Lo jíbaro en la agroecología y los bolsillos de resistencia
"Lo urgente es mantener vivos bolsillos de resistencia, bolsillos activos y creativos de resistencia: mantener vivos los recursos y el conocimiento, permitir que evolucionen activamente en contacto con los pueblos, las comunidades y la naturaleza, no en bancos de semillas o en jardines botánicos, ni en comunidades empobrecidas en los alrededores de las ciudades, lejos del lugar de origen."
Por Nelson Álvarez Febles*
Lo Jíbaro en la Agroecología y los Bolsillos de Resistencia Agricultura a agroecología tiene una dimensión integral en la que lo social ocupa un papel muy relevante. Las relaciones entre las personas y las instituciones a través de las cuales se organizan constituyen la pieza clave de los sistemas agrícolas, que son ecosistemas fuertemente humanizados. Para la agroecología, el agro-ecosistema es la unidad sobre la cual se desarrolla la actividad productiva. Desde esta perspectiva, la estructura interna de los agroecosistemas resulta ser una construcción social, producto de la co-evolución de los seres humanos con la naturaleza.
Muchos de los movimientos de agricultura orgánica y ecológica puertorriqueña actual reivindican lo jíbaro como referencia campesina y algunos rescatan lo mejor de esa tradición con el concepto neo-jíbaro (lo nuevo jíbaro). Esa referencia cultural representa hoy el cuidado del medio natural, la solidaridad, el auto-sustento, la laboriosidad y la inserción comunitaria. También incluye la comprensión de los ciclos naturales, el pensamiento complejo/multiplicidad y el manejo de matrices temporo-espaciales sobre biodiversidad productiva con integración de especies, variedades, animales domésticos, árboles, fauna silvestre, insectos, pájaros y otros animales, meteorología, ciclos de agua, uso y protección de los suelos.
En la tabla siguiente compartimos una selección y descripción de conocimientos y prácticas jíbaro/ campesinas puertorriqueñas, que en la actualidad consideramos prácticas apropiadas para la agricultura ecológica. Acompañamos los conceptos descritos con ejemplos que hemos tenido la oportunidad de practicar, presenciar o escuchar de primera mano1.
Prácticas y conocimientos campesinos jíbaros con valor agroecológico
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PRÁCTICAS
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EXPERIENCIAS DESCRITAS
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Protección de los suelos a través de coberturas con la integración de árboles, policultivos y zanjas.
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Uso de árboles en los cafetales, siembra de calabaza u otros cultivos bajo plátano y guineo; gandules o quimbombós en los bordes de las zanjas.
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Rotaciones agroecosistémicas de cultivos, con ciclos de varios años cuando el acceso a la tierra lo permitía.
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Rotaciones de 3 a 5 años en la siembra de frutos menores, con la conservación de árboles de valor e integración selectiva de frutales y cultivos que quedaban como silvestres durante la época de recuperación (ñames, malangas, guineos).
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Sucesión de cultivos como parte integrada del manejo de los predios en el tiempo, por ejemplo, de acuerdo con la fertilidad, la sombra y las estaciones.
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La siembra de las tres hermanas: calabaza, maíz y habichuelas.
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Manejo del agua a través de la protección de las quebradas, riberas y cuencas, manteniendo vegetación en zonas delicadas.
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Nunca talar hasta el borde de las quebradas o cuerpos de agua, dejando vegetación para evitar la erosión. Conservación de bosques alrededor de los manantiales de montaña.
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Zanjas para proteger el suelo de la erosión cuando llueve y para infiltrar en el subsuelo durante períodos de sequía.
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Uso de zanjas en los cultivos de laderas, la mayor en la parte superior de la tala y las transversales a distancias determinadas
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Protección y manejo sustentable de los bosques como refugios de biodiversidad, lugar de acceso a madera, a fuentes de agua protegidas y fuente de alimentos (frutas, caza, raíces, entre otros).
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Por tradición, no se talaban los bosques en los topes de las colinas o cima de las montañas. En muchos lugares, el manejo era comunitario y se cortaban árboles para ocasiones especiales, como cuando una pareja construía su casa.
