Lucas Alonso: “Debemos repensar cómo estamos produciendo”
Lucas Alonso, científico de la Universidad Nacional de La Plata, encabezó un trabajo inédito para Latinoamérica. Develó la existencia de antibióticos para animales potencialmente contaminantes en ríos y arroyos de la Cuenca del Plata, una de las más extensas del mundo. En diálogo con Pulso Noticias, explica los riesgos que esto conlleva para la salud humana y propone alternativas que hagan foco en la salud ambiental.
En 2015, después de haber obtenido la Licenciatura en Química y Técnica Ambiental, a Lucas Alonso le llegó el momento de iniciar su tesis doctoral. Hacía algunos años venía desempeñándose en el Centro de Investigaciones del Medioambiente que, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, fue el espacio elegido para continuar con su formación profesional.
Hasta entonces, la mayoría de los trabajos del CIM se habían centrado en el impacto ambiental que generan los residuos de agrotóxicos habitualmente utilizados en la industria agrícola. Lucas, no obstante, buscó diferenciarse: “La producción animal era una deuda pendiente porque no sabíamos qué estaba pasando. De esa inquietud nace mi trabajo”.
Tras años de mediciones y estudios, un equipo encabezado por Alonso logró comprobar la existencia de antibióticos denominados ionóforos en la Cuenca del Plata, segunda cuenca hidrológica más extensa de Sudamérica y la quinta del mundo. Estos contaminantes emergentes, que llegan al ambiente a través de las heces de vacas y aves criados en feed lots (corrales de engorde), representan una amenaza sistemática y en ascenso.
Las tareas de monitoreo abarcaron unos 45 ríos y arroyos cercanos a zonas productivas de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Los resultados fueron claros y contundentes: en 26 de estos afluentes se detectaron importantes dosis de monensina y la salinomicina, dos medicamentos comunes en la industria avícola y vacuna.
De acuerdo a la investigación, el uso de estos antibióticos tiene dos propósitos: acelerar el proceso de crecimiento del animal y prevenir algunas enfermedades que se derivan de las condiciones de hacinamiento en que se lo cría. Ambas acciones, destaca el especialista, no serían necesarias si se adoptase un modelo de producción realmente sustentable: “Hay que repensar cómo estamos produciendo. Existen otros mecanismos que no solo generan commodities sino también salud ambiental. Es necesario respetar la naturaleza”.
—¿Cómo se explica que el productor adopte este sistema basado en feed lots?
—La producción animal está muy vinculada a la vegetal, porque dedicar los campos a monocultivos que rinden mucho en lo económico, como la soja, hace que en Argentina hoy tengamos este tipo de producción concentrada en pequeños espacios. Si debemos recurrir al uso de antibióticos para que una enfermedad no se propague rápidamente entre los animales, es porque los tenemos a todos apretados en una jaula. Existen otras alternativas, como el pastoreo, que hasta hace 20 años atrás era la que más se utilizaba.
Alonso encuentra en la agroecología un modelo a seguir. Este sistema, basado en la incorporación de animales para la producción agrícola, desalienta el uso de agentes químicos. Pudo comprobar su efectividad en “La Aurora”, un establecimiento de 650 hectáreas ubicado en el partido bonaerense de Benito Juárez. “Los productores van cambiando de lugar los bebederos. Eso hace que las vacas no solo caminen y vayan comiéndose las malezas, sino que, además -al ir de un lugar a otro en busca de agua- bostean todo el camino. Por un lado, estás nutriendo y fertilizando naturalmente el campo y, por otro, la vaca no se enferma por estar hacinada. Son sistemas que respetan al ser vivo que uno está criando”, explica.
Un potencial riesgo para las personas
Si bien aún no están claros los perjuicios que conlleva la presencia de ionóforos a la salud de los seres humanos, Alonso alerta sobre un escenario que, si bien se piensa a largo plazo, está muy encaminado: “El principal problema es que pueden generar que las bacterias del ambiente se empiecen a hacer resistentes. Muchas moléculas de antibióticos que se usan en la industria animal están muy emparentadas con los que consumimos nosotros. Entonces, si las bacterias que nos enferman se acostumbran a vivir y a crecer en presencia de estos antibióticos, el día que queramos recurrir a uno no va a hacer efecto”.
Hay un dato que preocupa: en las excretas puede aparecer hasta el 90 % de la dosis de antibióticos incorporados con el alimento, es decir, el porcentaje que el animal no necesitaba y en consecuencia eliminó. El investigador no culpa a los productores por este exceso y argumenta que simplemente siguen las indicaciones especificadas en estos medicamentos acerca de su uso. En otras palabras, son solo un eslabón más en el sistema.
Sin embargo, recomienda hacer un tratamiento eficiente de estos residuos para mitigar su efecto en el ambiente: “Si vos haces un buen manejo, quizás se puede reducir. De hecho, existen algunos sistemas bastante avanzados. En general, lo que suele ocurrir es que la caca se apila y queda al aire libre para que vaya descomponiéndose. Si viene una lluvia y lava eso, esa misma lluvia arrastra todas las partículas incluidas en los antibióticos”.
—¿Existen control del Estado o normativas vigentes en torno a estos contaminantes en agua?
—Faltan controles y regulación. La legislación o niveles de guía vienen bastante atrasados. Imaginate que éste recién es el primer trabajo sobre estos compuestos en Latinoamérica…creo que ni se sospechaba su existencia. Nuestro trabajo lo hacemos desde CONICET y, como parte del Estado, generamos información suficiente para que, cuando se tengan que tomar decisiones, se haga con responsabilidad. Buscamos generar los cambios que ameriten que esto no siga sucediendo.
Además de tratarse de un trabajo inédito para la región, que sienta las bases para que científicos de otros países alcanzados por la Cuenca del Plata (Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay) realicen investigaciones similares, el mismo fue publicado recientemente en la revista Environmet International, una de las publicaciones especializadas en investigación ambiental más prestigiosas del mundo y con mayor impacto en la comunidad científica internacional. La Argentina no aportaba artículos a este espacio de divulgación científica desde la década del 90.
Lucas no se marea con los reconocimientos. Sabe que este camino recién comienza y el próximo paso será averiguar cuál es el comportamiento de los contaminantes emergentes. Como le ocurre a todo científico, una certeza invita a hacerse nuevas preguntas: “Ahora estamos estudiando cómo se movilizan ¿qué pasa una vez que están en el agua? ¿Van al barro? ¿Pueden afectar a algún bicho? ¿Se degradan rápidamente? ¿Persisten en el tiempo?”.
Fuente: Pulso Noticias