Maíz criollo: un experimento arrojó resultados alentadores
Un inédito experimento denominado ‘Maíz Criollo 100 días’ es llevado a cabo por el grupo Agricultura Integral y tiene como objetivo demostrar que es posible obtener mayores resultados en cuanto a calidad y rendimiento (rinde), utilizando fertilizantes orgánicos y metodologías que resulten rentables para los colonos. La experiencia se llevó a cabo en paraje Santa Cruz del Monte, de Pozo Azul, municipio donde organizaciones hace dos décadas trabajan para preservar las semillas de maíz criollo.
El trabajo resulta importante y enriquecedor teniendo en cuenta que en los últimos años las semillas criollas corren riesgo de extinguirse ante la implementación de las semillas transgénicas. La propuesta del proyecto es básicamente que los productores puedan incursionar en técnicas accesibles de cultivo con semillas e insumos fabricados en las chacras, libres de agroquímicos que puedan contaminar el cultivo, suelo, aire y agua.
El trabajo a campo se viene realizando hace dos años, en paraje Santa Cruz del Monte, donde un grupo de productores hace más de 20 años viene conservando sus propias semillas y suelos con métodos de coberturas e insumos naturales, lo cual potenció el crecimiento rápido de la propuesta por la apertura de las familias de la colonia que actualmente, de forma conjunta entre el grupo y los productores, cuentan con una Biofábrica en el paraje que los abastece con biofertilizantes y abonos naturales.
El grupo se autodenominó Agricultura Integral tratando de colaborar en proyectos de transición hacia otras alternativas agrícolas amigables con el medio ambiente, integrando el respeto por la naturaleza y revalorizando los saberes ancestrales que aún existen en los parajes. “Somos una suerte de colectivo interdisciplinario de personas, quienes luego de años de participación y colaboración en cursos, encuentros y proyectos de agricultura orgánica, sentimos la necesidad de pasar a la acción, con mucha seriedad, entusiasmo y respeto por los interlocutores”, indicó a El Territorio, Fernando Calello, integrante del grupo.
En ese lineamiento, el de trabajar de forma mancomunada con los colonos, notaron que no existía un antecedente técnico sobre el rinde del maíz criollo, y muchas veces ocurrió que se pedía discutir sobre el tema con números en la mano, por lo que se lanzaron como grupo a registrar y comparar los rindes en dos parcelas distintas, con una variedad de maíz criollo muy utilizada en el paraje.
El experimento:
El experimento comenzó teniendo como referencia la temporada de primavera verano de 2019/2020. El experimento se concretó en la chacra de productores del municipio 76, donde en una siembra realizada en septiembre de 2019 incorporaron coberturas en parcelas donde eran utilizados herbicidas y fertilizantes artificiales.
“Para cada uno de los tratamientos utilizamos 900 gramos de semilla sembradas con 60 centímetros de distancia entre plantas y 70 centímetro entre líneas. En una de las parcelas de 3.000 metros cuadrados con cultivo de avena negra y la otra de 2.000 metros cuadrados, la dividimos en cuatro partes donde aplicamos cuatro tratamientos diferentes: testigo o referencia, el Bokashi, biofertilizante foliar y doble. Pese a la sequía los resultados fueron contundentes, tanto en calidad como cantidad, logrando una mejoría de más del 40%”, explicaron desde Agricultura Integral.
En el caso del sistema testigo o referencia cultivaron 500 metros lineales de maíz sin ningún tipo de aplicación y obtuvieron 4.433 kilogramos por hectárea. La segunda opción, llamada Bokashi, donde a los 500 metros lineales los trataron con abono orgánico tipo Bokashi en el surco y en el aporque, el incremento en cuanto a cantidad fue mayor a mil kilos.
El estudio concluyó además que la utilización de biofertilizante foliar tipo Súper Magro, con cinco aplicaciones foliares durante el ciclo del cultivo es igual a 4.804 kilogramos de maíz por hectárea, mientras que la cuarta intervención de nombre Doble, donde se combinan abono orgánico tipo Bokashi en el surco y en el aporque con biofertilizante tipo súper Magro, el resultado fue sorprendente y alentador, llegando a 6.063 kilogramos por hectárea.
Para los técnicos y personas que llevaron adelante la iniciativa el resultado es muy valioso, teniendo en cuenta que no existe un registro sobre el rendimiento del maíz criollo y comprobaron que las metodologías utilizadas responden positivamente a la construcción de una agricultura libre de venenos, rentable y adecuada a la realidad del pequeño productor. Los resultados impulsan a continuar experimentando, produciendo y difundiendo biopreparados y revalorizando las semillas criollas.
Fuente: El Territorio