Matar al mundo: Chaco, el desmonte amazónico que sufre Argentina
El desmonte es un ecocidio. Se practica mediante el “cadeneo”, una cadena inmensa, arrastrada por dos topadoras, que no solo arrancan árboles precoloniales, sino también fauna y pueblos originarios. Este salvajismo está censurado en los medios de comunicación masivos porque atañen a intereses económicos tanto estatales como privados.
Digamos, el tamaño de una pelota de fútbol. Una de las número cinco. Las profesionales. Digamos que no es de cuero sintético, sino que se convierte en un eslabón de hierro fundido. Ese eslabón se multiplica por docenas, tal vez cientos. Y en cada punta, una inmensa topadora empuja y empuja. Arrastra y arrasa. Parece un cuento de la mitología posmodernista, forjado por una imaginación febril. Pero no. Así son los desmontes. Así de salvajes. Así pasa -por ejemplo- en Chaco.
Así es la destrucción del bosque. Así se produce el acaparamiento de tierras. El Estado local -junto a corporaciones privadas- avanzan con la destrucción del bosque. En el medio, familias que -desde hace generaciones ocupan tierras con bosques- están viendo vulnerados sus derechos y el bosque nativo. Aparecen máquinas destruyendo todo lo que ven y lo que no ven para el avance extractivista. Es sistemático y es un crimen del que los Estados son responsables.
Desde la organización Somos Monte Chaco, lo vienen denunciando desde hace mucho tiempo. “Esos son eucaliptos, llegan de Misiones o Corrientes. Van a la playa ferroviaria de Resistencia. Cargan a los vagones. Y luego, a los buques. Una vez que devastan el bosque nativo, lo que sigue es la producción industrial de soja y -en menor medida- de vacas (criadas a modo industrial, no como hacen indígenas y criollos que las tienen sueltas y cazan sus propias vacas).
El cambio radical se produjo a fines de los años 90, cuando se aprobó la Ley 25.080, llamada de “Inversiones para bosques cultivados”. Los beneficios que otorgó esta ley a las empresas forestales fueron el subsidio de toda la línea productiva, la exención de impuestos inmobiliarios por las tierras sembradas y del pago de ingresos brutos, la devolución del IVA y la amortización del impuesto a las ganancias, “estabilidad fiscal” por 30 años -lo cual significa que no se les podrá aumentar la carga tributaria- y, además, reciben un subsidio denominado como “apoyo económico no reintegrable”, lo que, en síntesis, significa que el Estado cubre los costos de implantación del negocio. Esta ley vencía en enero de 2009, pero fue prorrogada a otros diez años por el Congreso Nacional, en noviembre de 2008. La provincia de Chaco se empezó a preparar para implantar eucaliptos y generar así materia prima alternativa con el fin de “preservar el bosque nativo”, por así decirlo. Lo cierto es que se trata de un virtual ecocidio. Etnocidio también. Los pueblos originarios que viven integrados a esos bosques son arrasados por la mega cadena que arranca vidas y más vidas. De cuajo, sin contemplaciones de ningún tipo.
Dardo y Mica pertenecen a Somos Monte Chaco. Reflexionan a diario sobre esta problemática. Llevan una vida de lucha en defensa de ese espacio medioambiental. Conocen al dedillo acerca del desmonte, la Ley de Bosques, la destrucción de biodiversidad. Del saqueo y despojo de tierras. De la sequía. De la emergencia hídrica. De la deforestación en Latinoamérica. De las cadenas de destrucción y medidas cautelares. Del laburo en red y colectivo. De defender las instituciones democráticas y el derecho a la información. De la tenencia de la tierra. De la protección de los bosques, el agua y el aire. De la identidad cultural de las comunidades y el territorio. De organizarse, educar y difundir. Del convenio 169. De la industria ganadera y agricultura intensiva. De los loteos inmobiliarios. De las factorías de cerdos, acuerdos y contaminación. De las evidencias científicas. De la conservación de los bosques nativos. De las acciones en colectivo. De los derechos fundamentales y lo funcional al extractivismo. De la interpelación al status quo hegemónico y destructivo.
