma indefensión y explotación.
Durante una entrevista realizada a Eugenia Mata (4), ella nos señala que "en cuanto a un migrante hombre y una migrante, ambos van en una situación de vulnerabilidad y más si estamos hablando de una situación indígena. Ahora, en términos de condición de género, y en términos también del nivel educativo, tiene una mayor vulnerabilidad la mujer, porque en su condición de mujer puede sufrir mas acoso sexual, más abuso". Luis Flores, de la Organización Internacional para Migraciones de Tapachula, Chiapas,(5) comenta que "conversando con los migrantes, normalmente los hombres consideran que para una mujer es más fácil -entre comillas- poder pasar hacia el norte, por el hecho de que pueden ofrecer ciertos tipo de favores sexuales en caso de que los intercepte los agentes de policía o de migración, mientras que ellos no. Eso hace que en algún momento dado una mujer continúe y no así un hombre..."
La principal amenaza que encuentra una mujer en su camino migratorio es la violación y abuso sexual, en primer lugar por parte de coyotes y grupos de asaltantes o maras, pero también por parte de los patrones o familiares de patrones en los lugares de trabajo, de compañeros en los recorridos, y de autoridades policíacas y migratorias. En los lugares fronterizos, los migrantes suelen ser recibidos por un grupo de personas, conocidas como "enganchadores", las cuales se encargan de la oferta y la demanda en términos de servidumbre doméstica y sexual. La demanda es fuerte y se da en locales de servicio sexual de todo tipo, como moteles, hoteles de paso, cantinas y locales de table dance.
Asimismo, el traficante de personas sigue un mecanismo por el cual selecciona a las mujeres jóvenes, incluso aquellas que viajan acompañadas, argumentando que les brindarán más seguridad y las conducen hacia lugares solitarios para abusar de ellas. Además del cobro del cruce, estas personas obtienen dinero de la entrega de estas mujeres a un hombre o grupo de hombres, y suelen recibir una comisión si alguna mujer decide entrar en un prostíbulo. Entorno a todos los casos prevalece una situación de total impunidad. Los funcionarios que extorsionan y piden favores sexuales a las mujeres no son denunciados ni mucho menos apresados. Como Luis lo señala: "lamentablemente lo que hemos enfrentado es la falta de denuncia, esto porque tienen miedo que haya comunicación entre un grupo de agentes y uno mas adelante, entonces no se denuncia".
Otro derecho fundamental violado durante el proceso migratorio es el derecho a la seguridad jurídica, en cuanto la persona en su condición de "ilegal" sufre la total carencia del reconocimiento de cualquiera de sus derechos. Por ejemplo, la mujer pierde por completo su derecho a la salud, lo cual la lleva a exponerse a enfermedades y violaciones sin ningún tipo de resguardo. Esta total desprotección se traslada también a su nuevo lugar de residencia, donde la mujer no puede acceder a un servicio médico y por ende deja relegados aquellos estudios de tipo ginecológicos y reproductivos tan esenciales para la salud de una mujer. Del mismo modo, una vez llegadas su destino, las mujeres sufren una mayor exposición a los trabajos menos calificados, de mayor esfuerzo, más expuestos y peor pagos, lo cual se traduce en la absoluta transgresión de sus derechos laborales.
En un contexto de total desprotección en todos los ámbitos, la mujer finalmente debe lidiar con una serie de contrariedades psicológicas provenientes de la lejanía del hogar, los ultrajes vividos en el camino, la difícil adaptación al nuevo lugar, y sobretodo la distancia con los seres que se quedaron, en especial el dolor de aquellas madres que dejaron a sus hijos al cuidado de familiares en la comunidad de origen.
Mujeres Guatemaltecas en la frontera sur de México
En la frontera sur de México podemos distinguir entre dos grupos de mujeres migrantes: aquellas que llegan a los municipios o regiones de la frontera para trabajar, generalmente de manera temporal, y que se desempeñan en la mayoría de los casos como trabajadores domésticas, también como jornaleras agrícolas, comerciantes o como trabajadoras sexuales, y en segundo lugar quienes atraviesan la región con el propósito de llegar a los Estados Unidos. Por lo general, entre el segundo grupo muchas mujeres se ven en la necesidad de desempeñar algún tipo de trabajo que les permita juntar algo de dinero para seguir su rumbo hacia el norte del país.
"Mujer, indígena, guatemalteca (extranjera), indocumentada, analfabeta y trabajadora del servicio doméstico (peyorativamente "sirvienta"), son elementos que constituyen una identidad de discriminación y maltrato en esta zona del país", señala Martha Luz Rojas Wiesner en su articulo " Migrantes en la frontera sur de México"(6). Las mujeres que trabajan en servicio doméstico lo hacen en condiciones muy precarias, donde son violados sus derechos laborales de forma sistemática.
