Los hombres de maíz: territorio, autonomía y resistencia en los pueblos indígenas de México
Revista Biodiversidad entrevista a Aldo González: Aldo es un indígena del estado mexicano de Oaxaca. Allí las organizaciones comunitarias han protagonizado una fuerte resistencia a la contaminación del maíz nativo con las semillas transgénicas de la multinacional Monsanto que han entrado al país gracias al "libre comercio" con Estados Unidos basada en una ancestral cosmovisión de relacionamiento entre las personas y con su entorno natural
Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 42
Políticamente, esta resistencia ha estado atada con la lucha por la autonomía de y desde las comunidades locales y se apoya en una concepción indígena que demuestra la vigencia de otra manera de concebir nuestras sociedades. Precisamente, en Oaxaca y otros estados mexicanos, la defensa de la autonomía es la defensa del maíz.
—Aldo, ¿cuáles son los hechos que han desencadenado la resistencia indígena a la contaminación transgénica del maíz en México?
—Siento que el problema del contrato de bio-prospección firmado entre la empresa Sandoz que ya no existe, porque se convirtió en Novartis y luego en Syngenta, y las comunidades que integran la Unión de Comunidades Zapotecas Chinantecas (MOZACHI) con la asesoría de Estudios Rurales y Asesoría Campesina (ERAC) nos planteó a las comunidades de la Sierra Juárez una necesidad. Nosotros decimos: ninguna comunidad puede decir que sea dueña de los recursos naturales que fueron ofrecidos y llevados posteriormente a Suiza, porque no podemos ponerle límites a los seres vivos, que solamente vivan de la raya que se ha pintado hacia un lado o hacia el otro. Creo que la decisión que tomaron sólo cuatro comunidades no fue suficientemente consultada, aún cuando en el documento se dice que fueron informados, pero no hubo información suficiente como para tomar una decisión de esa naturaleza.
—Pero más allá de eso, lo que planteas es que ni siquiera las comunidades pueden autorizar eso porque está más allá de su alcance.
—Así es. Creo que una comunidad, dos comunidades, tres o cuatro comunidades no pueden decidir por sí mismas el poder ofrecer ciertos recursos, porque ellas no son las dueñas. Los pueblos indígenas somos guardianes de la diversidad de seres vivos y de entes que no alcanzamos a ver, que son sobrenaturales, pero que viven en nuestros bosques, que viven en nuestras comunidades y debemos ser respetuosos tanto con la naturaleza como con estos otros seres, porque de lo contrario, estamos abrogándonos un derecho que no nos corresponde; nadie puede decir que es dueño de la diversidad.
Nadie puede decir "te vendo esto porque está en las tierras comunales que el gobierno mexicano me ha reconocido". Tomar una decisión sobre estos aspectos necesariamente implica que sean todas las comunidades de la Sierra Juárez las que tengan que estar informadas y poder tomar una decisión, ya sea negativa o positiva, pero tienen que ser todas las comunidades.
Esto entonces a nosotros nos plantea la necesidad de que exista un gobierno de otra naturaleza, o sea no podemos estar esperando que el gobierno federal o el gobierno del estado de Oaxaca puedan decidir, sino que tiene que ser un gobierno regional, pero un gobierno autónomo de las comunidades indígenas. Ese gobierno no existe, el gobierno federal no quiere que exista. Nosotros hoy estamos luchando en la región por reconstruir al pueblo zapoteca y para poder ejercer en esa reconstitución nuestro derecho a la libre determinación, expresado como autonomía en el marco del Estado mexicano.
Esto implicaría entonces que son nuestras comunidades las que tienen el derecho a decidir el tipo de desarrollo si es que podemos llamarlo de esa manera que nuestras comunidades quieran realizar; y que no necesariamente tienen que ser las empresas transnacionales o las iniciativas gubernamentales las que nos digan qué recursos necesitan de nuestras comunidades, sino que nosotros decidamos por nosotros mismos cómo vamos a utilizar lo que queramos utilizar, y lo que no queremos utilizar nosotros sabremos también porqué no lo queremos usar.
—En este caso particular de la Sierra de Juárez, lo interesante que planteas, además, es el vínculo que existe con las denuncias de contaminación de maíz transgénico en México.
--Nunca creímos que comunidades que están rodeadas de montañas, comunidades que difícilmente tienen contactos con la tecnología moderna, pudieran estar contaminadas con transgénicos. Sobre todo porque los transgénicos tienen no más de diez años de existencia en este planeta, y nunca creímos que de una manera tan rápida se presentara un fenómeno como la contaminación en la Sierra Juárez.
Nosotros sentimos que esta situación nos lastima profundamente porque el maíz para nosotros es sagrado, el maíz es la base de la resistencia de los pueblos indígenas. Si nosotros no tuviéramos maíz no podríamos ser, nosotros somos de maíz, dependemos de él así como él depende de nosotros, es decir somos complementarios. Ninguno podría existir por sí solo y es por eso que nos duele que se haya producido la contaminación.