Dardo es italiano, desde 2013, reside en Argentina. Señala que “la deforestación no es algo que ocurre solamente en Chaco y, a la vez, no solamente afecta a toda la Argentina, sino al planeta completo. En 2018, se conformó la organización Somos Monte Chaco, inspirada en la misma organización que nació en la provincia de Córdoba, donde hubo una importante movida con la Ley de Bosques. Y todo nació porque se estaba empezando a hablar de la actualización del ordenamiento territorial del bosque nativo, que es el mapa que regula qué tipo de actividades se pueden hacer en cada tipo de bosque de la provincia de Chaco, es decir, cuáles bosques se pueden -de alguna forma- ‘sacrificar’ según la óptica desarrollista y cuáles otros bosques deben ser utilizados sosteniblemente, o cuáles no pueden ser tocados. Estas son las tres categorías que existen. Es similar a los proyectos de zonificación de la minería. La ley de bosques -que es la ley 26.331- establece estas tres categorías, identificadas con los colores rojo, amarillo y verde, que marcan los valores de conservación. En particular, la categoría verde es la que permite el desmonte”.
Dardo frena en su alocución y advierte: “Quiero aclarar bien cuál es la diferencia entre el desmonte y el aprovechamiento forestal. Mucha gente confunde la tala con el desmonte. Los camiones son lo que la gente ve. Pero estos son apenas la punta del iceberg. Porque detrás de los camiones, están las topadoras que trabajan con el sistema denominado ‘cadeneo’. Y cuando uno ve pasar los camiones con los troncos encima, reitero, son la punta del iceberg. El desmonte se realiza con dos topadoras similares a las que se utilizan para demoler edificios, enormes máquinas a las que se les ata una cadena con eslabones como las de los barcos de carga, eslabones grandes como la cara de una persona, de 50 metros de ancho, las cuales vienen siendo arrastradas por el piso por estas dos topadoras, que arrasan con todo lo que se encuentran. Y hablamos de miles de hectáreas. No se utilizan las motosierras o cosas parecidas. Con esta técnica, son capaces de destruir un bosque grande como la Ciudad de Buenos Aires en apenas días o semanas. Y esto es lo que está permitido por la Ley de Bosques en la categoría verde. Con lo cual, se calcula que se pierden unos 200 árboles adultos por hectárea y un promedio de 30.000 hectáreas por año, solamente en la provincia de Chaco, es decir, unos 6 millones de árboles”.
Mica es Micaela Camino, doctora en Biología, integrante de Somos Monte, Redaf y directora de Proyecto Quimilero. Ella especifica que “cuando se realiza el cadeneo, no solamente se arrasa con los árboles, sino que también destruyen la biodiversidad y la fauna. Allí viven animales que muchos de ellos son endémicos, es decir que solamente viven allí. Yo trabajo en el Proyecto Quimilero”.
El pecarí quimilero, taguá o pecarí del Chaco, conocido como el jabalí solitario u orejudo, chancho moro o collarejo, es una especie amenazada que solo existe en el Chaco seco, “y cuando desaparece el bosque, el bicho también desaparece. Y a estos desmontes muchas veces lo acompañan con quemas, que las hacen desde afuera hacia adentro. Con lo cual es una tragedia para cualquier ser vivo porque no hay manera de escapar de eso, porque son animales silvestres y a veces es el ganado de la gente vecina al lugar que se está desmontando. Es una aberración. Un verdadero horror. Esto está prohibido. Pero es violado sistemáticamente como tantas otras normas ambientales en el Chaco. Y aunque no se produzcan las quemazones, cuando desaparece el monte, desaparecen las especies. También desaparecen los servicios y las contribuciones a nuestro bienestar y a la supervivencia que nos brindan. Ellos -las especies- regeneran el bosque dispersando las semillas y definiendo qué especies vegetales crecen y dominan el sistema. Además, son especies que remueven el suelo y lo oxigenan. Es decir que todas estas especies que desaparecen contribuyen a la degradación del suelo. Entonces, se pierde el componente orgánico que permite que el suelo sea fértil, impide conservar la regulación climática y esto es algo de lo que en la provincia del Chaco ya estamos viendo los resultados. Para nosotros, no ayuda al cambio climático. No puede ser que haya 40 grados de calor en pleno invierno. Después de una sequía de 2 años, no tenemos más río Paraná. En el Chaco seco, estamos viviendo el segundo año de sequía, con el suelo erosionado cuando llueve, no puede retener el agua. Esta se escurre y se inunda. Es una catástrofe ambiental lo que estamos viviendo”.
Dardo remarca que “la mayoría de los árboles que se tumban están allí desde antes de que llegase el hombre blanco al Chaco. No es algo que creció ayer. Incluso, hay árboles que son anteriores a la llegada de Cristóbal Colón a América. De ahí, la significación. En consecuencia, no existe una ‘reforestación’, no hay una forma de remediar esto. Estos son bosques nativos y primarios, que nunca fueron intervenidos a lo largo de la historia humana y que solo tuvieron una presencia compatible con su desarrollo en la presencia de los pueblos originarios. Y vale aclarar que no estamos hablando de algunos pocos árboles, sino que están desapareciendo regiones enteras. En los últimos 13 años, según un informe de WWF -World Wildlife Fund, Fondo Mundial para la Naturaleza-, en la región del Gran Chaco -lo cual incluye una parte de Bolivia y una parte de Paraguay, aunque la mayoría se concentra entre Argentina y Paraguay en lo referido a la deforestación-, se han perdido cinco millones de hectáreas.