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Sistemas agropecuarios integrados. La finca familiar intentaba tener zonas para siembra, pastos, frutales y bosques, en un manejo sinérgico integrado.
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Agricultura de tubérculos y vegetales, frutales y cultivos anuales, animales domésticos, en un diseño múltiple que aprovecha las características de lugar para cada actividad.
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Plantas medicinales para uso familiar y veterinario, integradas en el agroecosistema.
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Las plantas medicinales estaban alrededor de la casa, en el huerto, integradas a las talas y silvestres en todo el entorno.
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Integración de animales domesticados para alimentación, transportación y trabajo. Los animales formaban parte integrada del circuito alimentario, siendo a la vez alimentados y alimento.
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Crianza de gallinas, cabras, cerdos, vacas, caballos, bueyes, entre otros.
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Conocimientos para el uso sustentable de los recursos vegetales y animales, para así evitar su agotamiento o desaparición.
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Había meses en los que no se pescaban bruquenas (cangrejos de río), porque estaban paridas. Cuando se cosechaban ñames silvestres, la cabeza o semilla se enterraba para volver a cosechar a los dos años.
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Intercambio de recursos genéticos a través de semillas, tubérculos, animales domésticos. El intercambio era horizontal, entre personas vecinas, en los mercados y fiestas, y vertical, entre generaciones.
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Cuando un vecino o vecina iba de visita a otra casa, por lo general se le regalaban semillas de cultivos novedosos, con alguna descripción de las características de cultivo y alimenticias.
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Predicción y manejo del clima, de lluvias y sequías, de huracanes.
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Los cambios en el canto del coquí se interpretaban para predecir la lluvia. La virazón de las hojas del yagrumo sin que soplara viento servía para prepararse para los huracanes.
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Uso estacional de los recursos según disponibilidad.
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Gandules en invierno, ñames en los meses fríos, panas en verano, mangoes en verano, chinas en invierno.
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Las personas vecinas intercambiaban trabajo como manera de emprender tareas fuertes y/o complejas. Sistemas de reciprocidad.
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En Maunabo se usaba el fotuto (caracol marino) para convocar a las yuntas para terrenos más pesados. El trabajo se compensaba con trabajo o con alimentos.
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Transmisión intergeneracional de conocimientos.
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Las generaciones jóvenes trabajaban con las mayores y aprendían sobre el manejo del medio.
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Diversidad de componentes para el auto-sustento. Los niños y niñas aprendían a comer y recoger frutas del entorno. Se usaban hojas comestibles del bosque y los cultivos. Pesca y caza de fauna silvestre.
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Las hojas de la yuca son nutritivas. Se hacen tortilla con hojas de ortiga hervidas. Las quebradas y ríos tienen camarones, bruquenas y pescado. Conocimientos especializados sobre épocas para cazar y recolectar.
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Conocimientos, en ocasiones muy complejos, para la transformación y uso de lo cosechado en alimentos aptos para el consumo humano.
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El grano de café en bebida, el cacao en chocolate, la yuca en pan casabe, eliminar toxicidad de algunas plantas medicinales.
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Artesanías hechas de materia prima disponible en el conjunto de los agroecosistemas campesinos: madera, semillas, frutas.
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Del tronco del mangó se hacían pilones. Con los bejucos del monte se tejían canastas. Con la hoja de guineo se formaban aparejos para los caballos y mulas. La fibra de la planta de emajagua servía para tejer sogas
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Construcción de casas y otras estructuras para la agricultura
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El campesinado carpintero escogía los árboles en el bosque, preparaba la madera, diseñaba y construía, muchas veces con herramientas rústicas.
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Estrategias de previsión y manejo de emergencias: anticipar crecidas de cuerpos de agua, predecir huracanes, contrarrestar las sequías.
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Cuando el huracán San Felipe arrasó con los cultivos en el 1929, el conocimiento sobre cortezas y raíces comestibles sirvió para sobrevivir en los campos arrasados.