Nosotros no queremos comer ni sembrar cualquier maíz. Por ejemplo, en algunas comunidades se ha sembrado maíces híbridos, y puede ser que sean más productivos, que podamos recoger hasta ocho toneladas por hectárea en una cosecha, pero nosotros sentimos que nuestros maíces nativos _aunque no recojamos más de una tonelada por hectárea_ nos satisfacen más y mejor que otros tipos de maíz.
Por ejemplo, en nuestras comunidades el maíz se siembra y será poco, pero para nosotros es suficiente porque nos dura un año; o sea, si el maíz dura un año la gente tiene para comer, no tiene tantas preocupaciones. Los maíces nativos son resistentes a los temporales malos que llegan a nuestras comunidades; pero los maíces híbridos o los maíces transgénicos no creo que nos puedan resistir un año. Hay prácticas en algunas comunidades en donde se ha llegado a recoger hasta ocho toneladas por hectárea, pero a los tres meses ese maíz está hecho polvo. Ese maíz está diseñado para venderlo y el maíz de nuestras comunidades no es para venderlo; es para consumirlo nosotros mismos, es para resistir, es para que nosotros comamos.
Entonces no nos interesan las semillas híbridas o las semillas transgénicas porque no tienen nada que ver con nuestra cultura, están hechas para ser vendidas y nuestro maíz no es para venderse.
—¿Cuál es la situación en el resto de las comunidades indígenas o en las comunidades con las que tienen contacto con respecto al maíz contaminado, que sabemos que ya hay casos en ocho estados?
—Sí, en ocho estados de la República mexicana se ha encontrado contaminación por transgénicos y realmente es una preocupación creciente, sobre todo en los pueblos indígenas. Hemos realizado diferentes ceremonias en defensa del maíz, ritos tradicionales junto con hermanos indígenas de diferentes pueblos de México, porque no es que nos hayamos puesto de acuerdo, sino que el maíz nos está pidiendo que hagamos algo por él; le vamos a ofrendar a la madre tierra, le vamos a ofrendar al fuego también, para que nos ayude a defender nuestro maíz.
En ese sentido, creemos que la defensa del maíz para quitarle los transgénicos, para descontaminarlo, no puede pasar solamente por los laboratorios, para que se detecte si existe contaminación o no existe. Este asunto de la contaminación por transgénicos está haciendo que los pueblos indígenas vayamos ahora hacia nuestras raíces, porque sabemos que la cura que nuestros pueblos le van a dar a este problema que hoy se presenta en México está en la cultura, está en el conocimiento ancestral que tienen nuestros pueblos en relación con el maíz.
—Tú planteas la diferencia entre el maíz hecho para ser vendido y el otro maíz que es hecho o adaptado de la naturaleza para una cultura muy particular, que es la misma cultura que ahora se reivindica como autónoma ante el Estado nacional mexicano.
—Sí, es una lucha que tenemos que dar durante mucho tiempo. Los tiempos del gobierno, los tiempos de las empresas transnacionales no son iguales a los tiempos de los pueblos indígenas. Nosotros creemos que ha llegado el momento en que nuestros pueblos tienen que empezar a construir formas de organización que les permitan ya no solamente sobrevivir sino realizarse de una mejor manera en este planeta y obviamente en armonía con la naturaleza. Está llegando el momento de que nuestras comunidades empiecen a caminar por un camino propio, un camino distinto.
Pero este camino también tiene tiempos distintos. Nosotros no tenemos prisa porque podamos construir la autonomía en uno, dos o tres años o un sexenio; nosotros hemos dicho "estamos empezando a construir la autonomía y lo vamos a lograr", no importa cuanto tiempo tengamos que pasar para que esto se logre, pueden ser diez años, pueden ser veinte años, puede ser un siglo entero, pero es una decisión que nuestros pueblos están tomando y cuando nuestras comunidades y nuestros pueblos toman ese tipo de decisiones son decisiones que se tienen que cumplir. Creo que es más fácil que se termine el capitalismo a que se termine la existencia de los pueblos indígenas de México.
—¿Cómo es la vida actual del pueblo zapoteca? Cuéntanos algo de la región de Oaxaca, como para entender lo que implica ser zapoteca además de ser mexicano.
—El pueblo zapoteca es un pueblo que hoy es admirado por lo que fue, porque en los valles centrales de Oaxaca hay muchas pirámides que evocan el pasado remoto del pueblo zapoteca. Algunos creen que esas son construcciones que construyeron los zapotecas. Lo dicen en pasado. Pero los zapotecas seguimos vivos, estamos ahí en muchas comunidades de Oaxaca y lo podemos expresar de muchas maneras. Oaxaca es uno de los Estados más ricos en diversidad cultural y está ligada también esa diversidad cultural a la diversidad biológica; hay mucha diversidad de climas, de plantas, de animales, pero esto solamente ha podido existir porque ahí vivimos muchas culturas. Una de esas culturas somos los zapotecas. Los zapotecas estamos en diferentes micro regiones, hablamos 16 dialectos diferenciados entre sí.