Según datos recogidos hasta julio de 2020, se perdieron 6,5 millones de hectáreas de bosque nativo en los últimos 20 años en la Argentina. El 87% se perdió en el parque chaqueño, el segundo foco de deforestación de Sudamérica después del Amazonas. El 43% de esta pérdida fue durante la vigencia de la ley 26.331, conocida como Ley de Bosques y sancionada en 2007. Así lo informó el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Los datos sugieren que, hasta 2015, los instrumentos de gestión de la norma tuvieron un impacto progresivo en la baja paulatina de la tasa de deforestación, pero luego volvió a crecer.
A partir del 2016 -indica el informe-, la reducción o eliminación de las retenciones a las exportaciones de granos (especialmente de soja) incentivó el desmonte para ampliar la frontera de esos cultivos en detrimento de la superficie de bosque nativo, especialmente en la región chaqueña. Esto provocó, además, el desplazamiento de comunidades que desarrollaban su economía y cultura en base al bosque nativo.
Mica añade que “hay quebrachos que tardan 200 años en llegar a la adultez. Estos bosques crecieron en una circunstancia ambiental diferente a la actual. Las exploraciones llevaron a cabo desviaciones de cauces de ríos, instrucciones de humedales, se empieza a canalizar las aguas, los pueblos originarios tenían trayectos marcados en las diferentes zonas en sus migraciones, donde había aguadas que ellos mantenían, preparaban, cuidaban, las cuales se iban sosteniendo gracias a la cultura de estas personas, mantenían estas aguas superficiales al igual que las pasturas y, cuando se comenzó a modificar ese sistema, las condiciones también se modificaron. Toda esa humedad se perdió absolutamente. No se puede regenerar un bosque en el cual los árboles tardan 200 años en crecer. Además, las condiciones que estaban para que esto sucediera ya no están más. La diversidad animal del monte también necesita de ese sostén del ecosistema de bosques. Los árboles no son postes con algo verde arriba, es todo un sistema interactuando, un sistema vivo, de hecho, la Ley de Bosques toma a los bosques como un organismo mayor, formado por distintas interacciones y seres. Cabe destacar entonces que lo que se está destruyendo va mucho más allá de lo que se imagina. Esta destrucción no tiene licencia social. Las personas que habitan el monte, ya sean de pueblos originarios o pequeños productores de familias criollas, no son las que realizan el desmonte, sino que es realizado por grandes empresas que obligan a las gentes a salir de sus casas, que literalmente los corren con las topadoras, que se meten en sus bosques y en sus casas, y las autoridades están absolutamente informadas de esto y no toman ninguna determinación al respecto. El corolario de todo esto es que la población pierde el monte nativo a cambio de nada. Y hay cada vez más hambre. Y hay una concentración de poder completamente absurda. Además de no saber a quién recurrir”.
“Lo único que tenemos a mano para poder combatir el desmonte es informarse y organizarse”, acota Dardo. “Se debe ejercer presión sobre todos los gobiernos. Tanto locales como nacionales y organismos internacionales. Plantar árboles no es ninguna solución. Si todos los habitantes de la provincia del Chaco plantaran uno o dos árboles por año, no podríamos recomponer la destrucción que se lleva a cabo en los desmontes. El problema no es el árbol, sino lo que contiene el bosque. Tenemos que defender lo que sigue existiendo y no pensar tanto en reforestar, y hacerlo de forma organizada, informándose e informando”.