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Cultivos para proveer dinero para la familia (cash crops), para complementar las ventas regulares, el auto-sustento y los salarios estacionales como obreros agrícolas.
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Los siguientes cultivos, además de las artesanías y los productos elaborados, han servido para aportar dinero a las familias agrícolas en Puerto Rico: café, cacao, tubérculos, flores, frutas, madera, animales.
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Hacia un futuro agroecológico
¿Cuánto conocimiento tradicional agroalimentario de carácter sustentable queda disponible entre nuestros mayores en Puerto Rico? ¿Habrá tiempo para rescatarlo? Cada viejo y vieja -dicho con cariño- que muere se lleva ese conocimiento si no lo ha trasmitido. Así como su recuperación y supervivencia, hace falta sistematizarlo para que pueda ser (re)utilizado, hoy y por las generaciones futuras.
De la misma manera, es necesario, a través de técnicas de investigación participativa y de extensión persona a persona campesina, desarrollar estrategias para aumentar e intensificar la producción de alimentos mediante tecnologías agroecológicas, lograr estabilidad agroecosistémica y compartir horizontalmente los conocimientos y las innovaciones. El rescate y afirmación de lo jíbaro campesino aporta herramientas necesarias para manejar efectiva y exitosamente la complejidad que implica el desarrollo de un sistema agrícola y alimenticio propio, eficiente, sustentable, económicamente viable y ecológicamente sensitivo. Es decir, movernos como país hacia la soberanía alimentaria mediante la agroecología.
Bolsillos de resistencia y semillas de esperanza
Corren tiempos en los cuales mantener el optimismo es un reto constante. Necesitamos ver los procesos a mediano y largo plazo, pensar en términos temporales que van más allá de los ciclos anuales o de los de cuatro o cinco años de los gobiernos, apostar a que en las generaciones futuras los mejores elementos del ser humano sean los que terminen dictando los rumbos a seguir.
Desde esa perspectiva, lo urgente es mantener vivos bolsillos de resistencia, bolsillos activos y creativos de resistencia: mantener vivos los recursos y el conocimiento, permitir que evolucionen activamente en contacto con los pueblos, las comunidades y la naturaleza, no en bancos de semillas o en jardines botánicos, ni en comunidades empobrecidas en los alrededores de las ciudades, lejos del lugar de origen. Estos bolsillos de resistencia los podemos catalogar en tres áreas, aunque objetivamente existen integrados en una única realidad:
- Territoriales o ecosistémicos: el quehacer humano se da en el espacio físico, del cual es inseparable. Lo que llamamos agricultura está íntimamente ligado a sistemas naturales, con su fauna y flora, que son modificados para hacerlos productivos de acuerdo con las necesidades humanas. Esto son los agroecosistemas.
- Biológicos: flora y fauna silvestre, plantas medicinales, cultivos y semillas (frutales, hortalizas, cereales), árboles, microorganismos, insectos, animales domésticos.
- Culturales: tecnologías, conocimientos, cosmovisiones, idiomas, rituales, costumbres y valores.
Se trata de pensar en estos bolsillos de resistencia como las semillas para el futuro, semillas de esperanza para los nuevos tiempos. En Puerto Rico podemos promover las semillas de esperanza a través de:
- Recuperar y documentar el conocimiento tradicional.
- Rescatar la tierra para la agricultura.
- Promover prácticas de agricultura orgánica y ecológica.
- Promover el manejo responsable de los recursos naturales.
- Educar a niños y niñas en las prácticas ecológicas.
- Aprender a cultivar y cocinar lo que cosechamos.
- Comprar lo que se produce localmente.
- Favorecer la diversidad productiva y de consumo
- Comprometernos con la responsabilidad intergeneracional.
- Rescatar valores como la solidaridad, la equidad y la justicia.
* El autor es especialista en agricultura ecológica, autor de artículos y de los libros El huerto casero: manual de agricultura orgánica y La Tierra viva: manual de agricultura ecológica.
1 La tabla y parte del texto de este artículo fue publicado como Lo jíbaro como metáfora del futuro [agroecológico]: ver aquí
Fuente: Corriente Verde