El fenómeno de la prostitución de migrantes se encuentra ampliamente arraigado en la zona de la región fronteriza del Soconusco. Ciudad Hidalgo, Cacahoatán, Puerto Madero y Tapachula, son algunos de los centros urbanos donde cientos de mujeres migrantes desempeñan labores relacionadas con el sexo comercial. Luis Flores, de Tapachula, nos cuenta que son "mujeres que han sido enganchadas y engañadas, y que finalmente terminan en el área del comercio sexual ejerciendo la prostitución obligada". Las mujeres, en incluso niñas migrantes, al llegar al lugar de destino ya no se encuentran trabajando en restaurantes y fábricas como se les habían propuesto, sino que se hallan prisioneras pagando su deuda en los burdeles, centros de diversión o prostíbulos, muchas veces privadas de su libertad ya que el hecho de estar endeudadas las ata al lugar. Todo ello con la complacencia de autoridades migratorias y policíacas.
Luis Flores nos da el ejemplo de "gente de origen guatemalteco que se establece en algún área de Sonocusco y que tiene un bar, una cantina o centro botanero, entonces en sus idas a Guatemala contacta a muchachas ofreciéndoles el cielo y la tierra, diciéndoles que allí se gana muy bien y que tienen excelente trabajos, entonces muchas de ellas viajan engañadas con esa idea. También la misma gente mexicana que es dueña de este tipo de comercio va a la plaza central de Tapachula o a diferentes pueblos a lo largo del Soconusco, y ofrece a las mujeres la posibilidad de trabajo en servicio doméstico, ayudante de cocina o cocinera, y en el mismo momento de ingresar al lugar se dan cuenta que tienen que hacer otro tipo de trabajos".
¿Y las mujeres que se quedan?: Cambios a nivel personal, familiar y comunitario
Las comunidades expulsoras de población hacia otras regiones comparten características similares: son comunidades semi-despobladas con predominio de población femenina, infantil y anciana, donde se encuentran construcciones de casas recientes y de materiales diferentes a los demás, de gran tamaño y acabados con pretensiones de lujo, entro otros rasgos. Es allí donde se quedan las mujeres, que son esposas, hijas o madres, y que se enfrentan a un proceso de cambios y reestructuraciones a nivel personal, familiar y social.
Las mujeres que se quedan "tienen que asumir roles que tradicionalmente son vinculados al varón, y eso no es para nada fácil", señala Luis Flores. "Las dificultades que encuentran dentro de su nuevo contexto social son bastantes complicadas. Ser madre de familia, jefa de casa, y en lo que comienzan a recibir remesas, que a veces es rápido pero muchas veces no, las mujeres tienen que ver cómo salen al encuentro de las necesidades inmediatas para ellas y para sus hijos".
Frente a la ausencia de los hombres dentro de una comunidad, aparte del conjunto de responsabilidades que les compete como mujer, ahora se ven obligadas a asumir tareas que anteriormente no les correspondían, como el cuidado y cultivo de la parcela o la representación de sus maridos ante la asamblea comunitaria. Este proceso puede interpretarse como un mejoramiento de la posición de la mujer a partir de cambios en su rol tradicional: el poseer mayor libertad, el fortalecimiento de su persona y el estímulo de sus capacidades de decisión. Sin embargo, "estos cambios no necesariamente significan un asunto positivo para las mujeres, porque entonces tienen todavía una mayor carga de trabajo, una mayor responsabilidad, una mayor presión", señala Eugenia Mata. "Yo trato de que no se mitifique este asunto de que porque ahora la mujer se hace responsable totalmente de la manutención de los hijos o asume cargos comunitarios, ello tenga que ver con un reconocimiento de las capacidades y habilidades de las mujeres."
Frente a la ausencia de familiares al interior del hogar, las mujeres ven duplicada o triplicada su carga de trabajo. Ahora son responsables cien por ciento de la manutención de sus hijos. En la mayoría de los casos se ven obligadas a intensificar sus actividades extra-domesticas frente a la incertidumbre del envío de remesas.
Refiriéndonos a cambios a nivel personal, el permanecer en la comunidad de origen condena a la mujer a una situación de espera y ansiedad por el destino de su pareja, hijos o familiares. La ausencia de familiares trae consigo repercusiones psicológicas, como la sensación de abandono, la depresión, la soledad, hasta la sensación de engaño causada por la comunicación virtual permitida por Internet, o por teléfono, todo ello sumado a las secuelas causadas por la dispersión del grupo domestico. "Se sufre también en términos de la estabilidad emocional, sobretodo cuando el marido no vuelve a comunicarse, no vuelve a mandar ningún recurso o incluso se llega a saber por otros paisanos que ya tiene otra pareja en el nuevo lugar de residencia. Obviamente que eso en términos de la estima y de cómo se reconoce ella como mujer es seguramente un efecto muy negativo.", afirma Eugenia Mata.