Mica sostiene que restaurar es importante. Y que es responsabilidad de la persona que violó la ley. Aunque admite que “no se soluciona con la reforestación, porque no es lo mismo plantar un eucalipto donde había un quebracho. Acá hay responsabilidades tanto económicas como penales. Es un crimen lo que está ocurriendo y deberíamos tratarlo como tal. El trabajo de la lucha ambiental es fundamental. En Somos Monte, estamos trabajando desde hace menos de 2 años. Yo vengo realizando chequeos cuantitativos desde hace muchos años y cabe destacar que se venía desmontando una determinada cantidad de bosques, y desde la aparición de la lucha medioambiental de Somos Monte, comenzó a bajar. Ya bajó con la primera medida cautelar que logramos en la justicia, que posteriormente fue cajoneada, y sin embargo, tuvo un efecto. Y si bien a veces la cantidad de desmonte remonta, y nunca dejaron de desmontar, hemos logrado disminuir esa cantidad. Está claro que esto no es suficiente. Pero al mismo tiempo, hemos logrado que la justicia haya prohibido los desmontes, tanto la ejecución del desmonte como la entrega de permisos de desmonte. Es decir que el desmonte con topadoras está prohibido por la justicia. No así por la ley. Y esto ha sido logrado por la lucha de un montón de organizaciones. Se pueden hacer muchas cosas, lo que no podemos hacer es esperar que el Estado lo solucione porque eso no va a ocurrir. El Estado es cómplice. Lo que nosotros tenemos que hacer es avisar a nuestros vecinos, a nuestros amigos, a toda la gente, organizarnos, con el objetivo de llevar a cabo una acción que impida la continuidad de los desmontes. Y empezar a hacer lo que se nos ocurra porque nadie tiene una receta para solucionar esto. Ahora, si una empresa quiere venir a desmontar y hacer un negocio, con tantos ojos encima, quizá se vaya hacia otro lado. Esto tiene que ser una construcción colectiva. Lo que sí no podemos hacer es sentarnos a esperar que nos maten, no es justo”.
“El gobierno del Chaco está absolutamente desentendido del tema del desmonte. Capitanich no nos ha recibido. Le llevamos más de 10 mil firmas sobre este tema y no le importó. Hemos solicitado pedidos de informes sobre diferentes temas ambientales y nunca los ha facilitado. El Chaco es una provincia en la que no se sabe cuántas familias campesinas, criollas, originarias existen y viven en el monte. No sabemos cuántos son. No sabemos dónde están. No tienen seguridad de la tenencia de su tierra. Deberían tenerla, porque se encuentran allí desde siempre. Sin embargo, hay espacio para las fábricas chinas de cerdos. Ellos sí tienen su espacio. Iban a contaminar el agua, que escasea a rabiar en la provincia. Y en el país también. En el Chaco, la gente saca agua con baldes para darle de beber a sus animales en las granjas. Y esta práctica se extiende durante todo el día porque no hay agua. Pero espacio para fábricas chinas de cerdos va a haber. Sinceramente, es un chiste macabro. Es decir que la poca agua que tenemos la van a contaminar con estas fábricas, agua que ya está contaminada por los pesticidas y agrotóxicos de los monocultivos que vienen detrás de los desmontes. Pensar en todo lo que hay que desmontar para alimentar a esos chanchos es una locura, con lo cual es inentendible qué es lo que le pasa por la cabeza a estas personas“, señala Mica.
Dardo agrega en este sentido que “las fábricas porcinas de China son un modelo que ya existe, contamina y es una industria que China se quiere sacar de encima en su propio territorio. China tuvo una peste porcina, lo cual devastó la producción de cerdos en ese país. Lo que están tratando es de externalizar los riesgos y por eso es que la quieren traer a la Argentina. La alternativa a todo esto es la producción familiar, el pequeño y mediano productor. Y esto es lo que Argentina debería apoyar desde el Estado y tratar de hacer crecer, y no una mega industria que viene desde el exterior con promesa de inversiones que no existe y que solamente va a redituar ganancias para China, en este caso. Se debe entonces construir desde abajo un tejido social de productores locales y claramente esto es algo que lleva tiempo y nadie quiere soluciones lentas.
Mica asiente y ratifica: “A la vez, a nadie le conviene desconcentrar el poder. Así es el caso de la soja, son pocas empresas y nada más, hacen todo ellas, tienen el pool de siembra, se quedan con los campos, después hacen el aceite, luego lo exportan, y son siempre los mismos. El poder está absolutamente concentrado. Y no lo digo yo, lean los informes oficiales. Lo mismo ocurrirá con las industrias porcinas. En el Chaco, el tejido social de productores locales ya existe, lo que ocurre es que no hay decisión política de apoyar a estos sectores”.
