MST: 38 años luchando por la democratización de la tierra
Este enero de 2022, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) cumple 38 años de una lucha histórica de resistencia y conquistas.
Una historia de raíces profundas heredada de la lucha por la tierra de los pueblos originarios, campesinos, indígenas y quilombolas, pero que se materializa como un movimiento social organizado a partir del 1º Encuentro Nacional del MST, en 1984, en Cascavel, Paraná.
Al año siguiente, durante el I Congreso Nacional del MST, la clase obrera campesina entendió que la ocupación de la tierra era la única solución para la realización del derecho a la misma, debido a la concentración de poder y propiedades, que son bastante desigual en el país y establecida desde el Brasil Colonial.
De la definición de la ocupación como herramienta de lucha, nacieron también los principios organizativos del Movimiento, basados en la objetividad histórica impulsada por la necesidad de realizar la Reforma Agraria, para socializar la tierra como bien común del pueblo, reclamando “Tierra para quien vive y trabaja allí”.
Tras el manifiesto del I Congreso, las ocupaciones de tierras se realizan masivamente desde la Región Sur y se expanden por todo el país. Los objetivos estratégicos del movimiento van tomando forma y se mantienen hasta el día de hoy a través de la Reforma Agraria y las transformaciones sociales. Y existirán mientras existan familias campesinas sin acceso a la tierra y a los medios de producción.
Actualmente, el MST está formado por 450.000 familias asentadas y alrededor de 90.000 familias acampadas, organizadas en 24 estados brasileños. Estas familias se organizan a través de la agricultura familiar campesina, trabajando en 1.900 asociaciones comunitarias, 160 cooperativas y 120 agroindustrias, produciendo alimentos saludables para el campo y la ciudad.
“Nuestra lucha va más allá de la conquista de la tierra, es por la transformación de la realidad del campo, llevando vida digna a las familias, conquistas en torno a los asentamientos, comunidades de reforma agraria, cooperativas, agroindustrias, educación y cultura, logros también para el pueblo brasileño en su conjunto”, explica Ceres Hadich, líder nacional del Movimiento en Paraná.
“Sin Reforma Agraria no hay democracia”
En el momento del surgimiento del MST, a principios de la década de 1980, Brasil atravesaba un período de transición de la dictadura militar al régimen democrático, un momento histórico marcado por la exaltación de las fuerzas populares oprimidas durante décadas por el autoritarismo militar, en contraste con la rebelión campesina, el sindicalismo combativo y la agitación política por la democracia. Era una época de fuertes manifestaciones que exigían elecciones directas para la presidencia del país.
La masificación del Movimiento estuvo a cargo de ocupantes ilegales, afectados por represas, migrantes, aparceros, campesinos y todo un conjunto de trabajadores rurales que asumieron la identidad de los Sin Tierra por principios sociales y políticos, recuerda María Izabel Grein, una de las activistas históricas que vivió a través de las experiencias de la primera generación fundadora del Movimiento.
Izabel narra que el MST “nace en base a la necesidad de tierra de las poblaciones que fueron excluidas de este derecho durante la dictadura militar, donde el capitalismo se expande en el campo, iniciando todo el tema de lo que estamos viviendo hoy, la expansión del monocultivo y de la agroindustria”. Así, “Ocupar, resistir y producir” se convirtió en la tónica del movimiento como grito de orden y rebeldía que recorre las casi cuatro décadas de existencia del MST.
Germinación de las raíces sin tierra
Una de las primeras demostraciones de fuerza de los Sin Tierra se produjo el 25 de julio de 1981, incluso antes de la creación oficial del MST, en un acto público con más de quince mil personas, relatado por la prensa de Porto Alegre como “la mayor manifestación realizada” por los trabajadores rurales "en la historia de Rio Grande do Sul”.
En esa oportunidad, se publicó un manifiesto a favor de la organización de trabajadores sin tierra que resistieron la pobreza y el éxodo rural como única alternativa de desarrollo para el país:
“Somos más de 500 familias campesinas que vivíamos en esta zona (Alto Uruguay) como pequeños arrendatarios, ocupantes de la zona indígena, peones, jornaleros, aparceros, agregados, socios, etc. Así ya no podemos vivir, porque trae mucha inseguridad y muchas veces no hay para comer. En la ciudad no queremos ir, porque no sabemos trabajar allí. Crecimos trabajando en la finca y esto es lo que sabemos hacer”.