Asimismo, hay que señalar las situaciones por las que las mujeres pasan en el mantenimiento de sus vínculos matrimoniales con el marido ausente. A pesar de la distancia, no escapan al control de sus esposos: las mujeres deben pasar por continuas negociaciones con sus maridos en los procesos de toma de decisiones, la obligación de guardar fidelidad y el cuidado y la atención que las mujeres deben entregar a hijos y pertenencias materiales de sus hombres. La mujer que queda sola a su vez sufre una crisis de identidad social. Muchas veces abandonadas con hijos, no se las puede tratar como viudas o divorciadas, pues todavía subsiste el vínculo matrimonial y existe en algún lado un cónyuge, que generalmente tiene otra familia. No son libres de rehacer su vida y se encuentran mucho más vulnerables ante cualquier tipo de acoso sexual. Aquellas que viven la salida de sus hijos, deber cargar con la preocupación y el dolor propios de una madre que conoce los peligros presentes en el camino hacia el norte.
La mujer como suplente del hombre ausente
La mujer que queda sola en su comunidad pasa a desempeñar actividades propias de la esfera masculina, como son las labores en la tierra, pero con una total carencia de derechos y sin una protección legal que le permita usar los bienes familiares. Además de las tareas de recolección y otras prácticas propias de las mujeres, debe encargarse ahora del cuidado pleno de la parcela. "Ahora, en la medida en que una mujer se ha quedado sola, tiene que recurrir, aunque ella trabaje la tierra, a la contratación de peones, pero no se trata de que ahora ella se posesiona de la tierra y ahora esa tierra es suya, será siempre la tierra del varón, del hombre que salió, del dueño", señala Eugenia Mata. "En nuestra propia ley, producto de la modificación del articulo 27 constitucional, no está reconocido que el hombre le ceda a su compañera la tierra".
De este modo, la mujer asume los trabajos de la tierra sin poder ser propietaria. Asimismo, cuando el hombre se va, la mujer pasa a ejercer los cargos agrarios de su marido, pero no como persona poseedora de derechos reconocidos por la comunidad, sino mas bien como representante de su esposo. Entonces, ella se convierte en la suplente del hombre ausente, y en esa suplencia se vuelve titular y responsable en los hechos. Sin embargo, en la legislación no están contemplados ni reconocidos sus derechos de propiedad por su condición de género. Es decir, aunque trabaje y tenga bajo su cuidado la tierra, nunca será propietaria de ella.
A modo de conclusión
Vivimos ya en el siglo XXI y aún las mujeres seguimos despertando frente a este monstruo que es el miedo, y que tratamos de disfrazarlo de diferentes maneras. No somos capaces de gritar y denunciar las injusticias de los hombres que nos violan, golpean, amenazan y que nos quitan nuestra libertad de poder gozar de una vida libre y digna. Para nosotras las mujeres no es fácil andar por caminos extraños, lejos de nuestros seres queridos, familia, hijos y esposos. Y es más triste cuando la necesidad de huir no es sólo por la situación económica, sino también por el miedo a ser lastimadas día a día, y a veces lo más fácil es huir.
La sistemática violación de los derechos humanos de la mujer cuando sale de su hogar convierte el acto de migrar en una verdadera pesadilla. Asimismo, la mujer familiar de migrantes que se queda en su hogar padece una serie de cambios en su vida que lejos están de convertirla en una mujer más libre, independiente o reconocida en cuanto a sus derechos. De este modo, se hace necesario hacer hincapié en el estudio de la participación femenina en los flujos migratorios, tanto de aquellas que se van como las que se quedan, y reconocer este fenómeno como un hecho existente y creciente, y cuyas particularidades hacen necesario y urgente un estudio más a fondo y una mayor atención hacia estos procesos. Porque las mujeres merecemos y exigimos el respeto pleno de nuestros derechos, tanto dentro como fuera de nuestros hogares.
Dora Roblero y Mariela Zunino - 26-Nov-2007 - num.551
Ciepac, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
NOTA: Para la elaboración de este boletín fue necesaria la investigación por Internet, así como también la entrevista a algunas personas en foros y encuentros sobre la migración.
Notas
1- "Migración y género", de Rosa María Álvarez de Lara, Instituto Nacional de las Mujeres, INMUJERES, Primera edición: diciembre de 2005.
2- "En el 2005, 44 de cada 100 migrantes hacia Estados Unidos fueron mujeres", La Jornada, 2006/09/07.
3- "Mujeres migrantes y sus implicaciones desde la perspectiva de género", Instituto Nacional de las Mujeres, INMUJERES, Primera edición: diciembre de 2005.
4- Entrevista a Eugenia Mata, de IDEMO (Iniciativas para el Desarrollo de la Mujer Oaxaqueña), durante el Seminario Taller Binacional "Migración, Género y Derechos Humanos", 4 y 5 de Octubre de 2007, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
5- Entrevista a Luis Flores, de la Organización Internacional para Migraciones, de Tapachula, Chiapas, durante el Seminario Taller Binacional "Migración, Género y Derechos Humanos", 4 y 5 de Octubre de 2007, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
6- "Mujeres migrantes y sus implicaciones desde la perspectiva de género" , Martha Luz Rojas Wiesner, Instituto Nacional de las Mujeres, INMUJERES, Primera edición: diciembre de 2005.
Fuente: CIEPAC