“Como ciudadanos y ciudadanas, nosotros tenemos derecho a la información. Es decir que, si nosotros queremos saber cómo es el acuerdo porcino, tenemos derecho a saberlo. Al igual que sobre la megaminería o cualquier otro tipo de explotación del medio ambiente. Y ese pedido de información debe ser entregado a todas las oficinas del Estado en que vos creés que puedan llegar a tener algo de información sobre el tema que vos estás necesitando, porque la verdad es que no sabemos a quién hay que pedirle ciertas informaciones. Por lo tanto, lo mejor es pedírselo a todas las áreas. Cada sector tiene un cierto tiempo para responder esta solicitud de información. Y tienen la obligación de responder. En caso contrario, esa solicitud de pedido, sellada por el Estado, te queda como un documento, un antecedente legal de que no te respondieron en tiempo y forma, y que el Estado falló e incumplió. En la experiencia que yo tengo en Somos Monte, puedo decir que yo creía que vivíamos en una democracia, con defectos y virtudes, pero en una democracia al fin. Sin embargo, me di cuenta que no es así. Vivimos en cualquier cosa. Una pide información y no se la dan. Una va a una audiencia judicial y la gente de la oficina de bosques entra y sale de las oficinas de los jueces. Esto no quita que una debe ejercer sus derechos como ciudadana. Pero es una situación absolutamente desmoralizante. El Estado no funciona para nada. Por eso es que tenemos que ser un montón y que tenemos que salir a la calle, a defender nuestros bosques. Son muchos los frentes. Es estar, salir a la calle, informar, informarse, y están los tres poderes del Estado con los cuales se puede interactuar. Nosotros somos de la idea de que debemos juntarnos entre muchas personas. Tenemos que encontrar cómo ser felices en la diversidad. Y cómo interactuar para construir desde abajo hacia arriba. Porque a la inversa, desde arriba hacia abajo, lo único que van a querer es pisarnos”.
Entre 2016 y 2018, la tasa de deforestación volvió a aumentar. El 87% de la pérdida de dichos bosques corresponde a la región del parque chaqueño, principalmente Santiago del Estero (28%), Salta (21%), Chaco (14 %) y Formosa (13%). Entre 2008 y 2018, el 47,2% de la deforestación -unas 845.832 hectáreas- correspondió a desmontes autorizados dentro de la categoría verde. El 52,8 % -unas 946.769 hectáreas- se produjo en las categorías rojo y amarillo, es decir, en áreas que la ley prohíbe. Además, se perdieron unas 983.467 hectáreas en bosques no incorporados en los ordenamientos provinciales. Las causas de la deforestación -principalmente- son la expansión y la diversificación agropecuaria, en especial, la agricultura y la ganadería intensivas.
Los bosques son fundamentales para la regulación hídrica; la conservación de la biodiversidad, del suelo y de la calidad del agua; la fijación de carbono; la diversificación y belleza del paisaje, además de la defensa de la identidad cultural. La deforestación ocasiona la pérdida de biodiversidad, la reducción en la capacidad de mitigar el cambio climático, genera cambios hidrológicos con mermas en la capacidad productiva de los suelos y aumento del riesgo de inundaciones.
Además, disminuye la provisión de servicios ecosistémicos a la sociedad, entre ellos: la polinización de cultivos y flora nativa, la dispersión de frutos y semillas, la regeneración natural de bosque, incluyendo los árboles leñosos de interés forestal, el control biológico de plagas de cultivos, la resiliencia hidrológica de los ecosistemas naturales y cultivados, y la diversidad genética de las especies nativas de plantas y animales.
También afecta la formación, fertilidad y disponibilidad de suelos, el valor estético de los bosques, la provisión de leña, madera, recursos alimenticios y otros bienes de consumo esenciales para las comunidades locales.
El informe, denominado “Causas e impactos de la deforestación de los bosques nativos de Argentina y propuestas de desarrollo alternativas”, fue realizado por la Secretaría de Política Ambiental en Recursos Naturales, a través de la Dirección Nacional de Bosques y técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Asociación Ingenieros Forestales de Chubut ( Link al Sistema Nacional de Monitoreo de Bosques de la República Argentina).
El mismo indica que en los bosques nativos viven 5.064.918 habitantes (13% del total país). Hay unos 7.278 parajes (69,8% de los parajes del país) dentro del Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo (OTBN) y se calcula que, del 13% de la población del país que cumple con al menos un indicador del índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el 8% vive en los departamentos con Bosques Nativos.
En tanto, del Mapa de Pueblos Originarios, se determinó que el 65,6% de las comunidades indígenas registradas en el país están dentro del OTBN. El modelo productivo que reemplaza al bosque por pasturas o cultivos anuales está vinculado con la pérdida de empleo rural, la concentración de la tierra y la migración de la población rural hacia los centros urbanos.
No hay convivencia posible. O son las topadoras o es el bosque. O son los negociados entre privados y el Estado, o es la vida del pueblo. O es la vida o es la muerte. La lucha está servida.
Por Saverio Lanza para Revista Cítrica / Imagen de portada: Martín Katz.
Fuente: La Tinta