Cuando llego a diferentes lugares lo primero que me gusta es probar la comida. Cuando llegué a Uruguay pregunté qué es lo que se come aquí, para conocer el sabor del lugar, y me dijeron que se comía carne; incluso aquí he bailado algo de la música. Eso siempre es atractivo, tú llegas a un lugar y pruebas los sabores, y te gusta la cultura y la diversión de la gente. En Oaxaca nuestra alimentación principal es a base de maíz, comemos tortillas todos los días pero siempre están acompañadas de diferentes cosas. Por ejemplo en Oaxaca pueden llegar al mercado y comer chapulines; los chapulines son como langostas pero un poco más chicas que saben muy bien y que además tienen muchas proteínas. Probablemente en el futuro las grandes transnacionales quieran darnos de comer insectos, pero nosotros no vamos a permitir que patenten los chapulines porque son una comida muy nuestra.
Dependiendo de la región en donde vivamos los zapotecas hay diferentes comidas con el maíz: se hace en tortillas, se hace en tamales, se hace en pozole, se hace en atole, en fin, hay muchas formas de comer el maíz, y varía en las distintas regiones; en la costa se come con las iguanas, se come con el camarón, en fin, cosas que son típicas del lugar. Pero obviamente que la cultura de los pueblos zapotecas no es solamente la comida. Eso es algo que se puede ver y que a los que vienen de afuera les gusta de los zapotecos. Pero nuestros pueblos tienen también sus propias formas de organización que no han sido respetadas por el Estado mexicano. Por ejemplo, la mayoría de nuestras comunidades tiene su tierra de manera común, y todos los que vivimos en una comunidad nos sentimos hasta cierto punto dueños de las tierras que pertenecen legalmente, que han sido reconocidas por el gobierno mexicano, a esa comunidad. Pero pensamos que tenemos que ir modificando esas estructuras no para repartir las tierras de manera individual sino para ir construyendo un espacio territorial más grande que abarque más comunidades; no queremos ir al individualismo, queremos construir colectivos cada vez más grandes.
En cada espacio territorial la resistencia se da desde las comunidades, tenemos gobiernos propios, que tienen una relativa autonomía, y digo una relativa autonomía porque siempre hay influencias del gobierno mexicano para que se hagan algunos programas de gobierno que vienen estipulados desde la federación o desde los estados. Hemos logrado incluso que el gobierno de Oaxaca reconozca que podemos elegir a nuestras autoridades sin la intervención de los partidos políticos, y nosotros creemos que es un reconocimiento finalmente no a nosotros sino a la herencia cultural de nuestros pueblos. O sea tenemos formas propias de organización, tenemos mecanismos propios para poder elegir a nuestros dirigentes y los hemos seguido practicando. Hoy al Estado mexicano no le va a quedar otra alternativa que reconocer que existen esas diferencias. Trabajamos de manera colectiva, cuando hay necesidades para toda la comunidad las autoridades tienen la capacidad de convocarnos a todos para que trabajemos físicamente para realizar alguna obra de beneficio común.
Pero no todo es trabajo, también tenemos fiestas. No tenemos fiestas todos los días en cada comunidad. Los que van de fuera dicen "estos de Oaxaca son muy fíesteros" porque hay muchas fiestas. Pero lo que ocurre es que las fiestas son en diferentes comunidades; cada comunidad tiene al menos una fiesta al año pero son en diferentes fechas, por eso parece desde fuera que todos los días hay fiesta en Oaxaca. En Oaxaca hay como 10.000 comunidades, entonces imagínate cuantas fiestas habrá en un día en el Estado de Oaxaca, porque la fiesta es para nosotros un espacio de compartir, es un espacio de convivir con nuestros hermanos y también con la gente que nos visita.
—¿Y cómo se articula esta historia de resistencia y construcción de autonomía en el contexto de la liberalización comercial, básicamente con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte?
—En el caso de los zapotecos, en el caso de Oaxaca, podemos decir que tenemos graves problemas. Digamos que la situación económica por la que están atravesando las comunidades ha obligando a que muchos jóvenes migren, sobre todo hacia Estados Unidos para buscar principalmente un salario, un dinero para poder comprar sus cosas, para poder hacer su casa. Esto está rompiendo con la forma de organización de nuestras comunidades, entonces muchos de esos jóvenes ya no escuchan a los ancianos, porque cuando regresan de los Estados Unidos traen las nuevas tecnologías y ya no quieren trabajar la tierra como se trabajaba antes. Creen que la tecnología va a solucionar los problemas de una mejor manera, pero al cabo de unos pocos años se dan cuenta que eso no es tan cierto.
Pienso que aunque se ha abierto una brecha porque muchos jóvenes han salido de sus comunidades hoy se está volviendo a revalorar el conocimiento tradicional que tienen los ancianos. Es cierto que han sido relegados durante varios años, pero hoy se está viendo la necesidad de que el conocimiento que tienen nuestros ancianos que viven en las comunidades sea recuperado y sea puesto en práctica.
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Entrevista realizada por Carlos Santos en Mayo de 2004, en el marco de la participación de Aldo en el seminario sobre "Soberanía alimentaria y biodiversidad" realizado en Montevideo, como parte de las actividades realizadas con motivo de cumplirse los 10 años de la revista.