Así se presentan “los colonos acampados en Ronda Alta”, en una carta publicada en la portada del número con el objetivo de dar a conocer la lucha y solicitar el apoyo de comunidades, entidades, sindicatos y otros sectores de la sociedad civil. Inmediatamente, el campamento tuvo una gran repercusión y muchas entidades se asociaron a la campaña de solidaridad con los sin tierra. El Boletín sirvió como instrumento de agitación para la base acampada, en la que vieron en él todas las manifestaciones de apoyo, de obispos, de la iglesia, de parlamentarios, de todo Brasil con esa lucha.
Las familias acamparon y se organizaron en el Campamento Encruzilhada Natalino, rodeadas por tropas del ejército brasileño comandadas por el coronel Bullfinch.
El legado de las luchas históricas
Para María Izabel, el campamento de Natalino, construido antes de que el MST se consolidara oficialmente como un Movimiento que lucha por la Tierra, por la Reforma Agraria y la Transformación Social, ya presentaba a la educación como un instrumento indispensable para entender la lucha por la tierra como un derecho, en el que ella participó activamente como docente.
Allí, el proceso educativo enfrentó dos desafíos importantes: el primero fue pensar metodologías y contenidos para trabajar con niños; y el segundo, organizar un proceso de alfabetización de jóvenes y adultos en los campamentos.
Fue a partir de entonces que la Encruzilhada Natalino y los procesos educativos llevados allí, respectivamente, se convirtieron en símbolos e instrumentos de la lucha de resistencia de la clase obrera rural contra la dictadura militar, agregando en torno a sí a la sociedad civil que exigía un régimen democrático y configurando el comienzo de un gran legado.
“Creemos en la necesidad de construir un Brasil más digno, con justicia social, con soberanía popular. Y para eso, la reforma agraria es una herramienta fundamental. Seguimos practicando y cultivando valores que nos permitan construir una sociedad más humana”, dijo Ceres, quien forma parte de un segundo ciclo generacional del Movimiento, marcado por el cúmulo de luchas por la justicia social y la construcción de alimentos. soberanía, ya contemporánea al régimen democrático.
El futuro sin tierra
Así como las comunidades indígenas y otros pueblos tradicionales luchan por una tierra sin males y por seguir teniendo derecho al reconocimiento de sus territorios y formas de vida, la clase campesina también ha forjado su lucha por sobrevivir y conquistar una vida digna a lo largo de muchas décadas. .
Estas luchas y sus legados históricos son las que alimentan la esperanza de las futuras generaciones del MST, dice Fred Santana, 26 años, estudiante de posgrado en Educación Rural, residente del asentamiento 14 de Agosto en Ariquemes, Rondônia. Es a través de la trayectoria del Movimiento que reconoce la importancia pedagógica acumulada a través de la educación, la historia y la cultura que forman parte de la identidad Sem Terra.
Fue a través de la lucha concreta por la reforma agraria que se conquistó el asentamiento donde vive con su familia, que lleva el nombre de “14 de Agosto” por ser la fecha de la ocupación, en 1992, reconocido por el INCRA como asentamiento de Reforma Agraria, después de 16 años de lucha.
Después de 30 años de ocupación de tierras, que devino en el asentamiento 14 de Agosto, hoy la generación de Fred puede gozar del derecho a asentarse en una zona donde tienen viviendas, escuelas, cadenas productivas de hortalizas, cacao, café, frutas diversas, lácteos, chocolate, harina, entre otros productos regionales.
Hoy, la nueva generación de Sin Tierra tiene mayor acceso a la educación y otros instrumentos de derechos gracias a la lucha del Movimiento y la capacidad de reinventarse frente a las necesidades concretas de los pueblos, a través de la organización comunitaria y la lucha histórica heredada de sus familias, que perpetúa la responsabilidad de mantener vivo este legado para las generaciones presentes y futuras.
Fred también cree que la juventud del MST juega un papel muy importante en este proceso. “Juventud Sem Terra es pieza fundamental en la construcción del MST a lo largo de la historia, desde los inicios del Movimiento, en las luchas directas contra el latifundio, en las ocupaciones, en las marchas, en las movilizaciones, en las tareas cotidianas de el Movimiento, en la construcción de la agroecología, en la formación, la educación y en las diversas tareas en su conjunto, como lo ha hecho a lo largo de los 38 años de historia del MST”, concluye.
*Editado por María Silva